lunes, 13 de septiembre de 2021

HAY QUE SABER PERDER

El deporte en escasas ocasiones da lecciones morales. En su forma más pura, el deporte no deja de ser una competición salvaje, en la que más de uno vendería a su propia madre por un triunfo o un instante de fama. Pero si una lección puede extraerse del deporte, aunque sea solo una, es que la mejor manera de desquitarse de una derrota es encajarla con deportividad y pensar en el día siguiente. Lo que se dice pasar página, sin obsesionarse con el fracaso y sin achacar los errores propios a los rivales. Justo lo contrario de lo que pasó ayer. No sabemos si los campeones del pasado, aquellos encumbrados constantemente en las clasificaciones (la mía inclusive) e idolatrados por relatos semilegendarios, hacían gestos parecidos al de Evenepoel al entrar en meta. Su mundo todavía no estaba plagado de mil cámaras dispuestas a registrarlo todo y los periodistas hacían la labor de cubrir las lagunas con buenas dosis de literatura e invención. Ahora nada se escapa, ni un mal gesto (¡y son tantos en ese equipo!), ni una imagen insólita. Estos tiempos de la inmediatez y de la imagen constante no hace ningún bien a las bravuconerías de Evenepoel, que quizá hubiesen pasado más agazapadas en otro tiempo. Para ponerse algún día a la altura de alguno de esos campeones del pasado, Evenepoel tendrá que empezar a encajar mejor el fracaso...y aprender a correr un poco mejor. 
 
Hay que gestionar la ira. (vía @CdelVentoux)

 
 
Aunque más que Evenepoel, el auténtico protagonista de ayer fue Sonny Colbrelli. Su victoria da a Italia el cuarto título consecutivo, uniéndose de esta forma a los otros sprinters de la generación post-Nibali que han conseguido anteriormente el triunfo. Trentin, Viviani, Nizzolo y Colbrelli forman así un poker de ciclistas lagunares, un día sprinters otro escaladores, a los que cuesta horrores ganar hasta que enlazan alguna racha imparabale.  Colbrelli venía de una forma pletórica, pareja a la de su equipo, y fue el único capaz de aguantar el agónico tren que montó Evenepoel en la subida a Povo. Tuvo además la lucidez para jugar con veteranía sus cartas, sacando de sus casillas a un inexperto Evenepoel, que acabó por los suelos, desquiciado, haciendo un corte de mangas. 
 

 
1º Colbrelli, 2º Evenepoel, 3º Cosnefroy, 4º Trentin, 5º Pogacar, 6º Hirschi, 7º Hoelgaard




El paisaje y la arquitectura local remitían al mundial de Innsbruck, aunque a la carrera europea le faltaba la panzada de kilómetros que hace destacar a las carreras duras de verdad. En el inicio nervioso, con una subida a Candriai que tomaba las rampas del monte Bondone, la selección española realizó un suicidio colectivo que ni aquel de Guyana. Soto fue el que inició el movimiento y luego se unieron De la Cruz, Gorka Izagirre y un renqueante Mikel Landa, que a la hora de la verdad desaparecieron del mapa. Solo Roger Adrià estuvo a la altura. Al menos, ese movimiento inicial permitió desvelar algunas flaquezas, como las de Mäder y la nada sorprendente de Sagan, y sirvió de excusa para que algunos se inhibieran de tareas de equipo, como el caso de Vermeersch. 

Al inicio del circuito marchaba delante un grupo con una veitena de corredores, entre los que Roger Adrià era el único de la selección española. A falta de 65 kilómetros se movieron Trentin, Pogačar, Campenaerts, Hoelgaard y Padun. El campeón esloveno parecía tener ganas de reivindicarse después de ofrecer en el campeonato contra el crono una imagen de las que se convierten en virales: por el contraste de cuerpos entre Ganna y Pogacar y por las múltiples interpretaciones que suscita un doblaje de ese tipo. Lo cierto es que está bastante fuera de forma y va a intentar ponerse a punto de una forma más humana para los objetivos que quedan a final de temporada. Al menos es un corredor de los que siempre está ahí, como Roglic, van Aert o el propio Evenepoel, cosa que hay que agradecer al ciclismo moderno (a buenas horas se dejaban caer Armstrong o Ullrich en una carrera de este tipo, por no hablar de Contador). 
 

Por detrás un sorprendente Pinot sirvió de lanzamiento a su compatriota Cosnefroy para enlazar. Con él llegaron Evenepoel y Colbrelli. El corredor francés había vuelto a encontrarse con la victoria en Bretaña, ganando nada menos que a Alaphilippe al sprint, y siempre es un corredor hábil y rápido en finales de un día. Evenepoel, por su parte, venía de un Benelux cruzado, después de haber retomado su racha victoriosa en verano. De Colbrelli y de su forma milenaria ya hemos hablado anteriormente. Se formó así un grupo delantero de ocho corredores, del que cayeron Padun y Campenaerts, siendo sustituidos por Hirschi, Sivakov y Ben Hermans. Almeida y Mollema quedaron en un terreno de nadie. 

Más mala leche que Fernando Fernán Gómez y Umbral juntos.

El ataque de Evenepoel no se hizo esperar. A falta de dos vueltas se marchó solo con Cosnefroy y Colbrelli, mientras Pogacar y Hirschi se abrían de patas. En el último paso por Povo le tocó el turno a Cosnefroy de claudicar, pero no así a Colbrelli. Soldado a la rueda del conejito duracell belga, el otrora semisprinter italiano sacó su mejor versión escaladora, boqueando, pidiendo clemencia, pero aguantando. Evenepoel no pudo con él en la subida y al llegar al llano empezó a comprobar cómo el italiano se escaqueaba de los relevos. Era lo lógico: había sufrido en montaña, ahora le tocaba al belga sufrir, al menos de los nervios. Colbrelli era el más rápido: podía cogerle Cosnefroy, incluso unos agotados Pogacar y Hirschi, que seguiría teniendo las de ganar. Evenepoel debería haber sido consciente de que no lo iba a dejar en el llano, por mucho que tirase (esas cosas no pasan), y solo tendría opciones si llegaba en solitario. Incluso si se paraba y cogían por detrás, podría volver a jugar la carta del ataque. Pero no, no solo no se paró, sino que cayó de bruces en el juego de nervios planteado por Colbrelli. Se limitó a conminarle al relevo de mala manera, con la misma gestualidad displiciente que mostró con un mecánico algo remolón en el Benelux. Una muestra inútil de carácter, copiada como un calco de ese mal ejemplo paterno que es su director deportivo. 
 
Colbrelli aguantando el asalto a Evenepoel.

 
Colbrelli siguió a lo suyo, sin inmutarse, dando algún relevo de chichinabo mientras el rodador belga seguía manteniendo un ritmo alto en los relevos, hasta la misma meta. Allí Colbrelli lo liquidó, como era de suponer, y a Evenepoel le perdieron las formas una vez más, pese a todo su talento. Serán cosas del fútbol. Tiene que empezar a saber que va a ser el más vigilado, como lo fue Sagan en su día, pero sin contar con la punta de velocidad determinante que tenía en sus mejores días el eslovaco. Talento le sobra, también mala leche. Pero es cuanto menos insólito que una y otra vez se pasen por alto sus salidas de tono con la excusa de la edad y el talento. Otros han recibido más palos, simplemente por ganar con voracidad y no respetar supuestos códigos del pelotón. Es lo que tiene ser el niño mimado de la prensa.

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