sábado, 25 de marzo de 2023

DE HEILIGE DRIE-EENHEID

Sin que haya pasado ni siquiera una semana desde la Sanremo, el triángulo que domina actualmente el ciclismo parece haberse confabulado para que no haya descanso en esto de escribir crónicas. Cada día se sacan de la manga la mejor versión que se recuerda de la clásica a disputar, de manera que así es imposible dejar de escribir, aunque sea por unos días. Si están en la lista de salida se sabe que van a competir para ganar, pues desconocen el significado, antes tan usual, de los entrenamientos con dorsal. Esta competitividad es todavía más loable en el caso de Pogačar, aquel de los tres que cuenta con objetivos más grandes fuera de la primavera y que parece dispuesto a hacer volar por los aires todos los parámetros sobre los que giraba el ciclismo hasta hace bien poco. Cada carrera en la que participa es susceptible de convertirse en un derroche abrumador de fuerzas. 

De Heilige Drie-eenheid (la Santísima Trinidad)

 

El Gran Premio E3 de Harelbeke ha sido en esta ocasión el escenario escogido. Casi siempre es una prueba interesante, que propicia ataques lejanos y bonitos duelos, ya sea entre Boonen y Cancellara o entre Sagan y Kwiatkowski. El aliciente de la carrera no solo reside en ser un aperitivo de la Ronde, sino también en ejercer una resistencia activa al monopolio casi completo de Flanders Classics en la zona, un aspecto cada día más a valorar. Esa resistencia muchas veces se manifestaba en carteles de taller mecánico, a la manera de una apelación al Flandes de las tabernas de Brueghel o Jan Steen. Hoy, en cambio, la carrera nos ha regalado toda una pieza de arte sacro, dedicada a la santísima trinidad del ciclismo. San Mateo, San Tadeo y San Gualtiero, cómo no. Una carrera ante la que caer babeando al suelo, con los ojos en blanco, pateando como un personaje desquiciado de Tex Avery aquejado de un súbito y sublime stendhalazo

Quizá me esté flipando un poco y llegue un momento en que nos hartemos del esquema, quién sabe. Pero sí es cierto que en la E3 Harelbeke los tres grandes corredores del momento han mostrado los elementos más característicos de su estilo (el tesón perseguidor de van Aert, la arrancada brutal de van der Poel, el ataque sostenido de Pogačar, a los que podría añadirse incluso el deslizamiento en las curvas de Mohorič), con sutiles y apenas perceptibles variaciones en su panoplia habitual de registros. 

No eran otros tiempos, se cumple apenas una década.
 

La carrera se ha movido de lejos, desde el Taaienberg, a falta de 80 kilómetros de meta. Van der Poel ha utilizado la subida de la misma manera que lo hacía Boonen, de banco de pruebas para pasar lista a las fuerzas del personal. Además, su estilo tenía algo del ex-corredor flamenco: idénticos zapatazos, idéntica cabeza hundida entre los hombros, idénticos chepazos. Le ha seguido con inmediatez van Aert, dispuesto a ser una vez más su sombra, pero no así Pogačar, peor colocado, quizá por ausencia de equipo o por lo que parece un problema personal suyo, algo habitual a la hora de entrar a las subidas más destacadas. Ha resuelto la situación con rapidez, después de que van Aert neutralizase a van der Poel, sin darle relevos. A continuación se han marchado por delante dos gregarios de ambos, Soren Kragh Andersen y Nathan Van Hooydonck, a los que se ha unido Matej Mohorič.

En la Stationberg, después de un momento de descontrol en el que Pogačar realizó un recto y van Baarle se fue al suelo, van der Poel volvió a forzar el ritmo, con van Aert a rueda y Pogačar alcanzándolos in extremis. Los tres favoritos daban así alcance al terceto delantero, formándose de este modo el sexteto que se iba a jugar la victoria, compuesto por Nathan Van Hooydonck y Wout van Aert de Jumbo, Soren Kragh Andersen y Mathieu van der Poel de Alpecin, Tadej Pogačar de UAE y Matej Mohoric de Bahrain. Por detrás quedaban los Ineos con Filippo Ganna y Ben Turner, los Movistar con Matteo Jorgenson e Iván García Cortina y los Groupama – FDJ con Stefan Küng y Valentin Madouas. El equipo claramente derrotado del día ha sido Soudal - Quick Step, continuando en la línea decadente de los últimos meses. 

¿Cuánto iban a aprovechar van der Poel y van Aert la superioridad numérica de contar con gregarios? La respuesta se desveló pronto: entre poco y nada, dadas las propias ansias y el empeño añadido de Pogačar de reducir el grupo cuanto antes. Se entraba en el loop infernal de Paterberg y Oude Kwaremont, ese dédalo de caminos rurales estrechos y revirados. En esta ocasión las dos subidas se presentaban invertidas en relación a lo que sucede en la Ronde y sin vallas que impidiesen aprovechar los laterales o alejar un poco a un público algo enfervorizado. En el rampón breve pero intenso del Paterberg, Pogačar tomó la cabeza y forzó el ritmo, sin levantarse del sillín, aprovechando la canaleta, embarrada a causa de las lluvias. Las alpacas asomaban la cabeza por encima de la valla para ver a un corredor tan fuera de su  medio como ellas, retando a los más importantes ciclistas del terreno. Kragh Andersen y Van Hooydonck se quedaron, también Mohorič, y van Aert dio una primera muestra de debilidad. 

¿Estas fotos serán algún día equivalentes?

Si bien Mohorič aun pudo entrar gracias a su pericia a la hora de tumbarse en las curvas, en el tramo más largo de Oude Kwaremont se quedaría a las primeras de cambio. La larga y tendida subida parecía un estadio de Heysel en plena exaltación hooligan. Los ánimos parecían caldeados desde la campaña navideña de ciclocross, regados además con un poco de cerveza del lugar. Pogačar volvió a forzar el ritmo en la primera parte antes del pueblo de Kwaremont, más dura, y de nuevo en la posterior, un poco más llevadera. Una caída de una de tantas motos de fotógrafos obligó a que Pogačar y van der Poel bajaran el ritmo y van Aert pudiera tomarse un respiro y conectar con ellos en la parte en la que el tramo adoquinado suaviza más. Salían a la carretera general los tres juntos (van Aert con el gesto algo desencajado), dispuestos a ofrecer al espectador una exhibición de puro rodar, en la que se hacía evidente la diferencia de tamaño de Pogačar con los otros dos trotones. 

 

Caos de motos en Bélgica (da igual cuando leas esto).

No hubo mucha historia hasta los kilómetros finales. Contaban con una buena ventaja con respecto a los perseguidores, formados por Küng, Ganna, García Cortina, Jorgenson y Mohorič. Pogačar desveló demasiado pronto sus cartas, que pasaban por intentar evitar una llegada al sprint. Intentó sorprender a sus dos acompañantes con dos ataques, uno a falta de 3 kilómetros y otro precediendo la entrada al último. El esloveno pecó de algo de inexperiencia en este tipo de carreras: el primer ataque fue neutralizado con facilidad por van Aert y el segundo por van der Poel. Parecía que se habían repartido la faena. Con esos dos ataques Pogačar había manifestado su debilidad a la hora de afrontar el sprint, quedando además en una desventajosa primera posición en la recta de meta. De todas formas no bajó en exceso el ritmo, quizá acordándose de lo ocurrido en la pasada Ronde: este hecho propició un sprint más lanzado, impelido por el viento trasero, que benefició a van Aert y perjudicó a van der Poel, al que le hubiera venido mejor un sprint casi en parado, en el que poder explotar al máximo su prodigiosa arrancada en seco. De esta forma, van Aert consiguió la victoria con un sprint limpio, en el que van der Poel tuvo que bajar la cabeza. Justo premio para un corredor que nunca se abandona y que además parecía disfrutar de una revancha personal con van der Poel. 

El que más padeció, el que acabó ganando.

Si bien cuenta con solo un monumento, van Aert ya dispone en su botín de dos Harelbeke, una Omloop Het Nieuwsblad, una Gent - Wevelgem, una Amstel (o media), una Strade Bianche y un Grand Prix de Plouay. Not bad. Sin embargo, se le siguen resistiendo las carreras que cuentan, al menos para un corredor como él: la Ronde van Vlaanderen y la París - Roubaix. Por la parte de Pogačar, se ha visto que tendrá muy complicado en la Ronde deshacerse de sus dos acompañantes de cara al sprint: ya sabe en carne propia que un sprint en parado con van der Poel está perdido de antemano y que a van Aert solo le puede ganar de tú a tú cuando la carrera ha sido realmente exigente o el sprint es en ligera cuesta (como el de Montréal). Una llegada de nuevo con van Aert y van der Poel no le vale para la meta de Oudenaarde, de forma que tendrá que inventar algún prodigio pocas veces visto. En fin, rápido nos hemos acostumbrado a lo insólito - e irrepetible - de un corredor de grandes vueltas disputando con idéntico afán las pruebas de un día más importantes del calendario. 

Contento con el mejor podium de la carrera, porque él está en el medio.


 

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