lunes, 2 de julio de 2018

DOS FINES DE SEMANA DE CICLISMO, A PESAR DE TODO

El fin de semana de los campeonatos nacionales, este año repartido en dos aprovechando el retraso en la fecha de inicio del Tour a causa del mundial de fútbol, suele ser uno de los mejores fines de semana de ciclismo del año. Ello se debe a que internet permite desde hace unos años una buena panzada de ciclismo en multipantalla. Sin embargo, la agenda ha estado dominada por uno de esos vodeviles rocambolescos a los que nos tiene acostumbrados el ciclismo en los despachos, en este caso relacionado con el "Caso" y su lamentable y vergonzosa resolución por parte de la UCI y el AMA. No era ese el objetivo de mi entrada, sino hablar del buen ciclismo visto en los principales campeonatos nacionales.

Sin embargo la actualidad manda. Froome ha sido exonerado. Las razones de la anormal acumulación de salbutamol por parte de su organismo no sé si serán explicadas algún día. Tampoco lo incongruente que resulta un campeón "enfermo" (aunque no sea el único, ni mucho menos, que recurre a los ventolinazos). Nos ha tocado vivir un tiempo en que el ciclismo es cada día más una farsa, en la que el antidopaje sólo afecta a algunos mientras que otros, secundados de abogados e informes pseudocientíficos, y respaldados por morteradas de dinero, se salen de rositas. Una vieja historia, tan antigua como la civilización, que no por ello nos evita una sensación de impotencia y desilusión.

Pero hablemos de ciclismo y dejémonos de todo lo que rodea a ese equipo y a ese país que tantos males ha perpetuado en este deporte (y en otros, un saludo a Mo Farah), arrogándose de la falsa aura de salvadores. No quiero destinar más tiempo de mi vida ni más espacio en este blog en hablar de ellos ni de sus mentiras. Al menos por el momento.

El primer fin de semana tuvieron lugar los campeonatos de España y Bélgica, entre los grandes países. En el caso de España se vio un espectáculo moderado en las rampas del alto del Desierto de las Palmas, con una resolución que por primera vez en mucho tiempo alteraba el monólogo del equipo navarro. Beneficiados por su superioridad numérica aplastante, por la inexistencia de equipos españoles equiparables en nivel y por la ausencia de la televisión, Movistar había hecho del campeonato de España una especie de criterium interno, en el que el único misterio residía en saber a quién iba a regalar Valverde el maillot. Un maillot, todo sea dicho, ultrajado y convertido en un compendio de retales o diseños horrendos por el equipo de Echavarri y Unzue desde la lejana fecha de 1992.

En la previa, pocos parecían los idóneos para alterar ese orden establecido. Los hermanos Izagirre, Omar Fraile, Luis León Sánchez...pocos más. Sin embargo, el poderío navarro ya no era el de otro tiempo. Sin los Herrada y los Izagirre, sin la inestimable ayuda de Castroviejo al frente del pelotón, los Movistar tenían que confiar de nuevo en Rojas para comandar el grupo, y en Soler o Rubén Fernández. Ante una escapada numerosa, compuesta entre otros por Lluis Mas, Julen Amezqueta, Francisco Mancebo, Carlos Barbero, Imanol Erviti y Sergio Samitier, los Movistar dejaron que fuese Cofidis con Maté quien marcase el ritmo por detrás. En la última vuelta se produjeron escaramuzas protagonizadas por Ion Izagirre y Alejandro Valverde, que acabaron con el grupo de fugados, del que tan sólo se mantuvo en cabeza durante unos instantes Pablo Torres, del Burgos - BH. Este corredor fue alcanzado por Gorka Izagirre en el descenso. El corredor vasco logró distanciarlo fácilmente,  trazando las curvas con gran habilidad, manteniendo un pulso con un grupo principal algo indolente durante los últimos diez kilómetros. Con su victoria, el de Ormaiztegi está cuadrando una de sus mejores temporadas como profesional, en la línea de su equipo. A pesar de ser un soplo de aire fresco la victoria de un corredor que no figura en Movistar, no pueden considerarse visos esperanzadores para el ciclismo español el hecho de que cuatro ex-Eufemianos estén entre los diez primeros clasificados del campeonato.
1º Gorka Izagirre, 2º Alejandro Valverde, 3º Omar Fraile




En Bélgica el circuito tuvo lugar en Binche, localidad que acoge la semiclásica Binche-Chimay-Binche, anteriormente conocida como Binche-Tournai-Binche. En el siempre disputado campeonato belga se asistió de nuevo a la pinza del Quick Step a la que nos tiene tan acostumbrados, y en la que se manejan tan bien. Para ello, cómo no, es necesaria la superioridad numérica en los momentos decisivos, algo que no parece complicado para los de Lefevere en la presente temporada, acostumbrados a apisonar a los rivales como un suelo bien llano y sin imperfecciones sobre el que depositar después con pulcritud el parqué. Los protagonistas del día fueron Jasper De Buyst, Jens Keukeleire, Nathan Van Hooydonck, Dimitri Claeys, Pieter Serry y sobre todo Aimé De Gendt, un joven corredor del Topsport Vlaanderen que está predestinado por apellido a ser combativo. Sin embargo, los fuera de serie llegaron por detrás, con Stuyven, Vanmarcke, Benoot y sobre todo Lampaert y Gilbert. El circuito era el clásico de las carreras belgas, con pasos por alargados pueblos de casas de ladrillo, carreteras estrechas y reviradas y un último repecho empedrado, ya casi en el último kilómetro.

Después de muchas escaramuzas, acabaron marchándose por delante Jasper Stuyven, Yves Lampaert y Philippe Gilbert. Entonces llegó la "pinza": Lampaert fue el primero en atacar y Stuyven no pudo cogerle rueda, de manera que Gilbert se mantuvo vigilante mientras "John Deere" abría hueco. La carrera estaba sentenciada. De nuevo el apabullante dominio de los Quick Step sentenciaba la victoria sin aparente esfuerzo, ante unos rivales de gran calidad reducidos a meras comparsas. A pesar de ello, no todo parecía buen rollo en el seno del equipo belga, pues Gilbert se mostró abiertamente decepcionado por la resolución de la prueba.



1º Yves Lampaert, 2º Philippe Gilbert, 3º Jasper Stuyven

El sábado llegó el turno al campeonato italiano, disputado en Darfo Boario Terme. Quizá se asistió ese día a una de las demostraciones más insólitas y sorprendentes del año, de nuevo con un Quick Step como principal protagonista. Precisamente desde esta página se ha hablado largo y tendido del año gengiskaniano de los Quick Step, de los extraños bajones de rendimiento de aquellos que han abandonado sus filas, de la aparente facilidad de pedaleo de todos ellos, sean jóvenes o viejos. Lo del sábado en Darfo Boario Terme estuvo un punto más cerca del mundo de los sueños que de la realidad: un sprinter puro, un pistard (¡uno más!), aguantando el ritmo a un escalador puro en un duro repecho en pleno ataque.

La tónica general del campeonato italiano fue la variedad de equipos, la cantidad de ciclistas corriendo casi al modo individual, dada la disgregación del pelotón italiano, sin equipos de primer nivel. El fascista Salvini tendría que meter mano en el asunto para evitar que tantos compatriotas corran para el extranjero. Por delante marchaban Alessandro De Marchi y Jacopo Mosca, hasta que fueron alcanzados por un grupo más numeroso, formardo por Enrico Barbin, Alessandro Tonelli, Daniel Oss, Ivan Santaromita, Fabio Felline, Salvatore Puccio, Oscar Gatto y Domencio Pozzovivo. Daniel Oss era de los más activos, mientras que Pozzovivo, el diminuto escalador lucano, se mantenía a cola, esperando que por detrás llegase Giovanni Visconti. El malhumorado siciliano llegó, pero también Elia Viviani. En los momentos decisivos, Oss propició una selección con Visconti, Pozzovivo y Viviani. El sprinter veronés se mostraba muy activo, rodando como el que más, cerrando huecos, atacando en el llano. Parece que ha dado un salto cualitativo espectacular desde que está en Quick Step; el mismo que ha dado Kittel pero al revés. Finalmente Oss llegó desfondado al repecho final, después de intentarlo en solitario, mientras Pozzovivo forzaba el ritmo. Los ataques de Pozzovivo suelen ser breves e inconstantes: sin embargo el repecho tenía la distancia ideal para hacer daño. A pesar de ello, Viviani se mantuvo soldado a rueda, subiendo sentado, con cadencia. La lengua asomando bajo su prominente nariz era el único detalle que mostraba algo de sufrimiento. Poco después Visconti contactaría con ese duo delantero.

La victoria parecía cantada para Viviani y aún así Pozzovivo seguía forzando el ritmo en el llano, confiando en el sprint de Visconti contra toda lógica. La recta final dejó las cosas claras. Ganó un Viviani intratable, como nunca se le había visto. Qué lejos queda aquel corredor predestinado a ser un sprinter de segunda fila. Ahora gana etapas, corta el bacalao (como se vio en la acción mafiosa de Roma) y finalmente es capaz de aguantar a los escaladores en las rampas más duras. Cassani sigue salivando.

1º Elia Viviani, 2º Giovanni Visconti, 3º Domenico Pozzovivo



Finalmente el domingo tuvieron lugar los dos últimos grandes campeonatos, el francés y el holandés. El siempre combatido campeonato francés se disputó en Mantes-la-Jolie, en las cercanías de París. Era un circuito duro y rompepiernas, en la mejor tradición del ciclismo francés. Por delante marchaba un grupo con corredores combativos habituales, como Damien Gaudin, Alexis Vuillermoz, Stéphane Rossetto, Kevin Reza y Jimmy Turgis. Por detrás, el joven Rémi Cavagna, otro joven talento de la cuadra de Lefevere, se marcaba un ataque en solitario para dar alcance al grupo delantero, grupo cada vez más cercano gracias al empuje desde el pelotón de los equipos con hombres rápidos: Cofidis para Bouhanni, Groupama para Démare y Vital Concept para Coquard.

En las vueltas finales accedieron a posiciones delanteras corredores que ya podían hacerse con el tricolor: tres Groupama, Arthur Vichot, Anthony Roux y Rudy Molard, Warren Barguil de Fortuneo, Cyril Gautier de Ag2r y Guillaume Martin, el pequeño ciclista filósofo, de Wanty. Por detrás, en un derroche de fuerza para la galería tan propio de él, Julian Alaphilippe se marcaba un "allungo" en solitario para dar caza, él solito, a ese grupo con muchas opciones de victoria. Alaphilippe es un corredor en la mejor (o peor, según se mire) tradición de Virenque: mucho gesto desbocado, mucha "expresividad" y casi siempre a destiempo. Parecía condenarnos a otro triunfo del Quick Step, para hacer de los campeonatos nacionales un monólogo más, una prolongación de la primavera demencial a la que hemos asistido.

Afortunadamente otro corredor vino de atrás adelante a ensombrecer el "espectáculo" de Alaphilippe: Anthony Turgis. Un corredor potente, el mediano de tres hermanos ciclistas, que parece destinado a ofrecer buenos momentos de ciclismo. Poco después Rudy Molard se lanzaba en solitario. Alaphilippe saltó a por él. Parecía una victoria cantada de nuevo para uno de los azules a medida que el menudo corredor del Groupama iba perdiendo fuelle. Por detrás, sin embargo, el voluntarioso Anthony Roux no estaba dispuesto a dejar a su compañero solo a merced de uno de esos malditos lobos. Vichot y Barguil caían por su propio peso. Cuando se formó un trío con dos Groupama y Alaphilippe delante, extrañamente Molard siguió tirando. Parecía una táctica por completo equivocada, en vez de marear a Alaphilippe con ataques alternados. Aún así, por detrás Anthony Turgis, Pierre Latour y Guillaume Martin les daban alcance.

Guillaume Martin fue el que lanzó el sprint desde lejos, en una mezcla de ataque con poco efecto sorpresa y sprint desde la estratosfera. Alaphilippe, cebado como siempre, salió a su rueda, e inmediatamente también intentó hacer lo propio con Turgis. Fue Anthony Roux el que se lanzó a por el joven del Cofidis, en un sprint largo y antológico. Le dio alcance y aún fue capaz de cambiar y sacar una ventaja demencial a su rival. Por su parte Turgis, al ser alcanzado por Alaphilippe, aún tuvo fuerza y orgullo para pelear y arrebatarle la segunda plaza.



1º Anthony Roux, 2º Anthony Turgis, 3º Julian Alaphilippe


Finalmente el campeonato holandés, en Hoogerheide, fue una demostración de ese talento natural que es Mathieu van der Poel. Uno de esos ciclistas mimados por el aficionado al ciclocross que, como su rival Wout Van Aert, no deja de sorprender cuando se deja caer por la carretera. La escapada ya en el tramo decisivo de la carrera estaba formada por Denis van Winden, Jan-Willem van Schip, Danny van Poppel y el propio Mathieu van der Poel. Van Poppel se mantenía a rueda, esperando a que por detrás sus compañeros acercasen a Groenewegen para una presumible resolución al sprint. El circuito era el clásico trazado revirado, por urbanizaciones, con algún tramo de kasseien y un final en ligera subida. No parecía ser el día de Groenewegen, que ofrecía una apariencia en exceso pesada para la próxima cita de julio. Se descolgó a falta de unos kilómetros a meta, cuando ya se había dado caza al cuarteto delantero. En el sprint final, Mathieu se abrió literalmente paso ante Ramon Sinkeldam, que le estaba cerrando contra las vallas. Su sprint fue una obra maestra de fuerza y orgullo, y una demostración de que un corredor de su especie es capaz de desenvolverse bien en una distancia superior a los 200 km.


1º Mathieu van der Poel, 2º Danny van Poppel, 3º Ramon Sinkeldam


Así pues éste ha sido el desarrollo de los principales campeonatos nacionales. Carreras que, salvo en el caso español, suelen ser muy abiertas y disputadas, ofreciendo siempre buenos espectáculos debido a que no suele haber equipos dominadores (el único equipo que casi condiciona su campeonato como el Movistar es el Groupama de Madiot). Se podría tener la falsa impresión de que el ciclismo ha prevalecido, ofreciéndonos dos fines de semana muy disputados. Sin embargo, el blanqueamiento de la figura de Froome, con el veto improductivo de ASO (¿un paripé?) y la resolución inmediata a falta de menos de una semana por parte de la UCI, dejan un panorama de sombras. Las mismas en las que lleva dando palos de ciego el ciclismo desde hace mucho tiempo. Esto ha sido la demostración de que, como señalaba Di Luca en su fantástico libro, en el antidoping se tiene bien en cuenta en qué equipo se milita y si éste es solvente. Se diría que, ante el fraude perpetrado (¿qué opinan Petacchi y Ulissi de todo esto?), el ciclismo sigue intentando salir de unas arenas movedizas que lo engullen. Estacado, con el fango hasta las cejas, el deporte ciclista saca una mano intentando aferrarse al borde de la charca. El paisaje que le rodea es hermoso: montañas, valles, cielos cambiantes, pequeñas poblaciones, sutilezas estratégicas, bicicletas relucientes, colores combinados. Pocos deportes tienen al alcance tanta belleza. Sin embargo, la fuerzas que tiran hacia abajo son demasiado variadas y constantes, empeñadas con ciega obsesión en que lo que es casi un cadáver se hunda definitivamente. 

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