domingo, 15 de marzo de 2020

À BIENTÔT

No es necesario hablar de los acontecimientos que han provocado este abrupto parón en una temporada ciclista apenas comenzada, por de sobra conocidos. Las competiciones ciclistas, como sucede con cualquier otra competición deportiva, festividad o festival, forman parte del engranaje de rutinas que marca el paso de los meses y los años. Constituyen hitos que, dada su repetición, permiten establecer paralelismos entre épocas, evoluciones y contrastes: pero sobre todo, continuidades. La ruptura de la continuidad viene marcada por algo de dimensiones incontenibles e impredecibles. Se conocían los parones por guerras, incluso los parones por hambre en el caso de la Vuelta. Se conocen, por desgracia, carreras deportivas truncadas por la guerra, desde los casos definitivos de Lapize y Faber, a aquellos otros no tan trágicos, como los de Valetti o Deloor. Este parón de 2020 nos ha pillado a todos desprevenidos, porque nada hacía prever que una enfermedad comenzada en Wuhan pudiese extenderse con tanta rapidez y virulencia. La París-Niza del 2020 figurará, en el imaginario de la comunidad ciclista, como la última carrera antes del apagón.

Imagen extraída de Apocalipsis, la Primera Guerra Mundial


Ha sido una carrera interesante y disputada, siempre pendiendo de un hilo, en la que cada etapa se ha corrido como si fuese la última. Quizá se ha alargado en exceso, con una etapa final que poco ha aportado al desarrollo de la carrera, y sí que ha supuesto que el ciclismo fuese uno de los más tardíos deportes en bajar la persiana. Algo paradójico, habiéndose tratado del primer deporte en el que se dieron el contagio y la cuarentena. A día de hoy observo con más indulgencia las ausencias del comienzo de la carrera: una prueba en la que, a cuentagotas, muchos han ido marchándose, pues primaba, de forma lógica, antes la salud y la cercanía con los suyos que la disputa de lo que no deja de ser, a su manera cruel, un juego.

La carrera nos deparó dos días iniciales corridos a cuchillo, en los que el viento volvió a demostrar que es un factor inherente al espectáculo ciclista, además de uno de sus mayores alicientes. Después de la caída en una rotonda de Barguil y Bardet, todo estalló por las aires, en uno de esos días sombríos, todavía invernales, del norte de Francia, en el que los bosques, con sus tristes árboles sin hojas, despiden humedad y una cierta sensación de orden dentro de la desolación. Quintana se mostró atento, también Higuita, pero los auténticos protagonistas del día fueron Alaphilippe y Benoot. Alaphilippe se mostró valiente, sin estar tocado por la barita (o por la poción) como en la primavera pasada. Benoot, por su parte, dio relevos sin mirar atrás, sin exigir nada, como algo característico de un corredor con tan pocos triunfos. García Cortina por detrás acercó al grupo de supervivientes, en el que demarraron Teuns y Schachmann en el último repecho empedrado.

Alaphilippe, gesticulando a la manera de Marcel Marceau, incitaba a Benoot a tirar más. Este, como una mula, no exigía nada a cambio, mientras el francés era todo codos y miradas. La reacción de Alaphilippe era la misma que en otras ocasiones se le ha visto: cuando las fuerzas flaquean, empieza el teatro, como en la pasada Amstel. Teuns y Schachmann les dieron alcance. Se trataba de dos corredores hábiles y astutos, que jugaron con un Alaphilippe desfondado. Benoot intentó marcharse, sabiéndose el menos rápido, y los recién llegados dejaron toda la tostada a Alaphilippe, como mandan los cánones del ciclismo. Con Alaphilippe amortizado, Teuns lanzó el sprint demasiado lejos, lo que le sirvió a Schachmann para cogerle rueda y ganar la etapa. A la postre, sería el vencedor de la carrera.

Plaisir - Plaisir: 1º Schachmann, 2º Teuns, 3º Benoot, 4º Alaphilippe. 


La siguiente etapa fue la decisiva, también contra el viento. Hizo un día menos sombrío, pero igual de ventoso. Esas llanuras centrales de Francia, tan abiertas, facilitan que el enemigo invisible del pelotón, el viento, lo desarbole y diezme, dejándolo como a un ejército en desbandada. Se vieron imágenes portentosas ese día, grabadas con pericia y gran sentido estético por parte de las cámaras del helicóptero. Fue un día decisivo porque el viento y los percances mecánicos dejaron fuera de juego a Alaphilippe y Quintana, y porque Higuita, con su estatura diminuta, se batió con gran bravura en el interior de un pelotón de pívots.

Pedersen y Sagan, nada menos que dos campeones del mundo, fueron los que hicieron saltar todo por los aires, como si el pelotón fuese uno de esos puentes a dinamitar en guerra. Küng intentó inútilmente meter en el grupo delantero a Pinot, pero Vanmarcke sí pudo hacerlo con Higuita. Casi los últimos 10 kilómetros fueron un solo de Pedersen, el actual campeón del mundo, que se reivindicó con digno portador del maillot. En el sprint, Sagan lanzó a Ackermann, que apenas pudo levantarse del sillín: llevaba una buena tostada encima. De su espalda salió como un fulmine Nizzolo y se llevó la etapa. En resumen, el que ha sido el mejor día de ciclismo de todo lo que llevamos de temporada (y ya veremos si no lo es de la temporada entera) fue para un sprinter poco habituado a ganar, que lleva dos triunfos este año. Perteneciente a un equipo, el NTT ex-Dimension Data, que habitualmente cerraba pelotones y poco se diferenciaba de cualquier equipo continental, pero que este año está en primera línea (también Campenaerts) gracias a los encantamientos de Riis.


Chevreuse - Chalette-sur-Loing: 1º Giacomo Nizzolo.


La tercera etapa fue más tranquila, con una pactofuga que recordó a los momentos más lánguidos del Tour. Era en parte normal, dado el esfuerzo brutal de los días anteriores. El sprint tuvo su miga, ya que se vio en él a un García Cortina imperial, ganando a base de fuerza, sin apenas levantarse del sillín, a Peter Sagan. Poco antes, una caída bastante extraña se llevó por delante a Sam Bennett y a Hugo Hofstetter, que quedó enganchado a la bici de Caleb Ewan, lastrando su avance.

3ª etapa: Chalette-sur-Loing - La Châtre: 1º García Cortina.


La contrarreloj del día siguiente mostró que Maximilian Schachmann era un líder muy sólido. Quintana e Higuita, los grandes favoritos para la montaña, no lo hicieron mal, pero Schachmann lo hizo fenomenal. Aún así, la victoria fue para Soren Kragh Andersen, un ejemplo más de un Sunweb que ha tenido una prestación muy destacada en esta última carrera.

La quinta etapa estuvo marcada por una fuga que casi llega a término, protagonizada por Alexis Gougeard y sobre todo por Jan Tratnik, que se quedó a cincuenta metros de la victoria. Esta fue, de forma también sorprendente, para Niccolò Bonifazio, sprinter de segunda fila dado a marrullerías y descensos suicidas. El italiano se desquitó con este triunfo de la anulación de su más querida carrera, la Milán – Sanremo. Con Caleb Ewan fuera de juego, el ligur salió disparado de la parte delantera del pelotón y sobrepasó a Tratnik, con uno de sus habituales bandazos. 

5ª etapa. Gannat - La-côte-Saint-André: 1º Niccolò Bonifazio.


La carrera entró entonces en un punto extraño. Los corredores norteamericanos se retiraron, dado el cierre de fronteras de los Estados Unidos. Al día siguiente, lo harían algunos daneses. Las cancelaciones y aplazamientos se iban sumando en todas las competiciones deportivas europeas en marcha, y la disputa de una carrera como la París-Niza comenzaba a resultar incómoda y cuestionable. La rapidez del avance de la pandemia era inexorable. Así se disputó la etapa con meta en Apt, una etapa rompepiernas, en la que Benoot lanzó su ataque para conseguir la victoria final.

Particularmente no confiaba mucho en el cambio de equipo de Benoot, ni siquiera en su capacidad para evolucionar como ciclista. Sin embargo, es un ciclista muy capacitado para la media montaña, que casi da un susto a Schachmann. Su forma de rodar, con su largo cuerpo plegado sobre el cuadro, los codos en ángulo recto, y las orejas haciendo de freno, ha sido la imagen dominante de esta París-Niza, junto con la forma de boquear de Schachmann, con la cabeza erguida. El alemán se fue al suelo en una curva mal tomada, lo que no le supuso pérdida de tiempo al encontrarse en los últimos 3 kilómetros.

6ª etapa: Sorgues - Apt. 1º Tiesj Benoot


Y así se llevó a la última etapa, con final en alto en La Colmiane. Higuita sin equipo y Quintana sin opciones ya no eran rivales para Schachmann. Benoot no parecía ante su terreno más propicio. Por delante marchaba una fuga, con De Gendt y Alaphilippe, entre otros. De Gendt quería honrar el último día de ciclismo de la única forma que sabe: escapado. Ciertamente se trataba de una jornada extraña, disputada con el mismo aire triste de despedida que se da cada año al cierre de la temporada en el Giro de Lombardía, pero también con la sensación de estar desarrollándose de forma inútil e innecesaria. La sensación de despedida quedaba en cierta forma solapada bajo la necesidad de que la carrera acabase ya, cuanto antes. La extensión del miedo, la sensación paralizante de una reclusión obligatoria y al mismo tiempo solidaria, la imposibilidad de hacer planes, la necesidad de dejar todo en suspenso, el trabajo, las relaciones, los amigos, la vida en general, hacían que cada pedalada fuese un gesto inútil, y al mismo tiempo necesario como despedida de ese tiempo de las rutinas, de las continuidades, del que De Gendt escapado era el máximo ejemplo. Ver a De Gendt escapado daba la falsa sensación tranquilizante de normalidad en un mundo dominado de pronto por la anomalía, la salida de los raíles marcados y el inicio del vacío y la incertidumbre.


De Gendt en La Colmaine: todo normal, circulen. 


De Gendt destrozó, como es habitual, a sus compañeros de escapada. Los fue dejando atrás uno a uno, sin pedir relevos. Nada había cambiado. Podíamos estar tranquilos: De Gendt estaba ahí, diciéndonos con su gesto que todo era normal. O también recordándonos que el tiempo de la normalidad, de los comportamientos habituales (el suyo en fuga), tocaba a su fin. Alaphilippe, después de recriminar, en comandita con Bettiol, al joven Paret Peintre su falta de relevos, estalló al intentar seguir el ritmo de De Gendt. No estuvo mal. Pero la diferencia no fue suficiente para De Gendt, al que finalmente se le dio caza. La victoria fue para Quintana, demoledor en los últimos kilómetros. La nueva versión de Quintana, atacante, joven a pesar de sus treinta años (o más), es la de un corredor que ha abandonado de golpe, con el saludable cambio de aires, la manía de mirar atrás y esperar que otros actúen. Un corredor que está siendo, que ha sido, el mejor de la temporada.

Ataque de Quintana en La Colmiane. 


Quintana se llevó la etapa, demostrando que un mundo le separa en montaña de los demás. Por detrás, Benoot lo intentó con mucho valor. Daba la impresión, durante la mayor parte de la ascensión, de ir padeciendo a cola. Sin embargo, se sacó de la chistera un último ataque para poner emoción a la carrera hasta su último metro, y hacer de esta París-Niza una bonita despedida, un broche final a un ciclismo que se despide hasta saber cuándo. Espero por el bien de todos que sea hasta muy pronto.

sábado, 7 de marzo de 2020

ANNUS HORRIBILIS

La primavera intanto tarda ad arrivare.
Franco Battiato


Hace más o menos un año, imbuido del tono involuntariamente nostálgico que a veces se apodera de esta página, escribía sobre La course en tête, ansioso a la espera de una primavera que, como todos los años, tarda en llegar. Este año, con cancelaciones e incertidumbres, parece que directamente nos la tendremos que saltar.


Mañana comienza la París - Niza, en un ambiente enrarecido de desbandada generalizada de los grandes equipos. Pero en Italia, la Milán - Sanremo no se va a disputar, y tampoco Strade Bianche ni Tirreno - Adriatico, los aperitivos. Según la organización se han pospuesto, aunque será difícil encontrarles acomodo en una temporada sobrecargada, con Juegos Olímpicos incluidos. Si se repara en que la Classicissima solo ha dejado de disputarse durante tres años, uno se da cuenta de la dimensión de la tragedia. 1916, 1944 y 1945, tres annus horribilis. 1916: la primavera posterior a la entrada italiana en la Gran Guerra. 1944 y 1945, los años de la ocupación nazi de la Alta Italia y la formación de la República de Salò, años de guerra civil encubierta bajo el telón de la II Guerra Mundial. Partisanos contra pidocchi neri, con el trasfondo de pueblos masacrados. En resumen, cataclismos, desastres y muertes por doquier. Y ahora, el coronavirus. ¿Es para tanto? No lo sé. No quiero jugar, como Trump o Rallo, a epidemiólogo. Aunque siempre es mejor prevenir que curar.


Así pues, habrá que tener en cuenta lo disputado hasta ahora, incluidas las pachangas de pretemporada, porque si no esta página corre el riesgo de quedarse tan tiesa como la temporada ciclista. Hasta el momento cuatro han sido los ases de la baraja, dos de la nueva hornada, Evenepoel y Pogačar, casi valets ascendidos a reyes; los otros dos, Nairo Quintana y Adam Yates, más bien comodines inesperados. Los cuatro han sido los Della Santa de la temporada 2020.


Remco Evenepoel ha destacado en todos los terrenos, contra el viento, en solitario, en subidas tendidas y en subidas explosivas. En su maduración, se le está afilando la cara, adoptando un buen perfil ciclista. Por su parte, Pogačar se dio un paseo por la Volta a la Comunidad Valenciana, entre autopistas, naranjos y cuestas de cabras. A pesar de su cara de niño despierto, jugó con sus rivales como un experto veterano, en una carrera claramente descafeinada.


Parallels


Aunque las grandes sorpresas han sido las de Nairo Quintana y Adam Yates. El colombiano, en modo revenant, rompió los grilletes y lanzó un ataque a falta de siete kilómetros para la meta del Chalet Reynard. Solo tiene treinta años (¿quién lo diría?). Más de un minuto endosó a Lutsenko. En los emiratos, Adam Yates imitó al colombiano en la subida a Jebel Hafeet. De estos gemelos nunca se sabe, se intercambian los roles de bueno y malo con mucha facilidad. Ahora es Adam el bueno de "los gemelos golpean dos veces". Para mí son siempre el mismo, rodando en la punta del sillín, con el menudo cuerpo algo erguido, con inusitada fuerza en una subida en la que rodar. Un minuto le metió a Pogačar, más estético en su marcha, con más ansia por ganar, dado el patrocinador.






Piet Quintana







Las autoridades decidieron que se corriera "a puerta cerrada"


En una vuelta carente de brillo y aliciente como el tour de los emiratos, se repitió la subida a Jebel Hafeet. En la revancha, Adam Yates reguló, aunque tenía intenciones de ganar otra vez, en esta ocasión con más cálculo que fuerza. Sin embargo, Pogačar aprovechó los descansillos para rodar a placer y darle alcance. Lutsenko se valió del parón delantero para alcanzar al dúo y la cosa se dirimió al sprint. Ahí fue Pogačar el más listo, ganando una vez más por fuera (como en Cullera), aprovechando hasta el último centímetro para lanzar la bicicleta y arrebatarle el triunfo a un negligente Lutsenko, que ya estaba celebrando.


Robada de cartera final, a lo Freire.

Y luego, la paralización, la alarma, el confino. El sainete. El virus se había colado en el pelotón, como aquel espontáneo que se coló en su día en la vuelta a Andalucía. Entre autoridades inoperantes, organizadores de RCS de turismo, periodistas españoles olisqueando carnaza y los italianos propalando rumores a la mínima, se vivieron momentos esperpénticos. Los medios generalistas repararon en el ciclismo por primera vez en mucho tiempo. Los ciclistas estaban confinados, pero podían desayunar codo con codo. El número de sospechosos de infección iba bailando. Los periodistas italianos tenían el twitter bien a mano a la mínima que oían pasar una sirena. Por desgracia, Cofidis, Groupama-FDJ, Gazprom y parte de UAE aun siguen allí.


El fin de semana de apertura flamenco se disputó en un ambiente enrarecido, con medio pelotón internacional retenido en los emiratos. La Omloop Het Nieuwsblad trajo ya el aroma del ciclismo auténtico, en un recorrido muy familiar, con Kapelmuur y Bosberg enlazados. Por delante se marcharon Jasper Stuyven, Yves Lampaert, Søren Kragh Andersen, Tim De Clercq, Mike Teunissen y Matteo Trentin, y los tres primeros salieron del cedazo que siempre ha sido la subida a la capilla. Trentin trató de alcanzarles, pero fue en vano. En el sprint, Stuyven manejó bien a Lampaert, consiguiendo por fin su primera gran clásica.


Lugar para grandes fotos (pic. Tim De Waele)


En la Kuurne-Brussel-Kuurne (con meta en Kortrijk), fue Asgreen el predestinado de Deceuninck. Dio toda una exhibición de rodar en el llano, de forma incansable, con esa cuerda particular que tienen los de Lefevere para el pedaleo redondo. Los escapados Roy Jans y Boris Vallée saltaron por los aires, arrastrados por el vendaval que Asgreen abría a su paso. Cuando el pelotón estaba a punto de darle alcance, un oportuno fallo en la señalización de una rotonda decantó finalmente la balanza en favor del trotón danés, que consiguió así un gran triunfo.
 
Entre semana llegó Le Samyn, una carrera que siempre deja buenas imágenes a pesar de su participación, en general bastante pobre. El circuito final transita por caminos adoquinados infames y embarrados, entre poblaciones de casas destartaladas de ladrillo rojo, a la manera del poblado minero simulado, decrépito y casi abandonado, de Bienvenidos al norte. Es el paisaje idóneo para un gran día de ciclismo, aunque también para una película de Kean Loach sobre huelgas mineras. Esta vez Hugo Hofstetter pudo llevarse un triunfo que parecía marcado de antemano para los Deceuninck.


La Samyn, el paisaje ciclista.


Esto ha sido el ciclismo hasta el momento. ¿Y ahora qué? Nos espera una París - Niza con Quintana como máximo aspirante, dada la rajada general. Las autoridades recomiendan que los equipos no repartan botellines ni cojan nada del público, que no se firmen autógrafos ni se choquen manos, y que las puertas de los hoteles se abran con el codo. ¿Se extenderá la plaga, la psicosis? ¿Llegará al norte? ¿Habrá Giro? ¿Las carreras disputadas hasta el momento serán nuestro "Giro di guerra"? ¿Las deberé puntuar doble?


En el Nosferatu de Herzog, los burgueses salen a comer y a beber a la calle y a las plazas. Borrachos, cantan, bailan, se besan entre ellos, brindan y comen a placer. "Nuestra última comida", dicen saludando, copa en mano, a una perdida Isabelle Adjani. Poco después, la mesa se llena de ratas. El asqueroso vampiro ha traído consigo la peste y la destrucción. Así tendremos que hacer los aficionados al ciclismo: disfrutar de cada carrera como si fuese la última, en este año extraño de miedos, paranoias y enfermedades contagiosas.