sábado, 4 de mayo de 2024

POCA EXPECTACIÓN ANTE UN GIRO CON UN CLARO FAVORITO

Con el Giro de Italia se inicia la temporada de grandes vueltas, tres semanas de entretenimiento diario, con sus pequeños dramas, sus momentos de intensidad e incluso sus plot twist. Pero, con el paso de los años, me he acabado dando cuenta de que es más interesante la expectación previa a una gran vuelta que una gran vuelta en sí misma. En la víspera se vive todo con cierto cosquilleo primaveral, hasta que llega la constatación de que no va a pasar nada sorprendente.

Enseñando las zarpas.

Son muchos años de seguimiento del Giro de Italia. He alcanzado la suficiente madurez como para recordar giros en los que los protagonistas actuales todavía no habían nacido. Poniéndome nostálgico, para mí el Giro siempre será aquella última semana en la que ya no había colegio por las tardes y se podía disfrutar de las etapas entre semana. Es decir, la imagen de un joven medio calvo, llamado Marco Pantani, con el culo fuera del sillín descendiendo camino de Lienz. Han pasado muchos años de aquello, con algún que otro giro visto a través de Telecinco, Canal 33 e incluso Localia tv. Hubo ediciones francamente olvidables: la del blitz de Sanremo, aquella de Di Luca, o la del exasperante duelo, a base de ataquitos de último kilómetro, entre Purito y Hesjedal. Otras las recuerdo frescas, rodeadas del aura de la novedad: el Giro ganado sin equipo por Savoldelli en 2002, la irrupción de un élfico Cunego en 2004, un Emmanuele Sella encerado en 2008 o la trepidante edición de 2010, que relaciono con Scarponi, Vinokurov, Nibali y Arroyo, y pocas veces con su ganador final. Si repasase las participaciones de aquellos giros ahora sentiría algo de vergüenza: era una carrera más local entonces, todos los italianos iban puestísimos (tutti pazzi per Pirazzi), y los extranjeros sabían que serían objeto de alguna emboscada, realizada por salteadores de caminos o por la propia organización.

El peak del Giro lo sitúo en épocas más recientes, en concreto en el periodo comprendido entre 2015 y 2018, años en lo que hubo un justo equilibrio entre emoción y participación. Con la carrera de Francia maniatada por los trenecitos, en Italia se vivió un encadenado de grandes ediciones: la aparición del landismo en 2015, el descalabro de Kruijswijk en el Agnello en 2016, la cagalera de Dumoulin en 2017 o la debacle final de un Simon Yates nunca más visto, en 2018. A día de hoy, el Tour ha encontrado un filón en los duelos Vingegaard-Pogačar, una especie de serial a lo Rasca y Pica, pero con sonrisas de por medio, lo que ha propiciado las mejores ediciones de la carrera en décadas. En cambio, el Giro ha entrado en una parálisis preocupante, con participaciones flojas, etapas anuladas y ausencia de ataques. Mauro Vegni ha intentado paliar a base de talonario la poca expectación suscitada por su carrera, adquiriendo esta vez a la anhelada joya de la corona, Pogačar. Al esloveno le han preparado un traje a medida, para que pueda repetir plato en julio: un Giro suavizado, carente de media montaña y con una alta montaña algo descafeinada, siempre pendiente de la anulación. A ello se añade bastante crono y sobre todo muchos sprints, como si se volviera a aquellos años de dominación de Cipollini o Petacchi, en los que los velocistas contaban con una media de 10 o 12 oportunidades claras. 

El Stelvio, ayer. 

No tengo dudas de que Pogačar se implicará de pleno en el Giro y nos dejará grandes momentos. La lógica dicta que tiene que ser comedido y desde su equipo llevan días diciendo que serán cautos, pero todos ya a estas alturas sabemos cómo es el esloveno y cómo es su equipo: él no se puede reprimir y su equipo no está a la altura de su estrellato. Sus jefes tampoco suelen ser el súmmum de la sinceridad, para qué engañarnos. El carisma de Pogačar hace que sea percibido por el aficionado como alguien ajeno a su equipo, por encima de las decisiones de sus jefes y de sus anunciantes. Ese es su gran mérito, entre otros muchos. Por su parte no hay duda de que habrá acción. Por la de su equipo, acertadamente han dejado fuera a varios mantas habituales, de esos que van a hacer su carrera y su puestecito, pero llevan extrañamente a Molano, para unirse a la fiesta del sprint que va a ser este Giro.

Se acabó el fútbol (o casi) en el pravda de RCS.

La lista de sprinters es abrumadora, cada equipo lleva al menos un hombre rápido. Entre los grandes nombres destacan los de Merlier, Groves, Jakobsen, Bauhaus o Kooij, este último por fin en una vuelta grande, sin olvidar a los locales Milan o Dainese. Pero el que creo que puede ser la gran revelación va a ser Tobias Lund Andresen, recientemente ganador de tres etapas en la vuelta de Erdogan, y al que veo bastante más en forma que a su líder Jakobsen: veremos cómo queda la cosa entre ambos. Esta confluencia de grandes velocistas va a hacer de los últimos kilómetros algo trepidante a la par que peligroso, de igual manera que el desarrollo de gran parte de las etapas será completamente soporífero: dos horas de paisajes y arquitectura y un cuarto de hora, a lo sumo, de intensidad.

Atención que también participa Pithie, con su peinado a lo lord inglés en el Grand Tour por Italia. 

Y en cuanto a la general ¿Puede haber contrapeso a Pogačar? Lo dudo. Nadie parece a su nivel. Los nombres que suenan más son los de Geraint Thomas y Romain Bardet, corredores ya algo cascados, pero también los únicos que no extrañaría ver en un pódium. Por parte de Visma está Cian Uijtdebroeks, pero se ha prodigado bien poco y su equipo ha experimentado un ligero bajón de rendimiento desde las desafortunadas caídas de sus líderes. El escandaloso año de 2023 no se va a repetir y Martin Zeeman ya ha abandonado el ciclismo, por si acaso. Tampoco parecen manejar el mismo presupuesto que en años anteriores (Visma - Pequeña Lisa da para lo que da). En cuanto a las virtudes y carencias de Uijtdebroeks, es regular en montaña pero tampoco es un gran contrarrelojista.

Nadie habla de él, pero ha vuelto.

También suena bastante O'Connor, arropado por un equipo en alza, en el que destacarán los hermanos Paret-Peintre. Todo apunta a que se verá bastante a los Decathlon - Ag2r a lo largo del Giro. En cuanto a Ineos, aparte de Thomas cabría destacar a Thymen Arensman, muy bueno en montaña y antiguo rival del propio Pogačar en el Tour del Porvenir en 2018. Y hablando de esta carrera de formación, ¿por qué no pensar en una buena actuación de los dos italianos que acompañaron a Del Toro en el pódium de 2023? Hablo de Giulio Pellizzari y Davide Piganzoli, ambos en equipos de segunda categoría. Del primero se vieron cositas en el Trentino y parece efectivamente un buen escalador. Prefiero alguna sorpresa italiana por ese sector y no por parte del que dispara a gatos. Aunque si tuviera que elegir una revelación para este Giro, me quedaría con Florian Lipowitz, autor de un gran Tour de Romandía. Los Bora han hecho un buen despliegue de dinero este año, pero los resultados obtenidos no han sido los esperados: en julio aterrizará Red Bull como nuevo sponsor, y quizá tengan que allanar el camino con algún buen resultado.

Presentan un gran equipo, con los Paret-Peintre y Vendrame en estado de gracia.

Así pues, comienza un Giro más, la primera gran vuelta de este año, la más hermosa y últimamente la más frustrante. Me digo a mí mismo que no tengo que exigir demasiado, hay que dejarse llevar y disfrutar sin prejuicios y polémicas. También con alguna que otra siesta. Mauro Vegni ya se las ingeniará para ser también un poco protagonista y poner su punto habitual de ambigüedad e improvisación, algo sin lo que el Giro perdería su esencia. Quizá la ausencia de expectativas haga más interesante y sorprendente la carrera de este año, quién sabe. Si se parte de un nivel bajo es más fácil que cualquier cosa resulte atractiva.

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Interesante triunfo de Carlos Rodríguez en el Tour de Romandía. La carrera comenzó con un prólogo, a modo de broma, de 2,8 kilómetros con 14 curvas, ganado por el desconocido Maikel Zijlaard, del Tudor. Como viene siendo habitual, no hubo imágenes en directo del ganador. Tras un bonito final en les Marécottes, en el que Thibau Nys se impuso sobre Andrea Vendrame y Luke Plapp, llegó la crono, de 15,5 kilómetros. Los UAE se impusieron casi en conjunto, con vienen haciendo, copando tres de los cuatro primeros puestos: 1º McNulty, 3º Großschartner y 4º Ayuso. Solo se les coló entre medias Magnus Sheffield. A Ayuso le afectó la lluvia, como a todos los que salieron en la parte final de la crono, pero aun así obtuvo el liderato.

Mejor que su padre en la ruta, mucho peor que él en ciclocross.

Pero como también viene siendo habitual, tras una demostración conjunta de UAE en las cronos, llegó una debacle colectiva. Tocaba la ascensión de Leysin, donde se iba a decidir la prueba: Carapaz lanzó su ataque, todo grinta, intentando ocultar sus mediocres resultados previos, mientras Ayuso comenzaba a ceder, completamente grogui. Por detrás de se formó un grupo perseguidor, con Carlos Rodríguez, Lipowitz y Vlasov. El ataque de Lipowitz, con la intención de ganar la etapa, descolgó a su líder Vlasov, y propició que Carlos Rodríguez obtuviese la exigua ventaja que le daba el liderato y, por consiguiente, el triunfo final.

Le vino justo a Carapaz.


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También se está disputando la Vuelta femenina. Faltan todavía las etapas finales, pero se han visto ya cosas interesantes, sobre todo en los tramos finales. Camino de Zaragoza se vivió una etapa rápida, en la que se formaron abanicos, que pillaron a Gaia Realini por detrás. En días como ese, donde lo que prima es rodar, se hacen patentes las desigualdades internas existentes en el pelotón femenino. Al día siguiente, camino de Jaca, Realini cayó en el descenso del alto del Monasterio de San Juan de la Peña. Incomprensiblemente se fue al suelo en una zona de recta. En el descenso se pudieron ver los estilos contrastados de Realini y Vas: una bajando a lo Pozzovivo, la otra con mayor pericia, aunque en ninguno de los dos casos les sirviera para recortar distancias. En la subida final al Fuerte de Rapitán, Demi Vollering se destacó a ritmo, sacando ya unos segundos a Elisa Longo Borghini, mientras Kasia Niewiadoma se quedaba descolgada en las primeras rampas.

Bellos paisajes y bella victoria de Vollering.

Sin Realini ni Niewiadoma en carrera, ayer se volvió a ver una nueva exhibición de Demi Vollering en la subida a la Laguna Negra. A pesar de que algunos sigan echando de menos a la Vieja, y proyecten sobre la holandesa de SD Worx viejos pleitos, el dominio fue incontestable. La etapa fue para Evita Muzic, que pudo aguantar el ritmo de la campeona de los Países Bajos para rebasarla en los últimos metros.

Esta vez no había masajista del Cofidis.


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