lunes, 15 de abril de 2024

CUANDO EL GATO DUERME, LOS RATONES BAILAN

Ayer se vivió una interesante edición de la Amstel Gold Race, de momento la segunda clásica más entretenida del año, después del final siempre cardíaco de la Milán - Sanreno. Parte del aliciente de la prueba residió en la pasividad de Mathieu van der Poel, al que todo el mundo daba lógicamente como absoluto favorito, dado el encadenado de exhibiciones previas. Aunque siempre rodó en la parte delantera del pelotón, el campeón del mundo dio la sensación de desentenderse de la carrera en su parte final. Así pues, mientras el gigante roncaba en el interior de la cueva, los enanitos aprovecharon para escaparse con sigilo. 

Stigmata

La carrera discurría por su laberíntico trazado anual, con su sube y baja continuo y sus caminos estrechos, siempre con algún coche mal aparcado en las cunetas y no retirado por la organización, una tradición de esta carrera. Faltando 56 kilómetros se marchó por delante un terceto, con Louis Vervaeke (Soudal - Quick Step), Mikkel Honoré (EF Education) y Paul Lapeira (Decathlon - Ag2r). El belga de Soudal - Quick Step parecía espoleado por el gabinete de crisis montado por el Corleone que tienen por director deportivo, que parece ahora muy preocupado por los malos resultados, sin trazar la línea de puntos que quizá una estos con su dirección agresiva, digna de un bully de instituto. Junto a Vervaeke iba una de las sensaciones de este inicio de temporada, Paul Lapeira, ganador de dos pruebas del calendario francés además de una etapa en País Vasco. Su rendimiento está en consonancia con el nivel mostrado por todo su equipo. No en vano, Benoît Cosnefroy acababa de adjudicarse la Flecha Brabanzona.

Por detrás comenzó el baile, con muchos movimientos: Matteo Jorgenson, Andreas Kron, Dylan Teuns, el jovencísimo Jan Christen...Por detrás, van der Poel simplemente se dejó ver atajando un ataque de Kwiatkowski y saltando por encima de un bidón con refinada habilidad. Finalmente se consolidó un grupo de nueve corredores, que dio alcance a Honoré y Lapeira, supervivientes de los escapados. Ese grupo estaba formado por Kévin Vauquelin (Arkéa), Pello Bilbao (Bahrain), Roger Adrià (Bora), Quentin Pacher y Valentin Madouas (Groupama - FDJ), Tom Pidcock (Ineos), Bauke Mollema (Lidl - Trek), Mauri Vansevenant (Soudal - Quick Step), Marc Hirschi (UAE) y Tiesj Benoot (Visma). 

Muy bien Adrià, aunque al final fue absorbido por el grupo.


Bilbao se mostró bastante activo, sobre todo en los descensos. Parecía que en esta ocasión sí se podía rodar fuerte, arriesgando, y no importaba el ritmo del pelotón ni el vamos todos muy rápido. Afortunadamente fue cazado de inmediato, destacándose del grupo Hirschi, Pidcock, Benoot y Vansevenant. Analicemos un poco este grupo. Marc Hirschi se dejaba ver casi por primera vez en una clásica de renombre desde su prodigioso 2020, tras algún año de anonimato y algún otro como rey de las pruebas proseries, especialmente del calendario italiano. Vansevenant, todo voluntad, cazó in extremis, con un hipnótico movimiento pendular del cráneo. En su caso, retomaba el testigo en la lucha por salvar el honor del equipo en las clásicas, después del desastre mayúsculo que supusieron el Tour de Flandes y la París-Roubaix. También Benoot tenía la misión de salvar la imagen de su equipo, en ligero declive tras las tremendas caídas de sus líderes, aunque para ello tuviera que llegar solo. Finalmente, para Pidcock sería una buena oportunidad de resarcirse de la no-victoria de 2021, aquella que muchos ya le habíamos asignado inconscientemente, como si fuese un ejemplo más del efecto Mandela. Al fin y al cabo, a pesar de ser un corredor tan cacareado y a su manera vistoso, tan solo contaba con cuatro victorias profesionales hasta el domingo: una Flecha Brabanzona, la etapa del Tour de l'Alpe d'Huez, una etapa del Algarve en Malhão y una Strade Bianche. 

Hirschi propicia la selección de cuatro, con Benoot, Pidcock y Vansevenant.


En el último kilómetro se les acercó el grupo perseguidor, con Lapeira como avanzadilla, pero Pidcock aun tuvo tiempo de lanzar su sprint en cabeza, evitando ser rebasado por Hirschi. No hubo necesidad de photo-finish, aunque este año la organización sí la tuviera preparada. Pidcock conseguía de esta manera su quinto triunfo profesional, por delante de Hirschi y Benoot. La infame realización de la meta (otro clásico de la prueba) impidió ver el sprint del grupo, recordando un poco a aquella americanada del mundial de Richmond. 

Esta vez sí.


El gran favorito del día llegó en el grupo, sin más alardes, junto con otros nombres como Ayuso o Skjelmose. Quizá estaba ya pensando en su vuelo a l'Altet para preparar una Lieja en la que pretende rivalizar con Pogačar. Mi teoría es que ahora pesa más que cuando ganó la Amstel en 2019 (no hay más que ver sus espaldas).  En la París - Roubaix llegó más fresco que en ninguna otra clásica porque es la única llana. Cierto es que Wout van Aert, su archienemigo ausente, ya hizo podium en Lieja en 2022 y que el recorrido ahora no privilegia tanto a los escaladores, siendo más abierto e interesante. Pero también es verdad que correrá Pogačar, con deseos de venganza ante una carrera que el año pasado le supuso un pequeño trauma. También otros corredores parecen a punto, como Pidcock o Buitrago, incluso Healy, Van Gils o Martinez. Veremos pues en qué resulta la conversión ardenera de van der Poel  

Y en la Amstel femenina, Marianne Vos hizo honor a su apellido, siendo la más astuta hasta el último metro, birlándole la victoria a Lorena Wiebes. 


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