lunes, 18 de julio de 2022

¡ESTE NO ES MI TOUR, ME LO HAN CAMBIADO! (PARA BIEN)

Imaginemos una escena de una película alemana de tarde. Los niños vuelven del campamento de verano, después de dos semanas de nuevas amistades, amores inocentes, aventuras, raspones en las rodillas y alguna diarrea. Las madres y los padres aguardan en la sombra. Con la llegada de ese autobús se acabarán dos semanas de tranquilidad y sano aburrimiento. Ahí está, por fin, el autobús asomando por la curva y aminorando la velocidad. Entre la barahúnda de niños cansados y ruidosos uno sale corriendo y se abalanza sobre una de las madres, abrazándose con fuerza a su cintura. La madre parece dubitativa.  Algo no funciona. ¿Quién es ese niño?, parece pensar. Es más guapo, más rubio, más espabilado que la imagen que tenía anteriormente de su hijo. Parece otro, pero ese amor incondicional le hace dudar por un momento de esa primera impresión: se lo acaba quedando, sea o no su hijo de verdad. Así nos pasa a los espectadores del Tour de Francia. Parece que nos hayan cambiado el Tour que conocíamos, somos incapaces de reconocerlo, pero nos quedamos con el cambio. Ojalá fuese así siempre.

Las etapas se están completando a un ritmo vertiginoso, de arquear la ceja, y el duelo entre Vingegaard y Pogačar se promete a la altura de los de 1964, 1971, 1975 o 1989. También al de 2007, dirá alguno con sonrisa maliciosa. Esperemos que las promesas se cumplan: de momento ya se ha visto una de las mejores etapas de montaña en años. 

El Marca francés siempre defendiendo su producto.

 

Los ciclistas se tomaron la etapa del Alpe d'Huez con tranquilidad y algo de miedo. El desgaste del día anterior pesaba en las piernas de todos. A pesar de encadenar tres hors catégorie, la venganza de Pogačar tendría que esperar. Las transiciones llanas entre puertos jugaban en su contra, ya que la superioridad de Jumbo, que se demostraría a lo largo de toda la jornada, hubiese condenado al fracaso cualquier tentativa lejana. Quizá tampoco se sentía muy seguro de haber recuperado plenamente sus fuerzas. Por tanto, la montaña-circo del Alpe d'Huez sería el lugar donde se producirían los ataques. Una subida en la que los estrechos pasillos entre borrachos disfrazados, energúmenos con banderas y muñecas hinchables y aspirantes a sanfermineros se hacen cada año más complicados que sus famosas y sobrevaloradas catorce curvas de herradura.  

En el Galibier se formó una fuga inicial con Giulio Ciccone, Louis Meintjes y Neilson Powless, entre otros, a la que accederían en el descenso Chris Froome y Tom Pidcock. El menudo británico hizo un descenso del Galibier que puso los pelos de punta, deslizándose con suavidad por la sinuosa carretera, haciendo de las curvas, la bicicleta y el cuerpo una unidad. Su descenso estuvo a la altura de los mejores de Savoldelli o Nibali, sin esa inestabilidad que provocan por ejemplo los descensos de Mohorič (desparecido en carrera, por cierto). Al llegar a la altura de Froome, Pidcock pareció serenarse en actitud de humilde admiración hacia el campeón británico que ya todo el mundo daba por acabado. 

Jugándose la vida.

 

La etapa no tuvo mucho más. Jumbo demostró su poderío haciendo que Laporte, Van Hooydonck y Benoot marcasen el ritmo en la Croix de Fer, en la mejor tradición de los trenecitos del pasado. Van Aert comandó el pelotón en el llano hasta Bourg-d'Oisans, sin ningún afán en dar caza a los escapados. Por delante, Pidcock se desmarcó en las primeras curvas, marchándose hacia el triunfo, a pesar de la resistencia inicial de Meintjes. Por detrás todo fue calma hasta que faltaron tres kilómetros. Pogačar realizó dos aceleraciones, explosivas y breves, sin excesiva confianza, que fueron controladas por Vingegaard sin grandes sobresaltos. También por Thomas, al que no pudieron distanciar, ni siquiera en el sprint largo y demoledor de Pogačar. Bardet, Quintana y Gaudu sí pagaron un poco el esfuerzo previo del Granon. 

Lo mejor visto en Leeds desde el Dirty Leeds.

La etapa de Saint-Étienne no tuvo la dureza de otras ocasiones, permitiéndose de nuevo una fuga, en este caso de grandes rodadores. Stefan Küng, Filippo Ganna y Matteo Jorgenson se marcharon por delante, siendo alcanzados más tarde por Mads Pedersen, Quinn Simmons, Fred Wright y Hugo Houle. El joven barbudo norteamericano mostró una vez más su poderío físico, sacrificándose para Pedersen, demostrando que va a ser uno de los corredores más presentes en el futuro inmediato. De este grupo se destacaron Pedersen, Wright y Houle, y para el danés fue fácil controlar una fuga en la que ninguno de sus dos acompañantes pareció querer inquietarlo en exceso. Incluso Houle marcó el ritmo durante prácticamente los dos últimos kilómetros. La victoria fue para Pedersen, como era de esperar, dando para su país su tercer triunfo de etapa. 

El trumpista redimido.

La siguiente etapa, con final en el aeródromo de Mende, sí se iba a plantear como una jornada dura desde el inicio. A falta de 180 kilómetros para meta, Pogačar, imbuido por el espíritu de van der Poel o van Aert en sus días más inspirados, decidió probar al líder de la carrera. Este se encontraba mal colocado. El ataque del esloveno fue controlado inicialmente por van Aert, hasta que Vingegaard, visiblemente nervioso, le daba alcance remontando puestos. Era la muestra de que Pogačar estaba comenzando a despertarse. La pelea por la fuga fue muy intensa y en cierto momento dio la impresión de que el Jumbo (o van Aert) no tenía intención de que la carrera parase, a pesar de que Roglič y Benoot se les hubiesen ya descolgado. Por contra, UAE parecía más tranquilo, pero finalmente coló a Soler en la fuga, a pesar de que al final su presencia delante no sirvió para nada. 

Probando al líder...a falta de 182 kilómetros para meta.

 

"Kalise para todos"

Una vez formada la fuga, esta alcanzó una diferencia enorme, superior a los catorce minutos en algunos puntos de la carrera. Se había filtrado nuevamente Meintjes, que podría suponer una amenaza para todos aquellos equipos que tienen como objetivo prioritatio el top ten. Por detrás, Jumbo marcaba el ritmo con suavidad, hasta la penúltima cota, la Côte de la Fage, una subida de duros porcentajes y expuesta al viento, en la que van Aert aceleró el ritmo y fragmentó al pelotón. La intención parecía ser querer evitar un ataque de Pogačar, que pudiera contar con Soler como puente. Mientras tanto, en la fuga, Matthews se mostraba como el corredor más activo. Aprovechando un descenso se marchó por delante, junto con Luis León Sánchez, Alexander Kron y Felix Großschartner. El danés del Lotto, que podría haber obtenido una histórica cuarta victoria para su país, se quedó fuera de la lucha final a causa de un pinchazo. La exigua diferencia con el resto de fugados se esfumaría en las primeras rampas de la subida al aeródromo.

Matthews se destaca, con Kron, Großschartner y Sánchez detrás.

 

Alberto Bettiol parecía el más fuerte en la fuga. Superó a Luis León Sánchez y a Großschartner y parecía querer hacer lo mismo con Matthews. Le alcanzó y le superó, pero el australiano siguió a su ritmo, manteniendo al italiano a unos metros. Finalmente, cuando todavía no había finalizado la subida, ni siquiera cuando había suavizado, Matthews comenzó a remontar, poco a poco, a chepazos, con gestos de visible esfuerzo. No llegó a coger rueda a Bettiol: con veteranía se escoró a la otra parte de la calzada y lanzó su ataque, para impedir que Bettiol le cogiese rueda. Matthews se marchaba así a conseguir uno de sus triunfos más bellos y más sufridos. 

Call an ambulance...But not for me!

Por detrás, la debilidad circunstancial de Jumbo quedó reflejada en que al inicio de la última subida Vingegaard contaba tan solo con Kuss como gregario. Tampoco iba a necesitar mucho más. Pero por primera vez UAE contaba con superioridad numérica: junto a Pogačar estaban Majka y McNulty, por fin reaparecido. Pogačar forzó el ritmo casi desde el principio de la explosiva ascensión, con un ataque sostenido, sin mirar atrás, muy diferente a los inseguros fuegos de artificio del día de Alpe d'Huez. Los cronometradores oficiosos aseguran que es la segunda ascensión más rápida, tras la de Pantani, Indurain y Riis en 1995. Gaudu, Bardet, Mas, Quintana, Thomas y Adam Yates fueron perdiendo comba, pero Vingegaard, por contra, permanecía completamente soldado a rueda de Pogačar. No lo pudo descolgar ni siquiera en el terrible sprint final, marca de la casa del esloveno. 

Pogi y su sombra (vía @DansLaMusette)

Finalmente, la etapa de ayer con final en Carcassone fue de nuevo disputada a gran ritmo, bajo una terrible ola de calor. La etapa se alejó de paseos de otros años, en los que Cavendish imponía su ley gracias a un equipo que controlaba de cabo a rabo la carrera. Precisamente uno de sus secuaces llegaría ayer fuera de control. Jumbo-Visma tuvo un día bastante cruzado: a la retirada consensuada de Roglič, pensando en la Vuelta, se sumó la caída de Kruijswijk, que supuso su retirada, y la caída sin consecuencias de Vingegaard. Todos estos pequeños detalles muestran que el Tour, a pesar del dominio de Vingegaard y su equipo, todavía no ha acabado. Por lo demás, la etapa contó con una fuga inicial, formada por Nils Politt, Mikkel Honoré y de nuevo van Aert (al que desde el propio coche de equipo le pidieron que parara). Una vez cazados Politt y Honoré, se formó una nueva escapada, con Benjamin Thomas como principal protagonista. Por detrás, del grupo principal los sprinters puros fueron descolgándose uno a uno, debido al ritmo duro impuesto por los Trek para Pedersen. Benjamin Thomas se mantuvo en cabeza hasta bien entrado el último kilómetro, ayudado por su extraordinaria planta de pistard y por las motos, hasta que el pelotón le dio caza. El sprint se dirimió entre van Aert, Pedersen y Philipsen, siendo finalmente el triunfo para el belga del Alpecin.

Un día cruzado.

Hoy sí que no había nadie delante.

En meta, una vez más, todo fueron choques de manos y abrazos entre rivales, como viene siendo habitual en este ciclismo que (para bien) parece haber imitado el buenrollismo juvenil, casi adolescente, de otros deportes, alejándose de la imagen tradicional del ciclista de otras épocas, adusto y resentido, con mil excusas y malas caras ante la derrota. Los abrazos de bros no quitan que se prevea una semana final de lucha. De ser otras las circunstancias, Vingegaard contaría con una diferencia holgada como para estar bien tranquilo. De momento, tiene las de ganar, pero qué duda cabe que Pogačar le va a poner las cosas difíciles. Vingegaard parece muy sólido en montaña, pero no es descartable un mal día. Dadas sus cuentas deportivas pendientes, ambos equipos van a poner todo de su parte, dentro y fuera de carrera, para conseguir el triunfo final en París. 

Imperante buen rollo. ¿Predecerá a la lucha encarnizada?



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