domingo, 16 de julio de 2023

INSEPARABLES

Ya se sabía de la calidad de Carlos Rodríguez. Su característica principal parecía ser la constancia, esa capacidad para aguantar sufriendo siempre a rueda de otros. Ese parecía ser su leitmotiv, al menos hasta ayer, día en el que se destapó como un corredor atento, capaz de aprovechar con valentía las oportunidades. También se mostró como un gran bajador, uno que no necesita hacer giros bruscos ni números circenses, sino que baja rápido con seguridad. Su triunfo en Morzine, sumado al del día anterior de Kwiatkowski, logra revitalizar a un equipo que parecía haber entrado en una fase de decadencia. Como corredor regular y fiable, el equipo británico no debería deshacerse de él, puesto que parece destinado a ser el líder de grandes vueltas que va a necesitar con urgencia en un futuro inmediato.

Foto de un día histórico (Pipe Cano)


El inicio de la etapa estuvo condicionado por una caída masiva, que obligó a neutralizar la carrera durante al menos veinte minutos. Hasta el momento los corredores habían esquivado las montoneras, debido principalmente a la disposición salteada de las etapas llanas y al hecho de haberse disputado estas a un ritmo tranquilo, por no decir en exceso relajado. Pero las caídas llegan, de modo que en un momento inicial, cuando se estaba peleando por formar la fuga, se fueron al suelo muchos corredores en una curva no complicada aparentemente. Louis Meintjes, Antonio Pedrero y Esteban Chaves se vieron forzados a abandonar. Más tarde lo haría Romain Bardet, al caerse en un descenso. De los hombres bien posicionados, el más afectado por la caída fue Jai Hindley.

Meintjes pone fin a su progresión.

Primera montonera en lo que llevamos de Tour.

De chill.

Van Gils, segundo en le Grand Colombier, también vendado.


La carrera estuvo dominada por el ritmo de Jumbo, que impidió que la fuga intermedia llegara a los pies del Joux-Plane. De forma incansable como siempre, Wout van Aert marcaba el paso. Ya se habían descolgado corredores destacados, como Tom Pidcock, no influido por las mejorías recientes de su equipo. La situación parecía controlada para Jumbo, pero pronto iban a empezar los inconvenientes. Rafal Majka tomaba la delantera, desplazando a Wout van Aert y a Wilco Kelderman. El ex-campeón belga aprovechaba para descolgarse, desacelerando de forma brusca el ritmo, a la Kwiatkowski. Se vio entonces un hecho insólito, milagroso casi. Después de haberse descolgado por completo, totalmente vacío, wout van Aert retomaba aliento y comenzaba de nuevo con su ritmo brutal, superando a corredores, alcanzando al grupo delantero y adelantando uno a uno a los hombres importantes por el estrecho pasillo que permitía el público. Tomaba a continuación la cabeza, desplazando a Majka con una sutil carga de hombro. Bien es cierto que el polaco parecía haber ralentizado la marcha y que van Aert tampoco iba a durar mucho más en cabeza, pero ese momento va a quedar grabado en la retina de muchos aficionados, como un gesto, más poético que efectivo, que sustituye por ahora a esas victorias que tanto le está costando obtener.


Ni el bálsamo de Fierabrás.

La terrible ascensión al Joux-Plane seguía avanzando, con Kuss marcando el ritmo, con Pogačar, Vingegaard, Adam Yates y Carlos Rodríguez a rueda. Hindley cedía, también Gall, y el grupo delantero comenzaba a adentrase en un estrecho pasillo, provocado por muchos aficionados claramente en estado de embriaguez (real o imaginaria). No sé si será cosa mía o que me estaré haciendo viejo, pero cada vez percibo más público haciendo el subnormal en las subidas, ya sea agitando banderas en los morros de los ciclistas, sacando móviles a la altura de sus ojos, corriendo con el culo al aire o exhibiendo carteles mirando con sonrisa estúpida a la cámara de televisión. Se hace un tanto insoportable, como unos sanfermines continuos, como una atroz despedida de soltero con grupos de amigotes soltando gritos y dando vergüenza ajena. También hay más de un ciclista que les ríe las gracias, todo hay que decirlo. En este caso, la actitud de ciertos espectadores empañó y quizá alteró el resultado de la jornada.

Un guiño y cambio de táctica.


A falta de tres kilómetros y medio para la cima, Pogačar lanzó su ataque. Gracias a su arrancada, consiguió una distancia de unos cuatro segundos con Vingegaard, pero apenas pudo aumentar esa ventaja. El esloveno, sin gafas, con concentración en la mirada y algo de suciedad en la nariz, era enfocado en primer plano por las cámaras de televisión. Es el querido por las cámaras, el nuevo pedaleur de charme. Unos metros por detrás se intuía la sombra amarilla de Vingegaard, con la expresión camuflada bajo las gafas de sol y su tez, siempre pálida, como sacada de un casting de Lo que hacemos en las sombras. La situación parecía en orden para Vingegaard, acostumbrado en este Tour a perseguir y neutralizar. Pogačar giraba a cada poco la cabeza, para comprobar si estaba haciendo realmente daño. Pero el ritmo de ambos era exactamente el mismo, manteniéndose a la par. Parecían unidos por una cuerda atada a sus cinturas, como los amantes de Dolls. Una cuerda que no se rompió. A falta de 1,7 kilómetros, Vingegaard dio alcance a Pogačar. 

 



Tesis, antítesis y síntesis.


A partir de ese momento, empezaron a pensar en las bonificaciones de la cima. Algo en lo que no parecía haber pensado el organizador, que tan solo decidió vallar 10 metros antes de la pancarta. El pasillo era cada vez más estrecho. Pogačar lanzó un aceleración a falta de 600 metros, quizá con la intención de hacerse con los segundos bonificados y lanzarse en el descenso, pero su intentona fue abortada por las motos de unos fotógrafos. Esas motos sobraban, pero también cabe decir que no podían avanzar por ese pasillo humano. Apunto estuvo de producirse un nuevo Ventoux 2016, pero Pogačar y Vingegaard tuvieron reflejos para frenar a tiempo, a diferencia de Porte y Froome en aquella ocasión. Ya sabemos cómo acabó aquello, no hace falta recordarlo. Pogačar siguió en cabeza, en una mala posición para afrontar el sprint. Completamente despistado, fue sorprendido por Vingegaard, que también es potente. Se había vivido una situación complicada, pero no iba a ser la última.

Las putas motos I

Robándole la cartera al rey de las bonificaciones.


Enfurecido, Pogačar hizo un amago de iniciar rápido el descenso, pero cedió al iniciar el falso llano. Comenzaron a mirarse, mientras por detrás se les aproximaban Carlos Rodríguez y Adam Yates. El granadino seguía concentrado, a su ritmo, moviendo siempre imperturbable sus patitas, que parecen de alambre: su estilo de metrónomo se encuentra a las antípodas de las arrancadas y frenadas de Pogačar. No lo tuvieron fácil para darles alcance. En el repecho que precede al descenso auténtico, Rodríguez y Adam Yates tuvieron que esquivar a una moto de fotógrafos, a una de la televisión y a un espectador para alcanzar a Pogačar y Vinegaard. Continuaba la confabulación de obstáculos: había que cruzar los dedos ante el descenso auténtico del Joux-Plane, siempre peligroso. 

Las putas motos II.

Ya los tienen.


En ese momento, una ventana se abría para Rodríguez, y la supo aprovechar. No se contentó con quedarse a rueda del dúo de cabeza, decidió lanzarse en el descenso, a la manera de Froome en el Peyresourde. Rodríguez trazó las curvas con mucha soltura y ninguna sensación de peligro, mientras por detrás Pogačar comandaba el descenso, con Vingegaard a rueda, en ocasiones demasiado pegado a su rival. El descenso de Pogačar no fue bueno, como le está sucediendo en casi todas las bajadas (¿su talón de Aquiles?), lo que permitió a Rodríguez adquirir una ventaja que le hacía pensar en el triunfo. Pogačar clavaba los frenos en muchas curvas y Vingegaard apunto estaba de tragárselo. Fueron alcanzados también por Adam Yates. Vingegaard podría haber superado en alguna curva a Pogačar, pero prefería ir a rueda, a pesar de asumir así más peligros de los necesarios: parecía como si ambos prefirieran que otro se llevase la bonificación importante del triunfo de etapa.

Bajando rápido pero seguro.


Fuera como fuese, Rodríguez había estado listo y valiente, llevándose un triunfo enorme, que lo sitúa ya entre la élite del pelotón mundial y como principal cabeza del relevo español. Alzaba los brazos después de cruzar la meta, como los campeones, y por detrás Pogačar se resarcía adquiriendo la bonificación del segundo puesto sobre Vingegaard (en realidad, el esloveno perdía un segundo con el danés). Luego llegaron Adam Yates y Kuss, a 1:46 Hindley y Gall, ampliándose a partir de estos corredores las diferencias (el 12º, Pidcock, a más de ocho minutos). Si se observa el conjunto de la clasificación se aprecia la dureza de la jornada. Favorecido por los problemas de Hindley durante la etapa, Rodríguez alcanzaba la tercera posición: con su humildad habitual, en la entrevista post-etapa se mostraba dolido por alcanzar la tercera plaza de ese modo.

Demasiada trascendencia de las bonificaciones.


La etapa de hoy ha sido más llevadera, como se preveía. Una caída inicial en el pelotón, provocada por un espectador, ha favorecido que la escapada numerosa que se había formado por delante tomara mucha ventaja. De esta se han destacado Poels, van Aert, Neilands y Soler. En el descenso de Aravis, Neilands se ha ido al suelo (al hacer el afilador con una moto) y Soler ha acabado perdiendo contacto. Parecía la ocasión para un triunfo de van Aert, pero ha gastado demasiadas fuerzas en el falso llano de Megève y en el descenso, llevando a Poels en carroza. El veterano neerlandés le ha dejado a ritmo en la Côte de Amerands, antesala de la subida de Saint-Gervais-Mont-Blanc, y se ha marchado en pos de su segundo mejor triunfo después de aquella Lieja, ya lejana. Su victoria ha continuado las de veteranos de la generación 1986 – 1990. Por detrás la nota predominante ha sido el marcaje. Mientras llegaba Poels, ninguneado por la realización, entre los favoritos se veían situaciones extrañas. Adam Yates forzaba el ritmo y se marchaba con el beneplácito de Pogačar, intentando alcanzar así la tercera posición en detrimento de Carlos Rodríguez, ligeramente decolgado. Mientras, Pogačar y Vingegaard seguían hermanados, intercambiando los papeles como los Dead Ringers de Cronenberg. En fin, no ha habido bonificaciones a repartir (menos mal) y tampoco Adam Yates ha logrado desbancar a Rodríguez. La situación entre los dos primeros tendrá que decantarse en la crono, corta pero intensa. A día de hoy no sabría decir a quién de los dos puede beneficiar. 

Pocas imágenes de Poels.

 
Jugar a tácticas raras pocas veces conduce a éxitos.

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