domingo, 24 de abril de 2022

EL PRIMER GRAN TRIUNFO DE EVENEPOEL

Por fin Remco Evenepoel ha conseguido uno de esos grandes triunfos para los que parecía destinado desde su irrupción en el mundial junior de Innsbruck. Entonces a muchos ya se les llenó la boca con el apelativo de "nuevo Merckx", esgrimido con el mismo fervor con el que los idólatras de La vida de Brian se avalanzaban sobre la sandalia sagrada. Con su triunfo en Donostia no faltaron predicadores sobre la columna, hablando de que ya era mejor que Merckx a su edad. El 2020 lo comenzó con el 10 de Maradona a la espalda y lo reanudó tras el parón con una portada en el Marca. Pero el sueño pareció desvanecerse con una caída al abismo en el descenso de Sormano. En aquel momento, con el corazón en vilo, todos fuimos acérrimos de Remco. 

¡Primeras señales del nuevo Mesías!

Evenepoel superó con sufrimiento y tesón su particular accidente de Blois, mientras otros ciclistas acaparaban la atención. Su vuelta a la competición no fue como esperaba, estrellándose contra la alta montaña del Giro de Italia. Solo al final del año sacó a relucir su calidad, desfondando incluso a su propio líder de selección en el confuso circuito de Lovaina. Este 2022 ha empezado para el menudo belga con duras ascensiones en Tirreno - Adriatico e Itzulia, recuperando en la Lieja por fin el golpe de pedal. En la superficie abombada de las Ardenas ha encontrado su particular tapete de juegos infantiles. Sin descensos técnicos ni adoquines, y grandes espacios para rodar sobre terreno quebrado, quizá sea la Lieja su carrera predilecta, siempre y cuando llegue en solitario. En sus toboganes puede accionar la máquina trituradora en la que se convierten sus pedales, ofreciéndonos un estilo propio de correr, no alejado en cuanto a distancia y forma del mostrado por Pogačar en la Strade Bianche.

Algo ha habido de semejanza entre ambas pruebas, independientemente de la dispar dureza y prestigio que las separa y la naturaleza diversa de sus protagonistas. En ambos casos se han dado circunstancias similares: ausencia de los dos anteriores ganadores de la prueba y ataque lejano, precedido de una caída terrorífica y determinante. También ambas carreras son fáciles de resumir, en cuanto que ha habido casi un único y exclusivo protagonista.

La escapada del día, bastante numerosa, ha acabado reducida a seis corredores tras pasar por Stockeu y Haute-Levée: dos corredores de Total, Paul Ourselin y Fabien Doubey, dos de Lotto, Harm Vanhoucke y Sylvain Moniquet, uno de Groupama- Fdj, Bruno Armirail, y uno de Bingoal, Luc Wirtgen. En pleno descenso de la cota de Rosier, una aparatosa caída ha dejado fuera de juego a algunos de los favoritos, como Julian Alaphilippe. La caída del campeón del mundo ha debido ser tan escalofriante que incluso Romain Bardet se ha esperado para atenderlo, en un loable gesto de deportividad, compañerismo y humanitarismo. El terrible accidente se ha saldado con dos costillas rotas, un omoplato fracturado y un neumotórax para Alaphilippe. Otros perjudicados por la durísima caída han sido Lukasz Owsian, Jérémy Cabot, Élie Gesbert, Odd Christian Eiking, Ruben Guerreiro e Ilan Van Wilder. El belga de Quick Step, con traumatismo en la mandíbula, se perderá el próximo Giro de Italia.

Una caída espeluznante


Paradójicamente, la caída de Alaphilippe ha dado vía libre a Evenepoel, la única opción con la que contaba Quick Step a partir de ese momento. Bahrain ha seguido comandando el grupo, diezmándolo en la posterior cota de Desnié con varias aceleraciones de Mikel Landa. Sin poder irse en solitario, los intentos de Bahrain han sido continuados por Wout Poels, que ha intentado la fuga en el descenso hacia Remouchamps.

La subida a La Redoute se ha realizado a un ritmo controlado y tranquilo, con Ag2r, Quick Step, Bahrain y Education First copando las primeras posiciones. Benoît Cosnefroy, Neilson Powless y Remco Evenepoel parecían los mejor situados en la subida, a rueda Mauri Vansevenant, que marcaba el ritmo de la subida con sus rítmicos cabeceos. Poco antes de coronar, Evenepoel ha lanzado su ataque, con derrapada incluida. Faltaban 29 kilómetros para meta. Hacía tiempo que no se veía un ataque lejano desde La Redoute, pero el nuevo recorrido ha reducido la distancia entre la cota clave y la meta. Powless ha sido el más atento a la hora de responder, pero no le ha podido coger rueda. El grupo principal ha perdido en ese instante todas las opciones de victoria. 

 

Incluso le ha patinado la rueda


A partir de ese momento, la carrera ha terminado. Evenepoel ha ido alcanzando a los escapados, uno a uno, descolgándolos a ritmo. Por detrás la respuesta ha sido tardía e ineficaz. En un primer momento, los Bahrain han colocado a Mikel Landa a liderar la persecución, pero viendo que el pulso se decantaba de forma clara en favor del belga, Caruso y Mohorič han debido arrimar el hombro. En la subida a Roche-aux-Faucons, el ritmo de Evenepoel ha sido más lento que el del grupo trasero y que el de otros años, pero la ventaja conquistada metro a metro en el llano descendente previo le ha servido para poder hacerse con la victoria. Enric Mas ha marcado el paso en la primera parte de la subida, y en la segunda Dylan Teuns ha intentado la arrancada en el punto crucial en el que se juega últimamente la carrera, pero ya ha sido demasiado tarde. Dani Martínez y Sergio Higuita le han cogido rueda en un primer momento, y más tarde lo hacían Aleksandr Vlasov, Marc Hirschi, Michael Woods, Alejandro Valverde y Enric Mas. Con tantas figuras detrás, algunas de ellas  habituales ahorradoras de relevos, la caza era imposible. Vlasov ha intentado marcharse, ya para obtener simplemente el segundo puesto, siendo absorbidos todos en la misma ciudad por un grupo más numeroso.

Coger ventaja en el llano, aguantar en la subida

 

En el sprint por los puestos de honor, Quinten Hermans ha obtenido una meritoria segunda posición, derrotando a Wout van Aert. Con ese fantástico sprint, Hermans se ha quitado de encima la mala suerte que le ha acompañado a lo largo de su temporada de ciclocross. Por su parte, el campeón belga,  agotado por los esfuerzos constantes de esta primavera, ha mostrado algo de debilidad en el sprint, pudiendo salvar la tercera posición frente a Dani Martínez gracias a su golpe de riñón. Se ha conseguido así un podium exclusivamente belga, algo que no sucedía desde 1976, con Bruyère, Maertens y Verbeeck.

Fantástico sprint de Quinten Hermans, el Quique San Francisco belga

 

La calidad de Evenepoel es innegable y a pesar de que el muchacho no siempre caiga bien, hoy se merece todas las alabanzas. No ha habido recriminaciones a nadie, no ha habido reproches en meta, hoy se ha portado bien. Ni siquiera ha pedido relevo a Moniquet o a Armirail cuando los ha alcanzado: iba demasiado obcecado en su ritmo salvaje. El único síntoma de megalomanía se ha visto en meta, cuando ha hablado de sí mismo en tercera persona durante la entrevista, mala señal (como en el caso de Bahamontes). Pero en lo deportivo, ha sido el único que se ha anticipado a los demás, ha jugado sus cartas con valentía y agresividad, sabiendo aprovechar el cansancio acumulado en las piernas de muchos y el conservadurismo de gran parte de sus rivales.  Ha hecho lo que mejor sabe hacer, acoplarse sobre la bici, hundir la cabeza entre los hombros y dar fuerte a los pedales, sin mirar atrás, sin importar quién lleve a rueda. Había incluso algo de estético en su rodar por los anónimos paisajes suburbanos que suele ofrecer la aproximación a Lieja. Solo en esos momentos de puro rodar se puede prescindir de todo el ambiente embarullado y polémico que le suele rodear.

domingo, 17 de abril de 2022

VAN BAARLE COMPLETA POR APLASTAMIENTO EL PÓKER DE INEOS

Después de unos inicios de temporada titubeantes, en los que UAE y Jumbo les habían comido la tostada, Ineos ha vuelto por sus fueros con cuatro victorias enlazadas. El hambre ha vuelto y el festín pantagruélico también. A la Ituzli con Dani Martínez, la Amstel Gold Race con Michal Kwiatkowski y la Flecha Brabanzona con el debutante Magnus Sheffield, han sumado finalmente la París – Roubaix con Dylan van Baarle, indudablemente la carta de más peso del póker. El equipo británico parecía tan impaciente por poner en marcha su operativo que ni siquiera han esperado a los tramos adoquinados. Han puesto la centrifugadora desde el inicio, ayudados por un viento de cola que ha permitido pulverizar el récord de Van Avermaet y compañía. Además, van Baarle ha distanciado a van Aert con la diferencia más abultada en meta desde los dos minutos que Cancellera infligió a Hushovd en su increible marcha motorizada de 2010. 

Ineos ha vuelto a rearmarse.

 

De las anteriores carreras no hubo crónica (por descanso del personal). Dani Martínez se llevó con facilidad una Itzulia en la que Remco Evenepoel era el rival más cercano antes de la etapa de Arrate. La última etapa fue movida, con escaramuzas de Roglic en Krabelin en favor de Vingegaard y bajadas trepidantes por parte de Pello Bilbao. Evenepoel se desenvolvió bien en el descenso, salvando incluso la papeleta a Martínez. Pero en la última ascensión, el belga estalló y el triunfo parcial fue finalmente para Ion Izagirre, en el típico sprint en bajada. Poco más. 

Segunda vuelta de una semana para Martínez después de Dauphiné

 

La Amstel fue realmente bastante anodina, resolviéndose al final en un sprint entre Michal Kwiatkowski y Benoît Cosnefroy. El polaco, renacido después de varias temporadas en blanco, supo obrar con zorrería, escamoteando relevos a Cosnefroy y sacando a relucir su brillante golpe de riñón final, el mismo con el que le birló toda una Sanremo a Sagan en la misma cara. De nuevo hubo una falsa incertidumbre en la meta, por el ambiente chapucero que rodea habitualmente a esta carrera: se anunció como vencedor a Cosnefroy, antes de que saliese una photo-finish en la que el polaco se imponía de forma clara. 

Llegada ajustada, pero no tanto como en 2021

A continuación, el Ineos volvió a exhibirse en la Flecha Brabanzona, una carrera que, como viene siendo habitual, suele estar entre lo mejor de la primavera. Un tiempo de perros era el perfecto condimento para el tremendo espectáculo que se vio, con un Evenepoel desatado (en todos los sentidos, incluso en el marrullero) y un Ineos que actuó como una hidra de tres cabezas contra el menudo belga. Ben Turner, Tom Pidcock y Magnus Sheffield controlaron a la perfección un grupo en el que también marchaban Tim Wellens, Benoît Cosnefroy (con ganas de revancha), Victor Campenaerts y Warren Barguil. Evenepoel parecía el más fuerte, pero su inexperiencia en el pavé le jugó alguna que otra mala pasada. Siendo sinceros, el belga debería haber sido expulsado de carrera por un empujón a mala leche a Ben Turner: ¿pero qué se puede esperar si no de alguien crecido en el caldo de cultivo del fútbol base? Finalmente Magnus Sheffield (otro de 19) se marchó por pura fuerza en el llano, al no pasar Wellens al relevo. La exhibición de rodar del norteamericano, baba en la boca incluida, fue de las que hacía tiempo que no se veían. Por detrás, Wellens se llevó el sprint, pero el bandazo claro que realizó, entorpeciendo a Cosnefroy y a Evenepoel, le supuso la descalificación.

Quién diría que el de la foto tiene 19 años...

 

Pasemos pues a los acontecimientos de hoy. La carrera ha sido frenética en su inicio, perdiendo intensidad a medida que pasaban los kilómetros y la exhibición se hacía más evidente. El chorro burbujeante del champagne ha dejado paso a un aguachirle final, a engullir sin saborear. 

Desde que la carrera se retransmite íntegra, los primeros kilómetros de la carrera se desarrollan a un ritmo vertiginoso, ofreciendo la imagen especular idealizada de lo que debería ser el inicio de cualquier etapa de Tour. Así ha sido también esta vez. Pero la lucha constante por la escapada ha sido sustituida esta vez por una acción consciente de Ineos, aprovechando el viento de costado y pillando relajados en la parte trasera del grupo a van Aert, van der Poel y Küng. Ineos ponía toda la madera en la caldera, con Cameron Wurf y Magnus Sheffield en cabeza, siendo acompañados por Declercq de Quick Step y Soupe de Total. Por detrás, la reacción fue algo perezosa, con Groupama y Alpecin viéndose forzados finalmente a liderar la persecución y Jumbo desentendiéndose del tema. 

Zafarrancho de salida.

 

Tras los primeros sectores de pavé se formó un quinteto delantero, la que iba a ser la escapada del día, formada por Casper Pedersen, Davide Ballerini, Tom Devriendt, Laurent Pichon y Matej Mohoric. El francés del Arkea ya había intentado la fuga en la zona previa a los adoquines. Por detrás, la marcha de Ineos se desestabilizaba un poco, al perder a Sheffield y Wurf por caídas y con Ganna desgastándose en persecuciones individuales, debido a pinchazos y averías mecánicas. Aun así, la diferencia era abultada, superando el minuto y diez segundos entre ambos pelotones al entrar en el bosque de Arenberg.

En el paso por el bosque de Arenberg, Wout van Aert sufría problemas mecánicos en el segundo pelotón, quedándose a cola del mismo. Por delante, la escapada perdía unidades: primero Ballerini debido a un pinchazo, más tarde Pedersen. Es bien conocido el carácter caótico que adquiere la carrera a estas alturas, pero esta vez la realización ha aportado su granito de arena al desbarajuste, no mostrando ni siquiera la salida de los diferentes grupos del tramo de Arenberg. Conseguido el reagrupamiento trasero in extremis, Wout van Aert despejó todas las dudas en un tramo de asfalto. La aceleración del campeón belga permitió formar una selección, de la que al final se mantendrían Mathieu van der Poel, Guillaume Van Keirsbulck (Alpecin), Ben Turner, Dylan van Baarle (Ineos), Adrien Petit, Taco van der Hoorn (Intermarché – Wanty), Jasper Stuyven (Trek), Yves Lampaert, Florian Sénechal (Quick Step), Matteo Trentin (UAE), Stefan Küng (Groupama - FDJ) y el propio campeón belga (Jumbo).

Mientras tanto, por delante el terceto cabecero iba sumando pasos adoquinados. A falta de unos 50 kilómetros para meta, la diferencia rozaba el minuto y pico, lo que aun les permitía soñar con la victoria, al menos en el caso de Matej Mohoric. El esloveno parecía el más fuerte del terceto, rodando acoplado y atrancado, pero Devriendt, corredor relativamente anónimo, aguantaba bastante bien su ritmo en los pasos adoquinados. Su rendimiento hoy es un claro ejemplo del salto de calidad general experimentado por Intermarché – Wanty, espoleado por la “lucha por la permanencia”. Otro tanto puede decirse del caso de Pichon para Arkea. Aunque el francés sufría de forma más visible en cada tramo adoquinado, con lo cual ha acabado descolgándose. Aun así, se ha mantenido finalmente entre los mejores.

Los fugados del día que casi llegan a meta han sido Devriendt, Pichon y Mohoric.

 

De la pareja delantera, Mohoric se ha descolgado a falta de unos 37 kilómetros, afectado por un pinchazo. Poco antes también van Aert se había visto afectado por un nuevo pinchazo, alcanzando el grupo principal en otro derroche de fuerzas. El sino de su carrera deportiva parece ser el de convertirse en una nueva encarnación de Yul Brynner en Almas de metal o Arnold Schwarzenegger en Terminator: perseguir, siempre perseguir. Tras el pinchazo de Mohoric, Devriendt se ha quedado en cabeza, rodando sin demasiado convencimiento, aprovechando para avituallarse. El grupo de favoritos ya se había reducido, estando formado por van Aert, van der Poel, Turner, van Baarle, Petit, Stuyven, Lampaert, Küng, Mohoric y Pichon. Aprovechando el toma y daca general del grupo principal, Mohoric y Lampaert han saltado en persecución de Devriendt a falta de 29 kilómetros, siendo seguidos más tarde por van Baarle. El ataque del neerlandés, seco y en asfalto, ha sido bastante importante y no ha contado con reacción: van Aert ha esperado la respuesta del resto y van der Poel ha demostrado estar claramente fatigado. Era un ataque realizado poco antes de los tramos decisivos, con corredores de paja por delante, a modo de obstáculo a salvar. 

Cunetas abarrotadas en un primaveral domingo de Pascua.

 

En el tramo de Cysoing a Bourghelles, van Baarle ha dado alcance al terceto delantero. La diferencia rondaba los 40 segundos, provocando cierto nerviosismo en el grupo trasero. Van Aert ha visto que era un “ahora o nunca”, marchándose con él Küng y Stuyven: sin embargo, era ya demasiado tarde. En el tramo de Camphin-en-Pevèle, van Baarle ya se ha quedado solo delante, a falta de 18 kilómetros. A la salida del Carrefour de l'Arbre y del tramo posterior de Gruson, la diferencia del de Ineos con sus dos perseguidores (Mohoric y Lampaert) rondaba los 20 segundos. Esa diferencia finalmente se ha traducido en meta en 1'47'', en una muestra de rodar progresivo, cada vez con más intensidad. 

Demasiada gente ocupando parte de la trazada.


Con tiempo de sobra para celebrar.

 

En fin, la carrera ha terminado ahí, al salir del tramo de Gruson. Incluso antes, al salir del tramo del Carrefour de l'Arbre. Poca historia ha habido más, tan solo una clase magistral de cómo rodar por parte de van Baarle, con ese estilo suyo tan minimalista, en el que los movimientos se reducen a los imprescindibles. Por detrás, en el tramo de Hem, un espectador aplaudiendo ha derribado a Lampaert. Mohoric ha sido alcanzado por van Aert, Küng y Devriendt, y entre los cuatro se han jugado las dos plazas de podio restantes. Van Aert se ha impuesto por velocidad y Küng ha conseguido el tercer puesto sobre Devriendt por la mínima. 

Por fin en lo más alto del podio.

 

El abrazo mefistofélico de Brailsford a su corredor era toda una muestra de que las anteriores experiencias frustradas, con Wiggins, Thomas y Moscon, por fin daban sus frutos. Van Baarle culmina de esta forma su proceso ascendente, con peldaños previos en el mundial pasado y en Flandes hace dos semanas. Esta vez no tocaba perseguir a Alaphilippe o cazar a la pareja delantera. Se diría que esta vez ha ganado de forma simple, aplicando la fórmula de rodar siempre en cabeza, evitando caídas y embudos, atacando en el asfalto aprovechando marcajes, justo antes de los pasos decisivos (Camphin-en-Pévèle, Carrefour de l'Arbre) y aguantando al final. Incluso aumentando considerablemente la ventaja, en un mazazo a sus rivales en toda regla. Ha sido el más fuerte sin ningún tipo de dudas, tanto él como su equipo. Podría decirse que van Baarle simplemente se ha dejado llevar por el viento, permitiendo que los acontecimientos fluyesen de forma natural, ejecutando con una sencillez robótica las tácticas de pizarra esbozadas tantas veces y que tanto cuesta llevar a buen puerto. El desarrollo de la carrera ha sido tan simple y cristalino, tan fácil (¿podría haber sido de otra forma?), que en el fondo ha resultado un tanto aburrido.


Una victoria del equipo

 


lunes, 4 de abril de 2022

CÓMO ACABAR CUARTO EN UN SPRINT DE DOS

Ayer hubo dos carreras en una. Dos Tours de Flandes, uno dentro de otro. En la primera carrera, de 271,5 kilómetros, hubo un claro dominador: el debutante Tadej Pogacar. De su parte vinieron los grandes ataques y las aceleraciones, demostrándose diestro también sobre los adoquines en su carrera imparable por entrar en la historia. En esa primera carrera, Mathieu van der Poel resistió como pudo en el Paterberg, completamente contra las cuerdas. En la segunda carrera, de apenas un kilómetro, tuvo lugar una de las resoluciones más caóticas y catastróficas (para Pogacar) de la historia reciente. El paso de Pogacar de un segundo puesto asegurado a un humillante cuarto en apenas 300 metros solo puede compararse con otras pifias memorables de la historia reciente, como la valverdada de Florencia, el intenso intercambio de miradas de Fuglsang y Alaphilippe en la Amstel de 2019 o la payasada del campeón del mundo en la Lieja de 2020. También en esto el esloveno parece querer rivalizar con la historia.

Pogacar rodeado de Madouas, van Baarle y van der Poel: definición gráfica by Georges La Tour.

En la primera carrera hubo un claro ganador: el esloveno. Pero para su desgracia, la meta no estaba en la cima del Paterberg, sino unos cuantos kilómetros más adelante. Esta primera carrera no daba premio. En ciclismo no se gana en la posesión. Muchas otras veces se ha hablado en este espacio de la dicotomía entre espectáculo o resultado. Pues bien, en el platillo del espectáculo en el que tantas otras veces Mathieu van der Poel apostaba todo su capital, ayer el esloveno colocó uno de esos yunques de tebeo. El platillo del resultado se quedó vacío, tenso en el aire.

Pogacar en la meta de Oudenaarde, Caravaggio (1601).


Pasemos a analizar un poco esta primera carrera. A falta de noventa kilómetros, una aceleración de Iván García Cortina formó un grupo peligroso por delante del pelotón. En esta avanzadilla figuraban nombres importantes, como Mads Pedersen, Zdenek Stybar, Yves Lampaert, Ben Turner, Nathan Van Hooydonck o Alberto Bettiol. Pero en el segundo paso por el Oude Kwaremont, a unos cincuenta y cinco kilómetros de meta, la aventura de este grupo finalizó gracias al empuje individual de Tadej Pogacar. Al esloveno solo pudo seguirle en primera instancia Kasper Asgreen, siendo alcanzado más tarde y con más esfuerzo por Mathieu van der Poel, Stefan Küng, Tom Pidcock, Christophe Laporte y otros favoritos. Tras el primer paso por el Paterberg, Dylan van Baarle y Fred Wright (el Bahrein del día) se destacaron por delante aprovechando el momento de impasse y marcaje. Faltaban 45 kilómetros a meta. 
 
García Cortina a rueda de Pogacar: un espejismo momentáneo, pero estuvo bien.

 
 

Llegó entonces el momento del Koppenberg, esa subida bestial, hoy algo domesticada, que recuerda a esos planos de Origen (película sobrevalorada) en la que las calles de París se empinan hacia el cielo. Pogacar tomó la cabeza y fue elevando el ritmo progresivamente, sin levantarse del sillín, aprovechando el centro de la calzada adoquinada. Por detrás Pidcock, Asgreen, Pedersen, Küng y alguno más fueron abriéndose. Asgreen con problemas mecánicos añadidos. Tan solo Mathieu van der Poel y Valentin Madouas pudieron seguir el ritmo del campeón esloveno, dando el neerlandés finalmente un relevo crucial en la zona de la cima para evitar que entrasen más corredores. Se había producido la selección de la carrera. En el Taaienberg, el terceto formado por Pogacar, van der Poel y Madouas dio alcance a van Baarle y Wrigth. En el paso definitivo por el Oude Kwaremont, Pogacar y van der Poel se deshicieron de sus acompañantes y en el Paterberg Pogacar volvió a forzar el ritmo, llevando a van der Poel a su límite. En una impresión general, podría decirse que el Oude Kwaremont se le dio mejor al esloveno que el Paterberg, a pesar de ser más tendido y más propicio para corredores adaptados al adoquín. Pero aun así, fue significativo ver rodar a Pogacar por el centro de la calzada adoquinada del Paterberg, mientras que van der Poel tenía que buscar, con notorios chepazos, la cuneta. Pero el nieto de Poupou pudo aguantar, y en esas dos o tres pedaladas agónicas podría decirse que ganó la carrera. El dueto cabecero coronó el Paterberg con una diferencia en torno a los veinticinco segundos sobre Madouas y van Baarle, mientras que más tarde, ya alrededor del minuto, lo harían Wright, Küng y Teuns.

Demostración en el Koppenberg. (Sin un coche pisándole los talones, como a Skibby)



Haciendo sufrir a van der Poel en el Paterberg.


En el llano hasta la meta, van der Poel y Pogacar se alternaron al relevo con naturalidad, sin racaneos. Van der Poel resoplaba ante la cámara, aunque en realidad estaba recuperando muchas fuerzas en ese tramo llano. Pogacar vaciaba los bolsillos, con infinidad de papeles y envoltorios (parecía el personaje de La naranja mecánica vaciando los bolsillos antes de entrar en prisión). Era una forma de dar a señalar que se estaba aligerando de cara al sprint. Se aproximaban a la enorme recta-pista de aterrizaje de Oudenaarde, con la torre-sputnik de la catedral al fondo del encuadre. Las últimas referencias mostraban 21 segundos de diferencia con respecto a van Baarle y Madouas, tenían por tanto terreno para jugarse el sprint con relativa calma. Pero nadie imaginaba que la calma iba a ser tanta, digna de los mexicanos de Lucky Luke.


Aquí comienza la segunda carrera, apenas un kilómetro que alteró todo lo previsto. Si hasta el momento Pogacar parecía el dominador de la situación, esta cambió de golpe, y de qué manera, dándole un tortazo de realidad que ni el de Will Smith. Van der Poel comenzó a ralentizar el ritmo, sugiriendo con varias miradas a Pogacar que pasase en cabeza: este se negó. Por detrás la aproximación de van Baarle y Madouas parecía un engaño óptico de la cámara frontal. Los dos de cabeza empiezan a culebrear y cada vez la pareja trasera parece más próxima: Madouas está dándolo todo en esa persecución. El engaño óptico está cobrando forma. También el terceto de Küng, Teuns y Wright parece muy cerca: es sorprendente cómo están todos en un pañuelo, cuando la carrera parecía ya decidida. El engaño óptico es ahora una realidad. 

Que vienen...


Cuando se quieren dar cuenta ya los tienen detrás. Pero van der Poel, con gran zorrería, inicia su cambio de ritmo en el momento preciso en el que Madouas y van Baarle rebasan a Pogacar por ambos lados. Al esloveno le han cogido completamente por sorpresa, con el doble de velocidad, uno por el interior (Madouas) y el otro por el centro (van Baarle). Cuando quiere darse cuenta es imposible remontar: ni tiene espacio ni quedan metros para la meta. En cambio van der Poel ha sabido leer su distancia (esta vez sí) en este último kilómetro sin puntos de referencia. Es la tercera vez consecutiva que llega a esta línea de meta en cabeza, siempre con alguien a su rueda, y esta vez no se ha precipitado. La victoria es suya, el segundo puesto para van Baarle (otro más, tras su espectacular mundial pasado) y el tercero para Madouas. Pogacar se queda cuarto, como Merckx en Barcelona, pero a diferencia de este, entra en meta haciendo aspavientos y quejándose. Como ya hiciera en la Lieja de 2020, pero esta vez sin razón.

Aspavientos infantiles.


Mathieu van der Poel ha sabido leer la carrera a la perfección, colocándose mejor que en otras ocasiones en los momentos previos a las subidas, exprimiéndose en el momento justo, no escatimando relevos pero fingiendo un poco de debilidad y calculando finalmente su distancia con exactitud, sabiendo que su arrancada en seco es brutal, casi inigualable en el pelotón. Lo que dije de él en la anterior entrada parece cierto: parece estrenar cerebro. U otras piernas, que le permiten jugar con más clarividencia sus cartas. Por contra, Pogacar ha sobrestimado su sprint. Después de los fabulosos sprints de Lieja y Tokyo en la temporada pasada, es entendible que confiara un poco en su punta de velocidad. Pero jugársela con van der Poel son palabras mayores (aquí no se trataba de Masnada). Entraba dentro de las posibilidades perder un sprint ante van der Poel, pero no ser alcanzado y rebasado en el sprint por dos formidables corredores que venían remontando desde atrás. Le ha faltado picardía para no caer en el juego de van der Poel o al menos para iniciar el sprint antes de que fuera demasiado tarde. Sin duda ha llegado mucho más tostado de lo que pensaba y en parte ahí está la causa de su descalabro.

Zampándose un bocata de cerebritos eslovenos.


Pogacar podría haber relevado menos, o incluso haberse parado después de coronar el Paterberg, pero mezclar de nuevo las cartas, permitiendo que entren nuevos actores, siempre abre más el abanico de la incertidumbre, al favorecer que más corredores se la jueguen aprovechando los marcajes. También se comenta que intentó jugar a ganar y no a luchar por un puesto: pero aunque solo cuente la victoria, no es lo mismo un segundo puesto que un cuarto, más todavía habiendo protagonizado una edición tan ofensiva. Simplemente Pogacar sobrevaloró su sprint, cayó en la trampa de una ralentización excesiva; no intentó nada más allá de presentarse con van der Poel en meta y jugar según sus reglas y ritmos. Con el añadido de una formidable remontada de Madouas y van Baarle, los otros dos grandes protagonistas del día, dotados de una resistencia y tesón pocas veces vistos.


The winner takes it all.

Después de dos exhibiciones en Tirreno y Strade Bianche, Pogacar encadena su tercer esfuerzo inútil en una gran prueba de prestigio. Es de honrar que un corredor de sus características sea protagonista en carreras de un día (siempre se ha dicho por aquí, a diferencia de tantos ejemplos anteriores que no es necesario ni mencionar esta vez), pero esta humillación en Flandes ha supuesto un duro varapalo. En todas las carreras sale a ganar y últimamente ha pecado de precipitación, mala colocación o errores tácticos, siendo muchas veces el más fuerte. Toda la supuesta veteranía y savoir faire que se le atribuían han volado por los aires con la muestra de bisoñez del último kilómetro y el festín de aspavientos y mohínes posteriores. Ha sido esta su nueva etapa de Arrate, el único momento en todo 2021 en el que se le vio alterado, perdiendo los nervios. Su edad permite augurar que volverá a estas carreras con la intención de ganar, pero también la historia nos enseña que muchas veces las oportunidades perdidas tardan en volver o nunca lo hacen (que se lo digan a Sagan en Sanremo). Por su parte, van der Poel ha ratificado su nueva forma de correr, en la que ha sacrificado el espectáculo en aras de un mayor resultadismo, que es a fin de cuentas lo que mueve al ciclismo. Le ha costado aprender, pero esta vez, sin su gran rival de la partida, se ha dejado de duelos mentales y ha jugado a la perfección sus cartas, explotando sus mejores virtudes (su fuerza bruta, su arrancada), mostrándose como un gran dominador de la prueba que, poco a poco, se está convirtiendo en su carrera fetiche. Tiene a tiro igualar el record de la prueba y quien sabe si algún día lo podrá superar.

En resumidas cuentas, esta será una de las ediciones a recordar de la Ronde. Tardará en olvidarse, ya que es una de aquellas ediciones en las que al espectáculo de su desarrollo se le añade del picante de una resolución inesperada, algo siempre necesario en una carrera de un día. 

"Hoy he hecho el pardillo, y lo sabes!"

 

viernes, 1 de abril de 2022

DE ENTRANTE A PLATO PRINCIPAL

A fuerza de añadir y sustraer, de mezclar y remover, Flanders Classics ha convertido a todas las clásicas flamencas en una papilla indistinguible. Todas tienen el mismo aroma y el mismo sabor, de forma que cuando llega el plato que se supone principal (la Ronde), el paladar está un poco cargado. Este año el pelo en la sopa ha sido la Dwars door Vlaanderen: el objeto que se sale de esa masa homogénea y que invita un poco a detener la mirada. 

 

El nietísimo meditando sobre su nuevo aprendizaje: less is more.


Pocas carreras cuentan con un elenco de participantes como el que tomaba la salida en Roeselare. La única ausencia destacable era la de Wout van Aert, después de sus repetidas exhibiciones, quizá pensando en Flandes. Ha sido la mejor carrera flamenca de lo que llevamos de temporada (mejor que la Gante – Wevelgem, a mi juicio) porque los actores principales decidieron meterse por completo en el papel. Van der Poel, Pidcock y Pogacar estuvieron a la altura. Van der Poel mostrando una calma y una capacidad para leer la carrera fuera de lo común en su trayectoria: como si a la forzuda criatura de Frankenstein por fin le hubiesen trasplantado el cerebro de un tipo despierto. Esperó con paciencia al momento justo, sin ponerse nervioso, confiando en los últimos kilómetros (ya que no confía del todo en su sprint). Aunque como he dicho alguna vez, la lucidez en carrera siempre debe interpretarse como una consecuencia directa de tener un día de fuerza prodigiosa. Y van der Poel los está teniendo a manos llenas, después de su extraño periodo de reposo. Por su parte, Pidcock pareció plenamente recuperado de esas “fiebres italianas” que padeció poco antes del inicio de la Strade Bianche y que lo dejaron tirado en el capo Mele como a un androni cualquiera. Contó además con la ayuda clave de Ben Turner, que le solucionó la papeleta en algunos momentos. Y Pogacar solo pudo hacer décimo, aunque fue protagonista en su primer contacto con el pavé. Pagó la novatada, a la que se sumó un equipo que lo dejó bastante solo en los momentos clave. Aun así,  decidió lanzarse a una persecución imposible, pero que a la postre acabó convirtiéndose en uno de los principales alicientes de la carrera. En definitiva, en ningún momento dio la impresión de ser una carrera menor, de preparación para tal o cual objetivo. En estos tiempos de trinchecarlovización, no hay escenario menor.  

El tiovivo de Flandes: dando vueltas durante un mes a cuatro o cinco localidades.

El gran ausente fue van Aert, pero la competitividad de los presentes evitó que se le echase en falta. Por delante marchaba una fuga formada por Paaschens, Verwilst, Jacobs, Politt y O'Brien. Ya en la Stooktestraat, a falta de 92 km, Alpecin comenzó a forzar el ritmo con Michael Gogl, para probar a los rivales de su líder. Anthony Turgis estaba atento, no tanto Tadej Pogacar, al que llevó rápidamente hacia adelante Alexys Brunel. El propio Mathieu van der Poel lo intentó tímidamente, más para ver las piernas de los rivales que para otra cosa, como solía hacer Boonen.

A falta de 70 kilómetros se produjo uno de los momentos clave de la carrera. El grupo estaba nervioso, con diferentes equipos ascendiendo a la cabeza. La carretera se iba estrechando, camino del enlazado de Berg Ten Houte y Kanarieberg. Trek tomaba la cabeza, con Pedersen a rueda de Quinn Simmons. Poco después lo hacía Ineos, acelerando el ritmo con Magnus Sheffield. Tom Pidcock culebreaba por la acera para adelantar puestos y tomar la rueda de sus compañeros. Sin embargo, Tadej Pogacar había perdido ligeramente la rueda de Alexys Brunel (el único apoyo real que tuvo en la carrera), teniéndose que retrasar el ciclista francés a la panza del grupo para proteger a su líder. Llegó una curva cerrada y ¡zas!, caída. Justo en los morros del esloveno. Florian Vermeersch y Michael Gogl fueron algunos de los implicados. También Alexys Brunel. Sheffield y Tuner, los jóvenes anglosajones de remplazo en Ineos, siguieron forzando el ritmo a fin de evitar que se compactase el grupo, lo que dejó a Pogacar solo y bastante mal colocado cuando se produjo el ataque clave en la subida de Berg Ten Houte. 

 

El Padrino ha llegado a su tercera entrega: la mala.

 

En la parte adoquinada de la subida, Ben Turner comenzará a forzar el ritmo, con su líder Tom Pidcock a rueda. Tras ellos, se encontraba un atentísimo Victor Campenaerts. Van der Poel tampoco estaba demasiado bien colocado, pero con el olfato que solo se tiene en los grandes días detectó que era un momento importante. También llegarán más tarde Küng y Benoot, mientras Quinn Simmons no paraba de mirar hacia atrás, sin su líder Pedersen a rueda. Se formó así el sexteto que se iba a jugar la carrera desde el grupo principal: Turner, Pidcock, Campenaerts, van der Poel, Küng y Benoot. Se veía que era el movimiento ganador, aunque faltasen 69 kilómetros para meta. Con dos corredores de Ineos y trotones como Küng o Campenaerts, difícilmente alguien podría darles caza desde atrás. Ni siquiera el mismísimo Pogacar. 

 

Mal colocado.

Los Quick Step, completamente desconocidos en esta primavera, se ponían a tirar para intentar limar diferencias antes del Kanarieberg. Lefevere seguramente no había quedado demasiado complacido al borde del camino en el Berg Ten Houte. También Intermarché se sumaba a la caza, con Kristoff como principal opción. En la subida, Stybar intentó marcharse, mientras Pogacar, ya en cabeza del grupo perseguidor, parecía extrañamente calmado, saliendo a su rueda sin complicaciones. Van Avermaet también forzó la marcha, con más ímpetu que fuerza, siendo marcado por Fred Wright. Al momento de coronar, Tadej Pogacar lanzó su ataque: un ataque inútil, pero que deparó una interesante persecución cuando todo parecía decidido. 

 

El sexteto de cabeza. La carrera se ha decidido a 69 km.

En algunos de los momentos más interesantes de la persecución, Pogacar pareció tener al grupo de van der Poel y Pidcock a tiro. Pogacar se exprimió, demostrando sus dotes de corredor completo y su insaciable hambre competitiva, mientras por delante redoblaban esfuerzos, al notar el aliento del esloveno tras las motos que cerraban el grupo. Cuando le retiraron las motos, la diferencia comenzó a dilatarse, a pesar de que el esloveno parecía estar dándolo todo, como al inicio de tantas escapadas lanzadas a distancias demeciales. Ya podemos contradecir las palabras un tanto envidiosas de Dumoulin en su día: su rodar no es ni mucho menos antiestético, a pesar de sus rítmicos cabeceos. Viendo lo que se cocinaba detrás, van der Poel aumentó su implicación en los relevos. Poco a poco, Pogacar los fue perdiendo de vista, hasta que desistió de este primer esfuerzo cuando quedaban 54 kilómetros para meta. Aun no había dado su brazo a torcer. Quizá se convierta a partir de ahora en una constante desear que Pogacar se luzca en las carreras, demostrando su calidad, pero quedando un tanto alejado de la victoria. 

 

Se le ha marchado la carrera, pero el nene sigue con hambre.


Las subidas que quedaban en el recorrido seleccionaron el grupo trasero, al mismo tiempo que permitieron al grupo de los favoritos alcanzar a la escapada del día. Campenaerts será a partir de este momento el más interesado en seleccionar el grupo delantero, a fin de evitar un sprint en el que tenía todas las de perder. Por detrás se formaba una selección, con Van Avermaet, Soren Kragh Andersen, Tadej Pogacar, Jan Tratnik, Valentin Madouas y Bryan Coquard. La diferencia entre ambos grupos volvía a situarse en torno a los 25 segundos, aprovechando una zona más llana y de carreteras más anchas, en las que ambos grupos podían desarrollar mejor sus capacidades de rodadores.  

 

Campenaerts el más activo.

Jacobs dice basta.

A falta de 37 kilómetros, en la subida de Ladeuze, el grupo delantero se deshacía de Verwilst, Paaschens y Jacobs, gracias al empuje de Benoot durante la subida. Politt y O'Brien resistían, el joven australiano en particular dejando una notable impresión. Por el paso adoquinado de Doorn, Politt marcó el ritmo, como buen especialista. Por detrás Pogacar hacía lo mismo, incrementando el ritmo, rodando como un experto por la panza del adoquín. Es cierto que no eran los adoquines de Roubaix, pero deja un tanto perplejo la naturalidad con la que el esloveno se adapta a todos los terrenos, con una versatilidad pocas veces vista en los últimos treinta años. Gracias al empuje de Pogacar, el grupo perseguidor quedó reducido a tres unidades (Tratnik, Madouas y él mismo). A pesar de todo, la diferencia del grupo delantero era ya insalvable. 

 

Aprendido de casa.

Eliminada ya por completo la posible amenaza de Pogacar, van der Poel lo intentó primero en el Nokereberg, siendo cerrado el hueco por Ben Turner y Pidcock (e incluso O'Brien). Campenaerts intentaría el ataque solitario en repetidas ocasiones. El último de sus ataques, a falta de 6 kilómetros, fue el más peligroso, formándose brevemente un terceto con Campenaerts, Benoot y Pidcock que obligó a van der Poel a intervenir, propiciando el reagrupamiento. En los ataques anteriores, van der Poel había dejado con zorrería que fuesen otros los que se implicasen más en la persecución. Un nuevo ataque de Campenaerts se llevaba tras él a Benoot y era esta vez Pidcock el que, ante la inactividad de van der Poel, cerraba el hueco: el nieto adorado estaba empezando a entender que para ganar una carrera hay que arriesgarse a perderla en algún momento antes. 

 

El momento clave: Benoot ataca, Pidcock para, van der Poel ve la oportunidad.

 

Aun sería Benoot, prolongando el espectacular estado de forma de los Jumbo, el que lanzase el último y definitivo ataque. Aprovechando una aceleración de Pidcock y su posterior ralentización, Benoot vio su oportunidad. Faltaba apenas kilómetro y medio y van der Poel vio claramente la situación. Una clarividencia que siempre tiene que ir acompañada de buenas piernas, claro está. Últimamente inseguro de su sprint en las grandes citas (la pasada Ronde, la pasada Roubaix), con Benoot podía sentirse seguro. La llegada estaba cantada. Mathieu van der Poel lanzó aun así el sprint de lejísimos, zarandeando la bici a lo demonio de Tasmania. Benoot no tenía nada que hacer: no en vano su palmarés es tan escaso. No le quedaba más remedio que aplaudir al rival de su jefe ausente. Por detrás, Pidcock se hacía con la tercera posición y comenzaba el show de van der Poel en meta, más comedido que en otras ocasiones, al igual que su triunfo, más fruto de la reserva de fuerzas y de la intuición que de las descerebradas demostraciones de fuerza a las que nos tiene acostumbrados. 

 

Algún día se quedará con el manillar en la mano.

 

La Ronde del domingo, nieve o no, será peor, qué duda cabe. Corra van Aert o no. Por mi parte, ya he disfrutado de esta prueba menor, sobre la que he escrito con placer y no "porque toca". 

Me conformo con que la Ronde sea la mitad de buena.