viernes, 1 de septiembre de 2023

SOLO UN DÍA BUENO

Después de la salida entre tinieblas de Barcelona, la Vuelta ha seguido su curso a trompicones, entre chapuzas y recorridos desaprovechados. Parece ser ese su destino. Las farolas de Barcelona no las habían apagado unos gamberros a pedradas, sino que aquella oscuridad había sido fruto de una descoordinación total entre organización, autoridades y la empresa concesionaria. Un bonito homenaje de Barcelona a Ibáñez, en concreto en su versión de Pepe Gotera y Otilio. Esa sensación de chapuza constante parece ser el destino de la Vuelta, y en ella iba a mantenerse enfangada durante unos días más. Afortunadamente la sexta etapa, con meta en Javalambre, ha sido la nota discordante en esta tendencia pastosa a la monocromía. Pero no adelantemos acontecimientos. Cuesta un esfuerzo enorme escribir sobra la Nada, pero ya antes de mí lo hicieron los existencialistas.

El espíritu de Tony Martin.


Después de los precedentes, a nadie pilló por sorpresa que la segunda etapa en Barcelona fuese un nuevo ejemplo de confusión y caos. Los ciclistas tenían ánimo de venganza ante una organización completamente sorda y poco dada a la autocrítica, a lo que se unió un nuevo día de lluvia. ¡A la Vuelta antes se venía a tomar el sol y a salir por la noche, no a padecer días desapacibles! Después de cierto tráfago en los buses de buena mañana y algún tira y afloja, la organización cedió: los tiempos se tomarían antes del ascenso a Montjuïc, a falta de nueve kilómetros, de manera que el que quisiese arriesgar para jugarse la etapa lo hiciese ya sin tiempos. Entre los acuerdos silenciosos parecía figurar también el nombre del corredor de cada equipo que disputaría esa etapa. Pero no fue suficiente con todo ese paripé. Ante la caída de Roglič en una rotonda (suceso que se unía al descenso del Coll d'Estenalles plagado de chinchetas), Jumbo desplegó todas sus artes para intentar parar al pelotón. Incluso a las malas si hacía falta. Dylan van Baarle tuvo especial protagonismo en esa tarea. Contaron con el apoyo de Evenepoel, que siempre se une cuando hay bronca de por medio. En fin, un día para olvidar. Los que no lo olvidarán son Andrea Piccolo, que andaba escapado y se llevó el liderato, y Andreas Kron, de nuevo ganando en Catalunya.  

Bonito homenaje a Tijl De Decker


Al día siguiente se llegaba a Andorra, un buen refugio para evadidos del fisco pero terreno poco propicio para la mitología ciclista. Era completamente predecible que un día en Andorra acabase en sprint en una ascensión sin ataques. Evenepoel contó con una buena oportunidad para mostrar sus progresos en la materia del sprint en cuesta, mientras Roglič se inhibía. Lo que nadie hubiese sido capaz de anticipar fue el trompazo de Evenepoel contra la jefa de prensa de la policía andorrana, situada entre la masa de gente situada a unos 100 metros pasada la línea de meta. ¿Qué hacía ahí la mujer? ¿Por qué Evenepoel no frenó? Lo cierto es que Evenepoel se obcecó en su celebración, prolija como siempre en gestos, y no frenó a tiempo. Se introdujo sin apenas tocar el freno entre la nutrida masa de fotógrafos y auxiliares, esperando que se abrieran las aguas, y al final chocó con una chica despistada que miraba hacia otro lado, y que seguramente no debería estar ahí. De no chocar con la chica lo hubiese hecho contra unas vallas. Vingegaard y Ayuso, que se vieron el percal, frenaron con más antelación. La frente ensangrentada de Evenepoel podría ser el resultado de un cúmulo de circunstancias desfavorables, pero hay que tener en cuenta que el final en un cul-de-sac fue un factor determinante y amplificador del caos. Evenepoel, ya con el liderato, tenía motivos para seguir rabioso con la organización. 



Para un meme de esos de How started, how it's going


Las etapas siguientes fueron ambas para Kaden Groves. Con el australiano, Alpecin de nuevo ha encontrado la forma de hacerse con un buen botín en los sprints. En la etapa de Tarragona, unos tarugos habían preparado una trampa para la carrera, felizmente abortada. En la siguiente etapa, con meta en Burriana, el pelotón desaprovechó el paso por la Serra d'Espadà para formar una fuga algo nutrida. Con estos precedentes poco alentadores se llegaba a la sexta etapa, entre La Vall d'Uixó y Javalambre (el Pico del Buitre). Históricamente la Sierra de Javalambre no ha sido un terreno propicio para grandes días, pero esta vez sí se aprovecharon sus continuos subeibajas previos y las zonas desprotegidas para plantear una etapa dura desde el inicio, que recordaba en cierta forma a la de Formigal en 2016. En la salida, se rumoreaba sobre la circulación de un virus en el seno del Soudal - Quick Step, tan fulminante como aquel del Giro. Ya en la etapa de Burriana, Andrea Bagioli y Louis Vervaeke habían entrado cortados. Bagioli de hecho se retiró al comenzar la etapa de Javalambre, pero Vervaeke logró colarse en la fuga numerosa que se formó de salida. 

En Tarragona picaba hacia arriba y Groves se acabó imponiendo.

Ganna hizo segundo en Burriana. 

El Collado de l'Íbola, fantástico.


No hubo imágenes de la lucha para formar ese grupo delantero de más de treinta corredores. Como en los tiempos de Coppi, hay que echarle imaginación. Casi todos los equipos estaban representados y había gente importante, como Kuss, Lenny Martinez, Bardet, Soler, Buitrago, Landa, Carthy, Buchmann o Cras. Contaban con seis minutos de ventaja y Soudal - Quick Step parecía no contar con fuerzas suficientes como para detener la hemorragia de segundos. O quizá estaban esperando con astucia a que alguien más entrase, puesto que hay equipos que siempre entran al trapo cuando de tirar se trata. Son los de siempre: Movistar e Ineos. ¿Os acordáis de aquel Movisky? Pues eso. Movistar contaba por delante con Rubio y Lazkano, pero no dudó ni un minuto en poner a Erviti y a Arcas a tirar. Por su parte, Ineos puso a Heiduk, aun contando con Castroviejo delante. Mientras tanto, el líder iba en carroza, sin desgastar a su equipo, pudiendo llegar a la última subida todavía con Hirt y el propio Vervaeke, descolgado para ayudar. 

La labor generosa de Movistar e Ineos ayudó a reducir la ventaja a tres minutos y medio al llegar a Arcos de las Salinas, el inicio de la subida. Pronto se destacaron por delante Kuss, Bardet y Lenny Martinez. Con gran facilidad, Kuss lograría hacerse con la victoria, demostrando que el mejor gregario del pelotón es también uno de los mejores escaladores de la actualidad. Por detrás, a falta de cuatro kilómetros para coronar, Jumbo lanzó su ataque con Roglič. Vingegaard se le uniría, y con él también Enric Mas. Jumbos por delante, jumbos por detrás, la carrera estaba tomando la forma de un abuso en toda regla, con el equipo neerlandés meando en la cara del resto de equipos. Su táctica salía a la perfección, mientras Evenepoel hacía aguas. Incluso Kuss pareció renunciar voluntariamente al liderato, que recayó en el jovencísimo Lenny Martinez, nieto de Mariano Martinez, después de una formidable ascensión. 

...echa un trago-echa un trago-echa un trago-echa un trago...


Parecía que a Evenepoel le caería una minutada, pero al igual que hiciera en la Sierra de la Pandera, supo regularse y encontrar su ritmo, minimizando pérdidas, incluso remontando. Ha asumido el patrón Almeida, pero en su caso se asemeja también a los rodadores del pasado, como un Olano en miniatura y quizá con menos dosis de sufrimiento. Por medio quedaron Ayuso, Uijtdebroeks y Almeida (de los que no hubo prácticamente imágenes). En el último kilómetro lograron sobrepasar a Mas, claramente aturdido por el ritmo insostenible de Jumbo. Finalmente Roglič y Vingegaard lograban sacar a Evenepoel una diferencia de 32 segundos, reduciendo en gran medida la ventaja con la que contaba el belga después de la crono por equipos. 

Comienza el lennynismo.


Hoy ha sido un bonito paseo por la costa valenciana, sin muchos sobresaltos para el pelotón. Ni siquiera se les han debido subir las pulsaciones. Se ha ido acumulando retraso y el viento de cara durante todo el recorrido litoral ha impedido ningún tipo de movimiento, si es que acaso había ganas de que lo hubiese. Se han visto El Saler, la Albufera, los arrozales y la montaña de Cullera (con sus mamotretos asomados al mar), pero muy poca lucha. Los únicos perjudicados  del día han sido los Ineos, con caída de Thomas y abandono de Arensman. En Oliva se ha llegado al sprint, como era de prever, con victoria sorprendente para Geoffrey Soupe, un veterano gregario, ex-lanzador de Bouhanni, que ha sabido aprovechar muy bien la última curva antes de meta. Groves ha quedado descolocado y también Molano: Aular ha sido el único que ha mostrado cierta oposición. No hay duda de que la Vuelta da enormes oportunidades a velocistas intermedios, incluso a lanzadores veteranos (como es el caso de Soupe, un corredor sin casi victorias). De hecho, cinco grandes sprinters (Démare, Merlier, De Lie, Kooij y Sam Bennett) no han corrido ninguna gran vuelta, en unos casos debido a que sus equipos priorizan las generales, en otros porque ellos mismos prefieren competir en un calendario más suculento en cuanto a puntos (y quizá en cuanto a prestigio). El desinterés por el sprint parece ser otro elemento del destino particular de la Vuelta: un desinterés que en este caso parece mutuo. 

Un asirio en Oliva.




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