jueves, 4 de julio de 2024

DOS FORMAS DE ARTE

En las dos últimas etapas del Tour de Francia se han visto dos de las acepciones del término arte, recogidas por la RAE. La primera acepción considera que arte es capacidad, habilidad para hacer algo. La cuarta acepción, maña, astucia. En la etapa con final en Valloire, previo paso por el Galibier desde su vertiente del Lautaret, se vivió en el descenso del puerto toda una obra de arte en movimiento, en la que los atletas más preparados mostraron sus variadas habilidades en el descenso, en muchos casos asumiendo grandes riesgos. Capacidad, habilidad para hacer algo. En la etapa siguiente, con final en Saint-Vulbas, Cavendish obtuvo su ansiado récord en solitario de 35 victorias de etapa en el Tour de Francia: el sprint podría calificarse de limpio (obviando su habitual diagonal), pero no debe olvidarse que en la primera etapa, camino de Rímini, empezó vomitando. Maña, astucia.


Las fotos (y el lugar desde el que se toman las fotos). Fotos de Ashley y Jered Gruber.

El interés en la etapa de Valloire se situó al final, en el descenso. Se había llegado con anterioridad en dos ocasiones a esta localidad alpina: en 1972, en un primer sector de tan solo 51 kilómetros, con victoria de Eddy Merckx sobre Joop Zoetemelk, y en 2019, en una etapa más dura que la actual, con 209 kilómetros y paso previo por Vars e Izoard, en la que la victoria fue para Nairo Quintana. Aunque quizá la ascensión de esta vertiente que más se recuerda sea la de 2011, con victoria de Andy Schleck. En aquella ocasión no hubo descenso magistral, al finalizar la etapa en la cima, a modo de homenaje al centenario del Galibier en el Tour. El récord de la ascensión del Galibier por este lado era de 2019, la edición de Quintana: récord que, como era de prever, iba a ser completamente destruido.


En esta ocasión, como decía, el espectáculo se vivió en el descenso. Pogačar coronó con apenas ocho segundos sobre Vingegaard, en el duelo por todos esperado y que a nadie ya sorprende. Cuando pasen los años, los nombres de ambos van a quedar asociados, de forma que no se pueda pronunciar uno sin hacer referencia a otro, al modo de Coppi y Bartali, Anquetil y Poulidor, Pat Garrett y Billy the Kid, Bonnie Parker y Clyde Barrow, o Al Capone y Eliot Ness. El descenso de Pogačar fue agresivo, el propio de un felino en estado de alerta. En un principio pudiera parecer que no estaba trazando con la suficiente destreza, pero luego, a medida que las curvas eran más rápidas, comenzó a jugarse el tipo, y en la parte más pedaleable, su diferencia fue aumentando. En el caso de Vingegaard, la parte técnica inicial fue mejor, pero tampoco pudo reducir la diferencia con Pogačar, simplemente la contuvo. Después, una vez tocaba arriesgar más y, sobre todo, pedalear, fue perdiendo fuelle, llegando a meta con un semblante bastante tocado. Su pecho, como una gaita que se desinfla, había dicho basta.



Duelo en el descenso. 


Pero la cosa no solo se limitó a dos estilos contrapuestos, sino que los demás también aportaron, dotando a este descenso de más variedad e interés. Sobre todo Carlos Rodríguez se mostró de nuevo un maestro de los descensos. A pesar de su aparente rigidez, asumió las curvas con mucha soltura, siendo seguido de cerca por Roglič y Ayuso. Los tres dieron alcance a Evenepoel, que bajaba reteniendo la bici en algunas curvas, y más tarde a Vingegaard. Evenepoel sacó su casta de rodador para limitar las pérdidas en la parte más recta y pedaleable. Es más, en la meta pudo llevarse la bonificación, dado su mejorado sprint. Ayuso entró en tercera posición, arrebatando la bonificación a Roglič, mientras que Rodríguez y Vingegaard se dejaron unos segunditos en meta, en el curveo final. Una pena, dado el empuje determinante de Rodríguez en el descenso. 


Rodriguez, más tarde Ayuso y Roglic; antes de la curva, Evenepoel.

Lo que vino antes, el ascenso al Galibier, fue lo esperable. Cayó el récord (uno más), a pesar del viento de cara durante el Lautaret. Cosas del ciclismo de hoy en día: materiales, nutrición, entrenamientos, unido a lo de siempre. En las herraduras finales del Galibier, UAE se mantuvo en cabeza, con dos o tres corredores, como si las tornas hubiesen cambiado con respecto al duelo de los dos años pasados entre este equipo y el antiguo Jumbo - Visma. De hecho, Vingegaard estaba solo, habiendo perdido a Jorgenson en la ascensión (van Aert se había borrado bien pronto, pensando en los Juegos). También Roglič estaba solo, no contando con Vlasov y Hindley. En cambio, Pogačar tuvo en el primer tramo a Adam Yates, que sí se vació, y luego a Almeida y Ayuso, que ejecutaron un sainete de egos bastante lamentable, en el que Ayuso se escaqueó de los relevos, mientras que Almeida le recriminó su actitud de una forma en exceso ostensible, pensando en las cámaras. A decir verdad, Almeida sí se sacrificó esta vez, al menos más de lo habitual, mientras que Ayuso intentó pasar desapercibido en la cola del grupo selecto, evitando pasar delante. Ambos coronaron en el cuarto grupo, tras Pogačar, Vingegaard y Evenepoel. Ya se sabe, ambos pugnan en el equipo por el segundo escalón tras Pogačar, y Matxín les habrá prometido un puestecito en los diez primeros, o quién sabe si pódium, dado su afán acaparador. Pero esos dominios de equipo, que quedan tan bien para la foto, la mayor parte de las veces dan lugar a malentendidos, disputas internas y navajazos por la espalda. Al menos, Pogačar parece estar al margen. Después de observar algo perplejo la lucha cainita de sus vasallos, Pogačar lanzó un ataque pancartero (no quería exponerse al viento), pero que le sirvió. Vingegaard saltó tras él como uno de esos muñecos con muelle que salen de una caja de sorpresas, pero fue perdiendo terreno, sobre todo tras una curva tomada a mil por Pogačar, en la que casi dio la impresión de necesitar frenar. Vingegaard encajó ocho segundos en la cima, que se convirtieron en 37 en meta, para él y para Rodríguez, y 35 para Evenepoel, Ayuso y Roglič, más espabilados en el sprint. A ello, Pogačar suma la bonificación de la meta y del paso del puerto. Una bella victoria y un buen botín para Pogačar, pero que tampoco le permite cantar victoria, ni mucho menos. El Tour es largo.


El momento de la reprimenda.

El ataque.

Los ocho segunditos.


Almeida y Landa también coronan con Rodríguez, Ayuso y Roglic, pero pierden bajando.


Al día siguiente, camino de Saint-Vulbas, se vivió de nuevo una etapa fumada, sin competición hasta el tramo final. También hubo bromitas en la parte inicial, con Lazkano y Ayuso simulando un ataque, y con van der Poel y Pogačar jugando a pasar a los relevos en cabeza. Se ve que se aburren, aunque los artífices de todo ese sopor sean precisamente ellos mismos, un pelotón que asume que estas etapas deben tener un desarrollo anodino hasta los últimos 10 kilómetros.


La carrera no tuvo mucho aliciente. Uno de los momentos peligrosos lo puso una isleta insuficientemente señalizada, que obligó a Pogačar a realizar una maniobra in extremis, que supuso la caída de corredores que venían por detrás, entre ellos Bilbao. Más allá de este incidente, la llegada al sprint estaba cantada. A diferencia del año pasado, Alpecin no ejerce un dominio aplastante. De hecho, el lanzamiento de van der Poel fue simplemente un amago de medio segundo en cabeza, que no aportó nada a Philipsen. Quizá incluso lo entorpeció. Ante esa debilidad, se veía venir lo que iba a suceder. Cavendish zigzagueando encontró su hueco, cogió la rueda de Ackermann, demarró y cambió radicalmente la dirección del sprint. Por detrás hubo intentos desesperados por coger la rueda del corredor de 39 años, que, al modo de Cristiano Ronaldo, se resiste a la retirada, con una sobrexposición constante de sus sentimientos delante de las cámaras. Nadie pudo pillarlo, no había espacio suficiente: ni Philipsen, ni Kristoff (también incombustible), ni De Lie. Más atrás, Pedersen se llevaba un buen trompazo, con Zingle saltándole por encima al modo de Sagan.


Pogacar pasa, los otros ya no (se comen su frenazo).


van der Poel se aparta, con un lanzamiento insuficiente.

Cavendish encuentra la puerta...

...y remata. 

En meta, Cavendish recibía a su familia numerosa y, uno a uno, los miembros del pelotón pasaban a rendirle homenaje, formándose casi una cola. Se unió incluso algún miembro de ASO. La escena recordaba a una de El Padrino, en concreto aquella en la que los capos de las diferentes familias desfilan por delante de Michael Corleone, a rendirle homenaje durante el funeral de su padre. En esta ocasión, el difunto era el ciclismo. Los medios anglosajones ya podían pregonar, casi trompeta en mano, que Cavendish ha superado a Merckx. Algunos idiotas italianos, carentes de referentes locales actuales, se han sumado al pregón. El de Man ha visto cumplido su sueño, después de una madurez no exenta de altibajos y dramas aplazados. Pero no hay que olvidar que muchas de sus victorias se han gestado después de amplias concesiones por parte de la organización, que no ha puesto cámaras ni quizá rigor a la hora de controlar cómo Cavendish ha acabado algunas etapas complicadas. Por tanto, no es de extrañar que, concedida esta trigésima quinta victoria, Cavendish quiera más. Es insaciable.


¿Quién manda aquí?


2 comentarios:

  1. Pocas cosas me han dado más rabia que este nuevo record. Por el personaje, pero sobre todo porque una gran parte no deberían haberse producido.

    Eso sí, supongo que los premios que ha ganado Cavendish se destinarán a pagar las reparaciones de bici que sufre en cada etapa. Ha pinchado en todas las llanas, con cambios dobles de ruedas (no sé si lo había visto antes).

    De la etapa de Galibier, bueno, de UAE ya sabíamos que llevan un equipazo y también que pueden pasar cositas entre ellos. Vaya ambiente tiene que haber en las cenas! Por lo demás esa comparativa que se ha hecho viral entre el Tour del 2022 con Pogacar entre 4 Jumbos, y ahora con Vingegaard entre 4 UAE, es muy llamativa. Lo que me costó es disfrutar del descenso, había tanta tensión que en cada toma temía por una caída. Menos mal que no pasó nada.

    A ver qué pasa hoy en la contrarreloj, supongo que Pogacar meterá tiempo a todos menos a Evenepoel.

    Saludos!

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    1. Sí, yo vi figuradamente el descenso tapándome los ojos, pero dejando una ranurita para poder seguir con detalle ese placer culpable. He de reconocer que lo disfruté, y en parte lo sufrí también.
      Sobre lo de Cavendish, qué decir que no haya puesto ya, aunque sea entre líneas. Es de esas victorias que invitan a apagar el televisor y mandar el Tour a freír espárragos. Vista la etapa posterior de Groenewegen, en la que Cavendish ni apareció, su victoria deja cierta sensación a "regalo" del grupo, para que se calle y deje de dar la turra. No sé qué es peor, que gane en buena lid, con 39 años, o que otros le dejen ganar...Supongo que lo segundo, pero...no sé, tengo la sensación de que tanto la organización como Netflix estaban deseando una victoria así, que cree un relato, que suscite un capítulo de esa maldita serie. Parece que todo este Tour se esté concibiendo a partir del drama que pueda generar en esa especie de telenovela: pensar en ello me produce un poco de vértigo.
      En breve tocará escribir otro artículo y se me pasará esa extraña sensación.
      Un saludo!

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