jueves, 18 de julio de 2024

ETAPAS PARA LA FUGA Y ALGO MÁS

Tras el segundo día de descanso, después de la locura de Plateau de Beille, se han sucedido tres etapas de las antiguamente llamadas "de transición". En la primera de ellas, con meta en Nîmes, hubo más humo que en un fumadero de Shanghai o en el Vaticano tras una elección papal. De nuevo fue un día sin escapadas, resuelto al sprint. La única incidencia previa fue una caída sin consecuencias de Biniam Girmay, ya en la zona de protección. La victoria fue para Philipsen, excelentemente lanzado por van der Poel. La etapa de hoy, con meta en Barcelonnette, ha sido para la fuga. Al final ha sido cuestión de tres: Michal Kwiatkowski, Victor Campenaerts y el joven desconocido Mattéo Vercher, llevándose el triunfo en el sprint el abnegado corredor de Lotto. Kwiatkowski abrió el hueco con el resto de fugados y el empuje de Campenaerts lo ensanchó. Pero el belga supo ahorrar en los metros finales, mientras que Vercher pagó su inexperiencia. Otros componentes de la fuga grande, como Ben Healy y Oier Lazkano, se habían exhibido en exceso. También estaba presente Wout van Aert, por segundo día consecutivo en fuga; no así Mathieu van der Poel, después de intentarlo sin demasiada convicción al principio de la etapa: el campeón del mundo sigue en modo ahorro de energía

TotalEnergies rozando un segundo triunfo de etapa.


Pero en medio de ambas etapas se vivió la más interesante, con meta en Superdévoluy. Por primera vez en lo que llevamos de Tour se vieron dos carreras en una, muy diferenciadas, una por la victoria de etapa y otra por la general. El perfil de la etapa recordaba un poco al de la etapa del Macizo Central: tres puertos cortos concentrados al final, siendo el penúltimo el más duro. Esa subida más dura era el Col de Noyer, conocido sobre todo por la etapa Grenoble - Orcières-Merlette de 1971, la del ataque de Luis Ocaña de salida y el pajarón de Eddy Merckx. Este puerto, no muy habitual, se mostró ante las cámaras con gran potencia escenográfica. 

El Col de Noyer. Impresionante foto de Tim De Waele.

En cuanto al desarrollo de la etapa, se formó una escapada muy numerosa, con más de treinta corredores, siendo todo el llano inicial un duro tira y afloja en el que se corrió a mil. Una avanzadilla, formada por Magnus Cort, Romain Grégoire, Bob Jungels, Tiesj Benoot, Guillaume Martin y Valentin Madouas, fue alcanzada y superada en Noyer por Simon Yates primero, y por Richard Carapaz después. La etapa se la iban a jugar el ganador de la Vuelta de 2018 y el del Giro de 2019. Subiendo con duros desarrollos, con cadenas y cruces balanceando rítmicamente sobre sus pechos ligeramente al descubierto, ambos daban la impresión de ser dos ciclistas curtidos, provenientes de un ciclismo más macarra que el actual. Carapaz llevaba varios días intentándolo. Soltó a Simon Yates poco antes de coronar el col de Noyer y se marchó a por el triunfo. El ecuatoriano es un corredor que no ha llegado al ciclismo para hacer amigos, y tenía marcado el día. De esta manera, en este Tour ha conseguido completar lideratos y etapas en las tres grandes. Enric Mas, también en la fuga, acabó con el tercer puesto.

La grinta.

Por detrás la etapa también tuvo sus movimientos. Aunque no era necesario, Pogačar decidió probarlo en el Col de Noyer. En la rueda de prensa posterior reconoció con autoironía que su ataque fue un poco estúpido. Pero cualquier observador atento pudo darse cuenta de que no fue un ataque poco estudiado. De hecho, poco antes de atacar, Pogačar dejó que Evenepoel y Vingegaard tomasen la rueda de Almeida, para cogerlos por sorpresa. Sabe que su arrancada es demoledora y esta vez incluso Landa sirvió de estorbo para ralentizar la esperada respuesta de Vingegaard. Pero el danés no tenía un gran día. Fue alcanzado por Evenepoel, que incluso le rebasó y le sacó unos segunditos en la cima. En el descenso, Pogačar encontró la colaboración gratuita de Georg Zimmermann, rival generacional en el Tour del Porvenir de 2018. Vingegaard tuvo suerte, pues encontró a Laporte, descolgado de la fuga, lo que le permitió dar alcance tanto a Evenepoel como a Pogačar. 

Ataque de Pogacar. Fondo en perspectiva abatida. 

Laporte y Vingegaard ven al fondo a Pogacar. 

En la subida más tendida a Superdévoluy fue Evenepoel el que lo intentó. De la fuga se descolgó Hirt, que le ayudó durante un breve tramo. En meta, Evenepoel logró 10 segundos sobre Pogačar y 12 sobre Vingegaard. Para Vingegaard fue un bote salvavidas la presencia de van Aert y Benoot, procedentes de la fuga. Pero cuando estos se descolgaron, quedándose solo con Pogačar, no obtuvo ya colaboración. Viendo su debilidad, incluso el líder le arrancó en los metros finales, para obtener tan solo dos segundos. El esloveno está utilizando a Evenepoel a modo de pinza para poner nervioso a Vingegaard.

La pinza Evenepoel - Pogacar. 

Algunos han visto en esa arrancada final de Pogačar todo lo malo del ciclismo, yo solo veo que Pogačar, a pesar de su ventaja, todavía no se fía de Vingegaard. Ambos se observan demasiado, no se quitan el ojo de encima, especialmente Pogačar cuando ataca. Ha sido humillado repetidas veces en el pasado: en el Granon perdió 2:51, en Hautacam 1:04, en Laruns lo mismo, en Combloux 1:38 y en Courchevel nada menos que 5:45. Ahora cuenta con 3:11 sobre Vingegaard, pero aun así no parece querer pasar una oportunidad de sacar tiempo a su rival. Todavía no tiene el Tour atado y bien atado, aunque pudiera parecer lo contrario. Quizá mañana, con las subidas a Vars, la Bonette y Isola 2000, todo pueda cambiar. 

La mente en Niza (fotos de asgerladefoged)

Pero más allá de la competición, en estas etapas de transición ha seguido dando que hablar el tema de Plateau de Beille. Es difícil comparar dos hechos separados por 26 años, cuyo único elemento compartido es el espacio, pero no el tiempo y las circunstancias. Es igual de fácil trazar la comparación difamatoria como encontrar argumentos de exculpación, rodeados de datos. En el apartado de las justificaciones, se habla de bicicletas aerodinámicas, de ruedas, de los buzos, del asfalto, pero todo eso suena a milongas. En cambio, los datos sí que muestran que la velocidad del pelotón ha sufrido, en los últimos treinta años, una fluctuación: de la rapidez se pasó al control, y ahora de nuevo a la velocidad. Todo ello induce a pensar que la preparación actual no se debe alejar mucho, en aspectos generales, de la del pasado. Nunca lo ha hecho, solo que ha habido épocas con estrategias de carrera más conservadoras y otras más anárquicas. Partamos por tanto de preparaciones similares: si a ello añadimos los simples cambios que aporta el paso del tiempo en cuanto a avances tecnológicos, podemos encontrar las claves de esos aproximados tres minutos y medio de diferencia entre 2024 y 1998. Y la cuestión no reside en personalizar. Eso es lo fácil. Hay que ver la imagen de conjunto. Marco Pantani fue el mejor escalador de su momento y en cuanto tal, esclavo de su contexto. Al igual que Pogačar, Vingegaard y Evenepoel lo son del presente. La única diferencia quizá resida en que entonces, en 1998, se decidió abrir la caja de Pandora, comenzando un periodo turbulento que duró hasta 2010. En 2012 cayó la figura más señera del periodo. En cambio, ahora parece haber demasiado dinero detrás. También lo había detrás de Armstrong, podría decirse. Pero ahora existe también la intención de vender el producto más allá del aficionado habitual. El salto a Norteamérica acabó fracasando entonces, pero ahora la nueva generación de ciclistas ha abierto un nicho desconocido hasta el momento, sobre todo en cuanto a seguidores jóvenes, de ambos sexos. No se trata de gente que se fije en las marcas, ni que necesariamente practique ciclismo, sino gente que ha visto en el duelo Pogačar - Vingegaard un filón dramático, a la manera de una serie juvenil. Y eso da dinero, mucho dinero. Todo ello hace pensar que las estatuas de los ciclistas del presente no van a ser derribadas de los templos como sucedió en el pasado. Habría demasiados lloros. Aunque cualquiera podría decir que dioses más grandes han caído. 

Ayer como hoy, frenando en las curvas.


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