Hace tres días, en Fiesole, los ancianos italianos que nos rodeaban, y que intentaban adularnos a nosotros extranjeros con palabras elogiosas acerca de los ciclistas españoles, y con sentimientos de solidaridad ante la pareja situación socioeconómica y política de ambos países, se quedaron realmente asombrados de que unas personas aparentemente tan educadas y calmadas como nosotros comenzasen a maldecir con la resolución del mundial, sazonando sus entrecortadas palabras con algún que otro insulto y blasfemia. Precisamente fue así como acabó el mundial, con un clamoroso desastre táctico, que hizo que pasásemos de la indignación al insulto. Y eso que no habíamos ido precisamente allí, a Florencia, a la hermosa villa de Fiesole (escalando por la empinadísima y alternativa Via Vecchia di Fiesole), a animar solo a los españoles, sino al ciclismo en general.
De todas formas, presenciamos un auténtico espectáculo ciclístico y deportivo. Ya el día anterior las mujeres me habían puesto la carne de gallina en la subida a Fiesole, con la esperada victoria de la holandesa Marianne Vos, la dominadora total de los últimos años. Tras explorar el circuito, nos pareció lo suficientemente duro como para que Cancellara y Sagan pasasen problemas de desarrollarse la carrera rápida desde el principio. De todas formas, también pensábamos que la larga línea de meta era todo un obstáculo para las aspiraciones de Joaquím "Purito" Rodríguez y Vincenzo Nibali, hombres que debían llegar solos para vencer. El recorrido, a priori, se planteaba ideal para corredores completos y rápidos como Valverde o Gilbert, y quizá para alguna que otra sorpresa. Por supuesto, partíamos del convencimiento de que Contador había venido a Florencia de turismo.
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Escaparates florentinos preparados para la ocasión.
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La subida de via Salviati |
En la primera vuelta, poco antes del primer paso de los corredores por Fiesole, comenzó el diluvio. Los ciclistas ya lo llevaban sufriendo desde la salida en Lucca, hecho que agrandaba más si cabe la dureza de las diez vueltas a un circuito final sazonado con tres subidas, una larga pero tendida hasta Fiesole, otra infernal en Via Salviati, y el remate, de apenas 200 metros, en Via Trento. Con esta lluvia,
arrivederci Valverde, fue nuestro primer pensamiento.
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Imágenes del diluvio. Abajo: Rui Costa en uno de los primeros pasos en Via Salviati. |
Gran parte del público, especialmente aquellos que no se habían pertrechado adecuadamente para la lluvia como era nuestro caso, buscó refugio en los bares del pueblo. Allí, entre noruegos, belgas y algún que otro italiano, vimos el desarrollo de la prueba, saliendo de vez en cuando para ver el paso de los corredores. La lluvia se llevó consigo a Wiggins, Froome y Horner, nada menos, también a Porte y Daniel Martin, todos ellos exponentes del "nuevo" ciclismo anglosajón, tan irregular (con lo que ello comporta, los entendidos saben) como arrollador en los últimos años. El primer paso por Fiesole se realizó a una velocidad infernal, asombrosa dadas las circunstancias, con el equipo italiano en cabeza.
En las últimas tres vueltas el diluvio remitió. Llegó la claridad, y con ella el primer ataque serio, el de Giovanni Visconti. El irregular Visconti, renacido al parecer este año, alcanzó al polaco Bartosz Huzarski, escapado prácticamente desde la salida. El polaco había formado un infatigable dúo durante muchas vueltas con su compañero de escuadra, el checo Jan Barta. Visconti reclamó relevos al polaco ante una enfervorizada masa de italianos que veían por fin a uno de los suyos escapado. El equipo italiano ya se había "fundido" en la persecución a muerte de Huzarski y Barta, quedándoles tan solo la opción de comenzar los ataques individuales. De todas formas, el ataque de Visconti pareció ser debido más a la búsqueda del aplauso del público (Visconti es uno de los protegidos de Bettini, y suficientemente "cuentista" como para ser entrevistado cada dos por tres por la infame locutora de la RAI), que a razones tácticas de peso. Lo cierto es que marchando escapado, en el grupo scivolarono en una curva Luca Paolini y Vincezo Nibali, el líder de la escuadra azzurra.
Nibali se montó en la bici de nuevo con algo de lentitud, lo que hizo pensar lo peor. Ya sobre los pedales, su ritmo parecía renqueante, inseguro. Los ánimos de los locales parecían por los suelos, y las esperanzas en Nibali parecían haberse esfumado. Pero entonces Il Grillo Bettini puso su coche delante del corredor siciliano, y el mecánico le "arregló" un poco el freno, y así Nibali pudo reengancharse "milagrosamente" al grupo de los favoritos. Una de las tantas argucias típicas, que pueden pasarse por alto en una etapa cualquiera, pero no en un mundial.
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Lo squalo e il grillo. En el momento oportuno, el siciliano tendrá la ammiraglia a su servicio. |
En el penúltimo paso por Fiesole, Visconti y Huzarski son cazados, pero nadie se mueve, y el nerviosismo aumenta. Nos cambiamos de sitio, buscando la proximidad de la pantalla gigante para no perder detalle, la gente comienza a comentar, a lanzar sus apuestas, y llegamos así a la última vuelta. El sol comienza a secar el asfalto, y Scarponi acelera el ritmo, para locura y gozo de sus paisanos de la peña ciclista de Ancona. Scarponi se lleva consigo a Purito y a Nibali. En el último paso por Fiesole, Nibali y Purito encabezan el grupo, seguidos a pocos metros por Rui Costa, Rigoberto Urán y Alejandro Valverde. Más atrás, con un pedaleo más pesado, pasan Gilbert, Cancellara, Sagan, los clasicómanos que lideraban todas las apuestas, y mucho más descolgado Boasson Hagen. "Il portoghese è pericoloso", señalo a los italianos que nos rodean. No lo conocen. El nombre de Rui Costa, o Hosta, como dicen los locales, solo les suena al de un ex-defensa de la Fiorentina. Algo me dice que puede ganar. Es inteligente y potente; sabe cuándo ahorrar fuerzas, y cuándo atacar y dar el todo, es un caza-etapas, y ya ha demostrado sus capacidades en el Tour, en el GP de Montreal, en Suiza, y se diferencia notablemente de su compañero de Movistar Alejandro Valverde, que no destaca precisamente por su facilidad en leer las carreras. De todas formas, no me esperaba un fallo tan garrafal como el que se daría a continuación.
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Los dos protagonistas de la carrera: Nibali y Purito. |
Vemos el desenlace en el teleschermo gigante. Un gigantesco Purito estira el grupo en el descenso. Hoy no se esnconde. Nibali intenta seguirle, pero el temor a una nueva caída impide que saque su habitual rabia en los descensos. Urán se va al suelo, estrellándose contra un terraplén. Costa y Valverde conectan. Purito parece intratable, y se mantiene en el descenso hacia Via Salviati en cabeza. Por detrás Nibali lleva el peso del grupo, fogoso y visceral como siempre (es un lujo verle correr), ante la vigilancia de Valverde y el astuto racaneo de Rui Costa. En el auténtico muro de Via Salviati, vacío de público por la absurda medida de cobrar entrada (nada menos que cien euros de entrada), Nibali y Valverde prácticamente cazan a Purito, y Costa aparentemente muestra síntomas de flaqueza. Mira hacia atrás, pero no porque le fallasen las fuerzas, como pensamos entonces, sino porque estaba "calculando" la diferencia, la distancia, la victoria...
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Purito alla grande. Detrás Nibali, Costa y Valverde. |
El grupo alcanza a Purito en el falso llano que lleva de vuelta a Florencia. Pero el pequeño corredor catalán tiene uno de esos días magistrales, como en el Giro de Lombardía del año pasado. Uno de esos días en los que se deja de cálculos, como hiciera en el Stelvio el año pasado, y se lanza al ataque. Corona el breve repecho de Via Trento en cabeza, y Nibali parece cansado de llevar todo el peso del grupo. El catalán abre hueco, y todo pinta bien para los españoles: Valverde debe limitarse a vigilar detrás, a no dar relevos y saltar a cualquier ataque, y si finalmente el italiano y el portugués alcanzan a Purito, vencerles al sprint.
En el paso elevado de las vías del tren, Rui Costa lanza su previsible ataque. El portugués ha visto que Purito ha abierto demasiada diferencia, y sus opciones de victoria comienzan a menguar. Pero entonces viene el momento crucial de la carrera: Valverde, en vez de cerrar el hueco y alcanzar al portugués, se pone a rueda de Nibali esperando que éste le lleve hasta él. ¡¡¡Fallo clamoroso!!! Valverde sabe (o debe saber) que es el más rápido, y si alcanza a Rui Costa pueden darse dos situaciones: o bien que el portugués se detenga, y gane Purito, o bien que el portugués tire (cosa improbable, pues no es tonto), y le gane Valverde el sprint. Pero no, Valverde considera más peligroso a Nibali, que nunca ha destacado por su velocidad al sprint, y que además se ha caído y lleva tirando del grupo toda la vuelta, que a Rui Costa, su compañero de equipo al que realmente conoce muy bien, y que sabe que de alcanzar a Purito no le será muy difícil batirlo.
La recta de meta, como era de suponer, se le hace interminable a un corredor como a Joaquím Rodríguez. Rui Costa le da alcance. Purito se muestre inteligente y guarda fuerzas, pero hace lo que puede ante un inconmensurable Rui Costa, que le bate al sprint aunque por poco, convirtiéndose en el primer portugués en vencer el campeonato del mundo, y con permiso de Agostinho, en el mejor ciclista luso de la historia. Valverde, como era de esperar, bate con gran facilidad a Nibali al sprint, pero con su fallo táctico no solo ha perjudicado las opciones de Purito, sino que ha llevado al traste su posibilidad de triunfo, en un mundial que se le escapa año tras año.
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Imágenes de la línea de meta: Costa bate a Rodríguez, Costa exultante, y Valverde gana a su vez la medalla de bronce frente a Nibali. |
Maldecimos, blasfemamos: Porco Dio! Nunca había estado tan cerca y el resultado había sido tan amargo. Algún italiano se alegra de la victoria del portugués, espoleado por la prensa y la RAI que habían vendido el mundial de ciclismo como una nueva versión del Italia-España del fúbtol. Futboleros e idiotas hay en todas partes, en España, en Italia, y seguramente en algún que otro país más. Los belgas y los noruegos, completamente alcoholizados y empapados por la lluvia, festejan su no victoria, yo me quedo tiritando con los pies congelados, y mientras tanto Valverde se va de nuevo de vacío. Valverde es uno de los corredores más completos y polivalentes de los últimos años, uno de los mejores corredores españoles de siempre (con permiso de Indurain y Freire), y podría contar con un palmarés excepcional, a la altura de los más grandes de la historia, de los diez más fuertes, si no fuese por sus despistes. Es bueno en montaña, rápido en pequeños grupos y muy apto para clásicas como la Lieja o la Flecha Valona. Estar en un equipo como el de Unzúe le perjudica notablemente para sus aspiraciones en las clásicas, pero de todas formas ha acumulado muchos fallos en solitario. Un cambio de rueda mal gestionado en el presente Tour, una mala colocación en el Cauberg en el mundial del año pasado, un impermeable mal puesto en una crucial etapa de la Vuelta que le obligó a descolgarse y a perder más de un cuarto de hora, un fallo de cálculo en el descenso de Monachil en la Vuelta que ganó Vinokourov, una Lieja regalada a Di Luca...demasiados errores. A fuerza de errores se ha convertido en el nuevo Poulidor, al menos de los mundiales. Con cinco podios supera al francés al menos en eso. Valverde es un corredor portentoso, pero como suelen decir en esa estúpida jerga propia los directores deportivos, "le falla la cabeza". No le puede tanto la presión como la mala gestión de su superioridad. Quizá Valverde comience a liderar la clasificación de los mejores segundones de la historia.
A continuación un repaso a los podios de los mundiales de Valverde:
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Hamilton 2003: 1º Igor Astarloa, 2º Alejandro Valverde, 3º Peter Van Petegem |
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Madrid 2005: 1º Tom Boonen, 2º Alejandro Valverde, 3º Anthony Geslin |
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Salzburg 2006: 1º Paolo Bettini, 2º Alejandro Valverde, 3º Erik Zabel |
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Valkenburg 2012: 1º Philippe Gilbert, 2º Edvald Boasson Hagen, 3º Alejandro Valverde |
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Firenze 2013: 1º Rui Costa, 2º Joaquim Rodríguez, 3º Alejandro Valverde |
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Purito inconsolable en el podium. Ya son muchas cosas las que se le escapan: una Vuelta, un Giro, una Lieja, un mundial... |
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Florencia vista desde Fiesole, después de la tormenta. Al fondo, la cúpula de Brunelleschi entre la torre de la Signoria y el campanile de Giotto. |
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