lunes, 19 de julio de 2021

UN NUEVO PATRÓN

El Tour por fin ha terminado, dejando entre los espectadores la impresión general de que le han sobrado tres o cuatro etapas. Pogačar ha confirmado la dominación que se esperaba, ganando sin despeinarse, con más de cinco minutos de ventaja sobre Jonas Vingeggard (la auténtica sorpresa de esta edición), llevándose tres etapas y la clasificación de la montaña. Lo mismo que el año pasado pero con más diferencia, más trabajo de equipo y más superioridad en la montaña y en la crono. La caída de Roglič ha permitido ver un dominio de Pogačar más aplastante, aunque sin ella el resultado seguramente hubiese sido más o menos el mismo, quizá con menos tiempo de por medio. Más allá de la dominación personal de Pogačar, tan solo han ganado ocho equipos de los veintitrés participantes y entre cuatro corredores han acumulado más de la mitad de las victorias de etapa. 

Si no quieres caldo, tres tazas.


Desmarcándome de lo que parece ser una tendencia general, no me voy a sumar al coro de los que ya piden la cabeza de Pogačar, por muy fundadas que sean las sospechas que genera su entorno. Ha sido bastante llamativa la animosidad de cierto sector francés.  En ese sentido, la historia es cíclica. En el Giro (y en menor medida en la Vuelta) la tendencia siempre fue la de poner obstáculos y trampas en el camino de la estrella extranjera, para luego alabarla si al final acababa llevándose el triunfo. En Francia las cosas siempre han tenido otro cariz. Cuando un campeón extranjero comienza su dominación, surge el espíritu de irreductible aldea gala, que en su peor forma puede encarnarse en una hilera de airados campesinos de Auvernia, esperando en las rampas del Puy de Dôme para insultar o atizar un puñetazo al Merckx de turno. En su momento fue normal que el perdonavidas de Armstrong soliviantara al público francés, pero incluso un campeón discreto como Miguel Indurain, poco dado a avasallar, era despachado en el relato histórico del Tour con dos líneas a pie de página: "un campeón robótico, propio de los tiempos modernos, sin alma y sin carisma, pasemos a otra cosa". Froome tuvo que desplegar todas sus habilidades de astuto diplomático para ganarse el respeto de los franceses, y ni por esas. Ahora, en el caso de Pogačar, la campaña en contra ya ha empezado. Su superioridad es excesiva, gana con mucha diferencia, gana demasiado. Sin duda esa campaña está favorecida por el entorno del esloveno, digno de película de terror, y algún gesto que se ha interpretado como una vuelta a los tiempos de Armstrong. La gente tiene ganas de villanos. 

"Merckx, Merckx, Merckx...et Merde!"


Es evidente que la segunda y la tercera semana se han visto algo resentidas en cuanto a interés por este apabullante dominio. Pero esta crónica pretende alejarse de cualquier visión melodramática o apocalíptica. Más allá de apreciaciones subjetivas y de las particulares filias y fobias de cada uno, este Tour ha mostrado en sus primeros diez días mucho más interés que en ediciones recientes, y lo que ha venido a continuación ha sido simplemente el Tour. Lo de siempre. Con la diferencia de que un menor control de la situación por parte del equipo del líder ha propiciado inicios más nerviosos, escapadas más multitudinarias y que algún ciclista peligroso se colase puntualmente entre los mejores de la general. Ni ha sido el mejor Tour de la historia ni tampoco el peor. Ha sido simplemente algo con lo que entretenerse en el mes de julio, que a fin de cuentas es de lo que se trata.

 

Estas dos últimas semanas nos han dejado la versatilidad de van Aert, los días de sprint dominados por Deceuninck (con un Mørkøv que casi tenía que frenar), los días para las escapadas, con triunfos para Politt, Mollema, Kuss, Konrad y Mohorič, y la forma de jugar de Pogačar con sus rivales en los dos finales en alto de los Pirineos, dilucidados al sprint entre el trío de mejores ciclistas. Wout van Aert ha ganado en todos los terrenos como solo los grandes nombres del ciclismo han hecho. Con su victoria final en los Campos Elíseos ha impedido que Cavendish comande en solitario la clasificación de ganadores de etapa de Tour. Y ha ganado de forma destacada en su particular duelo con Mathieu van der Poupou, ya que la espantada del nietísimo con la excusa de los JJOO lo ha vuelto a alejar de los grandes lugares y los grandes días del ciclismo. 

La mejor victoria del Tour.

 

Por su parte, la actitud de Pogačar a partir de los Pirineos, ganando sin necesidad, acaparando clasificaciones y ejerciendo de patrón, ha decepcionado a todos aquellos para los que el modelo de campeón sigue siendo Miguel Indurain. En realidad, el ejemplo de Indurain, el campeón magnánimo que regalaba triunfos parciales a sus inmediatos rivales, es más un caso  singular dentro de la historia del ciclismo que un modelo repetido, y los nombres con los que se ha emparentado al joven campeón esloveno han sido otros. Merckx, Hinault y...Armstrong. Sin duda el gesto en el inicio de la etapa de Libourne, en la que el propio Pogačar salió en primera persona a cortar un ataque de Skujins y Kwiatkowski, recordó bastante al momento Simeoni de Lance Armstrong. Las circunstancias de fondo eran bien diferentes, pero las semejanzas formales bastante evidentes. El gesto mafioso de Armstrong tuvo la intención de intimidar a un ciclista que con valentía había decidido romper la omertà. El gesto mafiosillo de Pogačar entra dentro de los códigos del fair play que imperan en el nuevo ciclismo, nada más. De hecho, en esa misma jornada (una jornada para olvidar) hubo otro gesto, en este caso sí calcado en forma e intención al de Armstrong en 2004, protagonizado por Matej Mohorič, perteneciente a un equipo al que la gendarmería había registrado recientemente en el hotel. Ese gesto completamente inútil e incluso grosero le perseguirá toda su vida. En cambio, el de Pogačar no fue un gesto muy diferente del de Roglič en la primera etapa del Tour del año pasado, en la que se puso en cabeza para advertir o coaccionar a dos Astana que intentaban forzar el ritmo en una bajada mojada. Son los cánones de un aborrecible nuevo ciclismo, manifestados por primera vez de forma abierta por Cancellara y José Iván Gutiérrez en 2010, que han sido el pan de cada día en los años de dominio británico y que incluso muchas veces se han puesto en práctica desde las propias organizaciones de las carreras. Eso sí, Pogačar, como buen picciotto ascendido a capo di tutti i capi, no perdió la oportunidad para reafirmar su nuevo rol de patrón frente a Kwiatkowski, uno de los representantes del equipo que ejercía tal papel hasta el momento.  

El lenguaje no verbal.


De hecho, Ineos ha sido el equipo derrotado de esta edición, a pesar de que el podium de Carapaz pueda maquillar un poco el resultado. No se han llevado ni un triunfo de etapa y han mostrado un rendimiento más cercano al del Tour de 2020 que al del Giro del presente año. Es bastante significativo que ahora el papel de patrones de la carrera lo puedan ejercer solo en Italia y lleven dos años sin carburar en Francia. Como por aquí ya se predijo, en Ineos no han sabido cambiar de estrategia. Esos ataques a tres bandas no han tenido lugar fuera de la imaginación de algunos angloperiodistas antes de que empezase la carrera. El trenecito lo llevan en la sangre, con él nacieron y con él morirán, como se vio en la etapa de Luz Ardiden, en la que liberaron al equipo del líder de la pesada carga de controlar la carrera. El equipo de Pogačar ha sorprendido por su buen rendimiento, con un Majka especialmente insistente tras la jornada de descanso. De todas maneras, el equipo en general ha controlado la carrera de una forma más laxa que a lo que nos tenían acostumbrados US Postal, Sky/Ineos o Jumbo, con auténticos momentos de debilidad que no fueron aprovechados por sus rivales.

A la bartola.

 

En fin, el Tour ha acabado y hay que dar gracias de que así sea. No por la carrera en sí, sino por el humo que genera. Junto al rodar del pelotón por las carreteras de Francia se ha ido creando una enorme bola, en muchos casos inaguantable, de sospechas, disparates, paranoia, filias, fobias y referencias morales a la historia, con sus santos, sus mártires y sus demonios. Toca pasar gustosamente página.

En menos de una semana, los Juegos Olímpicos en Japón.


No hay comentarios:

Publicar un comentario