sábado, 5 de marzo de 2022

MONUMENTAL

En una escena de Le Vélo de Ghislain Lambert, esa gran película que sirve a modo de compendio de los claroscuros del ciclismo de ayer y de hoy, se resumía bastante bien el panorama en el que se está adentrando actualmente el ciclismo. En ella, los periodistas radiaban eufóricos uno de los muchos triunfos de Merckx, para después, una vez fuera de antena, quejarse de que les iba a dejar sin trabajo, porque ganaba demasiado y la gente se estaba empezando a aburrir. Es verdad que algunos, como el festino loco, ya encuentran a Pogacar aborrecible desde su primer Tour, pero la pregunta es si el aficionado común también acabará aburriéndose. Su triunfo ha sido de los más apullantes e incostestables que recuerdo, solo parangonable en los últimos tiempos a algunas cabalgadas solitarias de Gilbert, Boonen o Cancellara, con la diferencia notable de que ninguno de ellos ganó también el Tour. El esloveno se ha desmarcado con bastante garbo de los monotemáticos vueltómanos julietistas. La comparación hay que hacerla con esos dos o tres grandes nombres que suelen pronunciarse con excesivo respeto reverencial.  

Tras Coppi, Anquetil, Merckx, Hinault e Indurain...el sexto monumento.


La verdad es que Pogacar me está facilitando mucho las crónicas. Esta se escribe rápido. Después de que el pelotón saliese volando por los aires como un castillo de naipes a falta de 90 kilómetros, se ha producido el reagrupamiento, con los habituales escarceos de Alaphilippe en cabeza. En el decisivo tramo de Santa Maria, donde se suele producir la selección, Pogacar ha forzado en dos o tres curvas, jugándose el tipo, alcanzando una ligera ventaja que ha incrementado en el tramo ascendente. Alaphilippe se ha visto forzado a decir basta, siendo Carlos Rodríguez el único que ha intentado frenar la hemorragia de metros que Pogacar estaba abriendo. Diez segundos, veinte, treinta, cuarenta...Rodríguez se ha mantenido cerca, con su pedaleo redondo y elegante, con ese deslizar estático de gran ciclista en ciernes que tiene, pero padeciendo más que el esloveno en las curvas de grava, debido a su poca envergadura. Pasado por el filtro adelgazante de Ineos, quizá hubiese necesitado unas piedras en los bolsillos para no salir volando. Mientras tanto, Pogacar dejaba tras su paso el habitual rastro de polvo levantado: se diría que ya había fumata blanca, ya se sabía el vencedor. 

El momento decisivo: Carlos Rodríguez ha intento mantener el pulso.

 

Alaphilippe ha intentado sacrificarse durante un tiempo por Asgreen, pero ha desistido. Su voltereta en la caída había sido espectacular y a buen seguro dolorosa. Tampoco sus destellos en carreras previas habían sido demasiado deslumbrantes: su forma no es todavía la de los mejores días. Una vez cazado Rodríguez y con la diferencia superando el minuto, se formó un quinteto perseguidor, con Valverde, Asgreen, Simmons, Wellens y Narváez. La presencia del murciano, como suele ser habitual, desbarató todo intento de persecución. Es su táctica para obtener puestos: nunca optar de forma decidida e incluso suicida al primer puesto, sino ahorrar todo lo posible. Se le puede perdonar a estas alturas: ya se sabe cómo corre y con cuarenta y un años ya no se le puede exigir más, pues sus rendimientos exceden los parámetros normales de la actividad deportiva. Asgreen, tan mecánico como siempre, se mantenía tirando en cabeza de la persecución, con ciega obcecación. En el penúltimo tramo ha abierto un ligero hueco, que solo ha sido cerrado por Valverde. Mientras tanto, Pogacar seguía a lo suyo. 

Caballos desbocados.

 

En las proximidades de Siena han empezado a llegar los primeros signos de humanidad en el pedaleo del esloveno. Se ha comenzado a hacer pesado, con chepazos y cabeceos más exagerados, y algún que otro estiramiento de espalda. También él se había revolcado por el suelo, aunque con más suerte que Alaphilippe y sobre todo que Benoot. Aun así, ha tenido tiempo para tomarse la aproximación a Santa Caterina con calma, chocando alguna mano del público y subiendo la empinada calle sin levantarse del sillín. Según los cronometradores oficiosos, su tiempo de ascensión ha sido peor que el de las chicas, encabezadas por Lotte Kopecky y la neerlandesa valverdiana, la adorada por los comentaristas de Eurosport. Me lo creo. Pogacar ha llegado atufadísimo, buscando en los últimos kilómetros desesperadamente algo en los bolsillos. Valverde le ha recortado casi medio minuto en la parte final, distanciando en Santa Caterina a Asgreen. Por detrás, el grupo de Simmons, Wellens y Narváez era alcanzado por Valter y Bilbao. 

Pogacar no se ha caído.


¿Pogacar necesitaba ganar así? No, seguramente no ha sido la opción más inteligente, ni la más sensata. Pogacar comparte ese punto de locura que tienen también los gemelos del ciclocross, e incluso Roglic en sus días más inspirados, y que hace de esta época una particular edad de oro del ciclismo. Ha atacado de forma desmesurada, como está siendo todo el rendimiento de su equipo en este inicio de año. Ha sido, por tanto, una victoria anunciada, pregonada a voz en grito, sobre todo desde el apabullante triplete de Polanc, Covi y Ayuso en Laigueglia, todo un homenaje a los tiempos del Gewiss y el Mapei. Aquella carrera tuvo el nerviosismo inherente a las carreteras de la zona, con Lorenzo Rota y Carlos Rodríguez como únicos contrincantes de los emiratíes, en un intenso toma y daca que acabó llevándose Polanc aprovechando un parón. Pogacar simplemente ha seguido esa línea del equipo, aprovechándose en su caso también de las ausencias notables de Wout van Aert, pensando en París - Niza, Tom Pidock, de cagaleras, y Mathieu van der Poel, todavía cuidándose con sesiones de turismo de pretemporada. 

Argentin, Furlan y Berz...ah, no.

 

Así pues Pogacar enlaza una victoria más. Se está convirtiendo en una costumbre: ataca desde donde quiere y gana como quiere, escapado o al sprint, atacando muchas veces desde distancias imposibles (como todo el Gilbert previo a su mundial). Sin duda alguna, su victoria encaja con el impresionante palmarés de esta prueba reciente que, en muchas ocasiones, acababa como una Flecha Valona bastante más seleccionada. Esta vez no ha sido así. Ataques así, tan a pecho descubierto, tan sin pensar en las consecuencias, pocas veces se ven. Ya no hay que hablar de Armstrong o Froome, ni mucho menos de Contador: la omnipresencia de Pogacar durante todos los meses de la temporada, en todo tipo de carreras y con la intención siempre de ganar, lo podrá situar por encima de estos grandes corredores, más monotemáticos. Corredores que, como las frutas, solo tenían un mes bueno. Y cargado. Pogacar apunta más alto. Por tanto, hay que buscar otros parámetros de comparación, con todo lo que ello conlleva. 


2 comentarios:

  1. Son tantas ya las exhibiciones de este tipo que ha hecho que está muy claro que juega en otra liga, en la que solo está él. Desde la primera en aquella etapa de la Vuelta donde hizo 3° (y buscaba ganar), las del Tour, Lombardía... Pero es que además tiene un sprint tras muchas horas de carrera que le hacen poder ganar casi a cualquiera.
    Ojalá no haya nada más rato de lo normal y en el fondo "simplemente" estemos viendo los inicios de un grande de la Historia.
    En un par de semanas llega San Remo, que parece un objetivo real para él. Tengo muchas ganas de ver cómo intenta ganar ahí.
    Gracias por la crónicas!
    PD: qué buena pinta tienen tanto Ayuso como Carlos Rodríguez. Y encima están en dos de los cuatro equipos poderosos a día de hoy.

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    1. Gracias por tu comentario.
      Sanremo suele ser más difícil de controlar, las variables son muchas (por eso sorprende cómo algunos la han podido "dominar", como Merckx o más recientemente Zabel y Freire). Estará ahí y en una llegada es muy rápido. Además, es un tipo de meta en el que a veces las fuerzas a algunos hombres rápidos les flaquean. Veremos.
      Sobre lo de Ayuso y Rodríguez, es muy esperanzador. En estas semanas se están dejando ver mucho y además, como bien dices, pertenecen a dos de los cuatro o cinco equipos que van "un punto por encima". La verdad es que da la impresión de que el ciclismo español va a dar un salto directo desde la generación de Valverde (de la que ya quedan muy pocos) a la de los muy jóvenes, con un vacío en medio. La generación de principios de los noventa no ha acabado de cuajar.

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