Ayer hubo dos carreras en una. Dos Tours de Flandes, uno dentro de otro. En la primera carrera, de 271,5 kilómetros, hubo un claro dominador: el debutante Tadej Pogacar. De su parte vinieron los grandes ataques y las aceleraciones, demostrándose diestro también sobre los adoquines en su carrera imparable por entrar en la historia. En esa primera carrera, Mathieu van der Poel resistió como pudo en el Paterberg, completamente contra las cuerdas. En la segunda carrera, de apenas un kilómetro, tuvo lugar una de las resoluciones más caóticas y catastróficas (para Pogacar) de la historia reciente. El paso de Pogacar de un segundo puesto asegurado a un humillante cuarto en apenas 300 metros solo puede compararse con otras pifias memorables de la historia reciente, como la valverdada de Florencia, el intenso intercambio de miradas de Fuglsang y Alaphilippe en la Amstel de 2019 o la payasada del campeón del mundo en la Lieja de 2020. También en esto el esloveno parece querer rivalizar con la historia.
Pogacar rodeado de Madouas, van Baarle y van der Poel: definición gráfica by Georges La Tour. |
En
la primera carrera hubo un claro ganador: el esloveno. Pero para su
desgracia, la meta no estaba en la cima del Paterberg, sino unos
cuantos kilómetros más adelante. Esta primera carrera no daba
premio. En ciclismo no se gana en la posesión. Muchas otras veces se ha hablado en este espacio de la dicotomía entre espectáculo o resultado. Pues bien, en el platillo del espectáculo en el que tantas otras veces Mathieu van der Poel apostaba todo su capital, ayer el esloveno colocó uno de esos yunques de tebeo. El platillo del resultado se quedó vacío, tenso en el aire.
Pogacar en la meta de Oudenaarde, Caravaggio (1601). |
Llegó entonces el momento del Koppenberg, esa subida bestial, hoy algo domesticada, que recuerda a esos planos de Origen (película sobrevalorada) en la que las calles de París se empinan hacia el cielo. Pogacar tomó la cabeza y fue elevando el ritmo progresivamente, sin levantarse del sillín, aprovechando el centro de la calzada adoquinada. Por detrás Pidcock, Asgreen, Pedersen, Küng y alguno más fueron abriéndose. Asgreen con problemas mecánicos añadidos. Tan solo Mathieu van der Poel y Valentin Madouas pudieron seguir el ritmo del campeón esloveno, dando el neerlandés finalmente un relevo crucial en la zona de la cima para evitar que entrasen más corredores. Se había producido la selección de la carrera. En el Taaienberg, el terceto formado por Pogacar, van der Poel y Madouas dio alcance a van Baarle y Wrigth. En el paso definitivo por el Oude Kwaremont, Pogacar y van der Poel se deshicieron de sus acompañantes y en el Paterberg Pogacar volvió a forzar el ritmo, llevando a van der Poel a su límite. En una impresión general, podría decirse que el Oude Kwaremont se le dio mejor al esloveno que el Paterberg, a pesar de ser más tendido y más propicio para corredores adaptados al adoquín. Pero aun así, fue significativo ver rodar a Pogacar por el centro de la calzada adoquinada del Paterberg, mientras que van der Poel tenía que buscar, con notorios chepazos, la cuneta. Pero el nieto de Poupou pudo aguantar, y en esas dos o tres pedaladas agónicas podría decirse que ganó la carrera. El dueto cabecero coronó el Paterberg con una diferencia en torno a los veinticinco segundos sobre Madouas y van Baarle, mientras que más tarde, ya alrededor del minuto, lo harían Wright, Küng y Teuns.
Demostración en el Koppenberg. (Sin un coche pisándole los talones, como a Skibby) |
Haciendo sufrir a van der Poel en el Paterberg. |
En el llano hasta la meta, van der Poel y Pogacar se alternaron al relevo con naturalidad, sin racaneos. Van der Poel resoplaba ante la cámara, aunque en realidad estaba recuperando muchas fuerzas en ese tramo llano. Pogacar vaciaba los bolsillos, con infinidad de papeles y envoltorios (parecía el personaje de La naranja mecánica vaciando los bolsillos antes de entrar en prisión). Era una forma de dar a señalar que se estaba aligerando de cara al sprint. Se aproximaban a la enorme recta-pista de aterrizaje de Oudenaarde, con la torre-sputnik de la catedral al fondo del encuadre. Las últimas referencias mostraban 21 segundos de diferencia con respecto a van Baarle y Madouas, tenían por tanto terreno para jugarse el sprint con relativa calma. Pero nadie imaginaba que la calma iba a ser tanta, digna de los mexicanos de Lucky Luke.
Aquí comienza la segunda carrera, apenas un kilómetro que alteró todo lo previsto. Si hasta el momento Pogacar parecía el dominador de la situación, esta cambió de golpe, y de qué manera, dándole un tortazo de realidad que ni el de Will Smith. Van der Poel comenzó a ralentizar el ritmo, sugiriendo con varias miradas a Pogacar que pasase en cabeza: este se negó. Por detrás la aproximación de van Baarle y Madouas parecía un engaño óptico de la cámara frontal. Los dos de cabeza empiezan a culebrear y cada vez la pareja trasera parece más próxima: Madouas está dándolo todo en esa persecución. El engaño óptico está cobrando forma. También el terceto de Küng, Teuns y Wright parece muy cerca: es sorprendente cómo están todos en un pañuelo, cuando la carrera parecía ya decidida. El engaño óptico es ahora una realidad.
Que vienen... |
Cuando se quieren dar cuenta ya los tienen detrás. Pero van der Poel, con gran zorrería, inicia su cambio de ritmo en el momento preciso en el que Madouas y van Baarle rebasan a Pogacar por ambos lados. Al esloveno le han cogido completamente por sorpresa, con el doble de velocidad, uno por el interior (Madouas) y el otro por el centro (van Baarle). Cuando quiere darse cuenta es imposible remontar: ni tiene espacio ni quedan metros para la meta. En cambio van der Poel ha sabido leer su distancia (esta vez sí) en este último kilómetro sin puntos de referencia. Es la tercera vez consecutiva que llega a esta línea de meta en cabeza, siempre con alguien a su rueda, y esta vez no se ha precipitado. La victoria es suya, el segundo puesto para van Baarle (otro más, tras su espectacular mundial pasado) y el tercero para Madouas. Pogacar se queda cuarto, como Merckx en Barcelona, pero a diferencia de este, entra en meta haciendo aspavientos y quejándose. Como ya hiciera en la Lieja de 2020, pero esta vez sin razón.
Aspavientos infantiles. |
Mathieu van der Poel ha sabido leer la carrera a la perfección, colocándose mejor que en otras ocasiones en los momentos previos a las subidas, exprimiéndose en el momento justo, no escatimando relevos pero fingiendo un poco de debilidad y calculando finalmente su distancia con exactitud, sabiendo que su arrancada en seco es brutal, casi inigualable en el pelotón. Lo que dije de él en la anterior entrada parece cierto: parece estrenar cerebro. U otras piernas, que le permiten jugar con más clarividencia sus cartas. Por contra, Pogacar ha sobrestimado su sprint. Después de los fabulosos sprints de Lieja y Tokyo en la temporada pasada, es entendible que confiara un poco en su punta de velocidad. Pero jugársela con van der Poel son palabras mayores (aquí no se trataba de Masnada). Entraba dentro de las posibilidades perder un sprint ante van der Poel, pero no ser alcanzado y rebasado en el sprint por dos formidables corredores que venían remontando desde atrás. Le ha faltado picardía para no caer en el juego de van der Poel o al menos para iniciar el sprint antes de que fuera demasiado tarde. Sin duda ha llegado mucho más tostado de lo que pensaba y en parte ahí está la causa de su descalabro.
Zampándose un bocata de cerebritos eslovenos. |
Pogacar podría haber relevado menos, o incluso haberse parado después de coronar el Paterberg, pero mezclar de nuevo las cartas, permitiendo que entren nuevos actores, siempre abre más el abanico de la incertidumbre, al favorecer que más corredores se la jueguen aprovechando los marcajes. También se comenta que intentó jugar a ganar y no a luchar por un puesto: pero aunque solo cuente la victoria, no es lo mismo un segundo puesto que un cuarto, más todavía habiendo protagonizado una edición tan ofensiva. Simplemente Pogacar sobrevaloró su sprint, cayó en la trampa de una ralentización excesiva; no intentó nada más allá de presentarse con van der Poel en meta y jugar según sus reglas y ritmos. Con el añadido de una formidable remontada de Madouas y van Baarle, los otros dos grandes protagonistas del día, dotados de una resistencia y tesón pocas veces vistos.
The winner takes it all. |
Después de dos exhibiciones en Tirreno y Strade Bianche, Pogacar encadena su tercer esfuerzo inútil en una gran prueba de prestigio. Es de honrar que un corredor de sus características sea protagonista en carreras de un día (siempre se ha dicho por aquí, a diferencia de tantos ejemplos anteriores que no es necesario ni mencionar esta vez), pero esta humillación en Flandes ha supuesto un duro varapalo. En todas las carreras sale a ganar y últimamente ha pecado de precipitación, mala colocación o errores tácticos, siendo muchas veces el más fuerte. Toda la supuesta veteranía y savoir faire que se le atribuían han volado por los aires con la muestra de bisoñez del último kilómetro y el festín de aspavientos y mohínes posteriores. Ha sido esta su nueva etapa de Arrate, el único momento en todo 2021 en el que se le vio alterado, perdiendo los nervios. Su edad permite augurar que volverá a estas carreras con la intención de ganar, pero también la historia nos enseña que muchas veces las oportunidades perdidas tardan en volver o nunca lo hacen (que se lo digan a Sagan en Sanremo). Por su parte, van der Poel ha ratificado su nueva forma de correr, en la que ha sacrificado el espectáculo en aras de un mayor resultadismo, que es a fin de cuentas lo que mueve al ciclismo. Le ha costado aprender, pero esta vez, sin su gran rival de la partida, se ha dejado de duelos mentales y ha jugado a la perfección sus cartas, explotando sus mejores virtudes (su fuerza bruta, su arrancada), mostrándose como un gran dominador de la prueba que, poco a poco, se está convirtiendo en su carrera fetiche. Tiene a tiro igualar el record de la prueba y quien sabe si algún día lo podrá superar.
En resumidas cuentas, esta será una de las ediciones a recordar de la Ronde. Tardará en olvidarse, ya que es una de aquellas ediciones en las que al espectáculo de su desarrollo se le añade del picante de una resolución inesperada, algo siempre necesario en una carrera de un día.
"Hoy he hecho el pardillo, y lo sabes!" |
Gracias por la crónica.
ResponderEliminarEn general estoy de acuerdo en casi todo, menos en que el esloveno haya sido el más fuerte. En estos muros y recorridos, quien aguanta al frente lo hace por fuerza, y si los dos han llegado al final de ellos a la par, es que iban igual de fuertes. Las arrancadas de Pogacar han sido brutales, pero MvdP ha estado siempre con él, incluso tuvo que remontar con suficiencia cuando le pilló la primera detrás.
Al final parece que Pogacar tiene esta carrera en sus piernas, pero como bien dices, todo lo que no se aprovecha tal vez no vuelva a llegar. Y más en corredores de grandes vueltas que no van a correr siempre las carreras que importan. En cualquier caso, disfrutemos, porque parece que estamos viendo q un corredor histórico, aún con todas las reservas que su equipo y director merecen.
Saludos!
Gracias a ti por comentar.
EliminarEl más fuerte en el sentido de que siempre llevó la iniciativa y a van der Poel en algún momento se le vio flojear bastante (sobre todo, en la última ascensión al Paterberg, que si llega a ser más larga acaba cediendo). Van der Poel es un corredor que, por fisonomía, se debería adaptar mucho mejor que Pogacar a estas subidas explosivas, pero aprecio notablemente la nueva faceta que ha sacado a relucir este año, más calculadora, quizá debido al percance físico de la espalda.
Veremos el domingo qué sucede en Roubaix. Yo creo que habrá sorpresa.
Un saludo.