jueves, 22 de abril de 2021

METEORITOS Y CHIRINGUITOS

Sin pararse un instante a llorar por las carreras aplazadas o canceladas, continua la frenética crónica del ciclismo realmente existente en este 2021. Toca el momento de las carreras ardenesas, en las que suelen entrar habitualmente nuevos protagonistas en escena. Los cánones hablan de la Flecha Brabanzona como transición entre las piedras y las colinas. Esta vez, esa transición ha sido brusca, con la irrupción de un nuevo fenónemo, uno más en estos tiempos plagados de niños prodigio: Tom Pidcock. Los expertos lo vaticinaban y así ha sido. "Ha ganado el Giro y la París-Roubaix sub-23, además de ser el tercero en discordia en el ciclocross, la nueva fábrica de talentos", pronosticaban. Siempre hay que escuchar a los locos de la plaza, porque algo de razón llevan. Y es que ha llegado un nuevo corredor dispuesto a ocupar el hueco dejado momentaneamente por el menudo y lenguaraz Evenepoel. En realidad, el inglés no le va a la zaga en lo que supone el uso de las piernas y de la lengua. Polivalente, de tamaño bettinesco y muy pagado de sí, es sin duda the new big thing.  

Continua la crónica.


¿Estrella fugaz o meteorito dispuesto a arrasar con todo? ¡Ah, la gran pregunta! Mientras tanto ya se ha llevado la semiclásica brabanzona, nada menos que venciendo al sprint a Wout van Aert. La carrera estuvo francamente entretenida, con una acción trasera iniciada por Trentin, que fue continuada por Pidcock y van Aert. Los tres se colocaron pronto en cabeza, después de devorar a los escapados, y en el último paso por meta Trentin decidió probar fortuna. Es normal, no confía en un sprint que siempre mengua cuando se abandona Quick Step. También hay que tener en cuenta que supera los treinta y no las tenía todas consigo frente a corredores más jóvenes. Una vez cazado, la resolución en Overijse (la localidad de la famosa curva de la iglesia) fue cuanto menos sorprendente. 
 
"Tú hazme caso, que te lo digo yo: Pid-cock"

 
Cuando por detrás parecía que Benoît Cosnefroy podría alcanzarles en un último intento, se lanzó el sprint. Trentin lo afrontó en cabeza y van Aert salió a su distancia. Había hecho una carrera satisfactoria, cerrando cortes, dando relevos, en su estilo. No se pueden ganar todas las carreras con ataques lejanos, al modo de Cancellara en 2010, y casi es mejor que así sea. Tenía el triunfo en bandeja, a pedir de boca. Lo que nadie esperaba es que de su estela surgiese el menudo corredor británico para rebasarlo en los últimos metros. 
 
Pidcock ya va por delante.

 
La Amstel Gold Race sería la siguiente fase de este particular duelo entre dos de los grandes del ciclocross, en ausencia de van der Poel. La carrera se recortó en kilómetros y se desarrolló en el circuito del Cauberg, que tanto recordaba al triunfo de Gilbert en el mundial de 2012, incluso en lo anodino. No hay que incurrir en el error de considerar que la resolución de la carrera, incluso su desarrollo, habría sido distinto de participar van der Poel. Las cábalas hay que dejarlas para los maestros del Talmud. En estas crónicas del ciclismo realmente existente solo se habla de los ciclistas que corren carreras. 
 
La última vuelta, con la subida al Bemelerbeg, ya deparó algún movimiento. De nuevo Pidcock, y con él van Aert y Schachmann. Valverde se quedó a poco de conectar. Aunque se haya convertido en una tradición, quizá sea injusto achacar a Valverde que deje pasar siempre las oportunidades. Ha superado la edad provecta de Horner: quizá simplemente no pudo, y debería ser lo normal. Así pues, la cosa se dilucidó de nuevo entre tres. Wout van Aert cambió de táctica y decidió afrontar el sprint en cabeza, una posición de debilidad, pues a menos que haya una superioridad clamorosa en el sprint, la primera posición impide ver el momento en el que saltan por detrás, perdiéndose unos preciosos instantes de reacción. Como sucedió en Overijse, Pidcock lo igualó y pareció incluso que lo superó en la misma línea. 
 
La llegada había sido francamente ajustada, como en pocas ocasiones anteriores. La realización tardaba en señalar al ganador. Se repitieron infinidad de tomas, desde el aire, desde delante, incluso una alejada toma lateral: ninguna parecía esclarecer la situación, a la espera de una foto finish que no llegaba. Finalmente, en un ambiente algo chapucero que no es del todo impropio de los países del norte, un juez enseñó una captura en su móvil ante la cámara y sentenció: van Aert. Entonces comenzó el debate. Se habló de injusticia, se habló de imprecisiones, incluso se llegó a apuntar a una manipulación fotográfica digna de los servicios secretos de Stalin. Lo que en principio pudo ser un juego entretenido, en el que poder aprender incluso sobre la colocación de las cámaras de la foto finish y la realización de este proceso, a las horas comenzó a convertirse en una pesquisa detectivesca redundante, que ha durado días. 
 
"¿Dónde está, que yo lo vea"

 
 
En general ha primado una cierta desconfianza ante el veredicto, una desconfianza que no comparto. Hay algo de obcecación en ese no querer dar el brazo a torcer. ¿Cómo una máquina va a determinar lo que mi ojo ha creído ver con completa seguridad? También hay algo de periodistas intentando rellenar vacíos. Ya se sabe, crear contenidos, generar chiringuitos. El ganador fue van Aert, punto. La foto finish lo dice. Lo dicen los jueces. Ya no estamos en los tiempos en los que un juez podía equivocarse en favor de un francés y en contra de un belga en el final de la París-Roubaix. Ya no estamos en los tiempos del ojímetro, por lo que la noción de ex aequo debe ser algo obsoleto, a descartar de no haber más remedio. 
 
"Gana van Aert" "¿Gana quién? ¿A que te meto?"

 
 
De esta manera llegamos a la clásica de ayer, la Flecha Valona. La clásica quizá más previsible del calendario, pero ¿no tiene que haber también de este tipo de carreras en el calendario? Bien es cierto que entre todos destruyeron lo que esta carrera en un día fue, pero, una vez apaleado el cadáver, ¿no tiene también su encanto, aunque de una forma un tanto retorcida, ese final en cuesta? Como es habitual, nadie se movió hasta la subida final al muro de Huy. 

La carrera empezó con la ausencia de Pogacar por un positivo en su equipo. O falso positivo, como se ha querido señalar. En realidad el equipo de los emiratos se vacunó en masa en la pretemporada, haciendo gala publicitaria de los pinchazos. Ahora se han quedado fuera y no parecían contentos. De esta forma, la carrera perdía uno de sus posibles protagonistas, y dejaba la carrera en manos de Roglic, un Alaphilippe algo alicaído, y la posible actuación marciana de Pidcock. 

La carrera apenas tuvo más aliciente que la realización prodigiosa de ASO y la escapada de corredores voluntariosos, que expiró en los pies del muro de Huy. Como nos tienen acostumbrados, se notó la mano y el dinero en las largas tomas de helicóptero y en las suaves transiciones entre las diferentes cámaras de carrera, acompañando a esta sinfonía audiovisual los bosques de la zona y sus colinas, que caen en picado al Mosa. El grupo de valientes dispuestos a romper la llegada al sprint en cuesta estuvo compuesta por Sylvain Moniquet, Alex Howes, Sander Armée, Louis Vervaeke y Maurits Lammertink, una escapada variopinta, de notas predominantemente belgas. Todos ponían empeño en mantener la aventura: Moniquet, corredor ligero, con pinta de escalador, que ya se dejó ver en la Volta, el espigado Armée en su nuevo equipo, Howes con su maillot de campeón norteamericano y una bici del servicio técnico, el antaño prometedor Vervaeke...Cuando estaban a punto de darles alcance en la Côte du Chemin du Gueuses, Tim Wellens lanzó su ataque, por no faltar a la tradición.
 
Huy (@TuristaVuelta)

Vervaeke, Moniquet, Armée (vía Arnaud Guillaume/DirectVélo)

 
El neerlandés Lammertink fue el que más duró en cabeza, intentando conseguir algo de lucimiento para su equipo, el Intermarché - Wanty, después de un inicio de temporada bastante pobre. En la entrada a Huy destacaba la mala colocación de Valverde: sus compañeros de equipo habían sido incapaces de dejarlo bien colocado, teniendo que avanzar por la acera. Kwiatkowski comandó la primera parte de la subida, lanzando miradas atrás, buscando a Pidcock. En la parte más dura atacó Roglic, que aun no domina el tempo de esta particular subida, a diferencia de Valverde y Alaphilippe. El campeón del mundo le tomó la medida, le lanzó el lazo y lo superó en los metros finales. Llevaba un principio de año un tanto sombrío para lo que algunos esperaban, pero es un especialista de esta carrera, como lo ha sido Valverde. Si en algo es el nuevo Valverde es en su dominio de los tiempos en el muro de Huy. 
 
Ya tiene su portada (y como siempre, las mejores en el Pravda)

 
Mientras tanto, en el Tirol se está desarrollando el ahora llamado Tour de los Alpes, antiguo Giro del Trentino. Aparte de la resurrección de Gianni Moscon (uno de los pocos corredores en los que pueden seguir confiando los italianos, a pesar de sus marrullerías), lo más significativo ha sido el rendimiento de Simon Yates, poderoso en subida pero también en las bajadas de pedalear y en los falsos llanos. Un poco a la manera de ese Simon Yates de 2018 que humilló a sus rivales camino de Sappada, antes de desaparecer, medio grogui, en las rampas de le Finestre. De momento se presenta fuerte de cara al Giro, en el que puede ser favorito al triunfo final si no se tercia una pájara, un virus o cualquier otro infortunio. Es de los ciclistas tocados con la varita de la mala suerte, en especial en el Giro: como Kruijswijk, como Thomas, corredores que perdieron en Italia su oportunidad, y difícilmente se les volverá a presentar otra. Los rivales de Simon serán Bernal, todavía dolorido, y la incógnita de Evenepoel, que correrá en Italia recién "llegado de la playa".
 

2 comentarios:

  1. Yo no creo que Roglic se precipitara en su ataque. De hecho sacó bastante ventaja a todos. Esperar más yo creo que era ir al matadero con Alaphillipe, entrar en la distancia que maneja el francés.

    En cualquier caso, qué maravilla de corredor.

    Un saludo!

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    1. Puede ser. Lo cierto es que Alaphilippe, como antes Valverde, tiene cogida perfectamente la medida a la subida de Huy, es casi imbatible. Si Roglic corre otro año, no me cabe la menor duda de que la acabará ganando.

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