domingo, 14 de mayo de 2023

SEGÚN EL GUION

A la espera de una crono larga en la que Evenepoel intentará arrasar, cumpliendo con el guion escrito por la organización, toca hacer balance del poco ciclismo visto hasta el momento. Está siendo un Giro de inicio aletargado, como casi siempre sucede, aunque los precedentes inmediatos invitan a pensar que este inicio excesivamente plácido quizá sea síntoma de la nueva fase histórica en la que ha entrado la carrera, marcada por el declive. El Giro comenzaba en la costa de los Abruzos con una crono relativamente larga para los parámetros actuales, todo un regalo de la organización a Evenepoel para que lograse meter tierra de por medio con sus rivales desde el primer día. Así lo hizo. Su menudo cuerpo pudo desplegar una sorprendente media de 55 km/h, solo rebajada por el repecho final, en el que otros rivales fueron mejores, como Geoghegan Hart o Almeida. Distanciaba de ese modo a Roglič, el principal rival, en 43 segundos. Aunque el tamaño del corredor belga sea más cercano al de un Purito o un Pozzovivo, parece contener la energía de los más pesados rodadores. 

Con el botecito bien a mano.

En la cuarta etapa, con final en Lago Laceno, Evenepoel cedió el liderato, siguiendo el guion escrito de antemano. Casi todo el mundo sabía que podía haber premio añadido a la victoria de etapa, lo que indujo a que fuese un inicio extrañamente combatido, con una fuga de cierto nivel. De ella surgieron los que se repartirían la etapa y la maglia, Aurélien Paret-Peintre y Andreas Leknessund respectivamente. Se trató de un cambio de liderato que apunto estuvo de ser abortado por la confusa táctica de Ineos. El equipo británico conserva la tendencia de ponerse a tirar sin ton ni son en cabeza, con la vieja manía del trenecito, como si se tratase de un mal hábito adquirido en la infancia y no corregido con el paso del tiempo. De esa forma, la ventaja de Leknessund sobre Evenepoel quedaba reducida solamente a 28 segundos. 


Castillos normandos y victoria de Paret-Peintre.

Todo parecía encarrilado para el belga. Pero se llegaba al sur, territorio siempre impredecible. En cualquier esquina puede salirte un tripudo Pulcinella a meterte el bastón entre las ruedas. Hace unas décadas estaba muy extendido entre el pelotón cierto rechazo a las travesías por el sur. Se hablaba de malas carreteras, de gente en mitad del camino y cosas así, detalles que en realidad trataban de ocultar un mal camuflado desprecio, con tintes racistas, del norte hacia el sur. La solita storia. Hoy en día, cuando el caos y las carreteras parcheadas ya no son patrimonio exclusivo del sur, sino que se han extendido como una mancha por todo el país, hasta sus más apartados rincones, esas quejas parecen un tanto amortiguadas, o al menos no se dicen tan abiertamente. Pero a decir verdad, lo impredecible sucede. Los ciclistas afrontaban el segundo día consecutivo de lluvia y las carreteras camino de Salerno eran un pista de patinaje. Lo impredecible llegó materializado en forma de perrito desorientado, que se llevó por delante a Ballerini y de rebote a Evenepoel. Luego llegó la pugna por tomar la posición antes de la pancarta de los últimos tres kilómetros, con la divergencia habitual entre los equipos de los sprinters y de los ciclistas de la general, que se meten donde no les llaman y luego se retiran como pesos muertos. Resultado: un Evenepoel despistado por los suelos. Más allá de los hematomas y el dolor, el joven belga se puso a chillar al coche de su propio equipo, llegando posteriormente con excesiva tranquilidad a meta, dando la chapa a unos y a otros (como ya hiciera el año pasado en la Vuelta, aprovechando al máximo las posibilidades que da una medida que se debería erradicar para la buena imagen del ciclismo). Como paralelo, el sprint también estuvo marcado por las caídas, en concreto por la zigzagueante trayectoria de Mark Cavendish, un veterano asiduo de los cambios de trazada (aunque la descalificación en el sprint se la llevase Dainese).

El perrito y Cavendish, los agentes del caos.

 

En la jornada siguiente salió el sol, aunque algunos todavía conservaban el nerviosismo en el cuerpo. El espectáculo paisajístico eclipsó al deportivo en una etapa protagonizada por la fuga de Alessandro De Marchi y Simon Clarke, que llegó hasta el último kilómetro. La etapa fue para Pedersen, pero la imagen de la jornada la aportó la costa Amalfitana, con sus carreteras colgadas de los acantilados y sus localidades de postal, a las que se añadió todo el extrarradio partenopeo, engalanado de azul y blanco por el reciente scudetto. Pero a un día marcado por la belleza y lo festivo le siguió uno digno de pasar a la reciente historia de la infamia del ciclismo. La primera etapa de montaña, con final en Campo Imperatore, fue un día completamente desaprovechado. No hace falta demorarse en exceso en un día que los ciclistas se lo tomaron de descanso y que para los fugados del día, Davide Bais, Karel Vacek y Simone Petilli, fue un auténtico regalo inesperado. Lo peor de días como este es que uno acaba repitiéndose con las quejas, resultando aburrido y predecible. A día sin competición, día sin narración: punto. 

Troppo bello (capturas de @ikgallas)


En fin, superado este día para el olvido, se llegó a la etapa de ayer, en la que por fin se ha visto algo de ciclismo entre los hombres de la general. El segundo obstáculo para Evenepoel, después de la pista de patinaje de Salerno, ha sido la cuesta de I Capuccini. Mientras Ben Healy iba en modo exhibición por delante, marchándose del grupo de fugados cuando aun quedaban cincuenta kilómetros, por detrás Jumbo e Ineos ponían ritmo. Parecía el enésimo trenecito montado para estallar más tarde en el aire como una burbuja inane. Pero en el segundo paso por I Capuccini, Roglič puso ritmo, atacando con su estilo robótico, de cadencia alta, casi en apnea. Leknessund salió a por él, también Evenepoel: lo acabarían pagando. Pero la cuesta era demasiado breve a pesar de la dureza, lejos del monumental y pedalabile Gran Sasso con sus paredes de nieve y sus praderas extensas. No había terreno más que para ciclismo en miniatura. Y así fue. Evenepoel fue cediendo, metro a metro, mientras emergía desde atrás la pareja de Ineos, el joven y el viejo, dispuestos a coger la rueda de Roglič justo antes del descenso. Roglič comandó la bajada con brío, sin sobresaltos, mientras por detrás Geoghegan Hart esperaba a que Thomas, siempre dubitativo en lo que concierne a habilidad, les diese alcance. Dudaron si colaborar con Roglič y tardaron mucho en hacerlo, tan solo entraron con fuerza en el momento de sprintar, como si comprendiesen que su tiempo estaba todavía por llegar. Evenepoel por detrás estaba padeciendo una minicrisis, y era alcanzado por Almeida y Caruso. Al final las diferencias fueron exiguas e incluso Leknessund, con buenas piernas, pudo mantener el liderato.

Primer ataque del Giro, por parte de Roglic el que no ataca.

 
Pero por delante ya marchaba Ben Healy a lo mancebo.

En resumidas cuentas, el Giro se está desarrollando según los planes.  Salvo aquel perro despistado, no ha habido ninguna salida de guion, nadie se ha saltado su parte de diálogo, incluyendo también las partes de no agresión (que sí lo son a su manera para el espectador). Hoy quizá sea la jornada reina de la carrera, como sucedía en los Giros de otros tiempos. El pequeño belga, tan irritante como sólido en las cronos, se pondrá de líder e intentará obtener una amplia ventaja. Veremos si Roglic, que comenzó a darse a conocer en una crono parecida, es capaz de minimizar la posible pérdida.

 


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