domingo, 27 de marzo de 2022

EL MEJOR FIN DE SEMANA DE CICLISMO DE LA TEMPORADA

El fin de semana no se presentaba excesivamente prometedor después de la monstruosa exhibición del Jumbo en Harelbeke. Tampoco las primeras etapas de la Volta apuntaban en otra dirección que no fuese la del ambiente insustancial y poco competitivo que rodea tantas veces a las grandes vueltas. Sin embargo, la situación se ha logrado enderezar, dando lugar al mejor fin de semana de ciclismo en lo que llevamos de temporada. Los ingredientes de este cambio han sido la relativa tregua en el dominio de los súper-equipos y la irrupción de protagonistas inesperados, de innegable calidad. Pero más allá de los ciclistas implicados y de lo significativo de sus victorias, la Volta y la Gante - Wevelgem nos han ofrecido algunos de los minutos de ciclismo más intensos y apasionantes de lo que llevamos de año. En especial en el caso de la Volta. Y como viene siendo habitual, habrá que atesorar estos momentos en el recuerdo, porque al final acaban convirtiéndose casi siempre en los mejores del año. 

Lo mejor de la E3 Harelbeke: esta foto de los Gruber.


Como decía, el viernes en Harelbeke tuvo lugar una de esas exhibiciones a las que nos estamos acostumbrando demasiado. De nuevo dos corredores del mismo equipo entraban en meta, cogidos de la mano. Al menos eran dos y no tres, y no se les ocurrió levantar sus bicicletas. La carrera se resume rápido, no creo que sea necesario glosarla en exceso. Wout van Aert seleccionó primero la carrera en el Taaienberg, a falta de 80 kilómetros, marchándose por delante con un grupo en el que contaba con Benoot y Laporte como ayuda. Se produjo más tarde un reagrupamiento, que estalló a falta de poco más de 40 kilómetros, con un segundo ataque de van Aert en el Paterberg. Esta vez, Christophe Laporte, convertido de golpe en clasicómano experto, pudo seguir el ritmo  de su líder. De esta forma, ambos jumbo, a relevos y en completa armonía, se dirimieron la victoria en la meta de Harelbeke. Entraron cogidos de la mano, como en otras estampas del pasado (la Lieja de 2002, por ejemplo), violentando un poco la competición. En fin, una superioridad y un tipo de resolución con las que dan ganas de dar carpetazo al ciclismo durante un tiempo. 

Bettini y Garzelli

 

Pero como en todos los altibajos que padecen los toxicómanos, después de una bajona el ciclismo ofrecía al espectador su particular redención el sábado en la Volta. Richard Carapaz y Sergio Higuita, con la ayuda de Luke Plapp, ponían patas arriba la carrera, escapándose de un pelotón aterido en el Coll de Llebres Mussara, a falta de 120 kilómetros para meta.  Aunque no nos vengamos arriba en exceso: sobre la épica del día planeaba todavía la sombra de la plaga de abandonos que azota al pelotón desde la pasada París - Niza y lo que es todavía más grave, el recuerdo todavía caliente del paro cardíaco sufrido por Sonny Colbrelli en la meta de Sant Feliu de Guíxols. El sprinter todoterreno se desplomó nada más cruzar la meta el primer día, habiendo terminado segundo en un sprint agónico contra Michael Matthews. Afortunadamente no se ofrecieron imágenes de la situación, pero estaba Juan Carlos García para informar de lo ocurrido. Ya somos todos un poco mayorcitos como para no establecer las pertinentes conexiones y elaborar las reflexiones adecuadas. Yo ya las hice en su día con un corredor que tuvo menos suerte, con un corredor más anónimo, encuadrado en el equipo en el que entonces corría Wout van Aert. Hoy ya podemos celebrar que el ciclista italiano se ha recuperado, aunque parece bastante difícil que un corredor de sus características pueda volver al ciclismo, y sería mucho mejor que no lo hiciera. Puede contentarse con el gran logro de haber salvado su vida: otros no tuvieron tanta suerte.

Una tregua de sol en Portbou (vía @TuristaVuelta)

 

Las etapas "de montaña" de La Molina y Boí Taüll apenas marcaron diferencias. En la primera, O'Connor realizó una exhibición de rodar en una subida de poco porcentaje; en la segunda, la victoria se resolvió al sprint entre Almeida, Quintana e Higuita. La carrera parecía destinada a disputarse en las bonificaciones. Sin embargo, un diezmado Ineos sacó su orgullo herido de equipo dominador del pasado, y lanzó su ofensiva en una etapa rompepiernas por la comarca del Priorat. Al conectar las imágenes en directo ya ofrecían a Carapaz e Higuita en cabeza con una ventaja superior a los tres minutos y medio. Por detrás UAE se desfondaba en una persecución que quemó bastante rápido a Marc Soler. El frío era intenso, apenas se diferenciaba a los corredores y a los equipos desde las imágenes del helicóptero, debido a las capas de abrigo. 

Luke Plapp inicia la ofensiva.

 

Al llegar al coll de la Teixeta parecía bastante claro que los dos corredores escapados iban a llegar a meta, con Sergio Higuita como nuevo líder, a pesar de los comentarios de signo contrario de Pedro Delgado. El rodar de ambos era potente, en especial del menudo colombiano, que por momentos parecía llevar con el gancho a Carapaz. Por detrás Almeida se quedaba prácticamente solo tras apartarse Rui Costa, pues en UAE parecían tener instrucciones de conservar a Juan Ayuso. Uno-X se prestó a colaborar, reduciendo algo la diferencia. En el descenso, Juan Ayuso se lanzó en varias curvas, recortando bastante la ventaja a los escapados. Sin embargo, poco iba a conseguir en la general de darles alcance, pues ya Higuita se encontraba por delante en la clasificación, más si cabe después de las bonificaciones obtenidas a lo largo de la etapa. Sin instrucciones desde el coche, Ayuso decidió esperar, pero para ser reabsorbido por un grupo intermedio, en el que no marchaba todavía Almedia. El portugués solo podría contar con equipos dados al mercenariado o que buscasen el triunfo de etapa. En resumen, táctica nefasta la de UAE, desprotegiendo a su líder y no sacrificando a Ayuso, por mucha figurita en ciernes que sea. 

A falta de tres kilómetros a meta, Delgado ya se dignó a decir que Higuita y Carapaz iban a llegar a meta (Carapaz con varios abandonos de su equipo a sus espaldas). No hubo compadreo, como debe ser, y la victoria fue en un sprint muy ajustado para Carapaz. Almeida y UAE ya podían despedirse de la general, también Ineos, pues en el interesante circuito de Barcelona no hubo opción alguna de sacar ventaja. La etapa ha sido nerviosa y entretenida, con ese punto de criterium mundialístico que siempre tiene el circuito de Barcelona (sin duda, junto con la etapa de Niza, la mejor etapa final de una vuelta por etapas). 

Sin regalos.


Finalmente llegamos a la Gante - Wevelgem, carrera que hoy ha ofrecido una edición muy interesante, en la que se ha producido la primera victoria africana en una carrera de primerísimo nivel. Sí, claro, ha habido etapas y también victorias de africanos que a la hora de la verdad optaron por la nación de sus antepasados de la metrópoli. Esta vez ha sido una victoria de más nivel y de un corredor de nacionalidad africana: un hito. Sin duda Biniam Grmay es un corredor que va a marcar una época, lo lleva anunciando desde hace tiempo. Es rápido, resiste de forma magistral el kilometraje y además ha demostrado ser despierto y tener un especial olfato para la victoria: todo un recado para aquellos que hablaban de "naciones invitadas" (a la manera de los gastarbeiter de la RFA). Tendrán que ir acostumbrándose (para más inri, también ha ganado hoy Bouhanni). 

Van Aert y todos los Jumbo eran la rueda a vigilar, habiéndose arrogado el papel dominador del que antes gozaban los Quick Step y que por ensalmo se ha volatilizado. A pesar de los repetidos movimientos de Wout van Aert para seleccionar la carrera, se ha producido un reagrupamiento, con la entrada in extremis de sprinters como Kristoff, Merlier o Philipsen. Entonces van Aert ha dado vía libre a Laporte, una rueda menos vigilada. Poco antes de entrar en Ypres y en la interminable recta que separa a la monumental localidad reconstruida de Wevelgem, Laporte ha lanzado su ataque, siendo seguido por Stuyven, Van Gestel y Grmay. Los cuatro se han entendido a la perfección, permitiendo descansar por detrás, en un grupo cada vez más numeroso, a van Aert, Kristoff y Pedersen. Se ha vivido una intensa persecución, en la que Groupama - FDJ, Alpecin y Movistar han liderado el grupo, con unos ya exprimidos Le Gac, Vermeersch y Jacobs. Küng se ha limitado a conminar a otros a que pasasen al relevo, rindiendo por debajo de lo habitual. En ningún momento ha dado la impresión de que pudieran dar alcance al cuarteto delantero. 

Una gran victoria en una de las grandes metas del año.

 

Como estaba previsto, Biniam Grmay ha ganado el sprint del cuarteto. De forma magistral, sin ningún pero, calculando a la perfección la distancia. Laporte se ha acercado un poco, pero el regalo que parecía haberle concedido van Aert se ha transformado en meta en una profunda decepción: parecía que le iban a saltar las lágrimas durante la entrevista. Van Gestel ha conseguido la tercera plaza, superando a Stuyven, al que últimamente se le hacen largas las carreras.  


Eritrea, Colombia, Ecuador, Portugal...Todas "naciones invitadas".

 

La victoria de Grmay es un hito, se  mire por donde se mire, por lo que significa y por cómo la ha conseguido. A pesar de ser de una nación opaca y proputiniana (a alguno le va a estallar la cabeza con eso), aun habiendo sido criado en ese centro de formación que la UCI tiene en Suiza, su victoria apunta hacia una auténtica y necesaria internacionalización del ciclismo. Un deporte en el que no debe haber naciones fundadoras ni naciones invitadas. Como tampoco debería haber ciclistas apartados por su nacionalidad o la de su equipo. 

domingo, 20 de marzo de 2022

EL TERCER HOMBRE, EL TERCER EQUIPO

Después del final más taquicárdico del año, llega el momento de los análisis. El subidón de adrenalina de via Roma deja siempre paso a una estela de sesudas reflexiones, lejos del acaloramiento del momento. Hay tantos análisis como para aburrir. Pero esta vez la carrera puede resumirse de forma bien sencilla: si algo enseña la historia de la Milán - Sanremo es que la carrera se gana bajando. Así ha sido este año y ahí están los precedentes históricos de Kelly y de Merckx. Pero el descenso de Mohoric ha ido un poco más allá. Mohoric ha ejecutado un descenso sin red, jugándose la vida, haciendo equilibrios en cada curva sobre el filo que separa la habilidad de la temeridad. Pero la inconsciencia y la pericia no hubieran sido suficientes para conseguir la victoria sin la impresionante criba propiciada por UAE en la Cipressa. La carrera ha quedado libre de gregarios en los momentos decisivos; en el tramo final, los favoritos no han contado con corredores para intentar organizar una caza en pos de Mohoric y se han mirando entre ellos, como sucediese el año pasado ante el ataque de Stuyven. En el duelo entre UAE y Jumbo al final se ha impuesto Bahrain. De hecho, el equipo que ha pasado con más corredores en la cima del Poggio ha sido precisamente el del ganador. 

Esta vez la toma de meta fue horrenda.

 

En los días previos a la carrera se sucedían las deserciones, que se sumaban a la extraña desbandada general de la París – Niza. Colbrelli, Alaphilippe, Stuyven y Ewan se daban de baja, mientras que van der Poel y Pedersen se inscribían a última hora. El holandés viniendo directamente “de la playa”, de un reposo prolongado debido a supuestos dolores de espalda (ha sido finalmente tercero...). En las quinielas los favoritos parecían reducirse a dos: Pogacar y van Aert. El primero espoleado por la historia y por el tremendo hype creado por su propio talento y las apabullantes exhibiciones de los últimos días. El segundo, gracias a su versatilidad, el dominio de su equipo, su estado de forma y su historial en la carrera. Pero, como bien se sabe, la Milán – Sanremo es una carrera difícil de controlar: es una carrera que no permite errores de cálculo, por mucha fuerza de la que se disponga. 

En la llanura padana, casi desde la salida, se formaba la habitual fuga consentida, que en esta ocasión ha llegado a los mismos pies del Poggio, espoleada por el viento a favor. Rivi y Tonelli han sido los últimos supervivientes, después de destacarse en sucesivos ataques de un grupo de fugados más numeroso, dejando incluso a Filippo Conca tirado en la cuneta, aquejado de calambres. Por detrás, los únicos hechos relevantes antes de la Cipressa han sido el desfallecimiento temprano de Pidcock (problemas estomacales, dicen) y un pinchazo inoportuno que ha dejado fuera de juego a Sagan. El rendimiento del corredor inglés ha estado en la línea de la de todo su equipo, en franca decadencia. También ha sorprendido la casi total ausencia de corredores de Quick Step en los momentos decisivos, lo que parece marcar un cambio de tendencia. En las primeras rampas de la Cipressa, un nervioso Pogacar abroncaba a Polanc, mandándolo a la cabeza de carrera a que imprimiese el ritmo demoledor deseado.

Mientras Polanc y más tarde Formolo se exprimían en cabeza, desgajando corredores por la cola, Tratnik tranquilizaba a Caruso en la panza del grupo delantero, con Mohoric a rueda. El ritmo bestial de los UAE ha ido desmembrando el grupo hasta dejarlo en veintisiete unidades al coronar la Cipressa: Formolo, Pogacar, Ulissi, Laporte, Roglic, van Aert, Kwiatkowski, Pedersen, Matthews, Turgis, van der Poel,  Kragh Andersen, Mohoric, Tratnik, Caruso, Grmay Hailu, Rota,  Valgren, Aranburu, García Cortina, Albanese, Sénechal, Cosnefroy, Nizzolo, Neilands, Démare y Pacher. Tres UAE y tres jumbo, pero también tres Bahrain. Según los cronometradores oficiosos, ha sido el segundo ascenso más rápido a la Cipressa del que se tiene constancia (el primero es el de 1999, con Pantani siguiendo a las motos). Formolo ha seguido quemándose en el tramo entre la Cipressa y el Poggio, evitando el reagrupamiento (aunque en realidad había bien poco que reagrupar). 

En las primeras rampas del Poggio, UAE y Jumbo han mantenido un bonito duelo en cabeza. UAE ha perdido un miembro, al ceder por el esfuerzo Formolo poco antes de iniciarse el Poggio, mientras que Jumbo mantenía todavía a sus tres corredores (el trío de Mantes-la-Ville). Bahrain también (y en posiciones más resguardadas). Ulissi era el escogido para mantener un ritmo alto en el Poggio a la espera del ataque de Pogacar: pero el italiano no es un corredor habituado a tirar ni a brillar más allá de etapas del Giro o carreras de segunda fila. A la hora de la verdad, ha dejado a Pogacar demasiado pronto delante y el esloveno se ha precipitado. Y una vez errado en el momento escogido, ha insistido en el ataque, sin abrir hueco. Quizá ha pagado la acumulación de esfuerzos de las últimas semanas, una enfermedad de la que hablaba hace poco (quizá para cubrirse las espaldas en caso de algún mal rendimiento) o incluso el propio ritmo demencial de su equipo en la subida anterior. Lo cierto es que lo ha intentado hasta en tres ocasiones, siendo cerrados los huecos por van Aert, van der Poel e incluso por Aranburu. Roglic ha intentado incluso sorprender a contrapié: pero esa ha sido su última contribución en pos del triunfo de van Aert.

Aranburu sale a por Pogacar.

 

Soren Kragh Andersen sí ha sabido escoger el momento oportuno, pero le han faltado las piernas mágicas de Nibali para abrir el hueco. Es un corredor que ya venía anunciando este rendimiento en las carreras anteriores, siendo además un corredor que suele brillar en la carrera. Con él se han marchado Pogacar, un poco desfondado y seguramente decepcionado por no poder abrir distancia, y más tarde van Aert y van der Poel, como siempre unidos por el destino. Pero ya no había espacio para más fuegos de artificio, la ascensión se estaba acabando. De esta manera, doce corredores coronaban en la cima del Poggio: Kragh Andersen, Pogacar, van der Poel y Van Aert ligeramente destacados, y un poco más tarde Mohoric, Turgis, Matthews, Neilands, Nizzolo, Valgren, Caruso, Tratnik, Albanese, Aranburu, Grmay Hailu y Sénechal. 

En las primeras curvas del descenso, Mohoric se abre paso hasta la cabeza, alcanzando con rapidez a los cuatro hombres destacados. Con una aceleración se coloca en primera posición y en poco tiempo saca unos metros a Pogacar. Mohoric ha sabido aprovechar la mayor prudencia de Pogacar en los descensos (también le pillaron en un descenso en la pasada Itzulia), abriendo rápidamente un hueco. Una vez retirado Pogacar de la cabeza del grupo perseguidor, tampoco van Aert y van der Poel han sabido ponerse de acuerdo. Falta de colaboración mutua y respeto por la autoconservación: esos fueron los ingredientes que permitieron abrir un rápido hueco a Mohoric. Con esa ligera diferencia parecía claro que iba a ganar, pero el tercer esloveno ha decidido poner un poco de picante a su descenso: saltando el canal de desagüe, rozando los quitamiedos, haciendo extraños y rectificaciones. Su arrojo suicida ha sido el propio de un kamikaze, un poco más allá de su carácter acrobático habitual (recuérdese que "inventó" el super tuck en el mundial sub-23 de Florencia). Pudiera parecer que en su estilo de descenso la balanza se decanta más hacia la temeridad que hacia la habilidad, tanto que algunas veces ha acabado por los aires: esta vez ha contado con bastante suerte, pues ha ido rozando los límites del abismo en varias ocasiones. 

El momento decisivo: Mohoric llega y pasa al cuartero de cabeza (vía @Marxenbicicleta)

 

Al llegar al llano, ocho hombres tenían que organizarse para perseguir: van der Poel, van Aert, Pedersen, Kragh Andersen, Pogacar, Turgis, Matthews y Tratnik. De nuevo, el único equipo que contaba con dos corredores era Bahrain. Mohoric ponía algo de emoción adicional con un salto de cadena, subsanado in extremis, siendo Turgis el único que intentaba dar caza al tercer esloveno.  El corredor francés también destacó en la Milán - Sanremo de 2021 y es un corredor bravo y atacante, que ya merece algún gran triunfo. Pero era inútil: la ventaja de Mohoric era más que suficiente. Turgis se quedaba con la segunda plaza, mientras que en el grupo posterior entraban en el siguiente orden: 3º van der Poel, 4º Matthews, 5º Pogacar, 6º Pedersen, 7º Kragh Andersen, 8º van Aert (desentendiéndose del sprint) y 9º Tratnik, alzando los brazos. En las declaraciones posteriores, van der Poel reconocía que se le están pasando las ocasiones, Pogacar intentaba quitar hierro a su táctica errónea, señalando que se había divertido, y van Aert mostraba su enfado ante la ausencia de colaboración (no todos están dispuestos a perseguir tan a pecho descubierto como hace él, claro está).



Estoy mayor para esto... (via @__blind_side y @MatMitchell30)
 

De nuevo la Milán - Sanremo ha propiciado un final emocionante, sumándose la carrera de este año al encadenado de ediciones memorables que estamos viviendo desde 2017, con los grandes nombres del pelotón disputando la carrera con interés y ambición. El carácter ofensivo de la nueva generación está favoreciendo este tipo de finales, en los que los favoritos se juegan la carrera cara a cara, completamente solos.  Afortunadamente ya ha pasado la época en la que un Sacchi o un Ongarato aparecían de la nada, propiciando un reagrupamiento multitudinario en favor de su líder. Tampoco los sprinters parecen subir tanto (al menos este año que no estaba Ewan). En el ciclismo actual se sube a fuego, como en los noventa, pero sin esas ascensiones multitudinarias de principios de siglo, en las que hasta el corredor más anónimo o efímero era capaz de seguir el ritmo delantero. Se diría que ahora se separa de forma más clara el grano de la paja y no se ve a sprinters de poca monta, un Fred Rodríguez o a un Allan Davis cualquiera, haciendo podio en una carrera tan prestigiosa como esta. Aunque tampoco estamos tan lejos de los podiums de Ben Swift.

Parece incrédulo, pero Tratnik y Caruso confiaban en él.


La foto habitual del ciclismo actual (falta Evenepoel con un corte de mangas)

Con este triunfo, Mohoric culmina una carrera ascendente, en la que hasta el momento solo brillaban sus cuatro victorias de etapa en grandes vueltas. Después de unos inicios arrolladores en el campo amateur, al tercer esloveno le costó ganar lo suyo entre profesionales. Finalmente consiguió su primer gran triunfo con un descenso también de tiralíneas en Cuenca, cuando corría en el UAE anterior a Pogacar. El año pasado dio su gran salto adelante, como todo su equipo, con dos victorias de etapa, redadas policiales y gestos innecesarios de por medio. Siempre ha sido un corredor que ha dado su máximo en la primera gran clásica del año: pero atención a la próxima Lieja. 

El inicio de todo.


lunes, 14 de marzo de 2022

LOS GRANDES HAMBRIENTOS

Después de las victorias de los protagonistas esperados en la primera gran semana de ciclismo del año, una misma pregunta se repite en las redes sociales: ¿existe de verdad alguien capaz de derrotar a los eslovenos? Después de una década de matonismo norteamericano y otra de falsa diplomacia británica, el dualismo esloveno ha llegado para quedarse.  Podría dar la impresión de que Roglic y Pogacar se están repartiendo el calendario, como dos grandes hambrientos que no pueden compartir mesa. Pero al final tendrán que cruzar las cucharas para llegar al mismo plato: el consomé a veces insípido y algo frío que se sirve en julio. Están almacenando dos palmareses de los que asustan, comparables a los de otros grandes hambrientos del pasado, aquellos que al talento sumaban todo lo que hiciera falta con tal de ganar. Ambos cuentan para ello con equipos sólidos, con nuevos y potentes gregarios (Laporte, Soler), y con un folklore local no exento de positivos. 
 
¿Cuál de los dos desbancará a este bicho como símbolo nacional?

 
En Francia las cosas comenzaron con una vuelta al pasado en toda regla. Los del delorean podrán estar contentos. Jumbo utilizó la última cota, a falta de seis kilómetros a meta, para hacer saltar el pelotón por los aires. Nathan Van Hooydonck aceleró fuertemente el ritmo, siendo continuado por Christophe Laporte. Inmediatamente el resto de corredores fue abriéndose por detrás: Leknessund, Kragh Andersen y finalmente Zdenek Stybar. Wout van Aert continuó la aceleración de Laporte, llevándose ambos a Primoz Roglic a cuestas. Los tres se distanciaron del grupo suavemente, deslizándose sobre la cuesta, para marcarse una foto en meta digna del Mapei en Roubaix. A tan desmoralizadora y contundente imagen, sumaban 22 segundos de ganancia y un gregario eternamente agradecido. De la cima del Teide a Mantes-la-Ville en un perfecto aterrizaje. 
 
Bortolami, Museeuw y Taf...ah, no.

 
El lunes fue de nuevo ventoso en Francia y los Jumbo todavía mantenían un remanente de fuerza del día anterior. Laporte desarboló el lanzamiento del sprint de los Quick Step, con van Aert a rueda. Pero en el tú a tú, Fabio Jakobsen logró imponerse sobre el campeón belga. Ese mismo día en Italia empezaba la Tirreno - Adriatico en Lido de Camaiore, ciudad de vacaciones que funciona a modo de reflejo espectral en el Tirreno de las soñolientas localidades vacacionales del Adriático. Toda una alfombra parcheada para la demostración de fuerza habitual de Filippo Ganna. Como estaba previsto, Remco Evenepoel obtuvo la segunda posición, a once segundos del gigantón italiano, y Tadej Pogacar la tercera, a apenas siete segundos del belga. El esloveno dio la impresión de quedarse con ganas de más. Las diferencias con Vingegaard superaban el medio minuto y los cincuenta segundos con Enric Mas. 
 
 
Después de los triunfos de Mads Pedersen en Dun-le-Palestel y de Tim Merlier en Sovicille, los Jumbo repitieron el triplete en la crono de Montluçon. Rohan Dennis asumió el rol de Laporte, mientras que el triunfo de etapa y el liderato fue para Wout van Aert, con Primoz Roglic a dos segundos. Simon Yates quedó a partir de ese momento como único rival serio de la hegemonía del Jumbo, con una sorprendente buena crono, a tan solo nueve segundos de Roglic. En la Tirreno - Adriatico, una etapa nerviosa camino de Terni acabó en sprint, con triunfo de Caleb Ewan. A falta de 25 kilómetros, Pogacar decidió jugar un poco después de un paso por un traguardo volante. Se llevó consigo a Soler, muy dócil en su nueva faceta de gregario del esloveno, y a Julian Alaphilippe, que no dudó en tirar aún a pesar de perjudicar a Evenepoel. Tao Geoghegan Hart cazó in extremis, no así Landa; pero fue una aventura efímera, en todo caso. 
 
Pedersen está tremendo.

 
 
El jueves toda la hiperactividad de inicio de temporada de los UAE tuvo como resultado un triunfo por partida doble. Brandon McNulty ganaba en Saint-Sauveur-de-Montagut, obteniendo su primer triunfo World Tour, mientras que su jefe Pogacar ganaba con extrema facilidad en el final en repecho de Bellante. En la París-Niza se contabilizaron numerosos abandonos, al parecer por sinusitis, resfriados y gripes (curiosamente no relacionadas con el covid, ¡a qué santo!). Incluso al inmutable van Aert le llegó la flojera, perdiendo 24 minutos y el liderato. En el final de Bellante, fue impresionante observar cómo Pogacar no bajó en ningún momento de la tercera o segunda posición a lo largo de toda la subida: salió absolutamente a todas las aceleraciones y ataques, y solo (sic) tuvo que seguir un ataque de Lafay para llevarse el triunfo y el liderato. 
 
"Hago lo que quiero, con mi pelo"

 
Después de un viernes para triunfos franceses, con Mathieu Burgaudeau en Aubagne y Warren Barguil en la bonita llegada de Fermo, llegó el gran día de ambas pruebas. El sábado se disputarían las dos etapas reinas, con el Turini y el Monte Carpegna como protagonistas, escenarios en los que los eslovenos harían de las suyas, con sus dos marcados y contrapuestos estilos: uno de insaciable rematador,  el otro con una cabalgada "a la Coppi".  Roglic se limitó a vigilar a los rivales en la subida a Turini, con su pedaleo incansable y su respiración en apnea. Daniel Martínez y Simon Yates se lo pusieron difícil, pero al alcanzar el último kilómetro Roglic no tuvo rival. Nunca lo tiene. Contrapuesto al pragmatismo habitual de Roglic, Pogacar se decantó por un número completamente innecesario. Sobre todo al estar ya decidida la carrera en su favor, desde el momento en que Evenepoel se descolgó en el primer paso por el Monte Carpegna. De querer crear una bonita imagen, podría decirse que las esperanzas depositadas en el joven belga por tantos vendehumos se evaporaban en el aire, mezclándose con el vaho que salía de la boca de los congelados ciclistas. El excelente rodador belga, cada día más humilde, admitió no tener su día, pero cada vez parece más difícil que pueda rendir en vueltas con montaña consistente. En el segundo paso por el Monte Carpegna, Pogacar decidió atacar. ¿Imbuido por el espíritu de Pantani? No, tenía frío, al menos eso dijo, a la manera de Mathieu van der Poel camino de Castelfidardo. Necesitaba entrar en calor. Su ascenso fue irrefrenable, demoledor, como un cervatillo vestido de azul trotando entre los bosques nevados. O si se prefiere una imagen menos cursi y bucólica, continuando su senda de triunfos, pasando del polvo a la nieve (no, no es una referencia a Matxín). Atrás se miraron y Landa fue el único que intentó minimizar pérdidas, aunque fuese tan solo para distanciar a Porte. Vingegaard y Mas se limitaron a seguir su rueda, el mallorquín con tan mala pata que se fue al suelo en el estrecho descenso. Pogacar bajó tranquilo y sin forzar, llevándose su segundo triunfo parcial. 

Bambi de acero.


 
El domingo no hubo historia en la Tirreno - Adriatico (si es que la había habido hasta el momento). En el anodino circuito de San Benedetto del Tronto, Phil Bauhaus se llevó el sprint. En cambio, la carrera francesa tuvo su habitual suspense en los alrededores de la ciudad de Niza. Los Alpes Marítimos estaban envueltos en un ambiente sombrío y húmedo, habitual en esta época del año. A pesar de las innumerables edificaciones que salpican las montañas de la costa, es un territorio hostil y algo inexpugnable, de pueblos encaramados a cimas, profundos barrancos y puertos inaccesibles. Simon Yates lanzó su ataque en el col d'Èze, en un atajo por caminos de urbanización más empinado que la carretera principal. Roglic no pudo responder, pero consiguió salvar los muebles gracias a la entrega abnegada de Wout van Aert, en modo entrenamiento para Sanremo. En algún momento, el ritmo de van Aert puso en más de un aprieto a su líder, incluso en el descenso. Finalmente Simon Yates quedó a tan solo 29 segundos del liderato, llevándose una bonita etapa. A pesar de los apuros finales, siempre presentes en la trayectoria de Roglic, el de Jumbo había superado la maldición del año pasado, haciendo de nuevo realidad el que parece su motto: volver para ganar. Veremos si es capaz de alargar más rápido el cucharón hacia la sopa que su joven compatriota, últimamente más voraz que de costumbre.

Alguien se está cansando de los abrazos y las sonrisas en meta.


 

sábado, 5 de marzo de 2022

MONUMENTAL

En una escena de Le Vélo de Ghislain Lambert, esa gran película que sirve a modo de compendio de los claroscuros del ciclismo de ayer y de hoy, se resumía bastante bien el panorama en el que se está adentrando actualmente el ciclismo. En ella, los periodistas radiaban eufóricos uno de los muchos triunfos de Merckx, para después, una vez fuera de antena, quejarse de que les iba a dejar sin trabajo, porque ganaba demasiado y la gente se estaba empezando a aburrir. Es verdad que algunos, como el festino loco, ya encuentran a Pogacar aborrecible desde su primer Tour, pero la pregunta es si el aficionado común también acabará aburriéndose. Su triunfo ha sido de los más apullantes e incostestables que recuerdo, solo parangonable en los últimos tiempos a algunas cabalgadas solitarias de Gilbert, Boonen o Cancellara, con la diferencia notable de que ninguno de ellos ganó también el Tour. El esloveno se ha desmarcado con bastante garbo de los monotemáticos vueltómanos julietistas. La comparación hay que hacerla con esos dos o tres grandes nombres que suelen pronunciarse con excesivo respeto reverencial.  

Tras Coppi, Anquetil, Merckx, Hinault e Indurain...el sexto monumento.


La verdad es que Pogacar me está facilitando mucho las crónicas. Esta se escribe rápido. Después de que el pelotón saliese volando por los aires como un castillo de naipes a falta de 90 kilómetros, se ha producido el reagrupamiento, con los habituales escarceos de Alaphilippe en cabeza. En el decisivo tramo de Santa Maria, donde se suele producir la selección, Pogacar ha forzado en dos o tres curvas, jugándose el tipo, alcanzando una ligera ventaja que ha incrementado en el tramo ascendente. Alaphilippe se ha visto forzado a decir basta, siendo Carlos Rodríguez el único que ha intentado frenar la hemorragia de metros que Pogacar estaba abriendo. Diez segundos, veinte, treinta, cuarenta...Rodríguez se ha mantenido cerca, con su pedaleo redondo y elegante, con ese deslizar estático de gran ciclista en ciernes que tiene, pero padeciendo más que el esloveno en las curvas de grava, debido a su poca envergadura. Pasado por el filtro adelgazante de Ineos, quizá hubiese necesitado unas piedras en los bolsillos para no salir volando. Mientras tanto, Pogacar dejaba tras su paso el habitual rastro de polvo levantado: se diría que ya había fumata blanca, ya se sabía el vencedor. 

El momento decisivo: Carlos Rodríguez ha intento mantener el pulso.

 

Alaphilippe ha intentado sacrificarse durante un tiempo por Asgreen, pero ha desistido. Su voltereta en la caída había sido espectacular y a buen seguro dolorosa. Tampoco sus destellos en carreras previas habían sido demasiado deslumbrantes: su forma no es todavía la de los mejores días. Una vez cazado Rodríguez y con la diferencia superando el minuto, se formó un quinteto perseguidor, con Valverde, Asgreen, Simmons, Wellens y Narváez. La presencia del murciano, como suele ser habitual, desbarató todo intento de persecución. Es su táctica para obtener puestos: nunca optar de forma decidida e incluso suicida al primer puesto, sino ahorrar todo lo posible. Se le puede perdonar a estas alturas: ya se sabe cómo corre y con cuarenta y un años ya no se le puede exigir más, pues sus rendimientos exceden los parámetros normales de la actividad deportiva. Asgreen, tan mecánico como siempre, se mantenía tirando en cabeza de la persecución, con ciega obcecación. En el penúltimo tramo ha abierto un ligero hueco, que solo ha sido cerrado por Valverde. Mientras tanto, Pogacar seguía a lo suyo. 

Caballos desbocados.

 

En las proximidades de Siena han empezado a llegar los primeros signos de humanidad en el pedaleo del esloveno. Se ha comenzado a hacer pesado, con chepazos y cabeceos más exagerados, y algún que otro estiramiento de espalda. También él se había revolcado por el suelo, aunque con más suerte que Alaphilippe y sobre todo que Benoot. Aun así, ha tenido tiempo para tomarse la aproximación a Santa Caterina con calma, chocando alguna mano del público y subiendo la empinada calle sin levantarse del sillín. Según los cronometradores oficiosos, su tiempo de ascensión ha sido peor que el de las chicas, encabezadas por Lotte Kopecky y la neerlandesa valverdiana, la adorada por los comentaristas de Eurosport. Me lo creo. Pogacar ha llegado atufadísimo, buscando en los últimos kilómetros desesperadamente algo en los bolsillos. Valverde le ha recortado casi medio minuto en la parte final, distanciando en Santa Caterina a Asgreen. Por detrás, el grupo de Simmons, Wellens y Narváez era alcanzado por Valter y Bilbao. 

Pogacar no se ha caído.


¿Pogacar necesitaba ganar así? No, seguramente no ha sido la opción más inteligente, ni la más sensata. Pogacar comparte ese punto de locura que tienen también los gemelos del ciclocross, e incluso Roglic en sus días más inspirados, y que hace de esta época una particular edad de oro del ciclismo. Ha atacado de forma desmesurada, como está siendo todo el rendimiento de su equipo en este inicio de año. Ha sido, por tanto, una victoria anunciada, pregonada a voz en grito, sobre todo desde el apabullante triplete de Polanc, Covi y Ayuso en Laigueglia, todo un homenaje a los tiempos del Gewiss y el Mapei. Aquella carrera tuvo el nerviosismo inherente a las carreteras de la zona, con Lorenzo Rota y Carlos Rodríguez como únicos contrincantes de los emiratíes, en un intenso toma y daca que acabó llevándose Polanc aprovechando un parón. Pogacar simplemente ha seguido esa línea del equipo, aprovechándose en su caso también de las ausencias notables de Wout van Aert, pensando en París - Niza, Tom Pidock, de cagaleras, y Mathieu van der Poel, todavía cuidándose con sesiones de turismo de pretemporada. 

Argentin, Furlan y Berz...ah, no.

 

Así pues Pogacar enlaza una victoria más. Se está convirtiendo en una costumbre: ataca desde donde quiere y gana como quiere, escapado o al sprint, atacando muchas veces desde distancias imposibles (como todo el Gilbert previo a su mundial). Sin duda alguna, su victoria encaja con el impresionante palmarés de esta prueba reciente que, en muchas ocasiones, acababa como una Flecha Valona bastante más seleccionada. Esta vez no ha sido así. Ataques así, tan a pecho descubierto, tan sin pensar en las consecuencias, pocas veces se ven. Ya no hay que hablar de Armstrong o Froome, ni mucho menos de Contador: la omnipresencia de Pogacar durante todos los meses de la temporada, en todo tipo de carreras y con la intención siempre de ganar, lo podrá situar por encima de estos grandes corredores, más monotemáticos. Corredores que, como las frutas, solo tenían un mes bueno. Y cargado. Pogacar apunta más alto. Por tanto, hay que buscar otros parámetros de comparación, con todo lo que ello conlleva. 


domingo, 27 de febrero de 2022

SIGUIENDO EL CICLISMO CON EL RABILLO DEL OJO

Con la agenda mundial volcada en la invasión rusa de Ucrania, ha dado comienzo el fin de semana ciclista considerado por los más puristas como el auténtico arranque de la temporada. Yo soy de los que piensa que la cosa se pone en marcha un poco antes: hace dos años que el covid ya nos puso en alerta para no ignorar esas carreras aparentemente intrascendentes de principio de temporada. En esta ocasión, los sucesos del pasado jueves también deberían hacerlo. No es fácil centrarse en el ciclismo ahora, con la que está cayendo. Incluso las palabras de muchos ciclistas han hecho referencia durante este fin de semana a los sucesos de Ucrania. Es difícil que sea de otra forma, pues lo importante está ahora en otro lado: en la guerra empezada el jueves al modo de una Blitzkrieg y que parece que acabará enquistándose, o lo que sería peor, extendiéndose, para regocijo de todos esos amantes de un heroísmo adolescente, de fortnites y revertes. Ya se sabe: en las guerras solo acaban prosperando las ratas, los fanáticos y los asesinos.

Volviendo al ciclismo, que es lo que mueve a este blog, se han disputado este fin de semana las clásicas de apertura belgas, la Omloop Het Nieuwsblad y la Kuurne-Bruselas-Kuurne. Como viene siendo habitual en estos dos últimos años, la segunda carrera ha deparado más emoción.  De todas formas, el nuevo recorrido de la Omloop, con su tránsito por los grandes hitos del Flandes ciclista, ha sido esta vez algo más interesante de lo que fue el año pasado. Wout van Aert ha vuelto a restituir el esplendor marchito de estas dos jorobas del camello flamenco, el Kapelmuur y el Bosberg, con un ataque bestial en esta última. Después de coronar una treintena de corredores el Kapelmuur, el látigo posterior a la subida mantuvo al grupo enfilado. Poco antes de iniciar el Bosberg, van Aert demarró. Pudiendo esperar al sprint, prefirió la senda del espectáculo, tan apreciada por su rival ausente van der Poel. En la subida, machacando los adoquines, sacó apenas una diferencia de cinco segundos. Suficiente, como en la época de Tchmil y Van Petegem. Por detrás, los Bahrain no se pusieron del todo de acuerdo: Mohoric sí que se sacrifició para Colbrelli, pero Fred Wright se escabulló un poco en la panza del grupo. Colbrelli no parecía muy contento en meta, a diferencia del niño de Van Aert, que parece ver a su padre solo en las metas. ¡Hay qué ver lo que ha cambiado Van Aert desde que tuviese que poner pie a tierra en la subida de Siena!

Primer día, primera victoria

 

La Kuurne ha ofrecido de nuevo un final emocionante, sin necesidad de grandes actores y ni de apenas subidas. En ella el llano es el protagonista, el lugar en el que la lucha segundo a segundo entre el pelotón y el grupo de escapados se extiende siempre hasta los últimos metros. Esta vez fueron Laporte, Narváez y van der Hoorn los protagonistas del día, siendo el trotón del Intermarché superviviente de una escapada temprana. Tanto en la selección delantera como en el pelotón, el propio ritmo imparable de carrera fue diezmando unidades, cayendo Pidcock y García Cortina por delante (entre otros), y quedando algunos equipos claramente debilitados (como Quick Step, que dejó completamente solo a Jakobsen en el final). El empuje de Trek – Segafredo acabó permitiendo la absorción de los escapados en los últimos doscientos metros, aunque finalmente no sprintase nadie del equipo. Ha sido Jakobsen el que, buscándose la vida, ha iniciado el sprint desde lejos, superando el obstáculo de los escapados y batiendo de forma neta a Caleb Ewan. Cavendish no debería tener hueco este año en el Tour, dado el estado de forma y el imparable crecimiento del sprinter holandés: ya veremos si puede más la calidad o la propaganda. 

 

Jakobsen ha demostrado que puede ganar solo

 

Pero este fin de semana se han disputado otras carreras. Entre ellas, la renacida Vuelta a Galicia, denominada O Gran Camiño, con un recorrido interesante, bellos paisajes y carreteras descarnadas. Más allá del murito de Ézaro, donde Woods volvió a mostrar su calidad como escalador de altos porcentajes, la etapa que más ha destacado ha sido la de la Ribeira Sacra. Tras pasar pueblos abandonados y viñedos sombríos, se bajaba en picado a la hendidura ocupada por el Sil, para volver a trepar por caminos de mulas por las abruptas paredes del cañón. Qué mejor que un duelo de veteranos con un escenario tan invernal: Michael Woods y Alejandro Valverde se han dirimido la prueba, con el murciano muy enjuto, sacado del sudario al modo de un espectro de Valdés Leal. Valverde acabó imponiéndose al canadiense gracias a su mejor crono. Sigue siendo el mejor español, con sus casi cuarenta y dos años, y parace mentira que siga disputando todas las carreras con tanto interés. La victoria de la crono fue para Mark Padun, en busca y captura desde la pasada Dauphiné. Como ucraniano de Donestk tuvo palabras sentidas para la situación de su país.  

las chicas de oro

 

En Francia hubo pruebas de un día por partida doble. En ellas debutó Primoz Roglic. En Ardèche se impuso McNulty, continuando las demostraciones de su equipo en España, con Covi, y en el desierto, con la ya cantada victoria de Pogacar. No creo que haga falta extenderse en exceso con la carrera del desierto: fue bastante monótona, como era de suponer, con sus subidas de autopista en las que Pogacar hizo lo que quiso y ganó como quiso. Prefirió esta vez arroparse más en su equipo, en especial en George Bennett y Joao Almeida, formando un incipiente trenecito, quizá con la mirada puesta en objetivos posteriores. De esta forma cumplió con el expediente, para regocijo de sus empleadores, que le acariciaron los cabellos encrespados como harían con uno de sus tantos halcones o caballos de carreras. Como digo, tampoco hace falta extenderse más. En la Drôme Classic, más interesante, el triunfo fue para Jonas Vingegaard, escapado junto a Juan Ayuso, del que se deshizo con facilidad en la última subida, al mismo tiempo que en el grupo perseguidor, Guillaume Martin y Benoit Cosnefroy hacían lo mismo con Julian Alaphilippe, aquejado de calambres. Fue una interesante carrera del calendario francés, alejada un tanto de los focos, con la que continuar esa trinchecarlovización ciclista de la que hablaba en el pasado artículo. 

Repetición de lo mismo y con los mismos actores

El segundo del Tour ya ha debutado.


Así pues, ha sido un fin de semana entretenido de ciclismo. No entran ganas ni siquiera de sospechar sobre tal o cual rendimiento, pues todo parece un tanto nimio y falto de trascendencia. Es simplemente un respiro, una bagatela, algo con lo que pasar el rato y no pensar en las consecuencias de los delirios de un dictador.  

lunes, 21 de febrero de 2022

IMPRESIONES DE PRINCIPIO DE TEMPORADA

Con casi un mes de temporada en marcha, ha llegado el momento de dar dos o tres pasos hacia atrás para contemplar el paisaje y poder ver lo que poco a poco se va dibujando sobre el lienzo. Como siempre, la temporada ha empezado de forma perezosa, con estallidos de buen ciclismo y con alguna que otra esperanza, que se verá truncada a buen seguro más adelante, a medida que los grandes nombres vayan despertando y saliendo de las guaridas en las que se han refugiado para entrenarse, rodeados del anonimato y oscurantismo habitual. De todas formas, en estas pinceladas iniciales y titubeantes suele adivinarse algo del dibujo final, de la imagen de conjunto que deja una temporada una vez pasada. La nota predominente ha sido el arranque vertiginoso de algunos equipos menores, como Lotto, Arkéa o Cofidis, y el languidecimiento en sus laureles de otros, viviendo como suele suceder de glorias pasadas.

Empieza el cuadro

 

Las carreras han ido saltando desde las costas mediterráneas, con sus montañas asomadas al mar, a los anodinos desiertos árabes, tan pródigos en minutos de retransmisión como parcos en árboles y público. En las carreras de Mallorca, sin retransmisión en directo, ya se vio a un Lotto bastante activo, con Arnaud De Lie y sobre todo Tim Wellens, un habitual de los comienzos de temporada. Alejado de los malos resultados del año pasado, Wellens al menos parece dispuesto a ser protagonista en las carreras menores que escapan a la voracidad de los grandes nombres. Paralelamente, en las costas francesas comenzó la temporada, con un Gran Premio de la Marsellesa para Amaury Capiot, batiendo a Mads Pedersen al sprint, y con lucimiento previo de Guillaume Martin. 

Melena al viento, camino de la ciudad más chunga de Francia

 

Comenzaba de esta forma el encadenado de carreras francesas del Mediodía, siempre populares. En especial en Bessèges, una carrera muy interesante desde que la retransmiten en directo. De nuevo fue la Montée de l'Ermitage el momento culminante, con una agónica y corta cronoescalada que se llevó una vez más Filippo Ganna. La general fue para Benjamin Thomas, pistard del Cofidis (también bastante termonuclear en este inicio de temporada), en estrecho duelo con Bettiol y Tobias Johannessen. Este escenario no es nuevo para el italiano (una de sus escasas victorias tuvo lugar en Bessèges). En el caso del joven noruego, es interesante recalcar cómo la nueva generación de jóvenes que ganan en el Porvenir ahora sí acaban destacando en profesionales, a diferencia de lo que sucedía en la tenebrosa primera década de siglo. 

Thomas, Johannessen y Bettiol.

 

La Volta a la Comunitat Valenciana presentaba una buena participación, con el aliciente del debut de Remco Evenepoel, rebotado de la cancelación de Argentina. En Torralba del Pinar el joven belga encontró un territorio propicio para una de sus habituales demostraciones de rodador. En zonas de falso llano o de subida con porcentajes regulares es muy bueno, como ya lleva demostrando desde que se cortase la melena de futbolista. Después del triunfo inicial parecía tener todo a su favor, hasta que en las Antenas del Maigmó, en un tramo de tierra y piedras, las fuerzas comenzaron a flaquearle en el mismo instante que Vlasov comenzaba a volar. El ruso había sido el único en plantear una mínima oposición a Evenepoel en la primera etapa, y en las rampas en las que el belga comenzaba a sofocarse, Vlasov sacaba a relucir la liviandad de escalador que le hizo muy prometedor en sus primeros años en Astana, antes de que blancazos varios pareciesen eclipsar su progresión. El hundimiento de Evenepoel (nada dramático, por otra parte) nubló el entendimiento de algunos “expertos” belgas, que clamaron contra un insignificante y apenas decisivo tramo de tierra; algunos de ellos forma parte del coro habitual del "sexto monumento" (como si las carreras fuesen vinos que etiquetar con apelativos pomposos para nuevos ricos). 

En Bora, liberados del lastre de Sagan, comienza a volar.

 

Menos interés presentó el Tour de Arabia, más allá de algunos insólitos paisajes. Maxim Van Gils fue el protagonista, un nuevo Lotto y un nuevo belga, destrozando a los Quick Step en un final digno de la película de Thelma & Louise, como alguien señaló por twitter. De vuelta a Francia, en La Provence, Nairo Quintana empezaba a perfilar su revival de 2020. Después de algunos días de viento y abanicos en la Camarga, Quintana reclamaba su cetro de mejor escalador en la Montagne de Lure, atacando hasta tres veces y consiguiendo que Alaphilippe, con más ansias que buen estado de forma, se acabara abriendo de patas. Por su parte, Kristoff se llevaba el triunfo en Almería y Covi en una remozada Vuelta a Murcia, con un más interesante final en Cartagena. Llegaba así la esperada Jaén Paraíso Interior, carrera que ofreció dureza aunque no desmasiada emoción: desde que hubo televisión, Lutsenko fue la apisonadora que necesitaban esos tramos de tierra llenos de pedruscos. Aun tratándose de un sucedáneo de la Strade Bianche, la carrera dejó un buen sabor de boca. Quién lo diría, dados los organizadores. Con menos envoltorio que su precedente toscano, la carrera mostró más dureza, en especial en un repecho final solo apto para la fuerza bruta.

Cajas de cristal en Arabia.

 

Podium made in Spain.

 

Así pues, llegamos a esta semana pasada, con una concentración de carreras que ha hecho salivar a los adictos. En Andalucía, quizá sin tantas figuras como se esperaba, la general ha sido finalmente para Wout Poels. Los Bahrain parecen seguir llamando a la puerta de los grandes momentos de la temporada con su banda de sólidos veteranos, para los que el sentido común parecía no haber reservado más futuro que una digna y anónima retirada. En Algarve, Evenepoel no contó con mucha oposición, gracias al caramelo en forma de contrarreloj de treinta y tantos kilómetros que la organización suele brindar. Evenepoel hizo una demostración de rodador acoplado en esta crono, perfeccionando incluso su postura. La crono fue larga para los estándares actuales y el mazazo de Remco bastante rotundo. Además, al joven belga se le ve más macizo, más musculado, menos apto para las subidas, como una versión mejorada y más joven de Campenaerts o un niño sanote de esos que pintaba Brueghel.

¿Quién decía que debían prohibirse las bicis de crono?

 

Pero el auténtico ciclismo, el trepidante, se vivió en los Alpes Marítimos. La carrera se resolvió en las proximidades de Niza, en un territorio comanche siempre propicio para las emboscadas: no en vano, a los romanos les costó tanto conquistar esta estrecha franja de terreno en la que los Alpes caen casi en picado sobre el Mediterráneo, con sus localidades encaramadas en riscos al modo italiano y sus puertos solo aptos para piratas. Pero si no eran suficientes las trampas y atractivos que ofrece el entorno, a la organización, con extrema laxitud, no se le ocurrió otra cosa que dejar las cosas a su libre albedrío, sin tener en cuenta unos mínimos estándares de seguridad. Bolardos e isletas sin señalizar, coches mal aparcados al borde de la ruta, coches parados de forma improvisada en la calzada, de cara a los ciclistas... Un sinfín de despropósitos, que se suman a los propios de una zona muy urbanizada. En julio esto hubiese sido una carnicería y en parte todo ello explica por qué el Tour visita tan poco esta zona (y ya se recuerda qué sucedió la última vez: un plantón).

Así pues, este fue el escenario, y Nairo Quintana, Tim Wellens y en menor medida Thibaut Pinot y Guillaume Martin fueron los protagonistas. En la segunda etapa, Nairo Quintana atacó en el col d'Èze, siendo alcanzado por Wellens en el falso llano que conducía hasta La Turbie. Pero Quintana no había dicho la última palabra y se sacó de la chistera una última jornada antológica, muy disfrutable a pesar de ser en un momento menor de la temporada. Aprovechando un ataque temprano de Pinot en el Col de Saint-Roch, Quintana se lanzó a la ofensiva, acompañado inicialmente por Edet. Faltaban 35 kilómetros para meta. En el descenso, Quintana dio alcance a un titubeante Pinot,  y en las reviradas carreteras del valle, llenas de sube y bajas y obstáculos, Quintana se deshizo de su cogeneracional y se marchó en solitario hacia un gran triunfo. Por su parte, Wellens había dado alcance al grupo de Pinot, Storer y Guillaume Martin, aunque el colombiano le iría sacando ventaja arriesgando en cada curva y dándolo todo en cada ligero repecho. Nairo volvía así a su versión pre-pandémica, a su termonuclear inicio de temporada de 2020, antes de que la pandemia paralizase todo durante la primavera. 

Uno de sus grandes días.

 

¿Son estas demostraciones y estos momentos sintomático de algo? Sí, son síntoma de que los pequeños equipos han salido a tope para mantener o conseguir una plaza en el World Tour del año próximo. Pero no, no son ejemplo de nada. Vivimos años de trinchecarlovización del ciclismo, de exagerar la trascendencia de cualquier carrera, ciclista o equipo, hasta rozar los límites de la caricatura. Han sido buenas carreras, momentos interesantes, pero lo mejor está todavía por llegar.