lunes, 5 de agosto de 2024

SEGUNDO DÍA CONSECUTIVO DE LOCURA PARISINA

La carrera femenina de los juegos olímpicos también ha deparado un espectáculo intenso y emocionante, a pesar de que ha sido muy complicado seguir su evolución, dada la espantosa realización televisiva, completamente desorientada en los momentos decisivos. La carrera se ha corrido constantemente al ataque, como una prueba de juveniles. Pero, a pesar de la euforia, hay que ser conscientes de que ha sido una caída la que ha dinamitado la carrera. Una caída provocada por la ciclista norteamericana Chloé Dygert, reincidente en ese apartado. Ese incidente ha dejado cortadas a Vollering, Wiebes, Niewiadoma y Labous, entre otras, propiciando la formación de un grupo delantero que ha acabado jugándose el triunfo. En la marcha hacia adelante de ese grupo delantero el empuje de Mavi García ha sido determinante. También el de la futura ganadora, la norteamericana Kristen Faulkner, que además de rodar en cabeza durante la fase decisiva, ha sido la más lista en los kilómetros finales. 


Con esta medalla no contaban los EEUU en su carrera armamentística contra China.


La carrera ha comenzado, al igual que la carrera masculina, con una fuga de corredoras exóticas. Entre ellas, llamaba la atención la presencia de las hermanas afganas Hashimi, muy activas y con visos de ser ciclistas de calidad. De hecho, una de ellas, la menor, Fariba, escapada junto a la bielorrusa Hanna Tserakh, no ha sido cazada hasta en el inicio de la primera ascesión a Montmartre. Es entonces cuando se ha producido la caída: Dygert ha entrado pasada en una curva y se ha llevado por delante a una corredora suiza. La estrechez de la calzada ha creado un pequeño tapón, del que se han aprovechado las corredoras que han quedado por delante: Faulkner, Vas, Vos, Longo Borghini y Mavi García, entre otras. In extremis, en solitario y a la desesperada, ha logrado conectar Lotte Kopecky en la subida y posterior descenso desde la basílica del Sacré Coeur. Ha sido todo un derroche de fuerza de Kopecky, que tantas veces recuerda, con su potencia y su forma de correr, a los mejores clasicómanos históricos de su país. 

El stop the count de Chloé Dygert.


En ese grupo delantero, la selección que contaba con más corredoras era la británica: Deignan, Henderson y Georgi. Esta última, la más joven de las tres, era la más fuerte del trío y para la que trabajaban las otras dos, puesto que los tiempos de Deignan ya pasaron. También figuraba delante Marianne Vos, siempre al acecho, sin compañeras, puesto que Vollering y Wiebes habían quedado por detrás. Por parte de Bélgica, Kopecky parecía exclusivamente preocupada en marcar de cerca a Longo Borghini, continuando con el pique que mantuvieron ambas durante el Giro. En el grupo perseguidor, Vollering comenzó a sacrificarse por Lorena Wiebes, sin encontrar colaboración de ninguna otra selección, de forma lógica. Más tarde, con Vollering ya fuera de juego, se destacarían de este grupo trasero Niewadoma, Wiebes y la sueca Andersson. En ningún momento estuvieron en opciones de llegar a la cabeza de carrera. Aun así, la realización les tomó cariño, enfocándolas sin descanso en la última parte de la prueba, mientras la carrera se decidía por delante. También a Dygert, cuando se estaban jugando las medallas y la estadounidense se encontraba muy rezagada. 

La carrera llegaba a su tramo más decisivo. A falta de 22 kilómetros, un ataque sin mucha convicción de Deignan fue seguido con gran sagacidad por Blanka Vas y Marianne Vos. La joven húngara del ciclocross y la veterana neerlandesa, también en su día experta en el barro, se deshicieron bien pronto de la compañía de la británica, marchándose por delante. Parecía que ambas tenían la carrera hecha, Vos con su astucia, su carácter incombustible y su punta de velocidad (una mezcla entre Valverde y Costa), Vas con su dominio de la bici y su capacidad de resistencia. Por detrás apenas había colaboración. Todas observaban a Kopecky, y esta solo controlaba a Longo Borghini. Solo cuando Longo Borghini cedió, Kopecky pasó a la acción. En el último paso por Montmartre se destacó junto a Faulkner, y ambas comenzaron la persecución al dúo de cabeza, formado por Vos y Vas. 

Vos y Vas parecían tenerlo hecho ya. (foto de Zac Williams)


Fue esta una persecución agónica, camino del Trocadero. Kopecky parecía cansada, después de los esfuerzos previos, y Faulkner no se implicaba en exceso en los relevos. Estaba claro que la norteamericana nacida en Alaska, sabiéndose más lenta que Kopecky, estaba jugando con ella, ahorrando todo lo posible y obligando a la campeona belga a desgastarse más de lo debido. Por delante, Vos y Vas han comenzado a relevar sin miedo solo cuando han visto las orejas al lobo (hasta el momento, ambas habían guardado). Se ha producido la conexión a falta de tres kilómetros, pasado el Louvre y cruzado el Sena. Este cuarteto ha sido muy efímero, puesto que nada más conectar, aprovechando la curva de noventa grados que daba inicio a la ribera del río, Faulkner ha lanzado su ataque.


El momento del ataque decisivo.


No ha sido un ataque aparentemente violento. Faulkner no se ha levantado de sillín, simplemente ha salido con fuerza de la curva mientras sus tres rivales parecían querer examinarse en detalle. Ha sido un ataque a la manera de Freire en Verona 1999, coreográfico, a contracorriente del movimiento natural del grupo. Vas ha hecho mención de querer salir tras ella, pero ha tenido un momento de duda: ha debido pensar que le estaba facilitando demasiado el trabajo a Vos y Kopecky, corredoras muy rápidas, de manera que ha dejado de tirar. Estas dos, con la zorrería que muchas veces se ve en las clásicas y que otras tantas propicia el triunfo de alguien inesperado, se han comenzado a observar mutuamente, y en poco tiempo Faulkner ha alcanzado una ventaja tremenda. Estaba claro que iba a ganar, pues ya hizo algo semejante en la etapa de Zaragoza de la pasada Vuelta a España.

Lógicamente tiene mérito haber calculado el momento concreto del ataque y haber tenido fuerzas para llevarlo a cabo, pero queda la impresión de que las otras, sobre todo Kopecky y Vos, no lo dieron todo por coger. Cuando han querido reaccionar se han dado cuenta de que su carrera era por las medallas. Ese momento de duda inicial ha dejado en bandeja la victoria a la norteamericana, que ha entrado en meta sin celebrar. En un primer momento se pensaba que no se había dado cuenta de que había ganado, pero luego lo ha desmentido ante la prensa, diciendo que dos de sus reglas son no mirar atrás cuando va escapada y no celebrar en meta. 

Este triunfo un tanto regalado habría dejado un regusto agridulce de no ser por el tremendo sprint por las medallas que se ha visto a continuación, propiciado, eso sí, por la racanería. Kopecky, Vos y Vas han llegado prácticamente en paralelo y las medallas se han decidido por el golpe de riñón. La más certera en lanzar la bici ha sido Vos, la más experimentada, mientras que Blanka Vas ha sido la que finalmente se ha quedado sin medalla. Un ligero error de colocación la ha obligado a cambiar de trayectoria, perdiendo de este modo un tiempo imprescindible para obtener el bronce. Su cuarto puesto rima con el de su compatriota Valter, también cuarto y representante en solitario por su país, al igual que ella. 



Si la victoria había sido un poco meh, un sprint de esta manera quita todo mal sabor de boca.


Así pues, la plata ha sido para Vos y el bronce para Kopecky. La plata sabe a gloria para Vos en sus quintas olimpiadas, pero para Kopecky ha debido quedar cierta sensación agridulce. Parecía la más fuerte, ha tenido que cerrar huecos en momentos clave, pero a la hora de la verdad ha preferido conservar y ha perdido. En cierta manera, ha sido incluso un poco injusto que Vas se quedase sin medallas. 

Chocolate húngaro.


La carrera olímpica ha propiciado, en el ciclismo femenino, otro día para el recuerdo. Quizá no ha alcanzado la caótica combinación de épica y absurdo vivida en los juegos de Tokyo, donde el desconocimiento de las diferencias, el marcaje mutuo de las neerlandesas y la desidia del resto propició el triunfo de una escapada de salida, con Anna Kiesenhofer, la matemática, llevándose la medalla de oro. Una ciclista que, por mucho que algunos la pretendieran adoptar, no ha vuelto a hacer prácticamente nada desde entonces (como tampoco lo había hecho antes). De hecho, hoy Kiesenhofer ha hecho la goma desde bien pronto, quedándose mucho antes que ciclistas de selecciones aparentemente más débiles. En cuanto a la carrera de estos juegos, no ha habido un exceso de parones tácticos, ha habido ritmo y ataques constantes y al final han primado la fuerza y la astucia: poco más se puede pedir a una carrera ciclista. 

El pódium (foto de Alex Broadway, Alex Whitehead y Tim de Waele)



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