domingo, 9 de octubre de 2022

DE MARZO A OCTUBRE

Con las hojas caídas de Lombardía baja el telón de una temporada más, al menos en lo que se refiere a las grandes carreras. Esta vez no ha habido oscuridad, ni cortinas de lluvia, ni coches con las luces encendidas; el benévolo clima continúa, devorando meses en favor de un verano eterno. Lo que sí que ha habido es un mismo ganador, Tadej Pogačar, uno que levanta la persiana en marzo y la baja en octubre, como los ciclistas clásicos. Quizá no ha sido esta su mejor temporada, habiendo encontrado rivales generacionales que han hecho que aflore su faceta más frágil y humana. Pero desde la derrota del Tour, ha sabido tomar distancia para volver a la victoria, en una progresión ascendente hasta Lombardia, con tan solo un bache en Wollongong.

Quinto triunfo de los que cuentan.

La carrera comenzó con un paseíllo en honor a Valverde y Nibali, para adquirir a partir de ese momento un tono monócromo. Bicromo, si se prefiere: blanco y negro, el del color del maillot de UAE. Pogačar estuvo en todo momento arropado por su equipo, que presentaba una alineación incluso mejor que la del pasado Tour. Después de su sprintaco en la Tre valli varesine, le valía incluso mantener la carrera controlada para llegar en un grupo grande. Covi realizó el primer tramo de la prueba, Almeida marcó un fuerte ritmo en la ascensión a la Madonna del Ghisallo y finalmente Formolo dinamitó la carrera en el paso por Civiglio. Jumbo en algún momento intentó rivalizar con UAE por tomar el mando de la carrera, con Harper y Oomen, pero a la hora de la verdad Vingegaard se encontró bastante solo y no tuvo fuerzas para seguir a los mejores. 

UAE más dominador que en el Tour.

 

De esta forma, el Ghisallo se ascendió a bloque, sin ataques; a continuación nadie se movió en la bajada y el llano hasta Como. En el primer ascenso a San Fermo della Battaglia tampoco hubo movimientos. Fue en Civiglio, subida más larga y explosiva, en la que se jugó la carrera. De hecho, la carrera explotó de golpe, como si el sube y baja constante y el vértigo producido por la sinuosidad y estrechez constante de la ruta, hubiesen provocado el colapso de gran parte del pelotón. Davide Formolo aceleró la marcha a falta de 18 kilómetros, exhibiendo toda su panoplia de tics, y los corredores comenzaron a abrirse por detrás. Una vez Formolo se hubo retirado de cabeza, tan solo quedaron por delante Tadej Pogačar, Enric Mas y Mikel Landa. Vingegaard intentó conectar, pero sin éxito. Así pues, en un pispás se había formado el terceto que se iba a jugar la victoria. Como suele pasar en Lombardía, la selección se hizo rápido, de forma súbita, quedando tan solo los más fuertes delante, sin ningún gregario con el que poder camuflar las flaquezas individuales.

Pogačar continuó la aceleración de su gregario, quedando tan solo Mas a su rueda. Pero Mas parecía no querer pasar al relevo. Por detrás marchaba Valverde, todavía con posibilidad de conectar, y Mas parecía por tanto recurrir a su táctica bien aprendida de coger la rueda y esperar. Ello provocó la entrada de Landa, que se mantenía a unos metros. Landa realizó una carrera sorprendente, demostrando que había llegado a la chita callando a la cita otoñal, ocultando su auténtico estado de forma. Cuando Pogačar y Mas se miraban, Landa conectaba, y volvía a ceder cuando la carrera se tensaba. La subida a Civiglio se hizo a fuego, con las piernas más frescas debido a la supresión de la subida a Sormano. Mas lo probó, en su nueva faceta ofensiva, pero esta vez no iba a poder dejar a Pogačar. Por detrás, a la desesperada, Bardet e Higuita trataban de conectar, mientras Vingegaard iba perdiendo fuelle, siendo absorbido por el grupo de Valverde, Adam Yates, Molard y Mollema. 

 

Aceleración en Civiglio. Mas y Landa aguantan. Vingegaard cede.

 

El estrecho paso entre casas marcaba el inicio del descenso. Landa primero y más tarde Pogačar forzaron en el descenso, pero Mas demostró haberse recuperado de su miedo a las bajadas. No se sabe qué psicólogo o chamán habrá conseguido alejar sus temores, pero habrá que darle un aplauso. No hay escenario mejor para lograrlo que el recorrido enrevesado, plagado de trampas, de Lombardía, en el que los ciclistas parecen correr con anteojeras que les evitan ver los precipicios y muros que se abren a ambos lados. Las carreteras estrechas y sinuosas que ascienden a estas colinas tan urbanizadas se asoman al lago de Como como si fuese el mar. 

Llegados al llano, a la ciudad con sus bloques y sus barrancos canalizados, Pogačar, Mas y Landa se relevaron con total acuerdo. La posibilidad de que llegase el grupo de Valverde desde atrás era muy remota. De hecho, del grupo trasero se destacaron Carlos Rodríguez e Higuita. Landa parecía bastante empeñado en aumentar la ventaja, queriendo amarrar un podio con el que nadie parecía haber contado. También Pogačar, que no se escondió en este tramo llano. En la segunda ascensión a San Fermo, Mas lanzó dos ataques, que sirvieron para descolgar a Landa, pero no a Pogačar, que incluso se permitió el lujo de acelerar en la propia cima. 

El trío delantero entrando en San Fermo della Battaglia.

 

El sprint tuvo más historia de lo que se podría haber esperado. Mas y Pogačar estuvieron un tiempo de tú a tú, codo con codo, hasta que Pogačar se sentó, cambió y abrió un hueco que le permitió finalmente ganar por más de una bicicleta de diferencia. Landa conseguía la tercera plaza, Higuita la cuarta y Rodríguez la quinta. Valverde ganaría el sprint de su grupo. 

 

Pareció por menos de lo que fue en realidad.

 

De esta forma, Pogačar salva una temporada en la que, a pesar de sus dieciséis triunfos, faltaba una victoria de primer nivel. Sigue siendo un regalo para el espectador un corredor así, atacante, a veces en exceso impulsivo, completo, con su punto arrogante en carrera pero amigable fuera de ella, y poderoso en el sprint. Si bien el año pasado ganó mediante un ataque lejano y contó con la complicidad de Valverde y Alaphilippe, que se anularon mutuamente en el grupo perseguidor e impidieron con su presencia y su racanería que se produjera la caza, esta vez Pogačar ha tenido que ganar mostrando el máximo de su potencial ante un ciclista que le ha puesto las cosas muy complicadas en el final de año. Mas, de hecho, ha mostrado su mejor versión como ciclista en este final de temporada, a años luz de actitudes previas en el equipo telefónico. 

Landa siempre tercero en Italia.

 

viernes, 7 de octubre de 2022

RESURRECCIÓN NAVARRA

La actualidad me obliga a centrarme en un equipo que ha pasado bastante desapercibido en este espacio, el equipo Movistar. Resulta cuanto menos curioso que el equipo navarro se haya convertido en noticia positiva a estas alturas de la temporada, cuando ya todo el pescado está casi vendido. Dos causas han contribuido a este hecho. Por un lado, el miedo al descenso, que ha traido como consecuencia que las cabezas pensantes de Movistar hayan abandonado su congénito desinterés por aquellas pruebas de un día que no son ni la Flecha ni la Lieja. Han descubierto partes del calendario nuevas, antes no exploradas. Como los marineros de antaño, han superado sus miedos al finesterre y sus islas de San Brandán, descubriendo nuevos horizontes. La otra causa ha sido, claro está, la inminente despedida de Valverde. Con sus carnes enjutas, su barba spaghetti western y su chepa ya poco disimulada, busca la salida a hombros por la puerta grande, con el pecho lleno de cadenas, escapularios y medallas. 

No estaban muertos.


Resulta igualmente curioso que la resurrección del equipo navarro llegara en el momento del eterno entierro de la reina inglesa. Mientras todos los periodistas patrios, fuesen del signo que fuesen, se lanzaban a la alabanza sin fin de la caduca y podrida institución monárquica, con sus anacrónicas costumbres, una noticia pasaba desapercibida: la cancelación express del Tour of Britan in media res daba el triunfo final a Gonzalo Serrano, otorgando unos puntos valiosos para la salvación. Poco después, el mismo Serrano rivalizaría con van der Poel y Girmay en la ciudadela de Namur, en el Gran Prix de Valonia. Gracias a este flotador de emergencia lanzando en medio de un naufragio, las cabezas pensantes de Movistar ya tuvieron a bien ceder a Cortina para el mundial. No así a Mas, en la forma de su vida. 

¡A las armas!

 

Llegaban así las carreras italianas, tan bellas a su manera. Desde aquí me declaro fan absoluto de estas carreras, con sus carreteras cuarteadas, los tonos incipientes del otoño en los bosques y las cabezas peladas y canosas de sus voluntarios y de su público en meta, ataviados casi todos ellos con fachalecos italianos. Son carreras que tienen todavía cierto aire artesanal e improvisado, alejadas de las grandes organizaciones, aun gozando cada una de ellas de un albo d'oro envidiable. En ellas, gracias a las premuras del descenso, Mas y Cortina iban a conseguir los mejores triunfos de sus respectivas carreras deportivas.

En la Coppa Agostoni ya comenzó a vislumbrarse el nivel de forma del equipo. La victoria se la jugó un grupo selecto de nueve corredores, con Vincenzo Nibali, Domenico Pozzovivo, Andrea Piccolo, Davide Formolo, Guillaume Martin, Enric Mas, Alejandro Valverde y Sjoerd Bax, un corredor desconocido del Alpecin, con buena planta de rodador. Mas controló en todo momento el grupo para llegar al sprint con Valverde, pero el murciano se precipitó. Con un ímpetu y una inconsciencia que hacían recordar al sprint de Innsbruck, Valverde se lanzó a por la victoria a falta de 300 metros. Hubiese sido suficiente de no haber estado Bax, un corredor que, en cuanto enrolado en Alpecin, debía ser a buen seguro buen sprinter, como bien demostró. 

La enésima foto de Valverde con la nueva generación.

 

En el Giro dell'Emilia le llegó el turno a Enric Mas. Explotando unas tremendas piernas provenientes de la pasada Vuelta, fue capaz de poner en apuros a Pogačar en el penúltimo paso por San Luca. El esloveno se mantuvo a duras penas a su rueda, sin levantarse del sillín, mostrando que ya no le vienen tan bien estos finales en cuesta, o que estaba guardando fuerzas para otros momentos aun importantes de la temporada. En el descenso fueron alcanzados por Pozzovivo, Valverde y Urán, que volvieron a quedarse en la última subida. El cedazo de San Luca separaba la juventud de la veteranía. Pozzovivo aguantó solo un poco menos que Pogačar, que también tuvo que ceder ante el ataque de Mas. Ante el cadavérico Mas, Pogačar parecía sacado del país de Jauja de Brueghel. Peldaño a peldaño, Mas ascendía al santuario, consiguiendo de esta forma su mejor triunfo profesional, tapando muchas bocas. Por un momento había hecho recordar a aquel corredor de Quick Step que un día fue, o incluso a Contador ganando la Milán - Turín tras salir de su sanción. 

Sueños húmedos de Movistar de cara al próximo Tour.

 

La Coppa Bernocchi, segunda carrera del Trittico Lombardo, se resolvió al sprint con victoria de Davide Ballerini. García Cortina perdió una primera oportunidad al entrar mal colocado. La tercera tabla del Trittico, la Tre valli varesine, se volvía a presentar como una reedición del duelo Movistar - Pogačar. UAE controló la carrera para su líder, aunque Movistar tomó la iniciativa en los últimos kilómetros. Un grupo de una veintena de corredores se iba a jugar la victoria en las calles de Varese. Einer Rubio y Enric Mas comandaban el pelotón, con Pogačar y Valverde a rueda. El sprint se lanzó desde lejísimos: a la par en inconsciencia, la carne lozana de Pogačar prevaleció sobre la ajada de Valverde, consiguiendo la victoria con otro de sus tantos sprints para enmarcar (y van...). Sergio Higuita pudo finalmente colarse en el segundo escalón, superando a Valverde en los últimos metros. 

Cada día mejor sprinter. Y quizá peor escalador.


De esta forma se llegó al último episodio de este otoño dorado de los telefónicos: el Gran Piemonte, anteriormente conocido como el Giro del Piemonte. Organizada por RCS, la carrera se ha convertido en los últimos años en un coto para sprinters de segunda fila, aunque este año la inclusión de una cota doble a falta de cuarenta kilómetros (il Pinoletto y el Col d'Arsete) puso bastente aliciente a la prueba. Se disputaba en el mismo paisaje de colinas y palacios en el que Simon Yates ganó su segunda etapa en el pasado Giro. Movistar forzó en la subida con un ataque de Matteo Jorgenson, creándose una selección de una veintena de corredores, que se jugarían la victoria. Por detrás se había quedado Olav Kooij. En los últimos cuarenta kilómetros de planicie se vivió una interesante persecución, con Intermarché - Wanty tirando por delante, con la colaboración tardía de Movistar. Los dos pelotones fueron atravesando como flechas la adormecida llanura piamontesa, con sus grandes localidades sumidas en una incipiente bruma. A pesar de la malísima colocación de Cortina al entrar en la recta de meta de Beinasco, supo sortear corredores, a la manera de aquel sprint de locura de McLay, para llevarse el triunfo por más de una bici sobre Matej Mohorič

Su tercer triunfo profesional (¿quién lo diría?)

 

Estas han sido por tanto las carreras de preparación para il Lombardia de este fin de semana, en el que se prevé un interesante duelo a tres bandas entre Movistar, Pogačar y Vingegaard. El danés ha vuelto de su merecido descanso, ganando dos etapas en Croacia y acallando extraños rumores sobre su estado de forma y salud. A diferencia de otros años, hay bastantes candidatos que parecen haber llegado en forma a este final de temporada. Aparte de los mentados, habrá que contar con Vlasov e Higuita, con algún Education First, e incluso con Mohorič, sin duda atraido por los descensos siempre al límite de la prueba. Es lo dado de este nuevo ciclismo: aunque se vislumbra el cercano final de temporada, siempre triste a su manera, algunos podrían seguir corriendo ininterrumpidamente hasta la próxima temporada. De hecho, algunos enlazarán con otras disciplinas, en el circo interminable en el que se ha convertido el ciclismo, entretenimiento en perpetuo bucle, al modo netflix enlazando capítulos ante un espectador dormido o en coma. Diversión con la que poder llenar horas y horas, con la que distraerse y combatir los sinsabores del día a día, como quien se emborracha cerveza tras cerveza en un bar hasta caer en redondo. Al menos se ven bonitos paisajes, digo yo.

De vacaciones en Istria y Dalmacia. Como los austriacos.