domingo, 28 de mayo de 2023

LA TERAPIA DE LUSSARI

En muchas películas de psicoanálisis barato, el héroe o heroína tiene que volver a enfrentarse cara a cara con la causa de su trauma, para así superarlo y borrarlo de una vez por todas de su mente. Esta vez no eran las arañas o las alturas, sino una cronoescalada infernal, paralizante, dispuesta a modo de conclusión de una gran vuelta. El modelo era muy semejante al de la Planche des Belles Filles en 2020 y, al igual que en aquella ocasión, la dureza de la cronoescalada había infundido tanto temor en los principales corredores que había imposibilitado cualquier tipo de acción previa. Pero esta vez, a diferencia de en aquel 2020, Primož Roglič tendría la oportunidad de ejercer el rol contrario: él podría ser Pogačar. 

El de la foto de taparse la cara de incredulidad y alegría hoy era él.

 

La situación parecía bastante controlada para Geraint Thomas. Disponía de 26 segundos de renta sobre Roglič. Aunque parecieran pocos, Thomas se había mostrado especialmente sólido en los días previos. En la crono de Cesena había sido superior a Roglič y en montaña se había mostrado rocoso como siempre. Solamente en el sprint final en las Tre Cime di Lavaredo había perdido 3 segundos con respecto a Roglič. La etapa había sido, una vez más, un paso aburrido por los Dolomitas, solo convertido en una experiencia interesante gracias a las tomas aéreas de paisajes y montañas. La paridad y la inacción habían sido las notas predominantes de este Giro. Almeida ya comenzaba la crono a 59 segundos, una diferencia que solo el Pogačar de 2020 hubiese sido capaz de remontar. 

No pasó nada en le Tre Cime. Victoria de Buitrago y "send nudes" (vía @Outofcycling)

 

La cronoescalada era además todo un experimento logístico. La ascensión se realizaba por un camino de cabras cementado, estrecho y en ocasiones asomado al precipicio, con porcentajes demenciales (y alguna bajada de equilibrista en la parte final). Los corredores no podían disponer de coches de apoyo, sino que los mecánicos iban en motos, con la bici de repuesto al hombro. Al finalizar el tramo llano (en realidad una ciclovia), los corredores tenían marcado el punto donde realizar el cambio de bici. La crono se planteaba también con dos pausas largas, para permitir descender a las motos. Al final de la segunda pausa, el mejor tiempo lo marcaba Matthew Riccitello, siguiendo el espectacular rendimiento del equipo Israel en el presente Giro. Al comenzar el tercer grupo, el tiempo del aniñado escalador norteamericano fue superado primero por los gregarios de Almeida, Jay Vine y Brandon McNulty, y posteriormente por Sepp Kuss, todos ellos realizando la cronoescalada a modo de pilotos probadores.

Llegó el turno de los primeros clasificados. La realización se centró en tomar los últimos metros de casi todos los corredores, no ofreciendo muchas imágenes de la parte llana, ni tan siquiera de la ascensión. Observando los referencias de los puntos intermedios, se podía observar una constante: había cambios bastante significativos entre el último punto cronometrado, situado a mitad de la subida, y la meta. En el último tramo se podía perder bastante tiempo.

En el cambio de bici, Almeida fue muy rápido, mientras que Roglič lo hizo de forma más pausada. Se revivían las impresiones de 2020. Pero le llegó el turno a Thomas: se bajó tranquilamente, se cambió el casco y por poco se enciende un cigarro y pide un café. Extrañaba tanta calma, ya que había realizado el cambio aproximadamente 8 segundos más lento que Roglič: o bien lo tenía todo controlado, exudando seguridad en sí mismo, o bien sabía que iba al matadero. Las primeras referencias daban una ventaja de unos ocho segundos en favor de Roglič, que podían ser perfectamente las del cambio de bici. 

Los ocho segundos de pérdida también son marginal gains.


Mientras tanto, en la cima, Thibaut Pinot marcaba el mejor tiempo. Ha acabado el Giro bien, como si no se hubiera exigido en exceso y pudiera afrontar tranquilamente otra semana más de carrera (siempre y cuando no se le cruce en el camino un escalador sudamericano). Poco después, también Caruso superaba por poco el tiempo de Pinot, demostrando que es un buen escalador de ritmo y no de aceleraciones (también en 2020 realizó una excelente cronoescalada). De los anteriores del top ten, Arensman y Leknessund hicieron muy buenas cronos, también De Plus, renacido durante este Giro; no así Dunbar, al que se le ha hecho largo un Giro sin excesivos ataques.

Buenos giros de Arensman y Leknessund.

 

Comenzaba la ascensión para Roglič y Thomas. El esloveno tenía que abrirse camino a duras penas entre mareas de público compatriota, muchos de ellos invadiendo su espacio o con niños sueltos correteando peligrosamente a su lado. Afortunadamente la gente estaba agolpada solo en ese primer tramo y en la parte final, mientras que en la parte intermedia de la ascensión había tramos sin gente o con público más espaciado. El pedaleo de Roglič era ligero, como siempre, pero daba la impresión errónea de no avanzar. Había optado, como ya hiciera en la etapa de las Tre Cime di Lavaredo, por un monoplato; otra apuesta arriesgada más, marca de la casa de Jumbo (como ya hicieran en la París – Roubaix), que podría marcar la diferencia o condenar el experimento al más absoluto fracaso.

Así pues, sucedió lo que se temía: se cruzó el habitual gato negro del Jumbo, de Roglič e incluso de la marca de componentes, en forma de salida de cadena tras pasar por un pequeño canal de desagüe. El estropicio ya parecía hecho y si bien la diferencia ya rondaba los 14 segundos, iba a esfumarse por completo, siendo el triunfo final para Thomas. Roglič pudo meter la cadena con pericia y rapidez, pero el mecánico fue más un estorbo que una ayuda: en vez de empujar con decisión a Roglič, antes prefirió dejar bien puesta en el suelo la bici de repuesto (ya se sabe, si se deja caer, se rompe). Tuvo que bajar corriendo un aficionado (al que algunos medios señalan como un antiguo compañero de Roglič de los años como saltador de esquí), que ejerció de ángel de la guarda. Ese empujón impidió que la pérdida fuese mayor. Desaparecida la ventaja de Roglič, el contador estaba de nuevo a cero. 




Secuencia de lo que podría haber sido el desastre.

El pedaleo de Thomas era duro, como es habitual en él, empujando la bici con los riñones. Pero las marcas del sudor en el culotte eran una mala señal. Quizá el final podía atragantársele. En los dos kilómetros restantes, Roglič se la jugó a un todo o nada, tomando las curvas con decisión y riesgo, subiendo con un pedaleo más consistente; en meta marcaba el mejor tiempo, sacando 42 segundos a Almeida. Las referencias comenzaban a cantar que la pérdida de Thomas, en esos dos últimos kilómetros, ya rondaban los 30 segundos. De pronto, el milagro se había obrado. El galés arrastraba su bicicleta con pesadez por las últimas rampas y aun tomando las últimas curvas con decisión, no sería suficiente: perdía 40 segundos en meta y con ello decía adiós a una maglia que había soñado con 37 años. Dos corredores veteranos, infinidad de veces obstaculizados por las caídas y la mala suerte, habían tenido su última oportunidad, su último baile. Y Roglič por fin, ejerciendo no ya como líder humillado sino como rival que remonta, podía decir adiós al trauma de perder una gran vuelta en la última contrarreloj. 

Locura eslovena en Monte Lussari.

Aquella crono de 2020 fue el nacimiento de un nuevo periodo, después del parón, marcado por el advenimiento de una nueva figura. Fue la entrada definitiva de Pogačar en escena, con una crono que ha quedado para la historia del ciclismo tan solo un poco por detrás de aquella del Tour de 1989. La de hoy también se encontrará cerca de la 2020: sin una diferencia tan abultada, más por la mínima, apurando los segundos y calculando los movimientos, y con la dosis equilibrada de incertidumbre, mala suerte y capacidad de reacción, lo que viene siendo el estilo de Roglič. Un corredor del que, con el paso del tiempo, se recordará su capacidad para superar los obstáculos, para levantarse después de las caídas, para no dar por perdido nunca un objetivo: eso que ahora llaman resiliencia. 

Trauma superado y hoy, vuelo y paseo innecesario en Roma.

 

5 comentarios:

  1. Algunos apuntes sueltos:

    - A mi tampoco me gustó la retransmisión con imágenes casi siempre de cámaras fijas justo en el día en que todo estaba en el aire. Me recordó aquellas etapas de niebla donde se ve entrar a todos los integrantes de la fuga uno a uno precisamente por la falta de cobertura.
    Hablando de cobertura, no me gustó nada el plano del dron (mira que en la ¿vuelta a Galicia? quedaron espectaculares) pero tenía un aire a videojuego muy falso.

    - De la carrera en sí, hacer notar que la zona de rampa infernal no sirvió apenas para hacer diferencias, que aparecen cuando la pendiente se vuelve humana y el ciclista con fuerzas puede ir notablemente más rápido.

    - De monoplatos y desarrollos de MTB, pues me sorprende una vez abierto el melón de que había que acabar sin cabra a la fuerza (por cierto, por más que busco no encuentro nadie q cifre numéricamente el beneficio de esta a salir con una bici estándar como se había en los 90) el hecho de que lningunl de los 3 superequipos mandaran los discos a tomar por culo en una disciplina donde ela relación w/kg lo es todo.

    - Sobre la etapa en sí, pocas diferencias para mí gusto después de tener toda la carrera bloqueada. Si se lian la manta a la cabeza en. Giau más de uno pierde hasta el tope. Para mi no compensa claramente, pero ahora q creo q estamos pasando al ciclismo tiktok... veremos. Y encima Cavendish gana en Roma!

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    1. Yo creo que finalmente no compensa una etapa así. Los de RCS quisieron tener su final apretado e in extremis como en las carreras de ASO, propiciando como consecuencia una carrera sosa y maniatada, que tan solo ha tenido un estallido final de emoción, limitada a los dos primeros clasificados. Tampoco la presencia de Evenepoel creo que hubiese cambiado mucho la cosa, en alguna etapa la habría cagado (incluso en esta crono final). En fin, hay que pasar página rápido y a otra cosa, el ciclismo sigue y este Giro no estará entre los momentos más emocionantes cuando pasen los años.

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  2. Uf, llevo intentando comentar varíos posts, de hecho desde aquel de la primera semana cuando transitaban aún por el sur, en las etapas de Salerno, Napoli y la Costiera, porque a esa zona, en concreto a Cava de' Tirreni y las provincias de Napoli y Salerno, voy varias veces al año porque mi pareja es de allí. La etapa de Salerno con el aguacero no se pudo ver apenas nada, pero la de la Costiera les resultó espectacular, con buenas tomas desde el helicóptero, aunque creo que realmente no es difícil hacer una realización muy buena con semejantes paisajes.

    En cualquier caso, como siempre me ocurre, disfruto muchísimo cuando las carreras transitan por los lugares que frecuento y a los que tengo cariño (el año pasado me tragué una etapa infumable en la Vuelta tan solo porque era en Cabo de Gata el final, un sitio donde voy cada año y en definitiva donde soy feliz), y seguramente por donde imagino montando en bici, aunque no lo haya hecho.

    Sobre el Giro, me alegré mucho con la victoria de Roglic. En general creo que casi todo el mundo quería que ganara, y es que salvo De Andrés o Delgado, no creo que tenga muchos detractores, como es normal en un tipo que parece muy correcto, amable, lejos de estridencias y tonterías, y donde como bien dices, se ha repuesto de todo tipo de problemas y adversidades. Y que incluso sin querer, ha demostrado ser humano.

    Por lo demás he acabado muy cansado sobre tanto discusión sobre bicis, cambios, grupos de gravel, cascos... a veces parece que todo eso es más importante que lo demás. Las marcas nos meten a fuego que cada cambio que sacan al mercado es necesario, y todo el mundo lo sigue, periodistas, twitter, o quien se ponga por delante. Y a mí por lo menos me cansan.

    Y más aún en un Giro donde no ha pasado apenas nada salvo las fugas, que siempre están bien pero que la tradición dice que a veces llegan y otras no, lo cual no ha ocurrido aquí. Y claro, aunque no quiera, me ocurre que comparo estos últimos años no ya con los 90 y Sestriere, Mortirolo, Indurain, el malo de Berzin, el arcoiris y el rosa de Olano, la victoria in extremis de Cubino y todos esos recuerdos ya casi borrosos, sino con las ediciones de Carapaz, Landa, Roglic y Nibail en el 2019, la de Kruijswijk en el Agnello con la remontada de Nibali, la de Contador persiguiendo a los Astana, y en definitiva, esos Giros tan recientes que eran con mucha diferencia la mejor Gran Vuelta de la temporada, las tres semanas que más ansiaban, y la decepción no puede ser mayor.

    Un saludo y gracias por las crónicas (gran mérito escribir sobre gran parte de este Giro)!

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    1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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    2. Gracias por tu comentario, Jaime.

      En relación con lo primero que apuntas, uno de los aspectos más atractivos del ciclismo es su capacidad para trascender lo puramente deportivo, permitiendo "viajar" desde el sofá, observando en otras ocasiones lugares conocidos desde una perspectiva insólita. Es esa quizá la principal razón de que sigan emitiéndolo.

      En lo que respecta a Roglič, siempre ha sido un corredor que me ha caído simpático y del que valoro principalmente su capacidad para pasar página después de un revés. En eso Pogačar es muy parecido, diferenciándose ambos, más eslavos, de Evenepoel, un corredor que tiene pinta de comerse más la cabeza.

      Sobre las antipatías o simpatías que genera, realicé el experimento de comparar los comentarios de "la casa del ciclismo" en italiano y castellano. He visto toda la carrera en italiano, pues los comentaristas son más o menos soportables, a pesar de divagar también en exceso. En la penúltima etapa, cuando se produjo el salto de cadena de Roglič, se hizo el silencio y se les sentía muy afectados. Posteriormente, cuando se supo que Roglič disponía de la ventaja como para ganar el Giro, lo celebraron como si fuese uno de los suyos. Todo lo contrario en la emisión española: en este caso, el silencio llegó cuando las refencias comenzaron a decantar el Giro en favor de Roglič, e incluso cuando entraba en meta, los comentarios iban en la línea de cuestionarse qué podía haber pasado para que no ganase Thomas. En ese momento, me alegré enormemente de haber escuchado la carrera en italiano.

      Lo mismo vale para el tema del material que apuntas. La insistencia y reiteración con las que uno de los habituales de la casa del ciclismo se enreda en ese tipo de publicidad encubierta me incita a cambiar de idioma.

      Finalmente, creo que la edad de oro reciente del Giro, entre 2015 y 2018, no volverá, al menos en los próximos años. En esas ediciones iban estrellas extranjeras, todas las etapas tenían alicientes y el recorrido era atractivo, en un periodo en el que el Tour estaba maniatado por Sky. Todo empezó a torcerse con el plantón de Roma en 2018, precisamente promovido por el Sky. Desde entonces, el Giro ha ido año a año sumergiéndose en un pozo de intrascendencia.

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