viernes, 22 de julio de 2022

A CABEZAZOS CONTRA UNA PARED

El Tour ha seguido en su marcha a través de los Pirineos con su ritmo endiablado, pocas veces visto. No ha habido una etapa insulsa, una etapa sin movimiento, una etapa sin van Aert en el ajo. Los Pirineos se prometían como el territorio para la venganza de Pogačar, pero al final el esloveno se ha estampado repetidamente contra un muro muy sólido, a pesar de sus innumerables ataques. Ha tenido que utilizar todos sus recursos, incluso a su diezmado equipo, pero enfrente se ha topado una y otra vez con una defensa rígida por parte de Vingegaard, que no ha tenido ni siquiera el atisbo de un día malo. El danés ha dado la impresión de estar jugando con sus rivales. También van Aert. El balance que deja este paso por los Pirineos es que Pogačar ha estado un punto por debajo de lo esperado, mientras que Vingegaard ha estado muy por encima de lo que se pudiese intuir, a pesar de que algunos confiasen en sus capacidades a partir de esporádicos destellos de calidad previos.

La primera etapa pirenaica, entre Carcasona y Foix, tuvo un protagonista involuntario: Marc Soler. Ya de salida, en una zona sin dificultad, el corredor catalán comenzó a dar signos sorprendentes de flaqueza. Se informaba de que le habían visto vomitar y su rictus cerúleo al ser atendido por el coche médico era inequívoco. Los “peligros” del día de descanso. Acabó la etapa por imposición del equipo, en un ejercicio tan sufrido como inútil, pues superó el tiempo máximo y los jueces fueron inflexibles, como toca. Me temo que no lo van a volver a alinear como gregario de Pogačar en futuras ocasiones.

Para casa.

 

La etapa superaba el Port de Lers y el Mur de Péguère, para finalizar en Foix tras la bajada. En la fuga numerosa habitual formada de salida figuraban van Aert y McNulty por parte de los equipos de los principales aspirantes. La resolución de la etapa fue un tanto random. Israel había colado a dos corredores, Michael Woods con la intención de lleverse el triunfo y Hugo Houle en labor de apoyo. Los roles se invirtieron, y mientras Houle marchaba en pos de su primera victoria en línea de su carrera profesional, Woods controlaba detrás a Matteo Jorgenson. 

El impresionante renacimiento israelí.

 

Por detrás tampoco hubo mucha historia. En el Port de Lers, Majka forzó el ritmo para un ataque de su líder, que se produjo poco antes de coronar y continuó un poco durante la bajada. Fue, como otras veces, un ataque explosivo y sin excesiva confianza, dirigido más a pillar a Vingegaard en un descuido que otra cosa. En el Mur de Péguère, Majka quedó extrañamente eliminado debido a una rotura de cadena cuando marchaba en cabeza. Pogačar, sin su único gregario, prefirió esperar, culminándose la etapa sin más sobresaltos.

En la corta etapa con final en Peyragudes y paso previo por Aspin, Hourquette d'Ancizan y Val Louron-Azet, el equipo UAE intentó su última (y prácticamente única) acción orquestada. Comenzaba la etapa con la retirada de Majka, aquejado al parecer de extraños dolores musculares después de la pedalada en falso. Sin contar a Hirschi, llegado al Tour de rebote y medio convaleciente, Pogačar solo disponía de dos gregarios, Mikkel Bjerg y Brandon McNulty. Dos corredores que hasta el momento habían mostrado entre poco y nada: el rodador danés se había quedado en casi todos los puertos iniciales, mientras que McNulty apenas se había mostrado. La debilidad de Pogačar obligaba a exigir más a sus gregarios, en todos los sentidos. Pues bien, Bjerg comandó y diezmó al pelotón en la Hourquette d'Ancizan y Brandon McNulty hizo lo mismo en Val Louron-Azet. En la primera ascensión, el ritmo de Bjerg mostró las debilidades de Adam Yates. En el caso de la ascensión del McNulty, qué se puede decir: fue simplemente prodigiosa, abracadabrante, quedándose tan solo con Pogačar y Vingegaard a rueda. Incluso Thomas también cedió, especialmente rocoso en este Tour a pesar de sus treinta y seis añazos. También van Aert, que esta vez al no ir en fuga, quedó descolgado demasiado pronto, dejando a su líder solo. El ritmo fue tan elevado que los cronometradores oficiosos aseguran que se batió un record de 1997, con Pantani, Virenque y Ullrich como protagonistas. Salvando el hecho de que la comparación entre ambas etapas es imposible, por las variables tácticas, meteorológicas o de dureza, es indudable que se ascendió muy rápido. Tanto que Pogačar no pudo atacar e incluso pidió que McNulty aminorase el ritmo en Peyragudes, a fin de ganar la etapa. 

McNulty y su día de gloria.

En el rampón final del aeródromo de Peyragudes se dirimió la victoria. Pogačar, incapaz de soltar a Vingegaard, al menos intentaría llevarse la etapa: y así lo hizo. Una vez retirado McNulty de cabeza, Pogačar lanzó un ataque no demasiado duro, que fue respondido por Vingegaard. Pogačar, muy hábil en finales así y con un casi infalible olfato para la victoria, se colocó a su rueda y le rebasó en los últimos metros. Sin embargo, la impresión final fue que Vingegaard no lo dio absolutamente todo por conseguir la etapa, a diferencia de lo ocurrido en La Planche des Belles Filles. Aun así, con esta victoria Pogačar continuaba manteniendo su particular ritmo de victorias de etapa por gran vuelta, siempre de tres en tres. 

Siempre tres.

 

Finalmente, ayer se disputó la etapa reina pirenaica. Un tradicional Lourdes – Hautacam, con paso por el Aubisque, el inédito Spandelles y final a Hautacam. "Però parlo del temps, crec que era juliol, en què es va fondre l'Induráin i vam maleir el danès i a les rampes d'Hautacam", por citar la canción de Manel. Ese mismo lugar. En el mismo kilómetro cero, van Aert se lanzó de nuevo a la aventura, enlazando de este modo fugas prácticamente todos los días, algo nunca visto. En esta ocasión, llegaría casi hasta el final. Y no ganó en Hautacam (podría haberlo hecho), porque prefirieron que ganará Vingegaard de amarillo. La superioridad de Jumbo fue tal que pudieron decidir con quién ganar, con dos posibles modalidades de homenaje a Riis: la victoria de un tipo fuerte, de un rodador, de un tanque, como van Aert, o la de un danés de amarillo, como Vingegaard. Pero ahí acaban las comparaciones, ya que el inicio en el ciclismo de ambos corredores (siempre la prueba de tantas cosas) es indudablemente muchísimo mejor que el del gigantón de Ariostea, Gewiss y Telekom, habitual de la grupeta de cola y de la lucha por el fuera de control en sus primeras participaciones en el Tour. 

La ascensión al Aubisque estuvo aderezada por la lucha por el maillot a lunares. Geschke quedó fuera de la fuga, gracias al empeño de Trek para Ciccone. Al final de la etapa, el liderato no fue ni para ni para otro, sino para el líder de la carrera, como viene sucediendo desde 2020. El puerto fue aun así espectacular, sobre todo en su descenso, con su carretera colgada entre precipicios. Sin acabar el descenso, se enlazaba con Spandelles, una carretera estrecha, al parecer asfaltada recientemente. En la escapada, van Aert no iba en actitud de vigilancia y control, sino más bien forzando el ritmo: coronó en solitario Spandelles, algo inaudito para un maillot verde. Por detrás, Pogačar no podría contar esta vez con Bjerg, descolgado prematuramente, y tampoco con McNulty: pagaron los esfuerzos del día previo. Aun así, Pogačar lo intentó repetidamente, siendo seguido de forma inmediata por Vingegaard, y de forma más pausada por Kuss. Para el esloveno estaba siendo imposible incluso descolgar al gregario de su rival.

Lo probó entonces en la bajada a la desesperada. Al tratarse de una camino convertido ahora en carretera, las curvas presentaban peraltes un tanto extraños. Pogačar comenzó a arriesgar en cada curva para descolgar a Vingegaard, de forma que al danés la bici le hizo un extraño que pudo dominar in extremis. El esloveno no pareció aminorar el paso y unas curvas más abajo fue él el que sí se fue al suelo, al trazar mal una curva y pedalear sobre la grava. Se llevó un fuerte impacto en el glúteo y por delante Vingegaard, al quedarse solo, decidió esperar. Más allá del gesto deportivo, el choque de manos fue más bien un símbolo: Pogačar no iba a seguir arriesgando en la bajada y con esa tregua asumía la superioridad de su rival y quién sabe si su derrota definitiva. A continuación se vieron unas imágenes de dudosa interpretación, que han dado lugar a múltiples elucubraciones por parte de los habituales amantes de lo oculto, como diría ese fascistoide presentador. Más que nada, Pogačar mostró su carácter ante el coche de equipo, no se sabe si pidiendo bidones, si recriminándoles que no le hubieran informado de la bajada o incluso, lo más probable, mostrando su enfando por el hecho de que le hubieran forzado a arriesgar en exceso. Otras interpretaciones ya entran dentro de la paranoia. También tengo dudas de que el mismo staff continúe para el año que viene en las filas de UAE, salvo Giannetti, que ejerce más de conseguidor y cara amable (quién lo diría) que otra cosa. 

El karma. Luego vino la bronca.

Tregua.

 

En las rampas de Hautacam, van Aert seguía forzando, dejando la fuga reducida a dos acompañantes, Pinot y Daniel Martínez, mientras por detrás también Jumbo con Sepp Kuss iba descolgando a corredores. Primero Mas, Vlasov, Bardet y Quintana, más tarde Gaudu (que fue de menos a más, como siempre en él), finalmente Thomas. El ritmo machacón de van Aert descolgó a la última esperanza francesa de victoria, siendo alcanzados finalmente por Kuss, Vingegaard y Pogačar. Al retirarse Kuss de cabeza, quedaron delante tres de los cuatro maillots de carrera. Y ahí se produjo una de las escenas de este Tour: el ritmo bestial de van Aert pudo descolgar a un Pogačar agotado y dolorido. El ataque de Vingegaard no se hizo esperar, llevándose un triunfo de amarillo. El final fue incontestable, gélido a su manera. Pogačar, de nuevo con el maillot abierto al completo, perdería más de un minuto, hincando definitivamente la rodilla. 

Van Aert descuelga a Pogacar a falta de 4 km.

 
Otro danés de amarillo en Hautacam (y en el Aubisque)

 

Pogačar no ha podido culminar su venganza pirenaica. De hecho, no ha podido sacar ni un segundo real (más allá de bonificaciones) a Vingegaard en montaña. Las causas habrá que buscarlas en el calor, en que ha ganado peso para afrontar otros retos, en llegar corto de forma (o pasado, según algunos) o, sobre todo, en la descompensación entre ambos equipos. En cierta manera, su derrota lo humaniza y hará que las oleadas de haterismo exagerado recibidas en las últimas ediciones tengan a partir de ahora otro objeto contra el que dirigirse. Porque es curioso que el esloveno ha pasado de ser un tirano implacable y odiado injustamente, al modo de Merckx, a un atacante frustrado pero popular, al modo de Poulidor (aunque para muchos siga siendo extrañamente Armstrong). Su derrota engrandecerá la posible victoria de Vingegaard, que de no ser por Pogačar no habría encontrado oposición. Ni él ni su equipo. Pero más allá del discurso del espectáculo, al final siempre un poco vacío, Pogačar no debe estar nada contento con esta temporada, en la que se le han escapado los grandes triunfos que se había marcado (Sanremo, Flandes, posiblemente también el Tour). Una Tirreno - Adriatico y una Strade Bianche saben a poco para su nivel y ambición, más allá de las carreras locales de Emiratos y Eslovenia. Quizá ha pecado de exceso de confianza y tampoco le ha servido contar con una horda de palmeros (también numerosa, opuesta a la del linchamiento) que le llevan diciendo durante dos años lo bueno que es. Su equipo lo ha fiado todo a la fuerza bruta, y así tampoco se puede ganar cuando enfrente hay un equipo que te supera en todos los sentidos. De todas formas, esta derrota amplifica el auténtico regalo para el espectador que supone la existencia de un corredor así, polivalente, descarado, un corredor dominador y de carácter que al mismo tiempo parece sencillo y afable, que evita comportamientos marrulleros (aunque a veces se deje llevar por el histrionismo juvenil). Un corredor que ojalá no varíe ni un ápice su forma de afrontar el calendario ciclista con la intención de convertirse en un soso julietista más. Tendrá que resarcirse en lo que queda de temporada, y no me cabe duda de que lo hará.

Este año, más espectáculo que resultados, como van der Poel.


El mazazo para Pogačar, que ha descubierto a su némesis, debe ser fuerte, pero también la sorpresa para los espectadores. Porque más allá de algún iluminado de los wattios, ¿quién esperaba un rendimiento así de Vingegaard? Ha sido muy superior a sus rivales en montaña y la profecía atisbada en el Mont Ventoux durante la temporada pasada se ha acabado cumpliendo: en la altitud, en puertos largos y con calor, Vingegaard es superior. Pero más allá de ese detalle del pasado, tomado como indicio de algo que al final se ha acabado produciendo, si se examinan los resultados reales de Vingegaard estamos ante una eclosión digna de análisis. Los palmareses de Pogačar y Vingegaard no tienen ni punto de comparación. El danés es un corredor de pocas victorias y un tanto random (una etapa en Polonia, otra en UAE, otra en Dauphiné; la Drôme Classic y la Settimana Internazionale Coppi & Bartali, su única vuelta por etapas). En categorías inferiores tampoco es que la cosa fuese espectacular. En el Tour del Porvenir de 2018, ganado por Pogačar, Vingegaard acabó a 41 minutos del esloveno. Por detrás de Bjerg, McNulty y Hirschi, por poner más ejemplos presentes en esa edición y este Tour, siendo dos años más mayor que todos ellos. Comentan que sufrió una caída en el Giro del Val di Aosta, en el que ganó el prólogo, y llegó tocado a la carrera más prestigiosa sub-23. Pero 41 minutos es mucho tiempo. Estamos, por tanto, ante un corredor de florecimiento un tanto tardío dados los estándares de los niños prodigio actuales, y que se acerca más al de vueltómanos como Froome o Induráin. Algunos recuerdan su victoria en Zakopane en 2019 (yo no, el Tour de Polonia es una vuelta que ignoro año tras año sistemáticamente). Mi primer recuerdo suyo viene en 2020, haciendo de gregario de lujo de Roglič en el Angliru. Ahí ya demostró que en ese cuerpo larguirucho y fino había un tremendo potencial como escalador. Dadas las demostraciones actuales, parece un corredor predestinado a ganar más de una gran vuelta, dado su talento como escalador y que se defiende bastante bien en crono (veremos el sábado). El Tour de Francia se adapta perfectamente a sus características, ya que cuenta con la capacidad individual y con un equipo que ha ejercido, al menos este año, un dominio apabullante y bastante desigual.  

Amor no correspondido.

 

De todas formas, esto no ha acabado. Quedan tres días (dos si se descuenta la pachanga final, convertida desde hace años en día de pseudocompetición por propio acuerdo entre los ciclistas). Hoy habrá lucha por la fuga (los franceses no han obtenido victoria) pero también por el sprint (ha habido muy pocos este año). Se promete un día movido desde el inicio y si hay viento puede haber nerviosismo y problemas. Y luego queda la crono, más larga en otras ocasiones, aunque a priori no debería cambiar en exceso la situación actual, dado el colchón con el que cuenta Vingegaard para hacerse con el triunfo final.  


 

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