jueves, 9 de marzo de 2023

MINUTO Y RESULTADO EN LAS GAUNAS (DIGO, EN LA LOGE DES GARDES): POGAČAR 1 - VINGEGAARD 0

La literatura nos dice que la historia del ciclismo es la historia de sus duelos, esos pares de nombres que todos podríamos recitar de carrerilla, pero que no es necesario volver a repetir ahora. Estos duelos siempre han estado embadurnados de épica, ese concepto tan sobado por los Ares y los Ferrer-Dalmau de turno. Pero más allá de la épica, los duelos también tienen cierto carácter folletinesco. Dos duelistas se retan fuera de las murallas de la ciudad, con la luna todavía en el cielo y el frío de la mañana penetrando en los músculos todavía ateridos, intentando dilucidar cuál de los dos marcará primero la cara del rival con un rasguño de su florete. ¿A qué es bonito el esquema del duelo? ¿Fácil y acomodaticio? Además de aportar una gran cantidad de adjetivos: nos da la crónica hecha. 

"Espadas en alto", como titularía el Marca.

 

Vamos pues a zambullirnos de pleno en la ranciedad de los duelos. Aunque, siendo sinceros, el duelo entre Pogačar y Vingegaard no tiene gran parte de los ingredientes para convertirlo inmediatamente en uno de esos relatos que pueblan las estanterías de los aficionados al ciclismo. Sus personalidades no son tan antitéticas como las de Coppi y Bartali, o Anquetil y Poulidor, ni cuentan, al menos de momento, con hinchadas dispuestas a construir la imagen de su héroe en oposición a la de su rival. Es un duelo que tampoco divide a una nación, sino que implica de forma muy secundaria a dos naciones alejadas entre sí, sin batallitas de por medio, aunque sí con una apuesta bastante clara en ambos casos por hacer del deporte un símbolo propagandístico del país. Pero da exactamente igual que el duelo entre Pogačar y Vingegaard no cuente con estos elementos. La agresividad, atenuada en ambos casos bajo una capa de afabilidad e incluso de fragilidad, hacen el resto. Pogačar y Vingegaard están ofreciendo un bonito enfrentamiento que pocos hubieran imaginado: no tanto por Pogačar, al que ya conocemos de sobra, sino más bien por Vingegaard, un corredor que es también valiente y de sangre caliente, alejado de la etiqueta de chuparruedas que pretenden endosarle. 

Relajado, con la mente en los exámenes de julio.

 

La París – Niza se presentaba así de partida como una reedición en miniatura del duelo del pasado julio. Es verdad que ya Pogačar y Vingegaard se vieron las caras en la Tirreno – Adriatico de 2022, pero entonces todavía no se había vivido el día mágico del Granon. Como elementos favorables al esloveno, el recorrido planteaba muritos y también, como suele ser habitual, bajas temperaturas; como elemento favorable a Vingegaard, el equipo, sobre todo con una crono por equipos en la que Jumbo se presuponía bastante superior a UAE. Estamos todavía a mitad de carrera, una de las más interesantes del año, como siempre suele suceder, y quizá esta crónica sea un tanto precipitada, pero la belleza de los acontecimientos observados obliga a escribir.

Las dos primeras etapas se han vivido con una cierta monotonía no acostumbrada en la París – Niza. No ha habido apenas cortes propiciados por el viento y ha dominado cierta tranquilidad, o al menos cierta calma chicha previa a la tempestad. En estas etapas, Pogačar ha decidido ir ganando segundos de bonificación, para atenuar la que se presuponía una minutada en la crono por equipos. En la primera etapa, en el punto intermedio colocado en la cima de un repecho, Pogačar saltó a por Neilson Powless, siendo seguido por el siempre caliente Pierre Latour y por el propio Jonas Vingegaard. Latour estaba dispuesto a continuar la aventura de Pogačar hasta meta, pues faltaban 15 kilómetros y es de los que entran al trapo, como buen ciclista francés. Pero Vingegaard se puso a rueda del esloveno a aguarle la fiesta: este año no iba a haber exhibiciones de su equipo. Pogačar y Vingegaard se miraron un momento, con cierta indiferencia mutua, sin intercambiar palabra: había tensión. La etapa se resolvió al sprint para Tim Merlier, bien lanzado por su equipo (pero tampoco de una forma magistral como en otras ocasiones), por delante de Bennett y Pedersen. Arnaud De Lie había quedado muy rezagado en la colocación del sprint. 

La mitad de los sprinters están aquí, la otra mitad en Tirreno.

 

La siguiente etapa fue todavía más anodina, de nuevo con la lucha por las bonificaciones como principal aliciente. Esta vez Pogačar saltó ante un sprint largo de su amigo Michael Matthews. Vingegaard no salió en esta ocasión a su rueda, sino Nathan Van Hooydonck, que poco pudo hacer ante un sprint en llano muy poderoso por parte de Pogačar. En meta, la llegada fue más ajustada entre Mads Pedersen y Olav Kooij. 

A veces Matthews es su octavo compañero de equipo.

 

Esta vez sí hay photo-finish, no como en el G.P. Monsere.

 

Se llegaba de este modo al invento de la carrera, una crono por equipos en la que el tiempo sería tomado a partir del primer corredor del equipo. En conjunto el resultado fue bastante bueno, pues introdujo un elemento adicional que redujo a mi entender el efecto distorsionador que tienen este tipo de pruebas en una clasificación general. Los buenos corredores se pudieron “expresar” independientemente de la fortaleza de sus propios equipos, aunque el resultado, a fin de cuentas, tampoco fue muy diferente al de una crono por equipos normal. Se acabó imponiendo Jumbo - Visma, ya que contaba con dos campeones del mundo de crono en su equipo, como Dennis y Foss, así como trotones espectaculares como Nathan Van Hooydonck, Affini e incluso Tratnik. Todos ellos llevaron a Vingegaard entre algodones. El danés entró acompañado de Tratnik y Van Hooydonck, que le hicieron el tramo final, aunque la parte más espectacular fue el lanzamiento de Dennis antes de descolgarse. Pero la diferencia con UAE no fue tan abultada como se preveía. El equipo de Pogačar acabó en quinta posición, a 23 segundos del Jumbo, principalmente porque optaron por la táctica de lanzamiento final a Pogačar. Trentin, Großschartner y Bjerg fueron los últimos en permanecer junto a Pogačar, siendo Bjerg el encargado de lanzar a Pogačar para que se marcase uno de sus sprints habituales. Entre ambos equipos quedaron el Jayco – Alula, que dejaba a Simon Yates bien colocado, el Education First, que consiguió de esta forma el liderato con Magnus Cort (que también realizó un sprint de último kilómetro prodigioso) y el Groupama – FDJ, que entró en meta con Gaudu montado en la chepa de Küng. 

 

Vingegaard prefirió no dar la cara personalmente.

Así pues se llegaba a la primera etapa de montaña, con un final corto pero muy empinado en La Loge des Gardes, en un día gris, condicionado por el viento, que también tuvo su protagonismo en la subida. Después de que UAE controlase durante toda la jornada, con Felix Großschartner marcando el ritmo en la parte inicial de la subida, Vingegaard fue el primero en romper el hielo, cayendo esta vez en un juego de nervios y tensión propiciado por su equipo rival. Su ataque fue seco y demoledor, y a Pogačar le costó neutralizarlo, a pesar de la sonrisilla que dirigió a la cámara. Una vez neutralizados ambos, se dejaron coger por un grupo ya menguado, con Simon Yates, Bardet, Paret – Peintre, Vauquelin, Gaudu, Mäder, Daniel Felipe Martínez, Ion Izagirre y algún otro más. Ese fue el momento aprovechado por Gaudu para demarrar. El francés del Groupama interpretó con gran sentido táctico el momento propicio, consiguiendo en poco tiempo una gran diferencia, en un momento en el que las rampas eran notablemente empinadas. 

Carne de meme.

 

Cuando Gaudu parecía que abría una diferencia ya importante, Pogačar respondió con un ataque desde atrás, que pilló ligeramente descolocado y algo dubitativo a Vingegaard. Se acercaba la parte más relajada de la subida y Pogačar sacó a relucir su fortaleza de rodador, tensando el hilo invisible que lo separaba del danés. Este parecía que tenía la situación controlada, reduciendo metro a metro la distancia, mientras Pogačar daba alcance a Gaudu y le pedía colaboración, sin respuesta afirmativa por parte del francés. Vingegaard lo tuvo a apenas seis metros, pero en el momento en que la rampa comenzó a empinarse de nuevo tras una cuerva, Pogačar apretó los dientes y el culo y comenzó a imprimir más ritmo, con su estilo a chepazos (no por ello antiestético). Se vio claramente cómo de golpe el cuerpo de Vingegaard se relajaba, perdiendo la tensión que hasta el momento había mostrado en su empeño de persecución. A continuación miró atrás, esperando la llegada de Gino Mäder. La cosa estaba hecha para Pogačar

Un primer ataque resuelto en tablas.


Gaudu intentó en el último kilómetro sacar a relucir su punta de velocidad, pero el esloveno no se lo permitió. Se prestó con mucha determinación a coger la curva por delante, sin dejar espacio a Gaudu, que había aguantado el ritmo del esloveno pero sin colaborar (como dicta, por otro lado, la lógica). No hubo historia en el sprint ni clemencia. Gino Mäder entraba poco después, ya superado Vingegaard. También Aurélien Paret-Peintre y Kévin Vauquelin dieron alcance a Vingegaard en los últimos metros, presa de un ligero desfallecimiento. En meta estaba pálido, mientras Pogačar atendía a la prensa con el rostro lleno de barro y suciedad, como si viniera de disputar una clásica. 

El rey de los días fríos.


 

Así pues, a falta de que termine la competición, Pogačar ya ha marcado territorio con una primera victoria y lidera la clasificación con diez segundos sobre Gaudu y ya cuarenta y cuatro sobre Vingegaard. Su forma de correr, la propia de alguien que juega, rompe conscientemente con alguno de los mantras asentados desde hace décadas en el ciclismo: disputa la temporada desde el inicio sin pensar en lo que vendrá (1),  compite por las bonificaciones en sprints llanos (2), no teme coger demasiado pronto el liderato (3) y no hace regalos en meta a un rival (4). Él marca el espectáculo, en detrimento de lo que puedan hacer los demás. Pero la carrera todavía no ha acabado. Seguramente el danés seguirá proponiendo cosas, pues queda terreno para poner en peligro a Pogačar, o al menos para intentar empatar la situación. Los últimos días de la París – Niza siempre están abiertos a desfallecimientos y cambios de guion, aunque esta vez la determinación de Pogačar en ganar, y sobre todo en obtener una pequeña revancha, parece que va a evitar grandes sobresaltos. 

El rostro del minero.

 

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