domingo, 29 de julio de 2018

SKY, CASA DE RECAMBIOS

Arco de triunfo, tomas aéreas, champagne y ribetes amarillos: con la solemnidad del protocolario "fin de fiesta" de París (un día de escasa o casi nula competición), se pone fin a la aventura de tres semanas que supone el Tour. Una aventura que antiguamente propiciaba ilusiones y noches en vela, pero que cada vez es más renqueante, como una galopada protagonizada por achacosos podencos. Una película a la que se le notan las costuras, en la que se sabe que el chico acabará con la chica desde el primer minuto, a pesar de que la protagonicen las superestrellas del momento: así es el Tour. En este terreno baldío, expoliado y tiranizado durante años por sinvergüenzas y personajes sin escrúpulos, Sky ha encontrado el ambiente perfecto - un aire viciado de invernadero - para criar sus particulares especímenes. 

Un triunfo muy merecido de Kristoff, el sprinter que junto a Sagan, pasa mejor la montaña.



Y sin embargo aquí seguimos hablando del invento, escribiendo sobre el tema, malgastando el tiempo durante casi un mes entero, pegados al televisor y al móvil, sumidos en largas conversaciones sobre un Tour aburrido, uno más, quejándonos como amargados ancianos de banco de parque público, con añoranza de tiempos pasados. En todo este ambiente enrarecido, irrespirable como decían en la portada de L'Equipe, Sky hace brotar sus hierbas. Flores exóticas, flores carnívoras, malas hierbas que se enroscan y se enredan como una tupida maraña de zarzales que ha acabado ocultando campos y châteaux, monumentos y bosques, montes y canales, hasta hacerse con todo el mapa de Francia, como una plaga. Han secuestrado la carrera y con un síndrome de Estocolmo del copón seguimos hablando de ella. Seguimos hablando de ellos. Su desfachatez llega al extremo de haber creado un cyborg alternativo al cyborg ya existente; un cyborg reluciente y polivalente, y además humilde, que sustituye al cyborg ya conocido y cuestionado, ese cyborg tan polite de origen colonial. Thomas ha sido el recambio perfecto, uno más en esta casa de recambios inagotable que es el Sky. Un recambio para no soliviantar al público francés con la presencia de un corredor blanqueado por la bajada de pantalones antológica de la UCI y la AMA durante las vísperas del Tour. 

Irrespirable

El recambio había sido planeado hacía ya bastante tiempo. Las incertidumbres del inicio de temporada obligaban a que en sky intentasen amarrar una victoria en julio con un plan B. Y el plan B ha sido Geraint Thomas, el gregario perfecto, el corredor batallador, el chico humilde de Cardiff, ya un hombre maduro, que parece conservar en su mirada limpia la inocencia del adolescente que evitó las tardes de taberna, alcoholismo, dardos y snooker, con una bicicleta como instrumento de libertad. En el campo de pruebas habitual que es Dauphiné, Thomas había dejado caer señales del calibre y espesor de su preparación. Algunos quizá se dieron cuenta de lo que podría ocurrir en julio: yo no. ¿Su trayectoria y palmarés auguraban algo parecido? Siempre me había parecido que aquellos que defendían que podía ser un corredor de grandes vueltas simplemente estaban dejándose llevar por la convincente propaganda anglosajona. He de tragarme mis palabras, por tanto. 




En su defensa hay que decir que posee un palmarés previo a su victoria en el Tour significativamente mejor que el de otros ganadores recientes, tipo Riis, Pereiro o Sastre. También que su mutación de rodador y corredor de clásicas a vueltómano no ha sido cosa de este julio, sino que se remonta a 2015 o 2016, algunos dicen que de forma gradual. Pero mutación hubo. Sin embargo ha gozado siempre de buena prensa, incluso entre el público tan exigente de twitter, por su planta, por su vinculación temprana a las piedras y, por qué no, por su hasta el momento proverbial mala suerte (o falta de habilidad) en forma de caídas. No tengo ningún recuerdo suyo de su etapa en Barloworld: aparece de golpe camino de Arenberg con el maillot de campeón británico en una etapa del Tour de 2010 en la que finalizaría segundo. La etapa posterior al safety car mafioso de Cancellara y José Iván Gutiérrez. Los entendidos decían que venía de la pista y le gustaban las piedras. Era el año 1 de esta factoría que luego sumiría con su humo negrísimo al mundo del ciclismo en una nueva era de oscuridad.

Thomas, un amante de las piedras.


Su terreno predilecto parecían las clásicas, allí donde el equipo negro andaba un poco más cojo. Le veo rodando mano a mano con Daniel Oss camino de Sanremo, siendo atrapados en el Corso Cavalotti. También le veo en una Harelbeke, su gran victoria de un día (¿no parecía entonces un Stannard menos robusto, con más garbo, un poco atrancado?). Y cómo no, también en aquella ventosa Gent-Wevelgem que acabó llevándose Luca Paolini, antes de hundir, cual Tony Montana, la cabeza en una montaña blanca. Una ráfaga de infernal viento flamenco se llevó al galés literalmente en volandas, en una de esas imágenes que suelen emitir los noticiarios o los programas de refrito y relleno de Eurosport, a los que les faltan las risas enlatadas. No fue la última vez que se le vio por los suelos: en un descenso del col de Manse, en el Blockhaus al chocar con la moto de un carabiniere aparcada con desgana y mala sombra en un lugar indebido, en el Mont du Chat...

Su época de clasicómano (Gent-Wevelgem de 2015)

Un día malo y caídas, ese parecía su sino en las grandes vueltas. Sin embargo este año ha sido un ganador de Tour indestructible, sin un día malo, sin un desliz. Un ganador solvente, sin grandes alardes, pero sí con unos hachazos de inusitada e insultante fuerza en los últimos kilómetros de las etapas de montaña, en pos de la bonificación, como si no se hubieran escalado anteriormente puertos, como si el desnivel de las etapas alpinas y pirenaicas fuese el equivalente al de la llanura que separa el Kemmelberg de Wevelgem. En resumen, unas arrancadas con el made in United Kingdom & N.I. en la solapa. 


Cyborg moreno (recambio) - Cyborg rubia (la ya vista)


Dumoulin ha sido su víctima, una vez más segundo. El excepcional rodador holandés ha demostrado de nuevo ser el que posee el cuerpo más elegido por los dioses del ciclismo para las grandes victorias. Sin embargo, como viene siendo habitual, ese cuerpo único no está acompañado por la mente de un Clausewitz, ni mucho menos. Tampoco los que conducen el coche de su equipo son Bobby Fischer, precisamente. A ello se suma un equipo sin el potencial necesario para enfrentarse a una trituradora de carne humana como Sky. Geschke, Haga y Ten Dam se han limitado a seguir en el grupo hasta donde han podido, hasta que sus cuerpos han dicho basta, y poco más. Aún así, Thomas tampoco ha demostrado una superioridad arrolladora en confrontación con el holandés. Han llegado prácticamente juntos en casi todas las etapas del Tour, siendo irónicamente la llegada del Mur de Bretagne aquella más decisiva. Ya se sabe, la maldita primera semana y sus trampas. Una vez más queda la sensación de que ha perdido Dumoulin más de que han ganado sus rivales. 

Vayamos a los números. En la contrarreloj por equipos, Sky sacó a Sunweb solamente 7'', lo que era sin duda una buena defensa de posiciones por parte del equipo germano-holandés. Sin embargo, en el Mur de Bretagne Dumoulin perdería 50'' debido a un inoportuno pinchazo, que se convertirían en 1'10'' al añadírsele una justa sanción por un descarado trascoche (para lo único que sirvieron los chóferes del Sunweb fue para conseguir una sanción de 20''). Fueron los Alpes el lugar en el que Thomas y sus amos decidieron lucir sus nuevas aplicaciones de cyborg: sendos hachazos finales le reportaron 20'' en La Rousière y 2'' en Alpe d'Huez, además de las consabidas bonificaciones por los triunfos de etapa. En el fantástico final del Col de Portet, en la microetapa de 65 km,  Thomas le endosó de nuevo 5'' con su demarraje en cuesta. En la crono final Dumoulin recuperó 14'', logro en parte debido a que Thomas levantó el pie en su tramo final descendente para no arriesgar, en un intento añadido (y fallido) de ofrecer una victoria compensatoria a Froome. Así pues, si a la diferencia final de 1'30'' entre el galés y el holandés sumamos la diferencia de bonificaciones obtenidas (21'' a favor del galés), tenemos ahí los 1'51'' que separan a Dumoulin de la gloria. De todas formas, si se descuentan las diferencias de la crono por equipos, del pinchazo y la sanción y las bonificaciones, Thomas aun cuenta con ventaja sobre Dumoulin: victoria merecida por tanto. 

De maillot amarillo en la cima circo. 

¿Qué se esconde tras estos números? Una primera semana anodina, sin lucha para formar las escapadas, pero sin un dominador claro en los sprints; una formidable defensa del amarillo por parte de Van Avermaet en la primera etapa de montaña; un golpe de mano de Sky en dos etapas alpinas y un tímido intento de Lotto - Jumbo con Kruijswijk de alterar lo inevitable; la colaboración inexplicable de Movistar en la Croix de Fer y el naufragio total de la tricefalia; un trenecito-sky más tren de carga que nunca, con innumerables vagones (Rowe, Poels, Kwiatkowski, Castroviejo y Bernal); un descontrol organizativo total en Alpe d'Huez, con espectadores subnormales armados con bengalas, provocando la caída y abandono de Nibali; el festival de muecas de Alaphilippe, digno sucesor de Virenque y Voeckler, con un maillot a lunares obtenido casi sin contestación; la expulsión de Moscon por liarse a mamporros, una vez más; nuevo caos organizativo, en el que el pelotón fue rociado con gas pimienta; una absurda parrilla de salida en la que solo faltaba un Jean Todt de atrezzo para simular un paddock de F1 y que los ciclistas (como los espectadores) se tomaron a guasa; una pírrica victoria de Quintana en el col de Portet; Sagan consiguiendo su sexto maillot verde, pese a una dura caída, con una diferencia abismal con el segundo; una última jornada pirenaica en la que Dumoulin se limitó a atar en corto a Roglic, saliendo a sus repetidos ataques, haciéndole de este modo el trabajo a Thomas, y un fantástico descenso de Roglic del Aubisque, que sin embargo no le valió el tercer puesto por una desastrosa contrarreloj al día siguiente. 


Dos momentos bajos del Tour. ASO piensa poco en los ciclistas. 

Esto en resumen ha sido el Tour, en un párrafo un tanto telegráfico me ha cabido. Como es habitual, ha habido más polémicas que chicha auténtica. Algunas etapas volvieron a ser interesantes, gracias a un Lotto-Jumbo que jugó un poco más al ataque en las etapas de Alpe d'Huez y Bagneres-de-Luchon, gracias al buen estado de forma de Gesink, Kruijswijk y Roglic. A pesar de ello, Sky ha controlado todo con una endiablada estrategia, consistente en dejar marchar escapadas multitudinarias en etapas de montaña, marcando detrás el ritmo que les convenía y debilitando a los rivales, que al filtrar gente por delante no tenían suficiente personal como para marcar un ritmo alternativo en el paquete de favoritos. Por otro lado, Sky ha estado en todo momento preocupado por mantener el trenecito compacto para trabajar en los llanos entre puertos, tirando de la magistral naturalidad de Bernal para solventar la papeleta final en el último puerto. La máquina perfectamente engrasada de todos los julios, dejándonos con la misma sensación de déjà vu de siempre, con el amargo presentimiento añadido de que la casa de recambios sky, la del humo negro, tiene cuerda para rato.   


sábado, 21 de julio de 2018

EL PARAÍSO PERDIDO

Esta no es una entrada sobre actualidad ciclista. En estos momentos se está desarrollando un Tour de Francia, uno más bajo el dominio aplastante del equipo Sky. Las circunstancias previas a su comienzo no fueron las más idóneas, ni su desarrollo está siendo lo que se dice apasionante, por decirlo de una manera fina. Ante el hartazgo algunos hablan ya, con algo de ánimo catastrofista, de "fin del ciclismo", aunque temo que el ciclismo lleva ya mucho tiempo en la cuerda floja, más del que imaginamos, y su existencia precaria está en relación con su carácter itinerante de feria que se traslada de pueblo en pueblo, a medio camino entre una producción cinematográfica y un espectáculo de pressing catch. A pesar de ello, algo parece que se ha quebrado durante estos días, algo más que la ingenuidad perdida hace ya tiempo. Por ello, saco a relucir unas cuantas fotografías para evidenciar que el Tour ya no es lo que era. 

1949

1951

1957

1959


1969

1969

1975


1985

1997
En general, en estos detalles ampliados de imágenes míticas del ciclismo lo que predominan son las miradas de asombro ante el paso de ciclistas considerados como una especie de dioses andantes. La voluntad de autoengaño me dice que miradas así volverán a aparecer en las fotografías que se hagan de este Tour. La ilusión en las miradas volverá a aparecer en rostros de niños y jóvenes, aunque sea simplemente provocada por el fatigoso tiempo de espera en la cuneta, o por la participación como espectador en un espectáculo efímero que visita inesperadamente el hogar de cada uno en un anodino verano. Pero, claro está, también aparecerán en las fotografías otros, más descreídos y exhibicionistas, enseñando el culo, cerrando el paso al ciclista o empuñando bengalas. Espectadores que sobran y que han convertido el ciclismo en una especie de prolongación de los sanfermines. El aura de prestigio se ha perdido, no me cabe duda; tengo incluso la vertiginosa sensación de que los años dorados ya se habían esfumado mucho antes de que comenzase a ver ciclismo, siendo un niño a principios de los noventa. Pero también soy consciente de que el discurso de "el tiempo pasado siempre fue mejor" también es una especie de autoengaño, pues la memoria pule las vivencias, las despoja de los momentos bajos, y las transforma en otra cosa: en esas miradas de asombro, sin sombra de duda, que antes hemos visto.   

Aquí las imágenes completas. 

Coppi ante unos aficionados en 1949.

Hugo Koblet en el Tour de 1951.

Jacques Anquetil en el Parque de los Príncipes en su primer Tour (1957)

Louison Bobet coronando el col de l'Iseran en su último Tour (1959)

Eddy Merckx en la salida del Tour en Woluwe Sint Lambert (Tour 1969). 

Merckx coronando el Aubisque (Tour 1969)

Bernard Thévenet en la etapa Nice-Pra Loup (1975)

Hinault en el prólogo de Plumelec (Tour de 1985)

Jan Ullrich en L'Alpe d'Huez (Tour 1997)


(Perdón por la mala calidad de algunos escaneos).

Sacados de los siguientes libros:

Fausto Coppi, Ed. Kannibal, 2012
Le Tour de France, lieux et étapes de légende, Jean-Paul Ollivier, Ed. Arthaud, 2000. 
Merckx 69, Tonny Strouken y Jan Maes, Ed. Kannibal, 2014.
The official Tour de France centennial 1903 - 2003, Ed. Weidenfeld & Nicolson, 2003.

lunes, 2 de julio de 2018

DOS FINES DE SEMANA DE CICLISMO, A PESAR DE TODO

El fin de semana de los campeonatos nacionales, este año repartido en dos aprovechando el retraso en la fecha de inicio del Tour a causa del mundial de fútbol, suele ser uno de los mejores fines de semana de ciclismo del año. Ello se debe a que internet permite desde hace unos años una buena panzada de ciclismo en multipantalla. Sin embargo, la agenda ha estado dominada por uno de esos vodeviles rocambolescos a los que nos tiene acostumbrados el ciclismo en los despachos, en este caso relacionado con el "Caso" y su lamentable y vergonzosa resolución por parte de la UCI y el AMA. No era ese el objetivo de mi entrada, sino hablar del buen ciclismo visto en los principales campeonatos nacionales.

Sin embargo la actualidad manda. Froome ha sido exonerado. Las razones de la anormal acumulación de salbutamol por parte de su organismo no sé si serán explicadas algún día. Tampoco lo incongruente que resulta un campeón "enfermo" (aunque no sea el único, ni mucho menos, que recurre a los ventolinazos). Nos ha tocado vivir un tiempo en que el ciclismo es cada día más una farsa, en la que el antidopaje sólo afecta a algunos mientras que otros, secundados de abogados e informes pseudocientíficos, y respaldados por morteradas de dinero, se salen de rositas. Una vieja historia, tan antigua como la civilización, que no por ello nos evita una sensación de impotencia y desilusión.

Pero hablemos de ciclismo y dejémonos de todo lo que rodea a ese equipo y a ese país que tantos males ha perpetuado en este deporte (y en otros, un saludo a Mo Farah), arrogándose de la falsa aura de salvadores. No quiero destinar más tiempo de mi vida ni más espacio en este blog en hablar de ellos ni de sus mentiras. Al menos por el momento.

El primer fin de semana tuvieron lugar los campeonatos de España y Bélgica, entre los grandes países. En el caso de España se vio un espectáculo moderado en las rampas del alto del Desierto de las Palmas, con una resolución que por primera vez en mucho tiempo alteraba el monólogo del equipo navarro. Beneficiados por su superioridad numérica aplastante, por la inexistencia de equipos españoles equiparables en nivel y por la ausencia de la televisión, Movistar había hecho del campeonato de España una especie de criterium interno, en el que el único misterio residía en saber a quién iba a regalar Valverde el maillot. Un maillot, todo sea dicho, ultrajado y convertido en un compendio de retales o diseños horrendos por el equipo de Echavarri y Unzue desde la lejana fecha de 1992.

En la previa, pocos parecían los idóneos para alterar ese orden establecido. Los hermanos Izagirre, Omar Fraile, Luis León Sánchez...pocos más. Sin embargo, el poderío navarro ya no era el de otro tiempo. Sin los Herrada y los Izagirre, sin la inestimable ayuda de Castroviejo al frente del pelotón, los Movistar tenían que confiar de nuevo en Rojas para comandar el grupo, y en Soler o Rubén Fernández. Ante una escapada numerosa, compuesta entre otros por Lluis Mas, Julen Amezqueta, Francisco Mancebo, Carlos Barbero, Imanol Erviti y Sergio Samitier, los Movistar dejaron que fuese Cofidis con Maté quien marcase el ritmo por detrás. En la última vuelta se produjeron escaramuzas protagonizadas por Ion Izagirre y Alejandro Valverde, que acabaron con el grupo de fugados, del que tan sólo se mantuvo en cabeza durante unos instantes Pablo Torres, del Burgos - BH. Este corredor fue alcanzado por Gorka Izagirre en el descenso. El corredor vasco logró distanciarlo fácilmente,  trazando las curvas con gran habilidad, manteniendo un pulso con un grupo principal algo indolente durante los últimos diez kilómetros. Con su victoria, el de Ormaiztegi está cuadrando una de sus mejores temporadas como profesional, en la línea de su equipo. A pesar de ser un soplo de aire fresco la victoria de un corredor que no figura en Movistar, no pueden considerarse visos esperanzadores para el ciclismo español el hecho de que cuatro ex-Eufemianos estén entre los diez primeros clasificados del campeonato.
1º Gorka Izagirre, 2º Alejandro Valverde, 3º Omar Fraile




En Bélgica el circuito tuvo lugar en Binche, localidad que acoge la semiclásica Binche-Chimay-Binche, anteriormente conocida como Binche-Tournai-Binche. En el siempre disputado campeonato belga se asistió de nuevo a la pinza del Quick Step a la que nos tiene tan acostumbrados, y en la que se manejan tan bien. Para ello, cómo no, es necesaria la superioridad numérica en los momentos decisivos, algo que no parece complicado para los de Lefevere en la presente temporada, acostumbrados a apisonar a los rivales como un suelo bien llano y sin imperfecciones sobre el que depositar después con pulcritud el parqué. Los protagonistas del día fueron Jasper De Buyst, Jens Keukeleire, Nathan Van Hooydonck, Dimitri Claeys, Pieter Serry y sobre todo Aimé De Gendt, un joven corredor del Topsport Vlaanderen que está predestinado por apellido a ser combativo. Sin embargo, los fuera de serie llegaron por detrás, con Stuyven, Vanmarcke, Benoot y sobre todo Lampaert y Gilbert. El circuito era el clásico de las carreras belgas, con pasos por alargados pueblos de casas de ladrillo, carreteras estrechas y reviradas y un último repecho empedrado, ya casi en el último kilómetro.

Después de muchas escaramuzas, acabaron marchándose por delante Jasper Stuyven, Yves Lampaert y Philippe Gilbert. Entonces llegó la "pinza": Lampaert fue el primero en atacar y Stuyven no pudo cogerle rueda, de manera que Gilbert se mantuvo vigilante mientras "John Deere" abría hueco. La carrera estaba sentenciada. De nuevo el apabullante dominio de los Quick Step sentenciaba la victoria sin aparente esfuerzo, ante unos rivales de gran calidad reducidos a meras comparsas. A pesar de ello, no todo parecía buen rollo en el seno del equipo belga, pues Gilbert se mostró abiertamente decepcionado por la resolución de la prueba.



1º Yves Lampaert, 2º Philippe Gilbert, 3º Jasper Stuyven

El sábado llegó el turno al campeonato italiano, disputado en Darfo Boario Terme. Quizá se asistió ese día a una de las demostraciones más insólitas y sorprendentes del año, de nuevo con un Quick Step como principal protagonista. Precisamente desde esta página se ha hablado largo y tendido del año gengiskaniano de los Quick Step, de los extraños bajones de rendimiento de aquellos que han abandonado sus filas, de la aparente facilidad de pedaleo de todos ellos, sean jóvenes o viejos. Lo del sábado en Darfo Boario Terme estuvo un punto más cerca del mundo de los sueños que de la realidad: un sprinter puro, un pistard (¡uno más!), aguantando el ritmo a un escalador puro en un duro repecho en pleno ataque.

La tónica general del campeonato italiano fue la variedad de equipos, la cantidad de ciclistas corriendo casi al modo individual, dada la disgregación del pelotón italiano, sin equipos de primer nivel. El fascista Salvini tendría que meter mano en el asunto para evitar que tantos compatriotas corran para el extranjero. Por delante marchaban Alessandro De Marchi y Jacopo Mosca, hasta que fueron alcanzados por un grupo más numeroso, formardo por Enrico Barbin, Alessandro Tonelli, Daniel Oss, Ivan Santaromita, Fabio Felline, Salvatore Puccio, Oscar Gatto y Domencio Pozzovivo. Daniel Oss era de los más activos, mientras que Pozzovivo, el diminuto escalador lucano, se mantenía a cola, esperando que por detrás llegase Giovanni Visconti. El malhumorado siciliano llegó, pero también Elia Viviani. En los momentos decisivos, Oss propició una selección con Visconti, Pozzovivo y Viviani. El sprinter veronés se mostraba muy activo, rodando como el que más, cerrando huecos, atacando en el llano. Parece que ha dado un salto cualitativo espectacular desde que está en Quick Step; el mismo que ha dado Kittel pero al revés. Finalmente Oss llegó desfondado al repecho final, después de intentarlo en solitario, mientras Pozzovivo forzaba el ritmo. Los ataques de Pozzovivo suelen ser breves e inconstantes: sin embargo el repecho tenía la distancia ideal para hacer daño. A pesar de ello, Viviani se mantuvo soldado a rueda, subiendo sentado, con cadencia. La lengua asomando bajo su prominente nariz era el único detalle que mostraba algo de sufrimiento. Poco después Visconti contactaría con ese duo delantero.

La victoria parecía cantada para Viviani y aún así Pozzovivo seguía forzando el ritmo en el llano, confiando en el sprint de Visconti contra toda lógica. La recta final dejó las cosas claras. Ganó un Viviani intratable, como nunca se le había visto. Qué lejos queda aquel corredor predestinado a ser un sprinter de segunda fila. Ahora gana etapas, corta el bacalao (como se vio en la acción mafiosa de Roma) y finalmente es capaz de aguantar a los escaladores en las rampas más duras. Cassani sigue salivando.

1º Elia Viviani, 2º Giovanni Visconti, 3º Domenico Pozzovivo



Finalmente el domingo tuvieron lugar los dos últimos grandes campeonatos, el francés y el holandés. El siempre combatido campeonato francés se disputó en Mantes-la-Jolie, en las cercanías de París. Era un circuito duro y rompepiernas, en la mejor tradición del ciclismo francés. Por delante marchaba un grupo con corredores combativos habituales, como Damien Gaudin, Alexis Vuillermoz, Stéphane Rossetto, Kevin Reza y Jimmy Turgis. Por detrás, el joven Rémi Cavagna, otro joven talento de la cuadra de Lefevere, se marcaba un ataque en solitario para dar alcance al grupo delantero, grupo cada vez más cercano gracias al empuje desde el pelotón de los equipos con hombres rápidos: Cofidis para Bouhanni, Groupama para Démare y Vital Concept para Coquard.

En las vueltas finales accedieron a posiciones delanteras corredores que ya podían hacerse con el tricolor: tres Groupama, Arthur Vichot, Anthony Roux y Rudy Molard, Warren Barguil de Fortuneo, Cyril Gautier de Ag2r y Guillaume Martin, el pequeño ciclista filósofo, de Wanty. Por detrás, en un derroche de fuerza para la galería tan propio de él, Julian Alaphilippe se marcaba un "allungo" en solitario para dar caza, él solito, a ese grupo con muchas opciones de victoria. Alaphilippe es un corredor en la mejor (o peor, según se mire) tradición de Virenque: mucho gesto desbocado, mucha "expresividad" y casi siempre a destiempo. Parecía condenarnos a otro triunfo del Quick Step, para hacer de los campeonatos nacionales un monólogo más, una prolongación de la primavera demencial a la que hemos asistido.

Afortunadamente otro corredor vino de atrás adelante a ensombrecer el "espectáculo" de Alaphilippe: Anthony Turgis. Un corredor potente, el mediano de tres hermanos ciclistas, que parece destinado a ofrecer buenos momentos de ciclismo. Poco después Rudy Molard se lanzaba en solitario. Alaphilippe saltó a por él. Parecía una victoria cantada de nuevo para uno de los azules a medida que el menudo corredor del Groupama iba perdiendo fuelle. Por detrás, sin embargo, el voluntarioso Anthony Roux no estaba dispuesto a dejar a su compañero solo a merced de uno de esos malditos lobos. Vichot y Barguil caían por su propio peso. Cuando se formó un trío con dos Groupama y Alaphilippe delante, extrañamente Molard siguió tirando. Parecía una táctica por completo equivocada, en vez de marear a Alaphilippe con ataques alternados. Aún así, por detrás Anthony Turgis, Pierre Latour y Guillaume Martin les daban alcance.

Guillaume Martin fue el que lanzó el sprint desde lejos, en una mezcla de ataque con poco efecto sorpresa y sprint desde la estratosfera. Alaphilippe, cebado como siempre, salió a su rueda, e inmediatamente también intentó hacer lo propio con Turgis. Fue Anthony Roux el que se lanzó a por el joven del Cofidis, en un sprint largo y antológico. Le dio alcance y aún fue capaz de cambiar y sacar una ventaja demencial a su rival. Por su parte Turgis, al ser alcanzado por Alaphilippe, aún tuvo fuerza y orgullo para pelear y arrebatarle la segunda plaza.



1º Anthony Roux, 2º Anthony Turgis, 3º Julian Alaphilippe


Finalmente el campeonato holandés, en Hoogerheide, fue una demostración de ese talento natural que es Mathieu van der Poel. Uno de esos ciclistas mimados por el aficionado al ciclocross que, como su rival Wout Van Aert, no deja de sorprender cuando se deja caer por la carretera. La escapada ya en el tramo decisivo de la carrera estaba formada por Denis van Winden, Jan-Willem van Schip, Danny van Poppel y el propio Mathieu van der Poel. Van Poppel se mantenía a rueda, esperando a que por detrás sus compañeros acercasen a Groenewegen para una presumible resolución al sprint. El circuito era el clásico trazado revirado, por urbanizaciones, con algún tramo de kasseien y un final en ligera subida. No parecía ser el día de Groenewegen, que ofrecía una apariencia en exceso pesada para la próxima cita de julio. Se descolgó a falta de unos kilómetros a meta, cuando ya se había dado caza al cuarteto delantero. En el sprint final, Mathieu se abrió literalmente paso ante Ramon Sinkeldam, que le estaba cerrando contra las vallas. Su sprint fue una obra maestra de fuerza y orgullo, y una demostración de que un corredor de su especie es capaz de desenvolverse bien en una distancia superior a los 200 km.


1º Mathieu van der Poel, 2º Danny van Poppel, 3º Ramon Sinkeldam


Así pues éste ha sido el desarrollo de los principales campeonatos nacionales. Carreras que, salvo en el caso español, suelen ser muy abiertas y disputadas, ofreciendo siempre buenos espectáculos debido a que no suele haber equipos dominadores (el único equipo que casi condiciona su campeonato como el Movistar es el Groupama de Madiot). Se podría tener la falsa impresión de que el ciclismo ha prevalecido, ofreciéndonos dos fines de semana muy disputados. Sin embargo, el blanqueamiento de la figura de Froome, con el veto improductivo de ASO (¿un paripé?) y la resolución inmediata a falta de menos de una semana por parte de la UCI, dejan un panorama de sombras. Las mismas en las que lleva dando palos de ciego el ciclismo desde hace mucho tiempo. Esto ha sido la demostración de que, como señalaba Di Luca en su fantástico libro, en el antidoping se tiene bien en cuenta en qué equipo se milita y si éste es solvente. Se diría que, ante el fraude perpetrado (¿qué opinan Petacchi y Ulissi de todo esto?), el ciclismo sigue intentando salir de unas arenas movedizas que lo engullen. Estacado, con el fango hasta las cejas, el deporte ciclista saca una mano intentando aferrarse al borde de la charca. El paisaje que le rodea es hermoso: montañas, valles, cielos cambiantes, pequeñas poblaciones, sutilezas estratégicas, bicicletas relucientes, colores combinados. Pocos deportes tienen al alcance tanta belleza. Sin embargo, la fuerzas que tiran hacia abajo son demasiado variadas y constantes, empeñadas con ciega obsesión en que lo que es casi un cadáver se hunda definitivamente.