sábado, 4 de marzo de 2023

EL TRIUNFO DE LA VALENTÍA

Hemos asistido a una de las mejores Strade Bianche que se recuerdan, con su dosis equilibrada de exhibición y emoción. Sin llegar al dominio aplastante de la edición de 2022, tampoco se ha resuelto en un patapum pa'rriba como la de 2021. A pesar de su falta de historia, la Strade Bianche puede lucir orgullosa uno de los mejores palmareses del calendario, en especial en sus últimas cuatro ediciones, con gente como Alaphilippe, van Aert, van der Poel y Pogačar. El nombre de Pidcock se suma a esta tradición como una reluciente longaniza más en la ristra, ya que su nombre está a la altura de las expectativas. Pero que no se me malinterprete. No pretendo con esta afirmación previa favorecer un debate en torno a la naturaleza y la categoría de la prueba. Si algún día el público en general cae rendido ante la monumentalidad de la carrera, considerándola a partir de ese momento como uno de los pilares fundamentales del ciclismo, así será. Habrá que aceptar los cambios. Pero estos cambios, no nos engañemos, no serán más que las formas efímeras y divertidas que crean las olas sobre la superficie de un océano un tanto inamovible (copiando la metáfora de Braudel). 

Un careto más a añadir al altar de santos de la Pala di Siena.

La valentía ha sido recompensada. Pidcock ha realizado un movimiento temerario a falta de cincuenta y tres kilómetros de meta, contando con una ventaja que en ningún momento ha superado el minuto. Los perseguidores han llegado a tenerlo a tiro, a apenas seis segundos: pero se les ha escurrido entre los dedos como una anguila resbaladiza, adaptada a la perfección a un recorrido sinuoso, plagado de toboganes explosivos y de descensos demenciales. Sus rivales más renombrados no han estado a la altura del acontecimiento. Por un lado Alaphilippe, en el que muchos confiaban después de su victoria en la clásica del Ardèche, ha desaparecido a las primeras de cambio, como todo su equipo. Por otro, van der Poel, debutando en la temporada, quizá se ha visto perjudicado por las palizas voluntariamente autoinfligidas en una temporada de ciclocross disputada a fuego (y con menos competencia). Otros han sido sus antagonistas: Tiesj Benoot, Attila Valter, Matej Mohorič, Valentin Madouas y un sorprendente (o no tanto) Rui Costa. 

El momento del ataque (la flecha es de @ammattipyöräily)


Vayamos a la narración de la prueba. La escapada del día estaba formada por tres corredores, Iván Romeo, Alessandro De Marchi y Sven Erik Bystrøm. Al llegar a Sante Marie, el punto donde ya se ha demostrado que se tiene que dinamitar la prueba, Pidcock daba continuidad a un ataque de Bettiol, secundado por Bagioli. Se formaba así un terceto intermedio por detrás de la fuga del día. Mientras tanto, en el grupo principal, Alaphilippe quedaba descartado y Wellens, otro de los favoritos, se rezagaba por un pinchazo (con cambio de la bici con George Bennett). En este largo tramo de Sante Marie, Pidcock tendría tiempo para deshacerse de sus acompañantes y poner tierra de por medio, mientras por detrás se iba organizando un conato de persecución, con Bilbao tirando para Mohorič y los Groupama bastante activos. Van der Poel intentó dar la cara, con alguna de sus arrancadas fulgurantes y efímeras. 

Surfeando la ola.

Poco después van der Poel se quedó cortado, sin compañeros de equipo y con malas compañías a su rueda. Por delante se había formado una avanzadilla en persecución de Pidcock, ya en solitario, formada por Tiesj Benoot, Attila Valter, Rui Costa (con Bystrøm descolgado), Andreas Kron, Quinn Simmons, Romain Grégorie, Valentin Madouas, Pello Bilbao y Matej Mohorič. Atufado, resoplando como un animal de tiro agotado tras repetitivos esfuerzos, van der Poel cedía en su empeño de persecución. Por delante Pidcock aumentaba su ventaja en los tramos más complicados, en especial en aquellos en descenso, con la pericia sobre la bici a la que nos tiene acostumbrados. Sin embargo, aun parecía que podría desinflarse en los tramos de asfalto o incluso en las subidas, al no estar acostumbrado a rodar tanto tiempo en solitario. 

Remontada silenciosa y espectacular de Madouas, caído en San Martino in Grania.


Pero no lo haría. El Colle Pinzuto y Le Tolfe sirvieron para cribar más el grupo trasero, que quedó en cinco unidades: Benoot, Valter, Mohorič, Madouas y Costa. El joven y prometedor Gregorie cedía, también Simmons, desfondado después de exhibir su estilo atacante habitual. Se había formado así un grupo condenado a no entenderse, con Costa ahorrando en cada relevo y con dos Jumbo que, a pesar de contar con patas increíbles (cómo no), no lograron ningún tipo de entendimiento mutuo. En un primer momento, en una escaramuza de Benoot a la que se unió su compañero húngaro, el reciente ganador de la Kuurne había reaccionado de forma airada. Posteriormente, si bien Valter pareció ponerse al servicio de Benoot en algún momento, no acabó de realizarlo con suficiente convicción, quizá al ser consciente de contar con mejores piernas que su supuesto líder. En fin, una resolución en la línea de los Old Dutch Masters del caos

Aunque su presencia no es de las que impongan, hoy a su paso no crecía la hierba.

 

En el sube y baja de la periferia de Siena, el grupo perseguidor parecía tener al alcance al pequeño británico. Podían tirar el lazo para cazar a ese cervatillo, ya un poco aquejado de cansancio, que seguía trotando por delante. Pero comenzó entonces la habitual mascarada del tira tú que a mí me da la risa. En un repecho a falta de cuatro kilómetros, el parón de los perseguidores fue patente: habían comenzado a pensar en los restos del banquete. De esta forma, Pidcock se encaramó con agilidad felina por la rampa de Santa Caterina. Todavía contaba con fuerzas. Llegaba mucho más entero que Pogačar después de su palizón del año pasado: a diferencia de Pogačar, Pidcock no había gastado tanto en la parte inicial de su escapada. En 2022 Pogačar abrió de forma rápida un hueco enorme ante una oposición no organizada, para administrar con algo de urgencia unas fuerzas bastante menguantes en la parte final. Por contra, Pidcock había estado en todo momento en la cuerda floja, haciendo equilibrios sobre el vacío con apenas unos segunditos de margen (ora cuarenta, ora veinte, según el GPS bailarín) sobre unos perseguidores algo remolones. 

 

En meta, Valentin Madouas se haría con la segunda posición, demostrando su solidez de cara a la temporada de clásicas que se avecina (recuérdese, tercero en Flandes el año pasado, además de muleta de Gaudu en las grandes ocasiones). Benoot entraba en tercera posición, a modo de confirmación una vez más del estado de forma de su equipo tras su training camp. En cuarta posición entraría Costa, en quinta Valter y ya en sexta Mohorič, tan rápido en las bajadas como poco explosivo en las subidas. El esloveno se quejaría amargamente en la entrevista en meta, con su estilo habitual, cortante e intimidatorio (tan milosevichiano), de la escasa colaboración de sus compañeros de grupo, en especial de los Jumbo. 


1º Pidcock, 2º Madouas, 3º Benoot

En fin, Pidcock se ha hecho así con el triunfo en la clásica que parece más idónea para los campeones del ciclocross. Se suma así a Stybar, van Aert y van der Poel como el cuarto campeón del mundo de ciclocross que gana la carrera. Quizá este detalle no solo se deba a la particularidad de la tierra, sino también a su distancia algo domesticada. Pero el recorrido martirizador de la prueba, así como la belleza de sus lugares, contribuyen a valorar en exceso sus virtudes y a tratar con indulgencia sus defectos. La teatralità de la meta, del escenario, es un gran punto a favor. 

Toros, búfalos, caballos y ahora bicicletas (pintura de Giuseppe Zocchi)

 

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