domingo, 29 de julio de 2018

SKY, CASA DE RECAMBIOS

Arco de triunfo, tomas aéreas, champagne y ribetes amarillos: con la solemnidad del protocolario "fin de fiesta" de París (un día de escasa o casi nula competición), se pone fin a la aventura de tres semanas que supone el Tour. Una aventura que antiguamente propiciaba ilusiones y noches en vela, pero que cada vez es más renqueante, como una galopada protagonizada por achacosos podencos. Una película a la que se le notan las costuras, en la que se sabe que el chico acabará con la chica desde el primer minuto, a pesar de que la protagonicen las superestrellas del momento: así es el Tour. En este terreno baldío, expoliado y tiranizado durante años por sinvergüenzas y personajes sin escrúpulos, Sky ha encontrado el ambiente perfecto - un aire viciado de invernadero - para criar sus particulares especímenes. 

Un triunfo muy merecido de Kristoff, el sprinter que junto a Sagan, pasa mejor la montaña.



Y sin embargo aquí seguimos hablando del invento, escribiendo sobre el tema, malgastando el tiempo durante casi un mes entero, pegados al televisor y al móvil, sumidos en largas conversaciones sobre un Tour aburrido, uno más, quejándonos como amargados ancianos de banco de parque público, con añoranza de tiempos pasados. En todo este ambiente enrarecido, irrespirable como decían en la portada de L'Equipe, Sky hace brotar sus hierbas. Flores exóticas, flores carnívoras, malas hierbas que se enroscan y se enredan como una tupida maraña de zarzales que ha acabado ocultando campos y châteaux, monumentos y bosques, montes y canales, hasta hacerse con todo el mapa de Francia, como una plaga. Han secuestrado la carrera y con un síndrome de Estocolmo del copón seguimos hablando de ella. Seguimos hablando de ellos. Su desfachatez llega al extremo de haber creado un cyborg alternativo al cyborg ya existente; un cyborg reluciente y polivalente, y además humilde, que sustituye al cyborg ya conocido y cuestionado, ese cyborg tan polite de origen colonial. Thomas ha sido el recambio perfecto, uno más en esta casa de recambios inagotable que es el Sky. Un recambio para no soliviantar al público francés con la presencia de un corredor blanqueado por la bajada de pantalones antológica de la UCI y la AMA durante las vísperas del Tour. 

Irrespirable

El recambio había sido planeado hacía ya bastante tiempo. Las incertidumbres del inicio de temporada obligaban a que en sky intentasen amarrar una victoria en julio con un plan B. Y el plan B ha sido Geraint Thomas, el gregario perfecto, el corredor batallador, el chico humilde de Cardiff, ya un hombre maduro, que parece conservar en su mirada limpia la inocencia del adolescente que evitó las tardes de taberna, alcoholismo, dardos y snooker, con una bicicleta como instrumento de libertad. En el campo de pruebas habitual que es Dauphiné, Thomas había dejado caer señales del calibre y espesor de su preparación. Algunos quizá se dieron cuenta de lo que podría ocurrir en julio: yo no. ¿Su trayectoria y palmarés auguraban algo parecido? Siempre me había parecido que aquellos que defendían que podía ser un corredor de grandes vueltas simplemente estaban dejándose llevar por la convincente propaganda anglosajona. He de tragarme mis palabras, por tanto. 




En su defensa hay que decir que posee un palmarés previo a su victoria en el Tour significativamente mejor que el de otros ganadores recientes, tipo Riis, Pereiro o Sastre. También que su mutación de rodador y corredor de clásicas a vueltómano no ha sido cosa de este julio, sino que se remonta a 2015 o 2016, algunos dicen que de forma gradual. Pero mutación hubo. Sin embargo ha gozado siempre de buena prensa, incluso entre el público tan exigente de twitter, por su planta, por su vinculación temprana a las piedras y, por qué no, por su hasta el momento proverbial mala suerte (o falta de habilidad) en forma de caídas. No tengo ningún recuerdo suyo de su etapa en Barloworld: aparece de golpe camino de Arenberg con el maillot de campeón británico en una etapa del Tour de 2010 en la que finalizaría segundo. La etapa posterior al safety car mafioso de Cancellara y José Iván Gutiérrez. Los entendidos decían que venía de la pista y le gustaban las piedras. Era el año 1 de esta factoría que luego sumiría con su humo negrísimo al mundo del ciclismo en una nueva era de oscuridad.

Thomas, un amante de las piedras.


Su terreno predilecto parecían las clásicas, allí donde el equipo negro andaba un poco más cojo. Le veo rodando mano a mano con Daniel Oss camino de Sanremo, siendo atrapados en el Corso Cavalotti. También le veo en una Harelbeke, su gran victoria de un día (¿no parecía entonces un Stannard menos robusto, con más garbo, un poco atrancado?). Y cómo no, también en aquella ventosa Gent-Wevelgem que acabó llevándose Luca Paolini, antes de hundir, cual Tony Montana, la cabeza en una montaña blanca. Una ráfaga de infernal viento flamenco se llevó al galés literalmente en volandas, en una de esas imágenes que suelen emitir los noticiarios o los programas de refrito y relleno de Eurosport, a los que les faltan las risas enlatadas. No fue la última vez que se le vio por los suelos: en un descenso del col de Manse, en el Blockhaus al chocar con la moto de un carabiniere aparcada con desgana y mala sombra en un lugar indebido, en el Mont du Chat...

Su época de clasicómano (Gent-Wevelgem de 2015)

Un día malo y caídas, ese parecía su sino en las grandes vueltas. Sin embargo este año ha sido un ganador de Tour indestructible, sin un día malo, sin un desliz. Un ganador solvente, sin grandes alardes, pero sí con unos hachazos de inusitada e insultante fuerza en los últimos kilómetros de las etapas de montaña, en pos de la bonificación, como si no se hubieran escalado anteriormente puertos, como si el desnivel de las etapas alpinas y pirenaicas fuese el equivalente al de la llanura que separa el Kemmelberg de Wevelgem. En resumen, unas arrancadas con el made in United Kingdom & N.I. en la solapa. 


Cyborg moreno (recambio) - Cyborg rubia (la ya vista)


Dumoulin ha sido su víctima, una vez más segundo. El excepcional rodador holandés ha demostrado de nuevo ser el que posee el cuerpo más elegido por los dioses del ciclismo para las grandes victorias. Sin embargo, como viene siendo habitual, ese cuerpo único no está acompañado por la mente de un Clausewitz, ni mucho menos. Tampoco los que conducen el coche de su equipo son Bobby Fischer, precisamente. A ello se suma un equipo sin el potencial necesario para enfrentarse a una trituradora de carne humana como Sky. Geschke, Haga y Ten Dam se han limitado a seguir en el grupo hasta donde han podido, hasta que sus cuerpos han dicho basta, y poco más. Aún así, Thomas tampoco ha demostrado una superioridad arrolladora en confrontación con el holandés. Han llegado prácticamente juntos en casi todas las etapas del Tour, siendo irónicamente la llegada del Mur de Bretagne aquella más decisiva. Ya se sabe, la maldita primera semana y sus trampas. Una vez más queda la sensación de que ha perdido Dumoulin más de que han ganado sus rivales. 

Vayamos a los números. En la contrarreloj por equipos, Sky sacó a Sunweb solamente 7'', lo que era sin duda una buena defensa de posiciones por parte del equipo germano-holandés. Sin embargo, en el Mur de Bretagne Dumoulin perdería 50'' debido a un inoportuno pinchazo, que se convertirían en 1'10'' al añadírsele una justa sanción por un descarado trascoche (para lo único que sirvieron los chóferes del Sunweb fue para conseguir una sanción de 20''). Fueron los Alpes el lugar en el que Thomas y sus amos decidieron lucir sus nuevas aplicaciones de cyborg: sendos hachazos finales le reportaron 20'' en La Rousière y 2'' en Alpe d'Huez, además de las consabidas bonificaciones por los triunfos de etapa. En el fantástico final del Col de Portet, en la microetapa de 65 km,  Thomas le endosó de nuevo 5'' con su demarraje en cuesta. En la crono final Dumoulin recuperó 14'', logro en parte debido a que Thomas levantó el pie en su tramo final descendente para no arriesgar, en un intento añadido (y fallido) de ofrecer una victoria compensatoria a Froome. Así pues, si a la diferencia final de 1'30'' entre el galés y el holandés sumamos la diferencia de bonificaciones obtenidas (21'' a favor del galés), tenemos ahí los 1'51'' que separan a Dumoulin de la gloria. De todas formas, si se descuentan las diferencias de la crono por equipos, del pinchazo y la sanción y las bonificaciones, Thomas aun cuenta con ventaja sobre Dumoulin: victoria merecida por tanto. 

De maillot amarillo en la cima circo. 

¿Qué se esconde tras estos números? Una primera semana anodina, sin lucha para formar las escapadas, pero sin un dominador claro en los sprints; una formidable defensa del amarillo por parte de Van Avermaet en la primera etapa de montaña; un golpe de mano de Sky en dos etapas alpinas y un tímido intento de Lotto - Jumbo con Kruijswijk de alterar lo inevitable; la colaboración inexplicable de Movistar en la Croix de Fer y el naufragio total de la tricefalia; un trenecito-sky más tren de carga que nunca, con innumerables vagones (Rowe, Poels, Kwiatkowski, Castroviejo y Bernal); un descontrol organizativo total en Alpe d'Huez, con espectadores subnormales armados con bengalas, provocando la caída y abandono de Nibali; el festival de muecas de Alaphilippe, digno sucesor de Virenque y Voeckler, con un maillot a lunares obtenido casi sin contestación; la expulsión de Moscon por liarse a mamporros, una vez más; nuevo caos organizativo, en el que el pelotón fue rociado con gas pimienta; una absurda parrilla de salida en la que solo faltaba un Jean Todt de atrezzo para simular un paddock de F1 y que los ciclistas (como los espectadores) se tomaron a guasa; una pírrica victoria de Quintana en el col de Portet; Sagan consiguiendo su sexto maillot verde, pese a una dura caída, con una diferencia abismal con el segundo; una última jornada pirenaica en la que Dumoulin se limitó a atar en corto a Roglic, saliendo a sus repetidos ataques, haciéndole de este modo el trabajo a Thomas, y un fantástico descenso de Roglic del Aubisque, que sin embargo no le valió el tercer puesto por una desastrosa contrarreloj al día siguiente. 


Dos momentos bajos del Tour. ASO piensa poco en los ciclistas. 

Esto en resumen ha sido el Tour, en un párrafo un tanto telegráfico me ha cabido. Como es habitual, ha habido más polémicas que chicha auténtica. Algunas etapas volvieron a ser interesantes, gracias a un Lotto-Jumbo que jugó un poco más al ataque en las etapas de Alpe d'Huez y Bagneres-de-Luchon, gracias al buen estado de forma de Gesink, Kruijswijk y Roglic. A pesar de ello, Sky ha controlado todo con una endiablada estrategia, consistente en dejar marchar escapadas multitudinarias en etapas de montaña, marcando detrás el ritmo que les convenía y debilitando a los rivales, que al filtrar gente por delante no tenían suficiente personal como para marcar un ritmo alternativo en el paquete de favoritos. Por otro lado, Sky ha estado en todo momento preocupado por mantener el trenecito compacto para trabajar en los llanos entre puertos, tirando de la magistral naturalidad de Bernal para solventar la papeleta final en el último puerto. La máquina perfectamente engrasada de todos los julios, dejándonos con la misma sensación de déjà vu de siempre, con el amargo presentimiento añadido de que la casa de recambios sky, la del humo negro, tiene cuerda para rato.   


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