viernes, 14 de julio de 2023

LECCIONES DE VETERANÍA

Estos días de antesala de los Alpes han sido para las fugas, si descontamos el sucedáneo de competición del día de Moulins. En esa etapa hubo tan solo la típica escapada condenada al olvido, con la mayoría de los equipos obcecándose una vez más en una llegada al sprint, que sería de nuevo para Philipsen. Sin embargo, tanto el día anterior como posterior, con finales en Issoire y Beaujolais, fueron muy disputados, con inicios movidos en los que la fuga costó en formarse. Hubo algunos asiduos con inisitencia en los ataques, en especial van Aert. Sus intentonas eran frustradas por corredores importantes, con especial presencia de Pogačar y Vingegaard, que han continuado estos días con su estrecho marcaje. También Alaphilippe ha estado metido en todas las peleas, aunque sin la genialidad de antaño. El ex-campeón del mundo parece una marioneta abandonada por el titiritero: tanto él como su equipo parecen haber perdido el mojo. También ha habido ataques pensando en la tribuna, en los aplausos. Así han sido los de van der Poel. 

El ataque lejano de Ion Izagirre sí salió

 

En la etapa de Issoire, el gran protagonista fue Krists Neilands, activo desde la salida. Su insistencia le permitió estar en la fuga, lanzando un primer ataque a falta de 55 kilómetros y otro, que parecía definitivo, a falta de 32. Una distancia que parecía una temeridad, viendo el resultado de Jorgenson en el Puy-de-Dôme. Sin embargo, el espigado letón parecía haber recuperado su prometedor estado de forma de 2018, cuando se movió en el Poggio anticipando a Nibali. Su rendimiento entraba igualemente en la línea de su equipo en los dos últimos años, victorioso en el Tour pero desapercibido durante el resto de la temporada. Pero por detrás hubo bastante entendimiento. El grupo perseguidor estaba formado por O'Connor, Zimmermann, Bilbao, Chaves y Pedrero. Pello Bilbao era el más rápido, pero no se escondió. A relevos dieron alcance a Neilands a falta de tres kilómetros. Bilbao sabía que la rueda a vigilar en el sprint era la de Zimmermann, un corredor de potencia que suele sprintar sentado, a chepazos. El alemán se precipitó, saltando a falta de un kilómetro, y Bilbao desplegó toda su sangre fría en los metros finales: le tomó rueda, frenó en el momento justo, espero a que llegaran desde atrás, calculó su distancia y lanzó el sprint, ganando sin problemas. 

El de Krists Neilands no.

 

En la etapa de Beaujolais, el ataque lejano sí que dio resultado, dada la conjunción de dos factores: las piernas extraordinarias de Ion Izagirre y la formidable labor de su compañero Guillaume Martin en el grupo trasero. Van der Poel atacó en la penúltima subida, desinflándose en la última, estallando finalmente como un globo rojo tras el ataque de Ion Izagirre. No pudo ni siquiera mantenerse en el grupo perseguidor, que lo conformaron Benoot, Pinot, Burgaudeau, Jorgenson y Guillaume Martin. Le petit philosophe, que ya ha cumplido treinta años, ejecutó una obra maestra del compañerismo y del trabajo colectivo que supera a sus obras escritas. Pocas veces se ha visto algo tan bien ejecutado, especialmente en los últimos tiempos: estorbaba en los relevos, atajaba los ataques rivales...Tenía piernas para todos y sobre todo, inteligencia y anticipación. Por delante, Ion Izagirre lo tenía hecho. Desplegó todas sus dotes de rodador, llevándose de este modo el segundo triunfo de etapa para su equipo. Hay que remontarse a 2008 para encontrar los últimos triunfos de Cofidis en el Tour, en aquel año también por partida doble. 

Reventará a van der Poel.

 

Han sido dos victorias de dos corredores veteranos, disputadas en un terreno muy complicado a más de 43 km/h. Continuando con las exhibiciones de los corredores que ya han superado la treintena, hoy ha sido el día de Michal Kwiatkowski. Si las entrevistas post-meta de Bilbao e Izagirre habían sido emotivas, la de Kwiatkowski ha estado marcada por la incredulidad: ni él mismo se explicaba su rendimiento. Después de años de gregariado ingrato y de largas desapariciones, hoy ha vuelto su mejor versión.

Un Kwiatkowski de dibujos animados.

 

Se ha tratado de una etapa muy guillenesca, corta y monopuerto, pero a diferencia de lo que suele decir la propaganda, no ha sido una etapa nerviosa ni entretenida. UAE ha querido controlar la fuga para conseguir un nuevo triunfo de Pogačar, pero los rodadores del equipo emiratí dan para lo que dan: la fuga se ha presentado con cuatro minutos a los pies del Grand Colombier. En las rampas finales, Soler ha tomado la cabeza. Su ritmo parecía fuerte, con la mirada alucinada, la propia de un santo en éxtasis o de un participante en una rave. Por detrás se descolgaba gente (casi todos, menos Meintjes), pero los tres minutos de diferencia con Kwiatkowski se mantenían inalterables. Han entrado Majka y Großschartner, pero la cosa no ha cambiado sustancialmente. El duelo polaco (qué dirán los de Ley y Justicia) se mantenía en tablas. Solo con el ataque pancartero de Pogačar en los últimos 500 metros se ha dado alcance a parte del grupo intermedio, llevándose todavía Van Gils la bonificación del segundo puesto. Así pues, UAE ha quemado al equipo para prácticamente nada: Pogačar ha limado unos segundos más (ocho esta vez), pero no se ha llevado la etapa, mientras los Jumbo se han tomado el día de descanso. En fin, para los líderes han sido días de escaramuzas y de mantenerse alerta, pero lo bueno está todavía por llegar.

 

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