lunes, 31 de mayo de 2021

UN TRIUNFO CANTADO PARA BERNAL O LA NECESIDAD DE LOS MOMENTOS INTRASCENDENTES

Por fin ha acabado el Giro. Las últimas jornadas no han servido para redimir una carrera marcada por la insustancialidad. Bernal ha controlado la situación con su equipo, a pesar de haber dado la impresión de estar pidiendo la hora durante toda la última semana. Sus rivales no han llegado a inquietarlo, por encontrarse demasiado alejados o por haber esperado a una última semana que luego no ha sido tan dura. En Milán, el rostro de Bernal evidenciaba más alivio que auténtico goce. 

Se quita un peso de encima. (vía @CdelVentoux)

 

Bernal consigue con este Giro la parejita, añadiendo la duodécima gran vuelta para su equipo (undécima si no se cuenta el regalo de la Vuelta de 2011). Los números de la factoría de Brailsford son impresionantes, conseguidos en poco más de una década, solo comparables a los conseguidos por Guimard de 1976 a 1989 (doce grandes vueltas) y por los del equipo más negro de la historia del ciclismo, las diferentes formaciones de Bruyneel entre 1999 y 2009, con trece grandes vueltas. Lejos quedan las dudas y los supuestos dolores de espalda de Bernal, pues no hay mejor equipo que el británico en convertir con maestría las dolencias en un acicate para la victoria.

Damiano Caruso y Simon Yates acompañan a Bernal en el podio. Ambos ciclistas tienen en común unos inicios en el ciclismo algo turbulentos, pero las posibles semajanzas terminan ahí.  Damiano Caruso ha dado un sorprendente paso de gregario de lujo a lider sólido, nada menos que con treinta y tres años. Siempre ha sido un corredor resistente y regular, pero pocos habrían apostado por él al principio del Giro. Continua de esta forma su "salto adelante" de 2020, cuando consiguió su segunda victoria profesional y un décimo puesto en el Tour y en el mundial. Si bien pudo achacársele en la etapa de Sega di Ala una actitud demasiado colaboradora con Bernal, del que se puso a tirar como buen gregario (mucho mejor que el propio Daniel Felipe Martínez), en Alpe Motta se redimió, con un ataque lejano en el que hubo gran trabajo de equipo y de mercenarios. 

Nunca se sabrá si esos gritos le ayudaron o le hundieron más.

Por su parte, Simon Yates ha controlado un poco sus habituales oscilaciones de rendimiento. Después de Sega di Ala y de su victoria en Alpe di Mera, algunos apostaban por una ofensiva lejana por su parte, pero siempre ha sido más un corredor de ataques en la última subida. El recorrido de la penúltima etapa, con el encadenado de San Bernardino, Splügenpass y Alpe Motta, invitaba al ataque lejano. Algo que ejecutaron DSM y Bahrein, para bien del ciclismo.

Bajada de San Bernardino.(@TuristaVuelta)

 

En el descenso de San Bernardino, tres corredores de DSM se destacaron: Bardet, Hamilton y Storer. Poco después se les unieron Bilbao y Caruso, abriendo un pequeño hueco con el grupo comandado por los Ineos. La etapa también invitaba a colocar piezas por delante, que en este caso fueron mercenarios de excepción: Visconti y el sorprendente Vervaeke. Visconti se vació para la causa de su paisano y casi cogeneracional, y después de sacrificarse Vervaeke y Storer, le llegó el turno a Bilbao. Por detrás Castroviejo controló la situación para Bernal durante la mayor parte de la etapa y dejó ese papel a Daniel Felipe Martínez en la última subida. En ese momento el espejismo de un asalto al liderato se esfumó y quedó convertido en una lucha por la etapa, que finalmente se llevó de forma merecida Caruso, que conseguía así su tercer triunfo profesional y sin duda el de más prestigio. 

Un trabajador reconoce siempre el trabajo bien hecho.

 

Pocos datos más que reseñar de esta última semana. La estrepitosa subida a Sega di Ala por parte de Daniel Martin, al mismo ritmo que los líderes; el reencuentro con el mejor Almeida, todo corazón en las subidas, con esa forma de regular los esfuerzos siempre en la cuerda floja del abismo; el bello duelo de gregarios entre Bilbao y Castroviejo, justamente reconocido por sus líderes. Poco más.

Ha sido un Giro que no se recordará en exceso. Sin embargo, tampoco hay que caer en el tópico de que cualquier tiempo pasado fue mejor. Días de siesta y huelgas de piernas caídas ha habido siempre, lo que pasa es que antes no se veían en la tele. Chapuzas y recortes también los ha habido, de la misma manera que siempre ha habido unos pocos cronistas dispuestos a desvelar o denunciar los códigos internos del pelotón. O al menos, dispuestos a mostrar su sorpresa ante ellos al acercarse al ciclismo por primera vez. La tradición del pelotón parece dictar que el deseo individual debe plegarse ante la voluntad del rebaño (o mejor dicho, ante la voluntad de los patrones de turno), algo que se ha acrecentado desde que la participación en las grandes citas está asegurada para ciertos equipos. Al estar la participación asegurada año tras año, algunos equipos se sienten tentados a desaparecer cuando se han conseguido algunos éxitos parciales (véase el Lotto - Soudal) o a ejercer de matones para imponer sus intereses, lo que ha aumentado el ambiente general de pasividad y pitorreo.

La mafia emplea artillería pesada.

La labor del cronista debe ser la de colocar bajo la luz esos códigos internos, esas normas no escritas, aunque sean las mismas de hace cincuenta años. Ese es el eterno retorno del ciclismo realmente existente. En cambio, la labor del cronista no debe ser exigir la ración diaria de espectáculo, con sus condiciones extremas, su sufrimiento y sus luchas sin cuartel. El ciclismo, afortunadamente, es más que una imagen patética de un hombre retorciéndose sobre una bicicleta, con los mocos y las babas colgando, achicharrándose de calor o muriéndose de frío. Esos cuadros dejémoslos para el arte sacro del pasado, con sus demonios pinchando el culo a los condenados, sus mártires achicharrados en la parrilla o escaldados al baño maría,  y su  gran justificación del dolor per se. El ciclismo debe ser algo más que un desfile de ecce homos, lo que no debe ser es un desfile de Al-Capones. Por tanto, no nos engañemos: el recuento de batallitas en realidad no oculta otra cosa que mil y un momentos intrascendentes, que quizá sean necesarios.

 

Y en menos de un mes, el Tour.


martes, 25 de mayo de 2021

QUE ACABE PRONTO

Non mi far vedere che tortura, che tortura questa campagna elettorale!! Speriamo che finisca presto. Así se expresaba Nanni Moretti en Aprile ante el televisor. Algo semejante me ocurre estos días con el Giro, decepción tras decepción. Existe la necesidad de ver, ver con los propios ojos, ver para que no te lo cuenten, aunque esto es válido siempre y cuando haya algo que ver. Ayer ni siquiera hubo imágenes. 

Moretti es todos los espectadores del Giro

 

De hecho, poco hay que ver en este Giro, que ya ha consumido su segunda semana. Egan Bernal domina con amplio margen sobre un sorprendente Damiano Caruso, a más de dos minutos, y Hugh Carthy, a más de tres. Simon Yates ya anda a más de cuatro minutos y Remco Evenepoel a más de veintiocho. Quedan todavía tres etapas de montaña, que serán regaladas; porque el líder es sólido, porque no hay nada que jugarse ya, porque todos están pidiendo la hora.

La tónica dominante de esta segunda semana ha sido el control por parte de Ineos del pelotón, permitiendo la formación de fugas que adquirían pronto una abultada diferencia. Es decir, la habitual táctica de Ineos de contentar a todos con triunfos parciales, diferenciando la lucha por la etapa de la lucha por la general. De esta manera, han llegado escapadas en las etapas de Montalcino, Bagno di Romagna, Zoncolan y Gorizia. Quizá la única etapa salvable de todas ellas ha sido la de Montalcino, en la que Evenepoel comenzó a hacer aguas en el sterrato. En el primer tramo, Filippo Ganna se puso en cabeza y logró un gran destrozo, dejando atrás a varios corredores, como Carthy, Vlasov y sobre todo Evenepoel, pero más tarde hubo reagrupamiento. En realidad, lo de Ganna fue lo que se llama por mi zona arrancà(da) de matxo, parà(da) de burro, dicho popular con múltiples variantes locales y regionales. Sin embargo, mostró las debilidades del gran damnificado de la jornada, el niño prodigio.

Hubo debate y polémica en torno a la gestión por parte de Deceuninck del asunto. Almeida se quedó un poco tarde a ayudar a su líder, este pareció enviarle hacia adelante, quitándose a continuación el auricular con un gesto de rabia. Más tarde el portugués volvió a descolgarse, pero llevando a Evenepoel al límite. En alguna ocasión daba la impresión de que Evenepoel iba a tirar la toalla, pero al final pudo defenderse bien en el tramo asfaltado, entrando en meta a dos minutos de Bernal. Por su parte, el colombiano empezaba a marcar territorio, desentendiéndose en el repecho final de un Buchmann insólitamente agresivo. 

Las siguientes etapas fueron auténticas fumadas. La etapa de Bagno di Romagna, una complicada etapa de media montaña, se solventó con una fuga, resuelta finalmente entre cuatro: Andrea Vendrame, Chris Hamilton, George Bennett y Gianluca Brambilla. El triunfo final fue para el primero, ganando en el sprint a Hamilton. Lo único significativo fue el abandono de Marc Soler, debido a una caída. La etapa Ravenna - Verona, completamente llana, se resolvió con un sprint masivo, que otorgó el primer triunfo en una grande a Giacomo Nizzolo. La etapa fue un tostón, en la que solamente hubo competitividad en los últimos cinco kilómetros. Edoardo Affini realizó un bello movimiento que casi evita el sprint, pero Nizzolo estuvo atento y se hizo con ese ansiadísimo triunfo. 

Nizzolo aprovechando el rebufo de Affini (vía @TVilalta)

 

La etapa del Zoncolan no decidió nada, como es habitual, y vio el nacimiento del nuevo Piedra italiano, Lorenzo Fortunato. Un corredor de veinticinco años, sin victorias profesionales, que dio la campanada en una cima erigida en mito moderno más por las loas que por los hechos, consiguiendo un triunfo que recordaba a Pirazzi, Rabottini o Santambrogio. Por detrás, finalmente se vio el despertar de Simon Yates, matizado por el poderío en los últimos kilómetros de Bernal. Como suele suceder, no hubo movimientos significativos hasta los últimos kilómetros del Zoncolan, en los que casi hay que ir haciendo eses. En la bajada del puerto intermedio, la Forcella de Monte Rest, Astana puso las cosas difíciles, con Luis León Sánchez y Gorka Izagirre llevándose tras ellos a Vlasov, marchándose solamente con ellos Bernal, Castroviejo y Caruso. Sin embargo, no quisieron aprovechar la situación, dado el llano que quedaba todavía hasta el inicio de la subida final, demostrando que este Giro parece otro deporte en relación con lo visto durante esta misma temporada en la Tirreno - Adriatico o en la Vuelta al País Vasco.

Por no faltar a la cita, en el Zoncolan aparecieron incluso los idiotas.

 

En la etapa entre Grado y Gorizia una caída inicial dejó fuera a Emanuel Buchmann. Se produjo en el tramo que conecta Grado con la península, debiéndose recurrir a la neutralización de la carrera, al parecer debido a la falta de ambulancias. Las cosas comenzaban a tomar el cariz de "ciclismo moderno" que anunciaba desastres posteriores. La resolución de la fuga tuvo su interés, con una bonita batalla entre Victor Campenaerts y Oscar Riesebeek en el complicado final entre Eslovenia e Italia. 

Campenaerts ganando a lo De Gendt.

 

Y así se llegaba a la supuesta etapa reina, una etapa recortada por una nueva jaimitada de Vegni, con el chantaje entre bambalinas de los equipos World Tour. La etapa quedó reducida a un único puerto, el Giau, con descenso hacia la meta planificada en Cortina d'Ampezzo. No tengo ganas de elucubrar las razones del recorte. Si fuera la primera vez...Han sido tantas, acumuladas como losas en el historial del director de carrera, que esta es una más. A nadie pilla por sorpresa. La mafia ejerce su presión, Vegni cede. Vegni, como los profesores de Amarcord, finge ser un representante de la vieja escuela, amante de las directrices férreas y de la normativa, cuando en realidad sus clases son un caos y sus alumnos preparan todo tipo de trastadas cuando se da la vuelta. Ayer prepararon un cóctel molotov, mucho fuego y poca chicha. Como decía, a nadie pilla por sorpresa. 

En el recorrido recortado, Bernal casi sentenció la carrera, tomándose tiempo para celebrar en meta, quitándose el chubasquero en una acción algo peligrosa. El segundo y tercero están dispuestos a firmar ya si hace falta quedar en esa posición. Algunos irán para arriba, como Bardet, y otros comenzarán a ir hacia abajo, pero serán movimientos irrelevantes. El que sí que ha desaparecido del mapa es Evenepoel, que se dejaba nada menos que 24 minutos. En realidad es algo normal, después de venir de medio año sin competir. Lo que hubiese hecho arquear las cejas hubiese sido lo contrario. Pero para algunos, encaprichados con la criatura, puede ser el comienzo para poner las cosas en cuestión. Esta historia ya la hemos vivido: los mismos que lo han encumbrado serán los primeros en molerlo a palos, cuando defraude todas las expectativas.

En la cima del Giau no nevaba ni llovía. Si fuese la primera vez, podríamos pensar que se ha tratado de una sana precaución; pero llevamos ya muchos tongos como para creer algo así. Siempre hay algún motivo, porque llueve, porque hace frío, porque esto cansa... La supuesta dureza no impidió que algunos ciclistas recogieran cervezas de los espectadores o se hicieran fotos con ellos. Sin embargo, sí que fue impedimento para que la RAI ofreciera imágenes. Ni tan siquiera del último kilómetro íntegramente. No solo se plantaban los corredores o el director se adelantaba a un hipotético plante, es que la televisión pública italiana ni siquiera ha sido capaz de ofrecer un paso por la cima o alguna imagen dispersa del descenso. Nada. Es casi peor que el recorte. La tele está simplemente, como tantas otras cosas, anclada en los tiempos de Moser y Saronni. Es algo ya estructural. Que no os engañen: el triunfo de esos cuatro mozalbetes medio en bolas en Eurovision no es ejemplo de ningún tipo de modernización. El país hace aguas por todos lados y su carrera nacional también. Solo queda confiar en la destreza del pueblo italiano para hacer arte con cuatro cartones, para transformarse y dar una nueva imagen de sí mismos cuando todo parece estar en la cuerda floja. Solo queda confiar en la capacidad de un pueblo habituado a salvar los muebles en el último minuto y con elegancia. 

Esto no lo salva ni el trazo italiano.

Este no parece ser el caso. La carrera está pidiendo a gritos terminar ya. Llama la atención, en ese sentido, el número de abandonos a falta de una semana.  Solo ese punto de magia, esa improvisación genial de última hora, ese trazo que no se sabe de dónde viene pero que no podría ser de otra forma, eso tan italiano, puede salvar este engendro. Pero Vegni se tiene que marchar ya.

lunes, 17 de mayo de 2021

A LA ESPERA DE LA TERCERA SEMANA

Los ojos vidriosos sobre la protuberante nariz, que se intuye bajo la mascarilla, son la antesala de unas lágrimas. Es Egan Bernal, ganador en Campo Felice y nueva maglia rosa,  quien rompe a llorar. Es esta la imagen que se ha querido destacar de una primera semana de Giro algo desvaída en cuanto a competición. Una imagen que seguramente será sepultada por muchas otras una vez la carrera acabe. En realidad hay algo extraño en ver a un campeón llorar. No cabe duda de que las cosas no han debido ser fáciles para Bernal, pero también le gustan mucho las cámaras y aprovechó la ocasión para exhibirse. A partir de ahora, cada vez que hable de su espalda, sus rivales se echarán a temblar.  

Sonrisas y lágrimas

En realidad poco más ha pasado en este inicio de Giro. Las etapas llanas nos han devuelto a la época de Cipollini, en la que el pelotón sesteaba entre bromas hasta que se ponía a 60 km/h cuando conectaban las cámaras de televisión. Con la diferencia de que, en este caso, hay tele desde el principio. Las etapas de media montaña han dado más miedo sobre el perfil que en la realidad, siendo la lluvia y el frío más determinantes que el ritmo, la dureza y la competición. Bernal se ha mostrado fuerte, con una arrancada demoledora cuando la carretera se ha empinado, ya fuese en el final de Sestola o en el sterrato de Campo Felice, pero todavía no ha marcado diferencias.

La carrera está sutilmente maniatada por Ineos y Deceunick, sumidos en un pique en las alturas que quizá acabe agotándolos, para bien del ciclismo. Un ejemplo se ha visto en la intrascedente etapa de hoy, con meta en Foligno, en el traguardo volante bonificado. Ha sido un sprint a muerte entre los Ineos y Evenepoel. El menudo campeón en ciernes, aterrizado desde la playa con paracaídas incluido, se ha puesto a la par que la locomotora Ganna, en una demostración más de fuerza que de cabeza. Las hormonas, quizá. Mientras los Ineos y Evenepoel compiten por el día a día en las portadas, Vlasov, Carthy y algún otro los contemplan desde la distancia, sin haber perdido apenas tiempo. También Simon Yates, siempre a cola, ya se trate del gran pelotón o del grupo de elegidos en montaña.  

El punto y la i compitiendo por un sprint.

Ha habido bajas también. La más notable la de Mikel Landa, que acabó por los suelos en Cattolica. Como sucede con todo lo que rodea a Landa, los motivos de la caída suscitaron ríos de tinta, de poca importancia vistos a día de hoy. Hubo incluso dedos acusatorios. Landa se había mostrado ofensivo en la etapa de Sestola, con un equipo muy compenetrado a su servicio, con Bilbao, Caruso, Mohorič, Mäder...Sin embargo, en lo que parece ser el sino de landismo, todo acabó por los suelos por culpa de la mala suerte.

"Papá, papá, ¿por qué somos de Landa?"

El resto de esta primera semana ha sido un collage de breves destellos puntuales y etapas fumadas. Filippo Ganna engañó y arrasó en Turín, Taco van der Hoorn dignificó el ciclismo con una escapada exitosa y en la etapa de Sestola se vieron grandes momentos de ciclismo, propiciados por la lluvia, el frío y los duros porcentajes. La lucha en el seno de la escapada dio el triunfo a Joe Dombrowski y la maglia a Alessandro De Marchi, aunque lo más interesante estuvo detrás, con ataque y réplica de Landa y Bernal. Los dos escaladores sacaron unos segunditos junto con Ciccone, Carthy y Vlasov. João Almeida decía ya completamente adiós a la carrera, demostrando que los protagonistas de 2020 no lo serán este año.

Dombrowski gana en un día de caretos y frío (via @__blind_side)

 

El final de San Giacomo, en Ascoli Piceno, deparó por fin un gran triunfo para Gino Mäder, escalador de gran futuro. No necesitó regalos ni nadie se acordó de los sucesos de Niza. La etapa fue interesante principalmente en la larga bajada desde Forca di Presta, con amplios y bellos páramos, en los que Ineos, comandado por Ganna, intentó incluso montar un abanico, mientras De Marchi naufragaba por detrás. Se vivieron momentos muy interesantes, con un duelo de trotones entre Mohorič por delante, sacrificándose para Mäder, y Ganna por detrás. Durante unos instantes de la carrera, un hiperactivo Ciccone estuvo entre medias, acompañado de Bettiol y Bardet. Se vieron momentos de mucha gestualidad italiana por parte de Bettiol, que recriminaba a Ciccone que no tirarse (al tener a Mollema en la escapada delantera). Bettiol está mostrándose como un buen chico de los recados del Education First, omnisciente e inusualmente escalador, algo que apunta cosas buenas para Carthy en la última semana. En la subida a San Giacomo, Bernal volvía a mostrarse atacante, aunque sin sacar diferencias significativas a sus rivales. Attila Valter se hacía con el liderato, el primero para su exótico país (insólito en términos ciclistas). 

Tras Mäder, Bernal, Dan Martin, Evenepoel y Ciccone.

La etapa de Campo Felice fue un injerto muy guillenesco en pleno Giro, que dio como resultado una lucha final por los segunditos, con una arrancada pancartera de Bernal en pos del triunfo. El colombiano se merendó en un santiamén a los dos escapados, Koen Bouwman y Geoffrey Bouchard, en pleno sterrato. Como está sucediendo siempre, el colombiano abrió una gran diferencia con su demoledor ataque, que luego a fue poco a poco controlada a ritmo por Evenepoel, Vlasov y compañía, siendo el belga el que suele llevar la voz cantante. Al colombiano le sirvió para llevarse el triunfo y la maglia, despúes de haber señalado en la salida que no las tenía todas consigo por su maltrecha espalda. 

Finalmente en la etapa de hoy, con meta en Foligno, el triunfo ha ido a parar a Sagan, después de una espléndida labor del Bora, en especial de Giovanni Aleotti, reventando a los sprinters rivales. Una caída aislada en el último kilómetro de un único corredor ha sido aprovechada por los equipos dominantes para entrar cortados todos juntos, ocupando todo el ancho de la calzada, al modo de una grupeta de sprinters pasándose unos minutos del fuera de control. Vlasov y Soler habían estado atentos y habían entrado ligeramente por delante, pero la actitud mafiosa de los equipos punteros era un órdago a la organización, un "a que no hay huevos a picar tiempos" en toda regla. No los ha habido. 

También ha habido lugares de interés, como Cusano Mutri, provincia de Benevento (vía @TuristaVuelta).

  

Termina así una primera semana sin grandes alardes, sin grandes demostraciones, y sí una lucha guillenesca por los segunditos. Da la impresión de que algunos intentan amarrar un triunfo parcial o unos días de liderato para calmar así sus inseguridades de cara a las tres semanas. En otros casos prima la cautela. Los ejemplos de Simon Yates, Almeida y tantos otros son demasiado recientes y en un  contexto hostil como el del Giro, predomina un natural y humano instinto de autoconservación.

lunes, 3 de mayo de 2021

DE RIVA DEL GARDA A TURÍN, PASANDO POR FRIBURGO

Retomando las cosas por donde las dejamos, tocaría hablar de la resolución del Tour de los Alpes. En la carrera del Tirol, disputada a ambos lados de la frontera, se acabó imponiendo Simon Yates, después de una exhibición en montaña de la que ya hablamos. En los dos días que quedaban, lo más destacado fue el descenso del Boniprati por parte de Pello Bilbao. Hubo voces contrarias a un descenso tan cercano a la meta, aunque poco caso hay que hacer a los típicos directores anglosajones que solo se quejan si vienen mal dadas. Al menos fue un descenso bonito, a diferencia del de otros casos más habituales y recientes. La técnica de Bilbao fue impecable, asumiendo bastantes riesgos, tanto que se deshizo de Daniel Martin en una curva. El irlandés hizo un recto, sin graves consecuencias a pesar de caer a plomo.  El de Gernika cazó en la misma meta a Simon Yates y Aleksandr Vlasov, llevándose un bonito triunfo. 

Buen descendedor y cuatrilingüe. Si moviese menos la bici al pedalear...
 

Le llegaba el turno al Tour de Romandía, la carrera suiza a la que la tradición reservaba el papel de preparación más idónea para el Giro, antes de que los cambios de calendario fuesen acercando en exceso ambas citas. Desde que a principios de siglo el Giro abandonó definitivamente la primera semana de junio, no se ha repetido ganador en Romandía e Italia. Sin embargo, los casos anteriores fueron bastante numerosos, con victorias en ambas pruebas (Adorni 1965, Motta 1966, Merckx 1968, Gimondi 1969, Saronni 1979, Hinault 1980, Roche 1987, Rominger 1995) o notable protagonismo (Galdós 1975, De Muynck 1976, Prim 1981, Olano 1996, Tonkov 1997, Jalabert 1999, Frigo 2001). Aun así, las coincidencias entre Trentino/Alpes y Giro también han sido unas cuantas (Bugno 1990, Simoni 2003, Cunego 2004, Nibali 2013), aunque en clave más nacional. 

Romandía ha ofrecido, como suele ser habitual, bonitos paisajes y bastantes días sombríos, más unas cuantas etapas inertes. El prólogo fue despachado por la realización con algo de dejadez, volviendo los Ineos a copar los tres primeros puestos, al modo de la pasada Volta. Parece que cuando no están los eslovenos, los Ineos aprovechan con cualquiera de su fondo de armario. De esta forma colocaban a Porte y Thomas detrás del ganador Rohan Dennis, que ha asumido en el equipo británico su nuevo rol de gregario con inusitada docilidad. 

Las dos etapas siguientes fueron para Peter Sagan y Sonny Colbrelli, con un tercer corredor en liza, Patrick Bevin. Fueron sprints de fuerza, sin trenos, que parecieron dirimirse entre sprinters maltrechos, deseosos de aprovechar sus escasas oportunidades. En el sprint de Martigny, Colbrelli fue dejado demasiado pronto en cabeza por sus compañeros y Sagan, con una mezcla de habilidad y brutalidad, supo coger su rueda, arrinconando a Bevin. En el segundo sprint, Colbrelli midió mejor su distancia y aun así ganó por la mínima al sorprendente Bevin. 

Sagan más Hulk que nunca.

En la cuarta etapa (tercera si seguimos la estúpida numeración de no contar el prólogo como primera etapa) ya se vio algo interesante. Marc Soler aprovechó sus cualidades poco explotadas de cazador de etapas y de corredor adaptado a los días de perros. No en vano, sus grandes triunfos, como el de la etapa de Lekunberri o la siempre fría París - Niza, se han disputado en condiciones semejantes. Lanzó un ataque seco poco antes de coronar el último puerto y dio una lección de rodar en el llano, con esas largas y finísimas piernas que parecen creadas para esa misión. Eso sí, se marcó una celebración algo futbolera que incendió durante una tarde twitter (ese "cementerio de los matices", como ha dicho el también tuitero Alejo Schapire). Más allá de la tontería de un gesto innecesario, preferible en todo caso a la macarrada de bajarse de la bici y levantarla en brazos, la victoria fue espectacular y demuestra que Soler tendría más éxitos si se centrase en ganar etapas. Aunque claro, compite en un equipo con una particular mitología en torno a las hazañas de julio, ya bastante alejadas en el tiempo. 

¿Un homenaje a Raúl o a la alegoría del Silencio?

Poco duraron las alegrías, sin embargo. En la etapa reina con final en Thyon 2000 se vio por fin gran ciclismo, con veinte kilómetros de ascensión constante y un tiempo asqueroso. Magnus Cort Nielsen y Simone Petilli libraron un bonito duelo en la fuga, primero marchándose el danés bigotudo, luego dándole caza el italiano del Intermarché - Wanty. De momento es el corredor que ha estado más cerca de dar un triunfo a su equipo; un equipo de nivel profesional continental, todo sea dicho. Por detrás se movieron Michael Woods, Ben O'Connor y Geraint Thomas, que en un santiamén dieron caza a los fugados (en parte, por las deficiencias de la retransmisión). El triunfo de etapa se lo disputaron el canadiense y el galés, viéndose algo ciertamente insólito. El ex-ganador del Tour se fue al suelo al escurrírsele la maneta de entre los dedos, en el momento en el que iba a ponerse de pie para lanzar el sprint. Al parecer, tenía los dedos ateridos por el frío. De hecho, poco después de entrar los corredores comenzó a nevar. Pero no es la primera vez que protagoniza un incidente así, algo extraño en alguien proveniente de la pista y con un aprendizaje inicial en las clásicas de adoquines. Thomas es especialista en caerse donde nadie lo hace, en una neutralizada comiéndose un bidón o en una subida tragándose una moto mal aparcada. Sus caídas y salidas por los aires forman ya parte de su trayectoria, tanto o más que sus triunfos. Y cuando una cosa se repite tanto, no es simplemente mala suerte. 

Ouch!

Ese estúpido incidente le privó de lucir el maillot de líder en la última etapa, una crono disputada en el revirado y entretenido circuito de Friburgo. De todas formas, Thomas no tuvo rival. La crono era toda una delicia, un circuito de los que pocas veces se ven, con bajadas complicadas, subidas adoquinadas, tramos expuestos al viento y la lluvia y una tendida subida final hasta la ciudad. A ello contribuyó también la ciudad, con sus homogéneas casas de estructura germánica, su torre gótica tipo cohete espacial y sus iglesias con campanarios bulbosos, tan característicos de toda la cara norte de los Alpes. En resumen, un escenario digno de un relato de Robert Walser, una ambientación propicia para un nuevo Nosferatu de Murnau.   

Postal desde Suiza (hacía peor día)

Ineos no lo empezó haciendo demasiado bien, con una prestación bastante pobre de Ganna, que hizo peor tiempo que Soler. Sin embargo, Porte y Thomas estuvieron a la altura, y también todo el Deceuninck en conjunto, que se llevó el triunfo con Cavagna (ya merecía un triunfo así en lo que llevamos de temporada) y que situó a dos corredores aparentemente no rodadores entre los mejores, Masnada y Cattaneo: todo un aviso para lo que se viene el próximo mes. De esta forma, la general la copaban los dos Ineos, Thomas y Porte, con la visita inesperada de Masnada al tercer escalón. Soler se quedaba fuera por tan solo un segundo. 

Algunas chapucillas (vía @__blind_side)

Ineos está fuerte y Deceuninck también. Aún así, el Giro se presenta bastante abierto, con únicamente tres ganadores de grandes vueltas en la lista de salida provisional. A priori se habla mucho de Bernal y de Simon Yates, pero uno anda renqueante y el otro suele tener mala pata. Sin duda en Ineos pondrán todo lo necesario para que el colombiano resurja de sus cenizas, con un equipo en el que destacan un Moscon en ascenso y un Ganna en descenso, dos corredores para ganarse a un público italiano falto de puntos de referencia. En Deceuninck también pueden hacer las cosas bien, con Almeida, que no se ha prodigado mucho, y Evenepoel, que viene directamente de la playa. La rutilante estrella belga se ha autodescartado, quién sabe si tratando de jugar al despiste. Lo que sí que es cierto es que no se ha puesto un dorsal desde aquel que le examinó a conciencia Bramati, cuando yacía hecho polvo tras su terrible caída. Tradicionalmente a los de Lefevere se les agota la mecha en la tercera semana, como sucedió ya con Urán, Jungels o el año pasado con Almeida. Quién sabe qué hará Masnada en la última semana. 

Continua la voracidad (vía @__blind_side)

¿Posibles sorpresas? Carthy podría hacerlo bien, pero una cosa es la Vuelta y otra bien diferente el Giro. Aunque bien mirado, después de lo de Geoghegan Hart cualquier cosa es posible. El equipo de Vaughters es ciclotímico por naturaleza y quién sabe si un nuevo maillot como el del pato les dotará de nueva fuerza. El año pasado completaron un buen Giro, con Guerreiro y Caicedo, que tomarán la salida de nuevo. Sigamos con la enumeración. ¿Hindley? Incógnita total. El año pasado los Sunweb volaban, pero este año les está costando ganar muchísimo. Es otro equipo que acostumbra a ofrecer extrañas montañas rusas en las trayectorias de sus ciclistas. De momento el rendimiento del pálido australiano ha sido muy mediocre, pero yo confío en él, a modo de apuesta personal que quizá sea devuelta a la triste realidad por la contundencia de los hechos. ¿Landa? Yo casi veo mejor a Bilbao, pero en la alta montaña el alavés tendría que ser mejor. Y digo tendría. Entre los italianos, Formolo, el mentado Masnada o Ciccone podrían hacerlo bien, pero el rosa de momento les viene demasiado grande. Parece lejana esa etapa en la que cualquier italiano podía ganar el Giro, se llamase Frigo, Sella o Mazzoleni. 

Pero en realidad, ninguno de los nombrados hasta ahora me hace realmente excesiva ilusión, salvo algunos protagonistas del año pasado, como Hindley, Almeida o Bilbao, corredores que deben tener varias cosas de cara (o muchas) para poder hacer simplemente podium. Todo pinta muy bien para Bernal, pero al colombiano se le ve algo frágil y necesitado de cariño últimamente, bastante alejado de esa pátina de hieratismo cyborg que caracteriza a las creaciones de Ineos. Como la que ganó el año pasado, sin ir más lejos. No estaría mal un triunfo que encarrilase de nuevo su senda de buen corredor, pero en esta página siempre se apuesta por la sorpresa y la subversión de las jerarquías, los desplomes de los grandes equipos y la aparición de jóvenes valores: por eso no hay mayor deseo que el de que gane otro que no haya sido ni siquiera nombrado.