lunes, 20 de mayo de 2024

CONTINUA LA RAZZIA

Pogačar ha continuado su avance en el Giro con igual voracidad que uno de los tantos ejércitos extranjeros que asolaron en el pasado de norte a sur la península itálica. Se le puede imaginar a lomos de un caballo sin ensillar, antorcha en mano, recorriendo caminos por la noche al frente de una manada de caballos desbocados, dándose al pillaje y al abuso, aunque con una sonrisa en la boca y un móvil para colgar una foto en instagram con las cabezas o manos cortadas de sus enemigos. En Livigno ha hecho su última acampada, para la cual ha dejado de lado todo tipo de diplomacia, dispuesto a no reprimirse más. Su victoria no ha sido producto de un capricho o un calentón. Según sus palabras, llevaba pensando en esa etapa desde que se presentase el recorrido (a medida), motivado por asuntos personales asociados al lugar. También ha querido, según sus palabras, mostrar a los demás contendientes de la general que era capaz incluso de aumentar su ventaja. Parece como si Pogačar tuviera cuentas pendientes consigo mismo y con el resto, sobre todo desde los golpes morales de los Tours de 2022 y 2023.

Fotaza de Luca Bettini.

A fin de cuentas, y como se anunció en esta página, el espectáculo (o la acción, si se prefiere) ha venido siempre de su lado. Estaríamos ante otro plomizo Giro de no ser por su participación, que no quepa ninguna duda. Pero volvamos al punto en el que quedó la anterior crónica. En la undécima etapa, con final en Francavilla al mare, el pelotón pasó del interior montañoso del Molise a la costa del Adriático. La carrera discurrió en paralelo a la costa dei trabocchi (esos extraños palafitos pesqueros que dieron la bienvenida al Giro del año pasado), pasando junto a los palacios y fortalezas aragonesas de Vasto y Ortona, para concluir en el estrecho lungomare de Francavilla al mare.

A pesar de esquivarse la caída en los últimos kilómetros, no pudo evitarse en la recta de meta, en la que Madis Mihkels hizo el afilador, llevándose consigo a Fabio Jakobsen y a Tobias Andresen, los dos sprinters del dsm. Cayeron todos delante de los morros del propio Pogačar. Jakobsen aprovecharía para retirarse, después de un Giro bastante cruzado. El triunfo de etapa fue de nuevo para el bestial Jonathan Milan, por delante de Tim Merlier, que sería descalificado por obstruir a Molano.

Milan en Francavilla al mare (foto La Presse).

La duodécima etapa fue movida y difícil de controlar, un continuo sube y baja por la zona cercana a la costa de las Marcas, un territorio típico de Tirreno - Adriatico por el que discurría la Línea Gótica en los años de dominación nazi-fascista. Por delante se había formado una fuga numerosa, de la que se destacaron a falta de casi 120 km Mirco Maestri y Julian Alaphilippe. La colaboración fue absoluta entre ambos, aunque cabría decir que un poco desinteresada por parte de Maestri, que se puso de forma descarada al servicio de Alaphilippe. Luego se justificaría reconociéndose como un gran admirador de Alaphilippe, cosa que no pongo en duda, pero su servidumbre fue demasiado evidente. El ex-campeón del mundo era la tercera ocasión que lo intentaba, tras las etapas de Rapollano Terme y de Nápoles. Esta vez, guiado por un corredor experto en largas fugas, solo tuvo que esperar a la última subida no puntuable de Monte Giove para dar su zarpazo. Hubo entonces un destello de su rabia y estilo de antaño. De esta manera, un campeón venido a menos en las últimas dos temporadas encontró en Fano la etapa de su risorgimento, una especie de dejà vu de la victoria de Sagan en Tortoreto en 2020.

Le haré una oferta que no podrá rechazar...

Un Pinocchio enorme camino de Fano (gracias por la captura, @javigoros61)


Al día siguiente, camino de Ceno, en una etapa completamente llana, volvió a imponerse Jonathan Milan, esta vez sobre Aniolkowski, el polaco de Cofidis. A Groves y a Merlier se les estaba empezando a hacer bola el Giro, sobre todo después de una etapa en la que el viento tuvo su protagonismo. Y finalmente, para acabar este rápido repaso previo a la etapa de Mottolino, llegó la crono de Descenzano del Garda, de 31 km fundamentalmente llanos. Esta vez no se le escapó la victoria a Ganna, que pudo olvidar su semblante quejumbroso, dando así un cuarto triunfo para Italia, con un segundo corredor. En Italia solamente acaban descollando corredores enormes formados en la pista, puesto que las carreteras del país son una especie de ruleta rusa diaria para los ciclistas. Pogačar anduvo cerca del triunfo, con unos registros parejos a los de Ganna en los primeros puntos intermedios, para acabar cediendo en el tramo final, más llano y recto, pegado a la orilla del lago de Garda. Aun así, volvió a meter tiempo a Thomas y a todos los demás.

Tercera de Milan (foto de Tim De Waele / Getty images)

Viniendo de la playa.

Llegaba de esta forma la etapa de Livigno-Mottolino, de recorrido clásico, al ser larga, con varias subidas e incluso un tramo largo de valle. Se ascendía San Zeno, Mortiolo (por la vertiente fácil de Edolo), Foscagno y finalmente Mottolino, un murito para alcanzar los 2387 metros de altitud. Aunque se había dicho en la previa que Pogačar nunca se había enfrentado a una etapa de montaña tan larga ni con tantos metros de desnivel acumulados, de nada sirvieron tales pronósticos agoreros, pues era obvio lo que iba a pasar. No hacía falta observar el vuelo de las aves o desentrañar algún animal para poder verlo.

Se formó una escapada enorme, con corredores como Nairo Quintana, Juanpe López, Wim Vansevenant, Christian Scaroni, Giulio Pellizzari o Davide Piganzoli, ninguno de ellos inquietante para la general. Los jóvenes italianos lo intentaron sin mucho éxito (se desinflaron cuando la etapa superó los 200 kilómetros), mientras que el andaluz de Lidl-Trek fue renqueando en la parte trasera del grupo, exigiendo relevos y contando con Ghebreigzabhier como sobre-explotado chico para todo. Acabó descolgándose a las primeras de cambio. Por detrás, UAE controlaba la situación desde un principio, evitando que el grupo delantero adquiriese una diferencia muy grande, rondando en todo momento los 3 o 4 minutos.

Ciertamente la carrera tuvo un desarrollo noiosino hasta la penúltima subida a Foscagno. En las rampas tendidas de este largo puerto se destacó de la fuga Georg Steinhauser y más tarde Nairo Quintana, que le daría alcance. El alemán de EF pedaleaba muy bien, pero fue perdiendo compostura a medida que avanzaban los kilómetros. Quintana parecía el de los mejores días, pero quizá hubiese necesitado de más sacrificio de su compañero de equipo Pelayo Sánchez para partir con más ventaja. Aun así, cuando quedaban cinco kilómetros para coronar el Foscagno, Nairo Quintana gozaba de una ventaja de 3 minutos. Parecía que tal ventaja podría valerle, para así olvidar su año y medio de calvario. Entonces se produjo el ataque de Pogačar, previo lanzamiento de Majka. Quedaban poco más de 13 kilómetros para meta.

El ataque. 

Esta vez lo realmente impresionante no fueron las distancias a meta (bastante normales para los parámetros de Pogačar), sino las ventajas obtenidas en tan poco tiempo. Daniel Martínez intentó darle alcance pero tuvo que desistir, mientras Thomas, consciente de sus capacidades, decidió abrirse. Pogačar sobrepasó a Steinhauser en el último kilómetro y coronó el Foscagno a 39 segundos de Quintana. Pogačar, que había tenido un día relativamente plácido, siguiendo el ritmo nunca exigente de su equipo, logró reducir en 2:22 la diferencia de Quintana en los últimos cinco kilómetros de ascensión. Por su parte, el grupo de Thomas, Martínez, O'Connor y los demás coronaba a 2:20 del esloveno. Una barbaridad, ante la cual Quintana y Steinhauser se defendieron relativamente bien.

Georg Steinhauser hizo una grandísima etapa. 

Las rampas del Foscagno se adaptaban a la perfección a las cualidades de rodador-escalador de Pogačar. Quintana tomó el breve descenso hasta Eira asumiendo muchos riesgos, mientras Pogačar lo hacía de forma más sosegada. Tenía tiempo de reducir esa desventaja en los últimos kilómetros finales, realmente infernales. Fueron muy hermosas esas tomas del descenso, con una transición sutil desde la zona casi completamente nevada de la cima, en la que destacaba el rosa completo de Pogačar, hasta la zona de valle de Eira, ya con tan solo algunos jirones de nieve. Quintana se defendió como gato panza arriba en la parte final, pero aun así sería alcanzado y rebasado por Pogačar a falta de dos kilómetros. El esloveno no tuvo clemencia (no tendría por qué haberla tenido) y se marchó para obtener su cuarto triunfo parcial, afianzando de este modo la general con más de seis minutos sobre Geraint Thomas. Hay que reconocer que tanto Thomas como Martínez fueron más rápidos que el esloveno en la subida final a Mottolino, con un último kilómetro eterno que a Pogačar se le atragantó un poco (aunque llevase casi tres minutos de ventaja).

Lo viejo y lo nuevo, dirigida por Sergei Eisenstein.

Ante una semana final con más montaña (Umbrailpass, Brocon, Monte Grappa) la duda reside en saber si Pogačar se reprimirá, cediendo el triunfo a otros, o si decidirá ir a por otra victoria más. En mi opinión, se va a limitar ya al marcaje. De caer en su bolsillo alguna victoria más, será al sprint en el último kilómetro de alguna cima o directamente en meta. Puede que algunos interpreten la presencia de Pogačar como una sentencia de muerte a la competitividad de la carrera, dada la disparidad de cualidades en competencia; pero bien mirado, su presencia ha servido para revitalizar una carrera que estaba algo muerta, sobre todo en las últimas dos ediciones, en las que los favoritos habían maniatado la carrera hasta los destellos finales del Fedaia y de Lussari, convirtiéndola en una competición francamente olvidable. Bien es cierto que en esta ocasión los rivales no están al nivel de Pogačar, pero no hay que olvidar que el año pasado Thomas anduvo con opciones hasta el penúltimo día. Por otro lado, aunque se hable constantemente del doblete Giro-Tour, dándolo ya por asumido, creo que en el ánimo de Pogačar prima la necesidad de ganar de forma autoritaria una gran vuelta, de inmediato y sin cálculos a posteriori, simplemente por la necesidad física de olvidar los malos tragos de 2022 y 2023.

Olvidando pesadillas recientes. (Foto de Gian Mattia D'Alberto/La Presse)


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