Gino Mäder ha fallecido después de su terrible accidente en el descenso del Albulapass. No es mi intención hacer un artículo sentimental, ni tampoco oportunista, y reconozco que me va resultar difícil mantener la frialdad y la calma. Ante un suceso así, completamente irrevocable, poco se puede añadir. No quiero describir con palabras lo que apenas se puede expresar. Simplemente nos estamos acostumbrando demasiado a este goteo continuo de muertes, ya sea en las carreteras con tráfico abierto, en extrañas circunstancias o en accidentes fatales en competición. Hay que hacer algo: el ciclismo no puede acostumbrarse con resignación a esta pérdida constante de vidas. La desaparición de un ciclista obliga a reflexionar acerca de la propia existencia de la competición, si esta encierra la posibilidad de que haya fallecidos. ¿Merece la pena un espectáculo así, realmente?
Mientras otros deportes han conseguido reducir de forma significativa sus accidentes fatales en las últimas décadas, el ciclismo parece continuar como siempre. De tanto en tanto se produce lo más terrible, igual ahora que en los años sesenta. Un poco menos quizá, gracias a la introducción definitiva del casco tras el fatal accidente de Kivilev en 2003. En aquel momento hubo fuertes resistencias dentro del mundillo, que no se olvide, con algún ex-ciclista famoso pregonando en importantes altavoces en contra de su uso. Hoy ya nadie niega que es indispensable, aunque "dé calor". Pero en lo demás, poco se ha avanzando. La muerte de Demoitié y el accidente de Stig Broeckx pusieron en el foco el exceso de motos y vehículos en algunas carreras, algo que parece más controlado. El terrible accidente de Jakobsen en Polonia puso bajo la lupa a algunas llegadas, claramente mal diseñadas por negligencia de los organizadores. Pero todavía pueden hacerse muchas cosas. Hay que seguir avanzando.
Yo no tengo soluciones, sería muy arrogante pensar que desde aquí puedo aportar la respuesta mágica al problema. Solo sé que en otros deportes, aparentemente más peligrosos, han puesto más celo en proteger a sus competidores. Bien es cierto que el ciclismo presenta notables diferencias con respecto a los deportes del motor, disputados en circuitos, y por tanto en recorridos más controlables. El ciclismo depende de muchos factores ajenos y son muchos los kilómetros a controlar, en vías que no dependen de los organizadores, y en los que las intervenciones pueden ser mínimas. Pero tienen que hacerse: señalizaciones, protecciones, vallado seguro en las metas...Lo que sea con tal que evitar que un ciclista acabe en un barranco o saltando por los aires.
A las circunstancias de la vía hay que añadir el componente de riesgo que quiera añadir el corredor. El riesgo es un elemento más del ciclismo. No es su elemento definitorio, claro está, pero siempre está presente, en cuanto que el ciclismo consiste en recorrer más rápido los mismos kilómetros que tus rivales. Trazar una curva más rápido que el rival es parte consustancial de este deporte. Pero el ciclismo no es paracaidismo ni salto base. El riesgo no es su esencia. Tampoco pretendo hablar de "neutralizar" los descensos. Sería prescindir de parte de la belleza de este deporte. Pero conociendo que el ciclista va a arriesgar, muchas veces más allá de lo que sería razonable, el organizador tiene que velar para que ese riesgo se minimice al máximo. Que no se convierta en el único efecto decisivo. Por ello, quizá algunas bajadas se tengan que evitar. O quizá simplemente señalizar o proteger. Y el material es otro elemento: dio miedo el descenso de Ayuso con un manillar claramente poco apto para los descensos. Puede quedar muy bonito un manillar estrecho (lo dudo), pero no parece lo más idóneo para un descenso rápido, con curvas tomadas a gran velocidad. La tan cacareada "geometría" de ciertas bicis actuales, en las que el corredor va más erguido que con modelos más antiguos, tampoco sea quizá lo más idóneo para la seguridad: pero ahí nos metemos en un terreno intransitable.
En fin, un ciclista más ha perdido la vida en carrera. Algo infinitamente triste y doloroso, no solo por el hecho de que una carrera prometedora como la de Gino Mäder se haya truncado así, sino también por toda la vida que tenía por delante.
Desde el punto de vista del aficionado, existe la sensación de que nos
perderemos a Mäder como ya nos perdimos a Lambrecht (o como los más
viejos se perdieron a Monseré). En ese sentido, aun recuerdo los día en
el que fallecieron Manolo Sanroma o Michael Goolaerts. Pero hay que
evitar hacer de Mäder un nombre más en una lista negra. Hay que evitar
que Gino Mäder se convierta en una foto a exhibir, un recuerdo vacío,
como el de tantos ciclistas que permanecen por desgracia eternamente
jóvenes en el recuerdo. Están sus inicios prometedores, su victoria en el Giro, su buena Vuelta a España, sus sinsabores, su ligero estancamiento reciente, pero eso en realidad no es nada. El ciclismo no es más que un apéndice, no debería ser el terreno en el que las grandes cosas se pusieran en juego. Además de sus innegables cualidades como ciclista, Mäder era un joven afable y comprometido, al que igual se le podía ver con un libro mientras esperaba en la silla caliente de una crono que compartiendo en las redes sociales sus campañas de donación para fines ecologistas. Su muerte es dolorosa por demasiadas cosas. Y en lo que respecta al ciclismo en general, este por si solo no cambiará, está claro, es inamovible en muchos aspectos y solo parcialmente aprende a palos. Sería bonito pensar que la tragedia de Mäder pudiera servir para iniciar un debate serio y calmado en torno a la seguridad, con la única intención de que los ciclistas estén más protegidos ejerciendo su trabajo. Sería bonito, sí, pero también un poco estúpido. Soy consciente de la estupidez que significa convertir a Mäder en símbolo de una causa en la que ya no va a participar, pero en busca de un poco de esperanza, me digo que al menos su muerte merece una respuesta.
La verdad es que es una pena enorme, siempre que sucede algo así no queda mucho más que apoyar desde lejos a la familia y allegados, aunque sea un brindis al sol. Estuve impactado casi dos días por el terrible desenlace,.
ResponderEliminarLa suerte en estos casos es la que marca gran parte del final, y por lo visto ha tenido que tener bastante mala porque parece que la salida de carretera fue más o menos parecida a la de Sheffield, y este salió ayer del hospital. Desde luego esa curva y esa ladera tan empinada sin nada que amortiguara no eran el mejor lugar para tener un error o un exceso de confianza, o simplemente mala suerte.
Esto enlaza con qué se puede hacer. Y seguramente nada que no sea avisar de curvas complicadas o intentar asegurar zonas potencialmente muy peligrosas, como lo era esta curva, que se cerraba más de lo esperado y se tomaba a una gran velocidad. La verdad es que las mejoras en este aspecto en el ciclismo han sido mínimas en las últimas décadas, y seguramente sea en lo único en que se puede avanzar algo. Siempre que hay grandes velocidades habrá riesgos, y siempre que haya un objetivo habrá corredores dispuestos a asumirlos, ya sea porque es final de etapa, porque se es un sprinter que debe recuperar tiempo, o un gregario o un lider intentando cazar al grupo de delante. Por fortuna no es algo que suceda con mucha frecuencia, pero cada vez que lo hace, estremece como si fuera alguien cercano.
Saludos.
Sí, más allá de señalizar o poner algún tipo de protección añadida (zonas acolchadas, redes en casos extremos) poco se puede hacer. Pero es que no se ha hecho mucho, los descensos siguen siendo iguales a hace treinta años, y por desgracia hay demasiados fallecimientos. Si a los que se producen en competición, que son pocos pero relativamente elevados en comparación con otros deportes de velocidad, añadimos los que se producen entrenando, ya la situación es desesperante. En este segundo caso no hay otra que aplicar el código penal, eso está claro (relativamente laxo en algunos casos, como se ha visto con el caso de Rebellin). En el primero, está en manos de organizadores y de la propia UCI mejorar la seguridad: si bien no desaparecerán las caídas y los accidentes graves, se pueden minimizar sus consecuencias, aunque nada impida que haya otra muerte. Los esfuerzos de los organizadores deben ir dirigidos en ese sentido, no nos podemos contentar con un "siempre ha sido así" o "siempre hay riesgo". Lo hay, es indudable, pero hay que intentar reducirlo al máximo.
EliminarUn saludo y gracias por tu comentario.
Bueno, yo me había centrado en mi comentario en el tema de la caídas, y sobre todo en las de descensos. Porque lo relativo al código penal en delitos de tráfico sí es lamentable. No puedo entender que alguien drogado o alcoholizado mate casi impunemente, porque creo que excepto cuando hay un gran revuelo social, las penas son menores a los dos años y por tanto ni pisan la cárcel. Lo que pasa es que ese problema es estructural, aún no tenemos interiorizado como sociedad los riesgos o las responsabilidades de conducir de manera indebida. Y esto ya es algo personal, y supongo que va unido a hacerme mayor, pero cada vez me revienta más ver a conductores cometiendo irresponsabilidades en la carretera, poniendo en riesgo vidas, cuando además en la práctica lo único que consiguen es ahorrarse unos pocos segundos despreciables.
EliminarSaludos!