lunes, 5 de abril de 2021

LO IMPORTANTE ES DURAR

Se ha disputado el segundo monumento de la temporada, con una segunda no victoria de los tres tenores, los tres mosqueteros, o los tres lo que sea (coloquen el calificativo hortera que consideren más oportuno). Ya lo dije a propósito de la Milán - Sanremo: el ciclismo en ruta no es un Madrid - Barça, ni siquiera un Madrid - Barça - Atleti, gracias a dios. Aunque en este caso tendríamos que exonerar de toda responsabilidad a Alaphilippe, que en ningún momento ejecutó más tarea que la de señuelo. Sus objetivos parecen ser otros. 

En una carrera ciclista siempre hay más contendientes y esta vez ha ganado el que ha jugado mejor a lo que juegan las dos estrellas del ciclocross. Kasper Asgreen ha ganado con la misma táctica de dar la cara en todo momento y de forma incansable, yendo a tope siempre, sin reservar. Una táctica sacada del ciclocross (la última hora a tope) que a los otros dos les falló al final. A van Aert a falta de 17 kilómetros, en el último paso por el Oude Kwaremont, y a van der Poel en los últimos 50 metros. Asgreen es de los que duran, como ya ha demostrado tantas veces, mientras que hay otros que petan. Elijan el bando que prefieran. 

Mal momento para que te fallen las fuerzas (via @OutofCycling)

 

La carrera empezó bastante adormecida, con una escapada consentida que alcanzó nada menos que 12 minutos. En realidad, la actual Ronde, en cuanto producto estrella de Flanders Classic, se asemeja demasiado al resto de clásicas flamencas, aunque alargándose en kilómetros por el principio. Pero como siempre pasa, esos primeros kilómetros "intrascendentes" son los que hacer aflorar las debilidades que al final separan la victoria de la derrota, aunque sea en los últimos 50 metros.  

En Alpecin, aprendiendo de los "mayores". O de Vito Corleone.
 

El que más duró del grupo fue Bissegger, excepcional corredor que lleva un inicio de temporada deslumbrante. Cuando aun marchaba por delante, en el pelotón se produjo una caída multitudinaria, que afectó a gran parte de los Deceuninck. A un corredor de Alpecin pareció partírsele en dos la bicicleta en marcha, y por detrás tuvieron que echar pie a tierra Alaphilippe y Asgreen, entre otros. No hubo problema alguno para reenganchar, pues no hubo intención de hacer sangre. 

Bissegger fue alcanzado en el Koppenberg, a falta de 44 kilómetros, cuando todo empezó a moverse. Fue Alaphilippe el que, una vez más, ascendió con pasmosa facilidad esta cuesta antaño terrorífica. Al alcanzar al rodador suizo aun le hizo un gesto para que pasase a relevar: estaba claro que el campeón del mundo no iba a lanzarse a una aventura en solitario de 40 kilómetros, pero aun así, por detrás, los de siempre picaron. ¡Cuánto tendrían que aprender de Van Petegem!

Van Aert y van der Poel, empeñados en despedazarse mutuamente (cuando corren 173 ciclistas más).

 

Después del esperado reagrupamiento, la carrera volvió a moverse en el Taaienberg, a falta de 37 kilómetros. Marco Haller se había avanzado por delante, y en la subida Kasper Asgreen ya empezó a dar muestras de su infatigable forma de correr. Se puso delante y empezó a imprimir ritmo, sin levantarse del sillín. Sin darse cuenta había abierto ya un hueco con el grupo. Podría interpretarse que estaba tirando "demasiado" para Alaphilippe, que no había medido sus fuerzas y que los estaba dejando a todos atrás. No era así, en absoluto: Asgreen era el auténtico líder del equipo. Lejos de emplear la táctica de salir a todos los cortes que emplearon en la E3, en Deceuninck habían apostado todo al trotón danés. Quizá pensando en el corazón de sus compañeros.

Van der Poel entró inmediatamente al capote y se puso a tirar como un bestia, para reducir el grupo a cinco corredores: él mismo, Asgreen, van Aert, Alaphilippe y Teuns, que cogería in extremis. Más tarde alcanzarían por delante a Haller y llegaría por detrás Anthony Turgis, que está completando una temporada de clásicas de ensueño. 

Como en el año de Terpstra, los Deceuninck aprovecharon un momento aparentemente anodino para lanzar la carrera. En un tramo de falso llano, a 27 kilómetros de meta y aprovechando un avituallamiento, Asgreen atacó con todo y van der Poel salió tras él, llegando más tarde van Aert. En ese momento parecía extraño que Asgreen entrase sin atisbo de duda al relevo, con las dos fieras a rueda y habiéndose dejado atrás a su supuesto líder. Pero como decía, el líder desde el principio era Asgreen. Lefevere, quizá acariciando un gatito en un despacho con las persianas bajadas (no sé si emplear esta imagen es conveniente, pues en el fondo les gusta), había maquinado que fuese el cyborg danés el escogido este año para el triunfo en su carrera.

Algunos ya veían una repetición de 2020. (foto Pro Shots)
 

En el último paso por el Oude Kwaremont, van Aert fue el primero en cascar. A van der Poel le gustan las carreras por eliminación, las arrancadas constantes y rodar siempre en cabeza, y parecía dispuesto a marcharse ya en solitario: pero Asgreen lo cogió sin problemas, con dos zancadas. En el Paterberg, esa cuesta imposible sin el encanto suficiente como para ser el emblema de un gran clásica (como sí lo era el Kappelmuur), las cosas empezaban a verse claras: Asgreen lo subió por el centro, sin titubear, como si fuese llano y asfalto; van der Poel prefirió hacer equilibrios en el estrechísimo margen no adoquinado, apenas una banda, mientras por detrás van Aert subía haciendo eses (algo que no se veía desde Froome en San Luca...).

La facilidad de Asgreen.

La Ronde discurre por caminos estrechos durante su parte central pero se resuelve en carreterazas, al menos en este nuevo recorrido. En ellas se turnaron sin dudar los dos corredores en cabeza. Podría pensarse que Asgreen estaba pecando de pardillo al pasar tanto al relevo, que el nietísimo se lo iba a merendar. Pero una imagen era bastante signficativa del estado de fuerzas de ambos. Asgreen, con la boca cerrada, pasaba con ese pedaleo tranquilo y eficiente que lo caracteriza, los brazos completamente extendidos y una mirada que, bajo las gafas, podría ser parecida a la de las mil yardas; van der Poel ya empezaba a crisparse, con la boca abierta y la cremallera del maillot bajada hasta la altura del pecho. En realidad, se le nota demasiado cuando la batería empieza a entrar en la zona roja: quizá sea su forma de homenajear a un ciclismo clásico del que abjura a diario. 

El sprint fue una sorpresa o simplemente la confirmación de que ganar es más difícil en la realidad que en las previas. A van der Poel le faltaron 50 metros. Podría haber empezado más tarde el sprint, pero aun así el gigantón danés le habría pasado por delante. No tenía nada que hacer. Uno llegó fresco, el otro tostado. No es que uno se amparase más en el trabajo de equipo que el otro, ninguno de los dos lo hizo. Quizá sí el campeón holandés acusó un inicio de temporada sin descanso, enlazando de forma casi inhumana exhibiciones en el ciclocross con cabalgadas un tanto inútiles en muchas carreras intrascendentes. Los pupilos de Lefevere tienen alguien que les dice cuáles son las carreras importantes; el nietísimo parece rebelarse contra la historia, contra la tradición, contra su propia familia quizá, y disputa con la misma intensidad una clásica que quita y da la gloria, una etapita intrascendente o una semiclásica que puede caer en el olvido. 

Van Avermaet conquistó el tercer puesto, adelantándose al grupo y batiendo a Stuyven, mientras que en el grupo trasero fue Van Marcke, por primera vez discreto y sin mala fortuna, el que se llevó el sprint del grupo por delante de van Aert. Sin París - Roubaix a la vista, termina así una temporada de clásicas de adoquines. En el particular marcador, van Aert lleva una Gent - Wevelgem y van der Poel una Strade Bianche, ambos dos etapas en Tirreno - Adriatico y van der Poel una etapa más en el Tour de los Emiratos. Mientras tanto, lo gordo se lo han llevado Stuyven y Asgreen. Proficiat!

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