lunes, 3 de julio de 2023

DOS DÍAS DE INTENSIDAD Y UNO DE "NORMALIDAD"

En pocas ocasiones había tanta expectación ante un Grand Départ, por el escenario y por los protagonistas. La literatura deportiva siempre ansía duelos y tanto Pogačar como Vingegaard se presentan en esta ocasión como los dos ciclistas con más méritos para volver a ocupar las dos primeras posiciones en París. Eso sí, no se sabe en qué orden. Estas simplificaciones siempre obvian al resto de corredores, claro está, pero es difícil mantenerse al margen de la expectación que precede a todo duelo.  Pogačar el extrovertido, ganándose a la afición en la presentación, con un “Aupa Bilbao, Aupa Athletic, Gora Euskadi”, contra Vingegaard el frío, sin las lágrimas que cubrieron su rostro en Copenhague. El que conmina a su rival a marcharse juntos a relevos y el que niega la oferta con la cabeza; el que prioriza el espectáculo y el que valora más el resultado; el que piensa en la inmediatez del triunfo parcial y el que piensa en ser regular en el conjunto; el que derrocha y el que espera su ocasión.  

El detalle de la txapela: Pogačar quiere contar con el factor campo.

 

En las dos primeras jornadas se ha visto a un Pogačar agresivo, al parecer sin secuelas de su lesión de muñeca, frente a un Vingegaard más pausado, más consciente de la dureza general del Tour. Los equipos de ambos también han mantenido un bonito duelo de colocación y control del pelotón. Pero la nota predominante sigue siendo el marcaje; Pogačar y UAE están incurriendo en la misma táctica que el año pasado, intentando rascar en todos los terrenos, quizá conscientes de la superioridad de Vingegaard y su equipo en la alta montaña. Vingegaard se ha limitado a vigilar la rueda de su principal rival, ahorrando esfuerzos, evitando sacrificios en beneficio de otros compañeros. 

Vingegaard en modo sombra de Pogačar.

Sin embargo, los duelos siempre funcionan a modo de biombo que oculta la auténtica realidad, que señala que hay más corredores. De hecho, otros han sido estos días los protagonistas. Aunque lidere la clasificación Adam Yates, la gran sorpresa ha sido Victor Lafay. El corredor de Cofidis fue el único corredor al que pudieron mirar con extrañeza Pogačar y Vingegaard en la subida a Pike Bidea, al modo de un invitado inesperado. Al día siguiente, en la meta de Donostia, Lafay fue la sorpresa que aguó la fiesta de Jumbo, con un demarraje perfecto de último kilómetro, al que la maquinaria de Jumbo no supo responder. 

Favorito n°1, Favorito n°2...y Victor Lafay.

 

En Pike Bidea, después de mirarse mutuamente Vingegaard y Pogačar, y observar sorprendidos a Lafay, se produjo algo parecido a un reagrupamiento, dado el pasillo humano de espectadores, que impedía todo movimiento. El ligero parón permitió que saltaran los Yates, coordinados, aun figurando en equipos diferentes. También fue coordinada – o pactada – la resolución de la victoria entre ambos: Simon se descolgó, aduciendo unos calambres, mientras su hermano, de un equipo rival, conseguía su primer triunfo en una gran vuelta y el liderato. Hubo un poco de teatro en todo ello. El exceso continuó con la exagerada celebración de Pogačar en el grupo posterior. Con él entraba Vingegaard, y también Gaudu, Landa, Skjelmose, Pinot, Hindely, van Aert y unos cuantos más. Faltaban, eso sí, dos de los favoritos, caídos en el descenso del Vivero: Enric Mas y Richard Carapaz. Mas se quedó en la cuneta con la mirada perdida, dirigida al infinito, una mirada que hablaba de los golpes de la mala fortuna y del peso excesivo de la presión. Carapaz pudo retomar la marcha, a pesar de las heridas en las rodillas. Con dolores llegó a meta, por delante incluso del grupo de Cavendish, pero al día siguiente se vio forzado al abandono. 

Nadie te quiere como lo hace un hermano.

 

Sin un plan B.

 

En la etapa de Donostia los momentos de máxima intensidad se vivieron en el Jaizkibel, subido en sentido inverso al de la Klasikoa, partiendo de Hondarribia y bajando a Lezo. Durante toda la etapa UAE estuvo controlando que la fuga de Powless no cogiera distancia: querían disputar la etapa, o al menos la bonificación en el alto del Jaizkibel. UAE y Jumbo alardearon un rato en cabeza, comparando músculo como dos pandillas de gallitos, hasta que en la parte descubierta, ya próximos a la cima, Simon Yates lanzó su ataque, siendo seguido inmediatamente por Vingegaard y Pogačar. El danés no dudó en sacar el codo para mantener su posición, pero Pogačar acabó imponiéndose, como suele suceder en estos duelos de pura velocidad y potencia. En el inicio del descenso, el esloveno invitó a Vingegaard a marchar juntos a relevos, pero el vigente ganador del Tour se negó, como dicta la lógica. Más que un deseo de aventuras, por parte de Pogačar parecía clara la intención de poner nervioso a su rival. 

Las bonificaciones son el nuevo ciclismo.


 

En meta fue Lafay el único protagonista. Su ataque contundente en la pancarta del último kilómetro fue exitoso debido a los titubeos iniciales de Kelderman, un corredor no acostumbrado a los cambios de ritmo. También contribuyeron a su triunfo la posición retrasada de Benoot y, cómo no, que Vingegaard desistiese de colaborar para un triunfo de van Aert. Al cruzar la meta el belga se quejaba de forma notoria de su derrota, siendo objeto de comentario jocoso por parte de Pogačar. La finalización había tenido algo de aquella llegada de 1992, en la que Dominique Arnould consiguió el triunfo in extremis sobre un pelotón reducido, comandado por Johan Museeuw. 

La victoria y la rabia.

 

En la etapa de hoy se ha vuelto a la normalidad de paisajes, fuga pactada y ritmo relajado: lo que viene siendo una etapa de Tour. Los equipos se han tomado el día con tranquilidad, recuperando fuerzas. Al cruzar la frontera se ha entrado en el encadenado nervioso de rotondas e isletas, que ha concluido en una línea de meta en curva, colocada en una rotonda.  Como en la llegada de la Cova Santa de la Comunidad Valenciana, ni más ni menos, aunque se presuponga más atención a los detalles en el Tour. Una meta digna de la Vuelta a Polonia, aun a pesar de que muchos se llenen la boca con el tema de la seguridad. Ha habido problemas, como era previsible. La victoria ha sido para Philipsen, que ha tomado la curva por el interior, cerrando a van Aert, que se ha visto obligado a frenar, dado el zigzagueante trazado del vallado y el recorrido en curva. En fin, una etapa para descalificar a la organización. 

No hubo caída, pero la organización puso de su parte.

 

Así pues, como balance general, los organizadores y el gobierno vasco han obtenido lo que buscaban: a cambio de un buena suma para ASO, se han mostrado lugares hermosos y mareas de público agitando banderas. Ha habido tanto público, y tan enfervorizado, que en algunas subidas los ciclistas han tenido que poner pie a tierra, dado el "efecto pasillo".  A mí a nivel personal es algo que me pone bastante nervioso. El ambiente festivo también ha quedado empañado por algunos sembradores de chinchetas en Donostia. Y en cuanto al espectáculo deportivo, nos quedamos con dos etapas que se han disputado a un ritmo trepidante, muy inusual, y una tercera en la que se ha vuelto a la normalidad, incluyendo en esos elementos normales una recta de meta bastante chapucera.

 

Pogačar tomándose demasiado en serio lo de crear contenido para Netflix.

Capturas de: @CdelVentoux, @ammatypyöräily, @faustocoppi60, @__blind_side.

2 comentarios:

  1. A mí también me genera mucha ansiedad cuando hay un pasillo en la carretera por el que cabe a duras penas un ciclista. Y siempre he pensado que influye deportivamente. Yo cuando he ido a ver ciclismo en directo lo he hecho desde el arcén, sin ocupar espacio en el asfalto, aunque nunca he ido a sitios tan concurridos, ciertamente.

    Pogacar anda igual que el año pasado, intentando arañar donde puede. La verdad es que para mí es una incógnita qué pasará. En París Niza fue muy superior, pero las exhibiciones del danés posteriores han sido brutales también.

    En cuanto a los equipos, yo veo un poco mejor a UAE en montaña, pero en cambio superior Jumbo en el resto de terrenos. No tengo claro en qué situaciones de carrera los equipos serán decisivos.

    A ver si vemos un buen Tour otra vez. Las dos primeras etapas, entre ambiente, perfil y desarrollo han sido muy buenas, pero ya ayer volvimos a las fugas sin lucha. Nunca entenderé que esto suceda. Porque Alpecin o Lotto igual quieren que la etapa vaya controlada, pero los otros 10-15 equipos sin ninguna opción en un sprint? Por qué se resignan a la nada? No lo entiendo, la verdad.

    Gracias por la crónica y un saludo!

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    1. Sobre todo Movistar, que ya sin objetivos claros, debería colar a gente como Oliveira en las fugas, y ya cuando llegue la media montaña o montaña a secas, a gente como Pedrero, Jorgenson o Guerreiro. De momento, parecen todos cómodos con el juego de siempre, y lo visto en las dos primeras etapas del País Vasco parece un espejismo.

      Un saludo y gracias por comentar!

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