Ya se
sabía de la calidad de Carlos Rodríguez. Su característica
principal parecía ser la constancia, esa capacidad para aguantar sufriendo siempre a rueda de otros. Ese parecía ser su
leitmotiv, al menos hasta ayer, día en el que se destapó como un
corredor atento, capaz de aprovechar con valentía las oportunidades.
También se mostró como un gran bajador, uno que no necesita hacer giros bruscos ni números circenses, sino que baja rápido con seguridad. Su
triunfo en Morzine, sumado al del día anterior de Kwiatkowski,
logra revitalizar a un equipo que parecía haber entrado en una fase
de decadencia. Como corredor regular y fiable, el equipo británico
no debería deshacerse de él, puesto que parece destinado a ser el
líder de grandes vueltas que va a necesitar con urgencia en un futuro inmediato.
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Foto de un día histórico (Pipe Cano)
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El
inicio de la etapa estuvo condicionado por una caída masiva, que
obligó a neutralizar la carrera durante al menos veinte minutos.
Hasta el momento los corredores habían esquivado las montoneras,
debido principalmente a la disposición salteada de las etapas llanas
y al hecho de haberse disputado estas a un ritmo tranquilo, por no
decir en exceso relajado. Pero las caídas llegan, de modo que en un
momento inicial, cuando se estaba peleando por formar la fuga, se
fueron al suelo muchos corredores en una curva no complicada
aparentemente. Louis Meintjes, Antonio Pedrero y Esteban Chaves se
vieron forzados a abandonar. Más tarde lo haría Romain Bardet, al
caerse en un descenso. De los hombres bien posicionados, el más
afectado por la caída fue Jai Hindley.
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Meintjes pone fin a su progresión.
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Primera montonera en lo que llevamos de Tour.
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De chill.
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Van Gils, segundo en le Grand Colombier, también vendado.
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La
carrera estuvo dominada por el ritmo de Jumbo, que impidió que la
fuga intermedia llegara a los pies del Joux-Plane. De forma
incansable como siempre, Wout van Aert marcaba el paso. Ya se habían
descolgado corredores destacados, como Tom Pidcock, no influido por
las mejorías recientes de su equipo. La situación parecía
controlada para Jumbo, pero pronto iban a empezar los inconvenientes.
Rafal Majka tomaba la delantera, desplazando a Wout van Aert y a
Wilco Kelderman. El ex-campeón belga aprovechaba para descolgarse,
desacelerando de forma brusca el ritmo, a la Kwiatkowski. Se
vio entonces un hecho insólito, milagroso casi. Después de haberse
descolgado por completo, totalmente vacío, wout van Aert retomaba
aliento y comenzaba de nuevo con su ritmo brutal, superando a
corredores, alcanzando al grupo delantero y adelantando uno a uno a
los hombres importantes por el estrecho pasillo que permitía el
público. Tomaba a continuación la cabeza, desplazando a Majka con
una sutil carga de hombro. Bien es cierto que el polaco parecía
haber ralentizado la marcha y que van Aert tampoco iba a durar mucho
más en cabeza, pero ese momento va a quedar grabado en la retina de
muchos aficionados, como un gesto, más poético que efectivo, que
sustituye por ahora a esas victorias que tanto le está costando
obtener.
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Ni el bálsamo de Fierabrás.
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La
terrible ascensión al Joux-Plane seguía avanzando, con Kuss
marcando el ritmo, con Pogačar, Vingegaard, Adam Yates y Carlos Rodríguez a
rueda. Hindley cedía, también Gall, y el grupo delantero comenzaba
a adentrase en un estrecho pasillo, provocado por muchos aficionados claramente en estado de embriaguez (real o imaginaria). No sé si será cosa mía o que me estaré haciendo viejo, pero cada vez percibo más público haciendo el subnormal en las
subidas, ya sea agitando banderas en los morros de los ciclistas,
sacando móviles a la altura de sus ojos, corriendo con el culo al aire o exhibiendo
carteles mirando con sonrisa estúpida a la cámara de televisión. Se hace un tanto
insoportable, como unos sanfermines continuos, como una atroz
despedida de soltero con grupos de amigotes soltando gritos y dando vergüenza ajena. También hay más de un ciclista que les ríe las gracias,
todo hay que decirlo. En este caso, la actitud de ciertos
espectadores empañó y quizá alteró el resultado de la jornada.
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Un guiño y cambio de táctica.
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A
falta de tres kilómetros y medio para la cima, Pogačar lanzó su
ataque. Gracias a su arrancada, consiguió una distancia de unos
cuatro segundos con Vingegaard, pero apenas pudo aumentar esa
ventaja. El esloveno, sin gafas, con concentración en la mirada y algo de suciedad en la nariz, era enfocado en primer plano por las cámaras de televisión. Es el querido por las cámaras, el nuevo pedaleur de charme.
Unos metros por detrás se intuía la sombra amarilla de Vingegaard,
con la expresión camuflada bajo las gafas de sol y su tez, siempre pálida, como sacada de un casting de Lo que hacemos en las sombras. La situación
parecía en orden para Vingegaard, acostumbrado en este Tour a
perseguir y neutralizar. Pogačar giraba a cada poco la cabeza, para
comprobar si estaba haciendo realmente daño. Pero el ritmo de ambos
era exactamente el mismo, manteniéndose a la par. Parecían unidos
por una cuerda atada a sus cinturas, como los amantes de Dolls.
Una cuerda que no se rompió. A
falta de 1,7 kilómetros, Vingegaard dio alcance a Pogačar.
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Tesis, antítesis y síntesis.
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A
partir de ese momento, empezaron a pensar en las bonificaciones de la
cima. Algo en lo que no parecía haber pensado el organizador, que
tan solo decidió vallar 10 metros antes de la pancarta. El pasillo
era cada vez más estrecho. Pogačar lanzó un aceleración a falta
de 600 metros, quizá con la intención de hacerse con los segundos
bonificados y lanzarse en el descenso, pero su intentona fue abortada
por las motos de unos fotógrafos. Esas motos sobraban, pero también
cabe decir que no podían avanzar por ese pasillo humano. Apunto
estuvo de producirse un nuevo Ventoux 2016, pero
Pogačar y Vingegaard tuvieron reflejos para frenar a tiempo, a
diferencia de Porte y Froome en aquella ocasión. Ya sabemos cómo acabó aquello, no hace falta recordarlo. Pogačar siguió en cabeza, en una mala
posición para afrontar el sprint. Completamente despistado, fue
sorprendido por Vingegaard, que también es potente. Se había vivido
una situación complicada, pero no iba a ser la última.
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Las putas motos I
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Robándole la cartera al rey de las bonificaciones.
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Enfurecido,
Pogačar hizo un amago de iniciar rápido el descenso, pero cedió al
iniciar el falso llano. Comenzaron a mirarse, mientras por detrás se
les aproximaban Carlos Rodríguez y Adam Yates. El granadino seguía
concentrado, a su ritmo, moviendo siempre imperturbable sus patitas, que parecen de alambre: su estilo de metrónomo se encuentra a las antípodas de
las arrancadas y frenadas de Pogačar. No lo tuvieron fácil para darles alcance. En el repecho que precede al
descenso auténtico, Rodríguez y Adam Yates tuvieron que esquivar a
una moto de fotógrafos, a una de la televisión y a un espectador
para alcanzar a Pogačar y Vinegaard. Continuaba la confabulación de obstáculos: había que cruzar los dedos ante el descenso auténtico del Joux-Plane, siempre peligroso.
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Las putas motos II.
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Ya los tienen.
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En
ese momento, una ventana se abría para Rodríguez, y la supo
aprovechar. No se contentó con quedarse a rueda del dúo de cabeza,
decidió lanzarse en el descenso, a la manera de Froome en el
Peyresourde. Rodríguez trazó las curvas con mucha soltura y ninguna
sensación de peligro, mientras por detrás Pogačar comandaba el
descenso, con Vingegaard a rueda, en ocasiones demasiado pegado a su
rival. El descenso de Pogačar no fue bueno, como le está sucediendo en casi todas las bajadas (¿su talón de Aquiles?), lo que
permitió a Rodríguez adquirir una ventaja que le hacía pensar en
el triunfo. Pogačar clavaba los frenos en muchas curvas y Vingegaard
apunto estaba de tragárselo. Fueron alcanzados también por Adam
Yates. Vingegaard podría haber superado en alguna curva a Pogačar,
pero prefería ir a rueda, a pesar de asumir así más peligros de
los necesarios: parecía como si ambos prefirieran que otro se
llevase la bonificación importante del triunfo de etapa.
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Bajando rápido pero seguro.
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Fuera
como fuese, Rodríguez había estado listo y valiente, llevándose
un triunfo enorme, que lo sitúa ya entre la élite del pelotón
mundial y como principal cabeza del relevo español. Alzaba
los brazos después de cruzar la meta, como los campeones, y por
detrás Pogačar se resarcía adquiriendo la bonificación del
segundo puesto sobre Vingegaard (en realidad, el esloveno perdía un
segundo con el danés). Luego llegaron Adam Yates y Kuss, a 1:46
Hindley y Gall, ampliándose a partir de estos corredores las
diferencias (el 12º, Pidcock, a más de ocho minutos). Si se observa el conjunto de la clasificación se aprecia la dureza de la jornada. Favorecido por los problemas de Hindley durante la etapa,
Rodríguez alcanzaba la tercera posición: con su
humildad habitual, en la entrevista post-etapa se mostraba dolido por alcanzar la tercera plaza
de ese modo.
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Demasiada trascendencia de las bonificaciones.
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La
etapa de hoy ha sido más llevadera, como se preveía. Una caída
inicial en el pelotón, provocada por un espectador, ha favorecido
que la escapada numerosa que se había formado por delante tomara
mucha ventaja. De esta se han destacado Poels, van Aert, Neilands y Soler. En
el descenso de Aravis, Neilands se ha ido al suelo (al hacer el afilador con una moto) y Soler ha acabado perdiendo contacto. Parecía la ocasión para un
triunfo de van Aert, pero ha gastado demasiadas fuerzas en el falso
llano de Megève y en el descenso, llevando a Poels en carroza. El
veterano neerlandés le ha dejado a ritmo en la Côte de Amerands,
antesala de la subida de Saint-Gervais-Mont-Blanc, y se ha marchado
en pos de su segundo mejor triunfo después de aquella Lieja, ya
lejana. Su victoria ha continuado las de veteranos de la generación
1986 – 1990. Por detrás la nota predominante ha sido el marcaje.
Mientras llegaba Poels, ninguneado por la realización, entre los
favoritos se veían situaciones extrañas. Adam Yates forzaba el
ritmo y se marchaba con el beneplácito de Pogačar, intentando alcanzar así la tercera posición en
detrimento de Carlos Rodríguez, ligeramente decolgado. Mientras,
Pogačar y Vingegaard seguían hermanados, intercambiando los papeles
como los Dead Ringers de
Cronenberg. En fin, no ha habido bonificaciones a repartir (menos
mal) y tampoco Adam Yates ha logrado desbancar a Rodríguez. La
situación entre los dos primeros tendrá que decantarse en la crono,
corta pero intensa. A día de hoy no sabría decir a quién de los
dos puede beneficiar.
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Pocas imágenes de Poels.
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Jugar a tácticas raras pocas veces conduce a éxitos.
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