lunes, 27 de septiembre de 2021

À BOUT DU SOUFFLE

Hay jornadas de ciclismo en las que las tácticas son innecesarias y la victoria llega tras un proceso largo e insistente de decantación. Son días en los que la finezza queda aparcada, siendo suplantada por la fuerza bruta. O por los vatios, si queremos decirlo de una forma más moderna. Cuando hablamos de Coppi, Merckx o Hinault no hablamos de Sun Tzu o de Clausewitz precisamente. En la mayor parte de las ocasiones no necesitaban planes elaborados: cuando se encontraban con fuerza, la única táctica válida era “que me siga quien pueda”. Ayer Alaphilippe se imbuyó del espíritu de Domancy y se marcó un Sallanches 80 ante el que ni belgas ni italianos pudieron hacer nada. Todos los planes quedaron desarbolados tras cuatro ataques, consiguiendo una resolución exitosa por simple insistencia y por agotamiento de los rivales. De esa forma, Alaphilippe pudo recrearse en una última vuelta en la que tuvo más tiempo y más tranquilidad, aun a pesar de los abucheos de parte del público. 

Si en Bélgica no tienen ya suficiente con un rey, desde Francia les ponen otro Luis XIV.

 

Alaphilippe no partía como principal favorito. Desde su paternidad se había mantenido en un segundo plano, saltándose los Juegos y reapareciendo en Plouay, donde hincó la rodilla ante Cosnefroy. Van Aert y van der Poel acaparaban la atención, especialmente el primero. Venía de darse un paseo por la campiña inglesa y las desapacibles colinas escocesas, pero no es un fenómeno nuevo que el gran favorito acabe superado por la presión o por un rival más fuerte. Ya le sucedió a Vandenbroucke, favoritísimo en 1999, o a Mathieu van der Poel en el aguacero de Harrogate, veinte años después. En Lovaina los belgas jugaron para ganar, pero simplemente hubo alguien más fuerte: no es necesario acudir a justificaciones supersticiosas. ¿Van Aert no salió a por Alaphilippe? Simplemente no pudo. ¿Se excedió Evenepoel en su nuevo rol de gregario, para contentar a Merckx después de sus declaraciones? Quizá puso un exceso de celo en su trabajo, tirando sin mesura cuando ya no era necesario, debilitando a sus compañeros de equipo. Pero en realidad no le quedaba otra que controlar para evitar ataques. Por otro lado, podría decirse que Benoot y Teuns no tuvieron oportunidad de aportar nada, al jugarse todo de lejos debido al empeño de su joven compañero. Es lo que tiene Evenepoel: para él las carreras son simplemente un “que me siga quien pueda”. 

 

El momento en que dijo basta.

 

El recorrido se presentaba tan complicado de superar como de interpretar. La organización había rizado el rizo para crear un recorrido que pasara por Amberes, Malinas, Lovaina y Overijse, pudiéndose detener en múltiples lugares de interés, desde la imponente torre campanario de la catedral de Malinas al museo africano de Tervuren (¿el imperialista Tintin tendrá una sala?). Esta vez no se habían contentado simplemente con una aproximación inicial, como llevan haciendo de forma intermitente desde 2010. Se había llegado al extremo de encajar dos circuitos, el urbano de Lovaina, más suave, y el duro y largo en torno a Overijse, con reminiscencias a la Flecha Brabanzona. En las carreras previas daba la impresión de tratarse de un circuito asequible. Yo me aventuré incluso a apuntar el nombre de Ewan, como había hecho Freire. Pero a la hora de la verdad, el empeño de los ciclistas, en especial de uno (o de dos, si contamos a Evenepoel), hizo estallar todo por los aires.

  

Las bellezas del lugar (lo digo en serio)

En los kilómetros iniciales se formó la habitual fuga exótica, formada por corredores de selecciones que buscan lucimiento y minutos de televisión: Hernández de Colombia, Burbano de Ecuador, Kochetkov de Rusia, Gamper de Austria, Townsend de Irlanda, Magnusson de Suecia, Nisu de Estonia y Sainbayar de Mongolia. Alcanzaron una diferencia máxima que rondó los seis minutos, algo menos de lo habitual en estos casos. El ecuatoriano, representante de una selección en la que extrañamente no figuraban ni Carapaz ni Narváez, fue el primero en descolgarse en el primer paso por la Moskesstraat. Rápidamente fue alcanzado y rebasado por el pelotón. De todos los integrantes de esta fuga condenada al fracaso, Nisu y Sainbayar dejaron una muy buena impresión. 

 

De la tierra de Gengis Kan al estrellato.

 

Por detrás, este primer paso por la Moskesstraat fue el momento en el que las selecciones decidieron mover piezas. Cosnefroy lanzó un duro ataque, secundado por Evenepoel y Cort Nielsen. Se formó de esta forma un trío muy peligroso cuando faltaban 178 kilómetros a meta. Por detrás se les unieron 12 ciclistas más: Démare, Declerq, Tratnik, Roglic, Ben Swift, Eenkhoorn, Asgreen, Erviti, Haas, Bissegger, Hoelgaard y McNulty. No se había colado ningún italiano, de forma que desde el pelotón tuvieron que desgastar a Ballerini y Trentin para dar caza a este grupo intermedio. Los italianos comenzaban así un mundial en el que corrieron en todo momento a contrapié. Pudieron solventar el problema al llegar de nuevo al circuito de Lovaina.

Una vez alcanzados los grupos intermedios y la fuga matutina, Bélgica lideró el pelotón en unas vueltas infernales en el circuito de Lovaina. Tim Declerq y Lampaert fueron calentando el ambiente, tomando cada curva a cuchillo, haciendo que del pelotón poco a poco se desgranasen corredores, entre ellos Ewan. Ya de nuevo en el circuito de Overijse, un nuevo grupo peligroso se formó. Once corredores, algunos ya reincidentes, se avanzaban al pelotón: Valentin Madouas, Evenepoel, Tratnik, Bagioli, van Baarle, Würtz Schmidt, García Cortina, Stannard, Politt, Tiller y Powless. Por fin la selección de Momparler lucía su nuevo maillot en cabeza, aunque por poco tiempo. Faltaban 90 kilómetros para la meta y ya empezaban a sonar algunos de los nombres más fuertes de la jornada. Cada una de las selecciones había colado a un corredor, de forma que podía marchar hacia adelante sin problemas. Evenepoel comandaba los relevos y abroncaba, con una indignación digna de Greta Thunberg, a sus compañeros de fuga. El grupo se diezmó al paso por el Mokestraat, reduciéndose a cinco corredores: Valentin Madouas, Remco Evenepoel, Neilson Powless, Andrea Bagioli y Dylan van Baarle. ¿Quién podía poner fin a esta tentativa?

En el quinteto delantero, Bagioli era a priori el más rápido, de modo que Italia se mantuvo expectante en el pelotón. Por su parte, Bélgica contaba con Remco, poco ducho en el sprint, pero que fácilmente podría meter un tren infernal que descolgase a sus rivales. Al menos podría intentarlo. Francia contaba con Madouas, que claramente no era la carta elegida por Voeckler. Los británicos lideraban la caza poniendo sobre la mesa lo poco que les quedaba. De esta forma, después de algunos titubeos, Bélgica y Francia se pusieron a tirar para acercarse a esa fuga, que sería el germen de la selección final.

El empeño de Bélgica acercó notablemente al grupo de favoritos a Evenepoel y demás, pero fue la aceleración sostenida de Alaphilippe en Bekestraat, última cota adoquinada, la que propició finalmente la selección. A la rueda del francés se soldaron van Aert y Stuyven, llegando más tarde Stybar, Mohoric, Sénechal y Colbrelli, y por último Pidcock, Nizzolo y van der Poel. Este último se había dejado ver solamente a la cola del grupo, cazando in extremis debido principalmente a su habitual mala colocación. Por detrás quedó un grupo todavía numeroso con Sagan y Pogacar, que se quedaron a poco de conectar. De hecho, fue de nuevo el ritmo de Evenepoel en el Veeweidestraat el que lo impidió. Al esloveno se le vio algún momento esporádico en cabeza, pero su nueva faceta humana le impidió destacar. Solo entró después de un esfuerzo individual el renacido Valgren Hundahl. De esta forma, se había conformado ya a falta de cincuenta kilómetros la selección de corredores que se iban a disputar la victoria. 

Primer ataque: Bekestraat. Van Aert responde.

 
Para Alaphilippe no era selección suficiente todavía. En el Smeysberg, a la salida del circuito flandrien, lanzó su segundo ataque, solo respondido esta vez por Colbrelli. Los belgas se pusieron manos a la obra para reducir el hueco, aunque quizá hubiese sido más productivo dejar que se desfogaran Alaphilippe y Colbrelli por delante. A partir de ese momento, Evenepoel tomó la cabeza y se dedicó a acallar bocas de una manera quizá excesiva. Solo Bagioli se atrevió en algún momento a pasar al relevo. El ritmo de Evenepoel durante las primeras vueltas en el último bucle de Lovaina parecía asfixiar incluso a sus compañeros de equipo; no está acostumbrado a tirar y cuando lo hace, repitiendo viejos vicios, lo hace sin medida. Italia, Francia y Bélgica estaban en empate técnico, con tres corredores cada una (Bagioli, Colbrelli y Nizzolo, Madouas, Sénechal y Alaphilippe, van Aert, Stuyven y Evenepoel) y por detrás no había ningún elemento inquietante. Tan solo Politt intentó la caza, pero por detrás Cosnefroy y Campenaerts se encargaron de serenarlo.
 
Segundo ataque: Smeysberg. Colbrelli responde.

 

Una vez Evenepoel se retiró de la cabeza completamente fundido, la carrera comenzó a descontrolarse. Hasta el momento, la joven promesa belga había mantenido a todos a raya, pero Bagioli no pudo igualar su tarea. La penúltima vuelta de Alaphilippe fue un festival de ataques: primero en Wijnpers, con lanzamiento de Madouas y lenta reacción de sus rivales (van Aert y van der Poel ya fueron incapaces de alcanzar la cabeza del grupo en lo que quedó de carrera), más tarde en el llano, secundado por Powless, y finalmente en la breve rampa de St.Antoniusberg, a falta de 17 kilómetros. Se vio al instante: ese era El Ataque. La aceleración de Alaphilippe en la cuesta más corta ya no obtuvo ningún tipo de respuesta: los italianos estaban desfondados, van Aert y van der Poel completamente muertos, camuflando su agotamiento en una supuesta vigilancia mutua. Solo Powless, van Baarle y Stuyven parecían con fuerzas para liderar algo parecido a una persecución. Un instante más tarde se les unió Valgren Hundahl, después de comprobar que la pasividad de sus acompañantes no le llevaría a cabeza.  


Tercer ataque: Wijnpers. La respuesta tarda un poco más.

Cuarto y definitivo ataque: St.Antoniusberg. Sin respuesta.

 

Durante la última vuelta, el cuarteto trasero lo tuvo a tiro de piedra, pero en las cuestas Alaphilippe se destacaba. No había nada que hacer: Alaphilippe tenía la victoria en el bolsillo. La fatiga le impidió darse tanto al teatro final como sí hizo en Imola, aunque Voeckler bien habría vendido su alma al diablo por haber podido exhibir su galería de muecas en ocasiones tan importantes como las de su pupilo. Una nueva victoria para Alaphilippe, para el nuevo rey de la nación en la era Macron, resucitando el espíritu del recientemente fallecido Belmondo, muchas veces ridículo pero en contadas ocasiones excelso (y popular). Por detrás, van Baarle, Valgren Hundahl, Powless y Stuyven se disputaron los puestos del cajón en un sprint con la reserva: van Baarle se llevó el segundo puesto y Valgren Hundahl dejó alto el pabellón danés.

En fin, necesito un tiempo de reflexión para valorar este mundial en su justa medida.  Fue una carrera muy entretenida, favorecida por un circuito que invitaba al ataque lejano. El circuito de Lovaina, ratonero y lleno de curvas en ángulo recto, parecía no disponer de la suficiente dureza como para romper a un pelotón, pero el circuito flandrien sí que permitió ver grandes momentos de ciclismo. La ambición de determinados corredores impidió ver una carrera más monótona y la distancia, como siempre sucede, puso el resto. Podrá hablarse de épica, de las batallas que ofrece casi a diario el ciclismo moderno, de las masas agolpadas en la ruta creando ese ambiente único de la patria del ciclismo, pero más allá de sentimentalismos asociados a la región en la que se desarrolló la prueba, el mundial ha tenido una resolución anticlimática debido al excesivo dominio de un solo corredor. Más que cebarse con los "fallos" de los rivales, simplemente cabe reconocer que ha habido un justo y casi único protagonista. 

lunes, 13 de septiembre de 2021

HAY QUE SABER PERDER

El deporte en escasas ocasiones da lecciones morales. En su forma más pura, el deporte no deja de ser una competición salvaje, en la que más de uno vendería a su propia madre por un triunfo o un instante de fama. Pero si una lección puede extraerse del deporte, aunque sea solo una, es que la mejor manera de desquitarse de una derrota es encajarla con deportividad y pensar en el día siguiente. Lo que se dice pasar página, sin obsesionarse con el fracaso y sin achacar los errores propios a los rivales. Justo lo contrario de lo que pasó ayer. No sabemos si los campeones del pasado, aquellos encumbrados constantemente en las clasificaciones (la mía inclusive) e idolatrados por relatos semilegendarios, hacían gestos parecidos al de Evenepoel al entrar en meta. Su mundo todavía no estaba plagado de mil cámaras dispuestas a registrarlo todo y los periodistas hacían la labor de cubrir las lagunas con buenas dosis de literatura e invención. Ahora nada se escapa, ni un mal gesto (¡y son tantos en ese equipo!), ni una imagen insólita. Estos tiempos de la inmediatez y de la imagen constante no hace ningún bien a las bravuconerías de Evenepoel, que quizá hubiesen pasado más agazapadas en otro tiempo. Para ponerse algún día a la altura de alguno de esos campeones del pasado, Evenepoel tendrá que empezar a encajar mejor el fracaso...y aprender a correr un poco mejor. 
 
Hay que gestionar la ira. (vía @CdelVentoux)

 
 
Aunque más que Evenepoel, el auténtico protagonista de ayer fue Sonny Colbrelli. Su victoria da a Italia el cuarto título consecutivo, uniéndose de esta forma a los otros sprinters de la generación post-Nibali que han conseguido anteriormente el triunfo. Trentin, Viviani, Nizzolo y Colbrelli forman así un poker de ciclistas lagunares, un día sprinters otro escaladores, a los que cuesta horrores ganar hasta que enlazan alguna racha imparabale.  Colbrelli venía de una forma pletórica, pareja a la de su equipo, y fue el único capaz de aguantar el agónico tren que montó Evenepoel en la subida a Povo. Tuvo además la lucidez para jugar con veteranía sus cartas, sacando de sus casillas a un inexperto Evenepoel, que acabó por los suelos, desquiciado, haciendo un corte de mangas. 
 

 
1º Colbrelli, 2º Evenepoel, 3º Cosnefroy, 4º Trentin, 5º Pogacar, 6º Hirschi, 7º Hoelgaard




El paisaje y la arquitectura local remitían al mundial de Innsbruck, aunque a la carrera europea le faltaba la panzada de kilómetros que hace destacar a las carreras duras de verdad. En el inicio nervioso, con una subida a Candriai que tomaba las rampas del monte Bondone, la selección española realizó un suicidio colectivo que ni aquel de Guyana. Soto fue el que inició el movimiento y luego se unieron De la Cruz, Gorka Izagirre y un renqueante Mikel Landa, que a la hora de la verdad desaparecieron del mapa. Solo Roger Adrià estuvo a la altura. Al menos, ese movimiento inicial permitió desvelar algunas flaquezas, como las de Mäder y la nada sorprendente de Sagan, y sirvió de excusa para que algunos se inhibieran de tareas de equipo, como el caso de Vermeersch. 

Al inicio del circuito marchaba delante un grupo con una veitena de corredores, entre los que Roger Adrià era el único de la selección española. A falta de 65 kilómetros se movieron Trentin, Pogačar, Campenaerts, Hoelgaard y Padun. El campeón esloveno parecía tener ganas de reivindicarse después de ofrecer en el campeonato contra el crono una imagen de las que se convierten en virales: por el contraste de cuerpos entre Ganna y Pogacar y por las múltiples interpretaciones que suscita un doblaje de ese tipo. Lo cierto es que está bastante fuera de forma y va a intentar ponerse a punto de una forma más humana para los objetivos que quedan a final de temporada. Al menos es un corredor de los que siempre está ahí, como Roglic, van Aert o el propio Evenepoel, cosa que hay que agradecer al ciclismo moderno (a buenas horas se dejaban caer Armstrong o Ullrich en una carrera de este tipo, por no hablar de Contador). 
 

Por detrás un sorprendente Pinot sirvió de lanzamiento a su compatriota Cosnefroy para enlazar. Con él llegaron Evenepoel y Colbrelli. El corredor francés había vuelto a encontrarse con la victoria en Bretaña, ganando nada menos que a Alaphilippe al sprint, y siempre es un corredor hábil y rápido en finales de un día. Evenepoel, por su parte, venía de un Benelux cruzado, después de haber retomado su racha victoriosa en verano. De Colbrelli y de su forma milenaria ya hemos hablado anteriormente. Se formó así un grupo delantero de ocho corredores, del que cayeron Padun y Campenaerts, siendo sustituidos por Hirschi, Sivakov y Ben Hermans. Almeida y Mollema quedaron en un terreno de nadie. 

Más mala leche que Fernando Fernán Gómez y Umbral juntos.

El ataque de Evenepoel no se hizo esperar. A falta de dos vueltas se marchó solo con Cosnefroy y Colbrelli, mientras Pogacar y Hirschi se abrían de patas. En el último paso por Povo le tocó el turno a Cosnefroy de claudicar, pero no así a Colbrelli. Soldado a la rueda del conejito duracell belga, el otrora semisprinter italiano sacó su mejor versión escaladora, boqueando, pidiendo clemencia, pero aguantando. Evenepoel no pudo con él en la subida y al llegar al llano empezó a comprobar cómo el italiano se escaqueaba de los relevos. Era lo lógico: había sufrido en montaña, ahora le tocaba al belga sufrir, al menos de los nervios. Colbrelli era el más rápido: podía cogerle Cosnefroy, incluso unos agotados Pogacar y Hirschi, que seguiría teniendo las de ganar. Evenepoel debería haber sido consciente de que no lo iba a dejar en el llano, por mucho que tirase (esas cosas no pasan), y solo tendría opciones si llegaba en solitario. Incluso si se paraba y cogían por detrás, podría volver a jugar la carta del ataque. Pero no, no solo no se paró, sino que cayó de bruces en el juego de nervios planteado por Colbrelli. Se limitó a conminarle al relevo de mala manera, con la misma gestualidad displiciente que mostró con un mecánico algo remolón en el Benelux. Una muestra inútil de carácter, copiada como un calco de ese mal ejemplo paterno que es su director deportivo. 
 
Colbrelli aguantando el asalto a Evenepoel.

 
Colbrelli siguió a lo suyo, sin inmutarse, dando algún relevo de chichinabo mientras el rodador belga seguía manteniendo un ritmo alto en los relevos, hasta la misma meta. Allí Colbrelli lo liquidó, como era de suponer, y a Evenepoel le perdieron las formas una vez más, pese a todo su talento. Serán cosas del fútbol. Tiene que empezar a saber que va a ser el más vigilado, como lo fue Sagan en su día, pero sin contar con la punta de velocidad determinante que tenía en sus mejores días el eslovaco. Talento le sobra, también mala leche. Pero es cuanto menos insólito que una y otra vez se pasen por alto sus salidas de tono con la excusa de la edad y el talento. Otros han recibido más palos, simplemente por ganar con voracidad y no respetar supuestos códigos del pelotón. Es lo que tiene ser el niño mimado de la prensa.

lunes, 6 de septiembre de 2021

UN PASEO POR ESPAÑA

La anterior crónica concluía con una sensación de pesadez y aburrimiento que solo la llegada de las etapas asturianas y gallegas ha podido disipar. Dicen que lo bueno se hace esperar, pero nadie dijo que para ver algo de ciclismo del bueno habría que desesperar al espectador. ¿Qué hubiera sido de esta Vuelta sin la ambición de Roglič o sin los deseos de autoinmolación de Bernal? Estos ciclistas han engrandecido una carrera que estaba teniendo un desarrollo muy pobre. Roglič se ha dado su tercer paseo consecutivo por España. Ha llegado a Santiago de una pieza, se ha tomado una cerveza y con su habitual estoicismo ha dejado que le colocasen encima algo así como un disfraz. Con el mismo escéptico asombro que mostraban los viajeros europeos del XIX ante las historias de gitanos y meigas que oían en su camino, Roglič ha contemplado desde la distancia los dramas habituales de Movistar, un equipo en franca descomposición, tragicómico, sin ninguna idea clara más allá de un conservadurismo convertido en seña identitaria. Aparte del segundo puesto de Mas, conseguido con poco aire de cara, el caso de López ha dejado a todos perplejos, incluso a los propios compañeros de equipo. La deriva patriotera y conspiranoica de un abandono poco profesional ha acabado acaparando más atención de la merecida. 

Otra ronda.

 

Los Lagos de Covadonga marcaron un cambio de tendencia y situaron de nuevo al frente de la clasificación a los corredores más fuertes. Al final ni Eiking ni Guillaume Martin han aguantado: no ha habido giovanettis. La etapa de los Lagos ha acabado convirtiéndose en la mejor de esta edición, restituyendo ya de forma completa el brillo que esta ascensión había perdido con el paso de los años, erosionada por victorias de algún sprinter reconvertido y de corredores anónimos frente al mejor día de sus vidas. La etapa se lo debió prácticamente todo al ímpetu de Bernal, en alianza estrecha con la lucidez de Roglič, perfeccionada con los años. En la Collada Llomena, a falta de 60 km. para meta, Bernal lanzaba su ataque a todo o nada y Roglič se iba a su rueda. López lo intentó, pero no pudo, viniendo a continuación un descenso muy arriesgado por parte del dúo cabecero. Por vez primera en mucho tiempo un puerto de paso asturiano servía para marcar diferencias.

Banzai!

 

En persecución de los dos de delante se organizaron por detrás Bahrain, Bora e incluso Cofidis. Todos menos Movistar. Al final la jugada no les salió mal del todo, debido al colapso de Bernal en los Lagos, pero demostraron que no corrían con la intención de ganar la carrera y sí con la hacer podium con Mas y López. Al mismo tiempo, la retransmisión de la etapa dejó claras varias cosas: la imparcialidad y servidumbre de algunos comentaristas del ente público hacia Movistar, y el wishful thinking entorno a una posible debilidad de Roglič, que no llegó a manifestarse en ningún momento. Al parecer, Roglič iba muerto, pero acabó regalando al aficionado uno de sus mejores días, ganando con un minuto y medio de ventaja, que quizá no fue más debido al sprint que se marcaron por detrás por las bonificaciones, con Kuss implicado a fondo. 

Tras Quintana y Pinot, Roglic continúa el reflote de los Lagos.


El final del Gamoniteiro del día siguiente poco decidió, como viene sucediendo cuando la dureza máxima se coloca al final. El Gamoniteiro era la sorpresa preparada este año por la organización en su delirante carrera por descubrir la nueva subida definitiva. Para ello ha sido necesario crear una explanada para aparcar, lo que ya de por sí debería invalidar un final de este tipo. A nivel deportivo, un primer ataque de David De la Cruz pudo crear la falsa impresión de un triunfo español, pero fue abortado por la sorprendente labor de Intermarché - Wanty para Louis Meintjes. Una vez llegado a su distancia, lo probó López. Es su tipo de puerto, como lo fuera el Col de la Loze, y consiguió un triunfo que parecía reservarle una plaza algo inestable en el podium.  
 
El ataque frustrado de David De la Cruz.

 

Las etapas gallegas fueron un toberllino de emociones, demostrando que esa tierra ondulada y quebrada está bastante desaprovechada para el ciclismo. En Monforte de Lemos se vivió un bonito día de ciclismo, con un tenso pulso entre un pelotón diezmado y una escapada de calidad. Ahí marchaban el habitual Cort Nielsen, Andrea Bagioli, la baza de Deceuninck, e incluso el de American Story X, el prometedor Quinn Simmons.  Finalmente el triunfo fue para Magnus Cort Nielsen, especialmente polivalente en esta Vuelta, sobre todo desde que Carthy fuese engullido por los arrozales de Cullera. 

Cort Nielsen, Oliveira, Simmons, Bagioli, Roux y Kron.


 
La locura continuó en la última etapa en línea. El recorrido era propicio para batallas, con subidas desde el nivel del mar que alternaban rampas imposibles con descansillos e incluso bajadas. A Miguel Ángel López se le acabó yendo la olla en ese tobogán desquiciante. No hizo falta apretarle mucho las tuercas, simplemente se quedó solo, con Adam Yates, Haig, Mäder, Roglič y Mas por delante, y la única compañía de Bernal, Kruijswijk y Großschartner. El colombiano no estuvo atento para coger el corte bueno o se quedó sin fuerzas al pillarlo los demás a contrapié. Lo cierto es que no es un corredor acostumbrado a que le dé el aire en situaciones que no son de alta montaña y Movistar no parece el lugar idóneo para aprender a hacerlo. La situación se le empezó a escapar de las manos, con Bahrain por delante muy organizado. A la mínima desistió. Algunos ya habían dado por sentada la plaza de López en el podium: pero cabe recordar qué sucedió en la Planche de les Belles Filles de 2020, en la que en la última crono, en parte una cronoescalada, pasó del tercer puesto al sexto, siendo adelantado por Porte, Landa y Mas. 
 
Una vez ya había perdido la plaza con Haig, Adam Yates y Mäder, el grupo de López fue absorbido por un grupo trasero, en el que únicamente figuraba Rojas para echar una mano. Tampoco parecía que la llegada del veterano murciano fuese a mejorar mucho la situación. Entonces las cámaras abandonaron a López, dando por sentado su naufragio...Solo los comentarios de Juan Carlos García permitieron al espectador hacerse una idea de la rabieta de López, digna de un niño malcriado. En un cruce de cables antológico, decidió echarlo todo por la borda y abandonar. No es la primera vez que a López se le calientan los fusibles, ni siquiera hace falta hacer mucha memoria: los puñetazos a un espectador que le derribó en el Giro, las declaraciones contra Movistar y Valverde después del Escalona gate...Ni siquiera sus compañeros de equipo encontraban una explicación a lo que era a todas luces una muestra de poca profesionalidad y mal perder. Desgraciadamente la niñería de López eclipsó en parte la magnífica etapa vivida.  

Cortocircuito


 
Del grupo de escapados se destacó Ryan Gibbons, mientras por detrás todo eran desaveniencias, principalmente entre Storer y Bardet, en una extraña disputa interna por la montaña. Champoussin, Moniquet, De Tier y el propio Bardet intentaban acercarse al escapado a hincones, mientras por detrás la marcha del Bahrain parecía que acabaría con todos. En la última subida a Castro de Herville la carrera se contrajo como un acordeón. Los favoritos dieron alcance a los escapados y a Gibbons, pero los constantes descansillos permitieron que los corredores cazados no se quedaran muy atrás. Estaba claro que Roglič era el que contaba con más piernas, pero no estaba dispuesto a que uno de sus inmediatos rivales se llevase el triunfo. Todo ello supuso una serie repetida de exagerados parones, que permitieron que adelantasen al grupo de favoritos algunos de los corredores recién cazados, primero Bizkarra de forma momentánea, y más tarde Champoussin de forma definitiva. En resumen, fue una carrera loca. 

Primer gran triunfo de Champoussin


La crono de Santiago ha sido un mero trámite, dando la posibilidad a Roglič de hacerse con un cuarto triunfo, doblando a Mas en la misma línea de meta. En fin, la Vuelta nos ha dejado las exhibiciones de Cort Nielsen y Storer, los pasos en el camino correcto de Mäder y Champoussin, el naufragio absoluto de Landa y López y ninguna victoria española. La caída de Valverde limitó mucho las posibilidades de victoria de etapa para los españoles, pero es un poco triste seguir depositando en un corredor casi del periodo amarniense las únicas esperanzas de triunfo. El ciclismo español necesita algún equipo de primer nivel más, al menos para contrarrestrar la suma de ridículos que propicia Movistar, cada vez más una caricatura de si mismo o un bote a la deriva, sin tripulación. En cuanto a Roglič, se le ha visto muy sereno en esta Vuelta,  y creo que ha recibido mucho más calor del público que en otras ocasiones. Ha sido su victoria más fácil y la menos contestada. El espectáculo, cuando lo ha habido, ha venido en gran medida de su parte (y también de Bernal). No ha necesitado ni siquiera al equipo, valiéndose y sobrándose él solo en las situaciones complicadas. Ha dado incluso la impresión de manejar él mismo las soluciones tácticas comprometidas, como sucedió en la Collada Llomena y en el Alto de Mougás. En definitiva, ha ganado sin requerir de un equipo muchas veces dado a la incertidumbre, la improvisación y al gafe. Tan solo se ha caído una vez: y como siempre, se ha levantado rápido. 

Lo que hay que hacer para ganar una Vuelta...