Ha sido necesario llegar a la tercera semana para que los ojos del espectador comenzasen a abrirse lentamente. No ha sido tarea fácil, los párpados estaban completamente pegados por pegajosas legañas, dado que las batallas silenciosas de los ciclistas bajo la lluvia habían tenido en el espectador ocasional el mismo efecto sedante que un conteo ininterrumpido de ovejas. Se permitían fugas numerosas, mientras los líderes continuaban agazapados en la panza del grupo, camuflados bajo capas de chubasqueros, guantes y gabbas. Tanto es así que se estaba entrando en una extraña dicotomía: la disputa de la etapa resultaba interesante, al modo de clásicas consentidas, mientras que la lucha de los hombres de la general era inexistente, una auténtica carrera de caracoles. De esta forma, el pasado fin de semana Nico Denz se llevó un segundo triunfo en Cassano Magnano, etapa en la que Bruno Armirail alcanzó el liderato ante la inacción de Ineos, que permitió que el campeón francés de crono ganase más de 18 minutos. La resolución fue emocionante a su manera, con Denz ejecutando la labor de chico para todo, capaz de neutralizar la fuga, encabezar el sprint y rematarlo. Podría decirse que sobre su fortaleza planeaba todavía la presencia silenciosa de la retirada de Vlasov. Al día siguiente, con Armirail en rosa y bajo el sol, se vivió otra bonita jornada en Bérgamo, con Brandon McNulty consiguiendo el triunfo sobre Ben Healy y Marco Frigo, con todos los hombres de la general llegando juntos.
Lanzando, sprintando, ganando y abofeteando involuntariamente a Gee, todo en uno. |
El irregular y extraño McNulty en la miniclásica de Bérgamo. |
Era necesario un descanso, tanto para los ciclistas como para los aficionados. Incluso en las mejores relaciones es necesario mantener la distancia. En este caso, un día quizá fue suficiente, pues en la etapa del martes todo cambió de pronto. Podría parecer que los ciclistas afrontaban la última semana con más entusiasmo, aunque más bien podría tratarse de la necesidad de ponerse en acción ante la inminencia del final, como estudiantes perezosos que han procastinado demasiado. Las dos etapas de montaña de los últimos días, con final en el Monte Bondone y en Val di Zoldo, las primeras disputadas de verdad, han dado un resultado bastante claro: la constante ha sido Geraint Thomas, y las variables João Almeida y Primož Roglič.
En el Monte Bondone el gran protagonista fue João Almeida, que obtuvo su primer triunfo de etapa en una gran vuelta, innovando en su forma de correr. En los últimos años ya había dado muestras de sus mejoras como escalador, pero en esta ocasión fue capaz de romper con su canon ya asentado de sufridor que sube a ritmo, lanzando un ataque a falta de 5,8 kilómetros. Un mundo para lo que se estaba viendo en el Giro. El grupo selecto formado por Thomas, Roglič, Kuss y Dunbar lo mantuvo a raya durante un tiempo, hasta que el galés debió percibir la debilidad de Roglič y decidió marcharse a coger la rueda de Almeida, que rodaba solo unos metros por delante. Las diferencias fueron abriéndose, limitándose a 25 segundos con respecto a Roglič gracias la decisiva contribución de Sepp Kuss.
En un equipo acostumbrado a ganar él no lo estaba tanto. |
En la jornada de hoy, con final en Val di Zoldo, también se ha visto a un Thomas férreo e intratable, con una solidez impropia de un corredor que cumplía 37 años, pero los ataques han provenido de Roglič esta vez. El esloveno había jugado al despiste, ofreciendo desde el principio de la jornada cierta imagen de cansancio, rodando ostentosamente retrasado o aparentando mala cara, hasta que en la subida a Coi, corta y explosiva, ha lanzado su ataque con cadencia alta. Thomas le ha seguido como si nada. La parte del sufrimiento le ha tocado esta vez a Almeida, sin capacidad para digerir una subida tan abrupta. La ayuda de Vine le ha permitido recortar distancias, limitando su pérdida con Thomas y Roglič a 21 segundos. Por delante Roglič ha contado de nuevo con Kuss, que ha dado muestras de exceso de fortaleza (ha llegado a descolgarse con Dunbar, para atacarle después y enlazar de nuevo con Thomas y su líder).
De nuevo Pinot muerde el polvo, esta vez ante Zana. |
Así pues, a falta de dos etapas decisivas, Thomas y sus 37 años parecen una opción más que segura para el triunfo final. Le ha ido bien hasta el momento una táctica tradicional, caracterizada por la prudencia, el control y los mazazos en las cronos. Táctica para la que son imprescindibles las mejores piernas. Había llegado al Giro con una preparación muy silenciosa, sin dejarse apenas ver, al modo de un viejo Ulises que llega disfrazado de mendigo a la salida de Pescara. La sucesión de catastróficas desdichas lo ha colocado en una posición privilegiada de la que va a ser muy difícil desbancarlo. Sabe lo que es estar ahí y, si no se cae, puede continuar la racha exitosa del Imperio, que ha hecho de Italia el lugar donde exhibir músculo desde el momento en el que le han salido competidores más fuertes en julio. Roglič y Almeida son los únicos ciclistas que le pueden inquietar: esperar a la cronoescalada puede ser para ambos una opción demasiado arriesgada. A uno no se le han dado bien históricamente, el otro tiene mucho tiempo que recuperar (aunque pueda soñar con serlo, todavía no es Pogačar en 2020). Dunbar y los demás están ya demasiado lejos para optar por un Giro que parece por fin haber despertado del coma.
Y entre medias de las dos etapas de montaña, sprint imperial en Caorle, para Alberto Dainese |
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