lunes, 16 de septiembre de 2024

AL OTRO LADO DEL CHARCO

No ha estado nada mal este fin de semana de carreras canadienses, aderezado con el campeonato de Europa de por medio. Ya lo dije en una ocasión, para mí las dos carreras canadienses marcan el inicio del otoño y con él, la parte concluyente de la temporada ciclista. La novedad de estos paisajes americanos en relación con los europeos, ya conocidos, permite dejar volar un poco la imaginación, aunque se trate de carreras en circuito, con los mismos lugares una y otra vez fotografiados, como en aquellos souvenirs con forma de televisor en miniatura, en los que se veían desfilar una y otra vez los mismos paisajes y monumentos. 


No hay foto en la que no salga el Chateau Frontenac.


En ese sentido, no es difícil imaginar una taberna en esas calles aparentemente europeas del puerto fluvial de Quebec, repleta de marineros borrachos, fumadores de opio y pescadores de bacalao extraviados, al igual que en el circuito de Montréal es fácil imaginar alguna escena de película norteamericana de universidades, con hermandades dadas a la juerga y decanos con jerseys de lana y coderas, a pesar del toque francófono de la ciudad. En fin, no me hagáis mucho caso.

Oh Canada!


La carrera de Quebec fue una de las más bonitas que recuerdo en la breve historia de este circuito. Tuvo su punto repetitivo, claro está, pero el final fue emocionante, al modo de un sucedáneo americano de la Milán - Sanremo. Todo se decidió en la última vuelta. Una escapada acaparó todo el protagonismo durante la mayor parte de la prueba, con Frank van den Broek y el novato estadounidense del Ineos Artem Shmid (que por su nombre y su apellido, escrito con esa grafía, tiene pinta de ser el propio de un ruso-americano, como los protagonistas de El cazador o Little Odessa). UAE se encargó de la persecución, implicando incluso a regañadientes a Ayuso en el tramo final. Una vez cazados los escapados, Jorgenson lanzó su ataque en la zona del Parc-des-Champs-de-Bataille, en una zona de descenso hacia el río, tras pasar el baluarte. El ataque de Jorgenson parecía bueno, pues se vio al alto corredor norteamericano poniendo en serios aprietos al pelotón en el tramo llano junto al San Lorenzo. De todas maneras, se veía que estaba asumiendo demasiado desgaste de cara a las cotas finales. 

Alaphilippe lanzó un primer ataque en la primera rampa, la côte de la Montagne, dando alcance a Jorgenson. Este ataque fue continuado, en la côte de la Potasse/des Glacis, por el esperado movimiento de Tadej Pogačar. Podría decirse que casi por primera vez en toda la temporada se vio a Pogačar apretar los dientes con fuerza, mientras se tensaba el grupo detrás suyo, sin romperse plenamente. De hecho, a rueda llevaba pegado nada menos que a Arnaud De Lie, para gran sorpresa general.

El esperado ataque de Pogacar, con De Lie, Berckmoes y Van Gils a rueda.


Tras Arnaud De Lie iban otros dos corredores de Lotto, Maxim Van Gils y Jenno Berckmoes. De esta manera, cuando Pogačar desistió de su aceleración, fue el turno de los dos compañeros de De Lie. El toro valón incluso intentó cerrar un poco a Pogačar contra los límites de la calzada, para impedir de esa manera que tomara la rueda de Van Gils y Berckmoes. El ritmo de estos dos acabó por rematar a De Lie, que se descolgó, mientras Pogačar se les unía. En resumidas cuentas, todo fue una acción suicida, puesto que en la recta de meta, claramente ascendente, todos ellos fueron cazados por el grupo. En ese momento surgió Michael Matthews, un auténtico especialista en esta llegada. Su sprint fue largo, casi eterno, pero ganó con bastante superioridad a Girmay y a Molard. Pogačar todavía hizo séptimo, mientras que De Lie llegó a meta completamente desfondado, destruido por haber intentado seguir la rueda del astro del ciclismo contemporáneo, demasiado ardiente. En resumidas cuentas, fue un final frenético e interesante, mejor de lo que suele deparar esta prueba. 

Largo sprint para Matthews.

Siempre un francés destaca en las carreras de Quebec, esta vez fue Molard. 


Ayer hubo ración doble para los adictos al ciclismo, con el campeonato de Europa y el Gran Premio de Montréal en prime time. A pesar del habitual baile de fechas, encontrándose en esta ocasión demasiado cerca del mundial, el europeo tenía una participación bastante decente, con casi todos los mejores velocistas del pelotón (Philipsen, Merlier, Kooij, Milan, Meeus), además de van der Poel y Pedersen. El nietísimo partía con la intención de entrenarse de cara al mundial, exhibiendo los resultados de su cura de adelgazamiento y sus mechitas. El precedente femenino había sido un auténtico tostón, vencido sin oposición ni apenas movimientos por Lorena Wiebes. Todo apuntaba a más de lo mismo, pero tanto van der Poel como Pedersen se empeñaron en hacer de la carrera algo loco e impredecible por momentos.

Pedersen, Laporte y van der Poel, los animadores de la jornada.


Ambos estaba ya en los ataques a más de 100 kilómetros de meta y posteriormente formaron un grupo muy peligroso, en el que también figuraba Christophe Laporte. Por detrás la selección belga se inhibió de todo tipo de responsabilidad, dejándosela a los italianos, que la asumieron sin titubeos. Se diría que estaban preparando un nuevo mundial de Zolder, con la selección italiana controlando la carrera de principio a fin, pero en los metros finales afloraría la decadencia del ciclismo transalpino en todo su esplendor, para decepción de los más triunfalistas. En resumen, Jonathan Milan no estuvo a la altura. 

Italia jugando a Zolder 2002, pero sin el maltratador.



Mirco Maestri, Mattia Cattaneo y Edoardo Affini controlaron la parte final de la prueba. Una vez cazado el grupo de van der Poel, Laporte y Pedersen, los daneses siguieron intentándolo en la parte más soporífera del circuito. Primero saltó Kragh Andersen, después Asgreen, pero en todo momento Affini los mantuvo a raya, como un pescador que espera a recoger carrete. Sin embargo, en el último kilómetro la labor de Trentin y, sobre todo Consonni, fue algo peor. De golpe aparecieron los belgas, dirigidos por Rickaert. Este corredor, aplicando al pie de la letra las instrucciones aprendidas en Alpecin, tomó la cabeza y se retiró entorpeciendo algo a Consonni (un corredor que en la ruta pasa completamente desapercibido). Esa sutil maniobra de los belgas dejó encerrado a Milan, un corredor que de normal necesita mucho espacio para avanzar. Por los flancos fue superado por Merlier y Philipsen, cada uno haciendo el sprint por su cuenta y con bastantes corredores a rueda. El flanco de Merlier fue el vencedor, arrastrando a Kooij y a Mihkels, que arrebató en el golpe de riñón el tercer puesto a Philipsen. Para los italianos fue una beffa, como dicen ellos: lo que pasa por querer jugar a selección dominadora con esos mimbres. De la selección española no merece la pena ni hablar. 

Mihkels supera por la mínima a Philipsen. 

Merlier claramente primero. A Milan ya no se le ve. 

Bittner (a la izquierda, detrás de Merlier) se precipitó con un ataque lejano.


 

Finalmente, por la tarde se disputó la carrera de Montréal. No era ninguna sorpresa que Pogačar trataría resarcirse tras su discreto puesto en Quebec, ya se le ve mucho el plumero. Puso a todo su equipo a trabajar y, de nuevo, al igual que en el Tour, se le vio a los mandos del pinganillo, dando instrucciones y despidiéndose de los compañeros que iban quedando atrás. Ayuso y Wellens duraron poco, de manera que se vio claramente cómo pidió a Novak que se exprimiera en cabeza, dando una vuelta más de las programadas, al mismo tiempo que le pedía a Majka que reservase. Era todo tan visible, tan cristalino, que podría haber quedado en una humillación como la italiana de pocas horas antes, de no ser Pogačar un rematador infalible. Nadie opuso una alternativa, todo hay que decirlo. 

El momento del ataque de Pogacar.


A falta de dos vueltas, en la larga cota de Camillien-Houde (entre el jardín y el cementerio), Pogačar mandó a Majka que hiciese uno de sus lanzamientos y luego, sin apenas esfuerzo, el esloveno se marchó. Faltaban 23 kilómetros y durante algún instante dio la impresión de que podría haberse precipitado. Hacía calor, tanto que en el culotte de Pogačar eran muy visibles las marcas de sal, casi más que nunca. Al pasar por meta se vació un bidón entero, dando la impresión, con el maillot mojado y algo sucio, de ser una especie de gato bañado a traición. Aun así poco más podía plantear el resto. Solo Bilbao salió desde atrás, cuando Pogačar ya tenía una ventaja de unos 45 segundos. Al de Gernika se le vio rodar con su estilo tan particular, con ese balanceo hipnótico de caderas, al que ha añadido ahora una forma de coger el manillar parecida a la de una mantis religiosa: parece mentira que con ese rodar tan antiestético haga diferencias. Bilbao parecía que recortaba distancias, pero simplemente porque Pogačar decidió aflojar en la parte final, chocando manos y celebrando de forma muy anticipada. Había hecho una nueva exhibición, pero en las entrevistas parecía un poco molesto, quizá consigo mismo, por haber padecido tanto el calor y haber mostrado un poco de vulnerabilidad en algún tramo final de la prueba.

En meta, como viene siendo habitual, en solitario.

Buen pódium para Bilbao y Alaphilippe.

Sudado y sucio, pero sonriente.


Ahora ya queda todo aplazado para el interesante mundial que nos espera. La selección eslovena parte como favorita, con Pogačar y Roglič, en extraña cohabitación. Los belgas tendrán a Evenepoel de líder. De momento solo se ha dejado ver de paseo en el Tour of Britain. Los neerlandeses tendrán a van der Poel, quizá no en su circuito más apto, pero afinado para la ocasión en la Costa Blanca. También estará Marc Hirschi, el pogačar del calendario B italiano, un corredor que va saltando de victoria en victoria durante este verano. La selección española, todavía no anunciada, debería contar con los tres Kern Pharma de la Vuelta (Castrillo, Berrade y Miquel), más Soler, Adrià y quizá Bilbao y Aranburu (nada de Lazkano esta vez). Mas podría figurar, pero el alineamiento de astros para que ganase una carrera debería ser el propio de un fin del mundo maya. 

Tened paciencia (foto Cor Vos)


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