miércoles, 17 de marzo de 2021

BREVES APUNTES SOBRE UNA GRAN SEMANA Y MEDIA DE CICLISMO

Ha acabado la Tirreno - Adriatico sin sorpresas, con el resultado esperado. En el escenario espectral de esta localidad costera en temporada baja, apenas se han notado las restricciones de movimientos y la ausencia de público. Solo los habituales paseantes adormecidos, con perro o sin él, cruzaban a veces la calzada, en un ambiente habitualmente desapacible. Sí se ha notado, en cambio, la cada vez más parcheada ruta, en una Italia que parece no asfaltarse desde los tiempos de Torriani. Ya en lo deportivo, el único detalle insólito de la crono ha sido la no victoria de Filippo Ganna, que rompe así una racha personal. El triunfo ha sido para Wout van Aert, un corredor al que se le está poniendo cara de Merckx en vistas a su objetivo más inmediato, la Milán - Sanremo. Cuarto en la crono ha quedado el propio Pogacar, por detrás de tres especialistas que le sacan casi una cabeza, como van Aert, Küng y Ganna. Ha quedado a un segundo del campeón del mundo contra el crono: no necesitaba el esfuerzo, pero que se ha exprimido igualmente.

El ganador de una T-A con diferencias de gran vuelta

Termina así una semana y media de ciclismo muy intenso, en un arranque de la temporada en el que los grandes equipos no han desperdiciado oportunidades de lucimiento. Es quizá a lo que mueven estos tiempos tan inciertos. Sin el calor del acontecimiento inmediato, es interesante pararse a reflexionar sobre lo que han sido estas dos carreras memorables, especialmente la París-Niza, eclipsada por la legión de fans movilizados tras sus estrellas en liza en la Tirreno - Adriatico. El desarrollo de la carrera francesa ha sido más anodino que en otras ocasiones, pero su última jornada, con un giro de los acontecimientos para nada inusual en esta prueba, la ha redimido de pasar al olvido.

Algunas reflexiones

Primoz Roglic es un corredor con mala suerte, de eso no hay duda. No parece agraciado con ese don que permite a los grandes nombres sortear caídas e inconvenientes mecánicos. Su forma de correr se adapta a la perfección a los cánones del ciclismo promovido por Aso, lo que le impide acumular grandes diferencias. Está empujado a conseguir segundos aquí y allá, disputando siempre la victoria (y ahí está su virtud). Pero esas exiguas rentas que maneja se pueden volatilizar en un instante de mala suerte.  Por ello hay que dignificar su figura. Dos caídas y su aislamiento completo no fueron suficientes para imperdirle luchar hasta el final, incluso cuando ya se sabía que estaba todo perdido. 

Dauphiné 2020, Niza 2021

Los suyos, ahí está el problema. En Jumbo ha encontrado Roglic un buen acomodo, un equipo que ha confiado en él desde el principio. Pero la suma de prepotencia e improvisación que les caracteriza no parece ser la fórmula perfecta para evitar los malos días. En algunas ocasiones, las circunstancias de carrera pueden aliarse con ellos para salvar los muebles, como sucedió en la Vuelta de 2019. En otras impera la sensación de desbandada general, más si hay equipos rivales con interés en hacer daño. 

Los otros, ahí está la otra parte del problema. Bora-Hansgrohe se implicó en sacar tajada, primero de forma tímida y luego valiente, pero el equipo que puso más empeño fue Astana, con Vlasov tercero y Ion Izagirre que podía conseguir el tercer puesto. Había algo más detrás que el mero hecho de acceder al podium. Si bien la victoria de Roglic sobre Mäder no contó (a pesar de tantos y tantos defensores de esa mezcla de maquiavelismo y magnanimidad que ejemplifican en la edad de oro del ciclismo español), sí que lo hizo una cuenta pendiente entre ambos equipos. Una teoría plausible es que en Astana no olvidan la pequeña humillación padecida en la primera etapa del Tour pasado, cuando decidieron poner ritmo en un descenso peligroso y Jumbo (y los acontecimientos) ejercieron su parte de control. 

Por acabar con la París - Niza, hay que dar un justo reconocimiento al ganador. En el ciclismo lo que impera es la victoria (en esta página impera el resultadismo, como se puede fácilmente comprobar) y se ha pasado muy de puntillas sobre el pequeño palmarés que se está labrando Maximilian Schachmann. En su caso, la maldición de Deceuninck no parece estar operando. Ya no es un corredor tan ganador como en sus inicios en el equipo belga o en su primer año en Bora, con aquella Vuelta la País Vasco en la que se mostró intratable, pero se centra en pocos objetivos y los van cumpliendo, sin fallar.

Hay que estar en el lugar y en el momento adecuado.


Pasemos ahora a analizar otros detalles, estos más propios de la pasada Tirreno - Adriatico. Se está viviendo una nueva edad de oro del ciclismo de ataque, algo que ha permitido cierta renovación entre el aficionado habitual al ciclismo. Esta renovación del aficionado quita mucha caspa y mete mucha gorra, pero es positiva, pues siempre es bueno que un deporte esté en la calle, en la boca de la gente. ¿Dónde está el origen de este nuevo ciclismo? Viene de otros campos, de otras disciplinas, en las que prima más el saltito que el sudor, pero al triunfo definitivo de este nuevo ciclismo ha contribuido el hecho de que desde la temporada pasada ya no haya un equipo dominador. La dictadura de Ineos parece terminada y da la impresión de que lo que les hacía carburar ahora se ha democratizado. Cuatro o cinco equipos (más cuatro que cinco), paracen haberse repartido a día de hoy ese "llamémosle X", lo que cualquier aficiando no ingenuo sabe que es necesario para el "espectáculo", lo que ofrece al espectador carreras más abiertas y lo que es más insólito, a pleno rendimiento desde los primeros momentos de la temporada.  

Relacionado con lo anterior, estamos en un cambio de paradigma en toda regla. A día de hoy los ciclistas despuntan muy jóvenes, corren todo el año y son muy polifacéticos, ganando o destacando en todos los terrenos. Algo muy diferente sucedía en el periodo comprendido entre 1990 - 2005, periodo de preparaciones milimétricas en el que las grandes figuras olvidaban los inicios de temporada y las clásicas, y no despertaban hasta los "bancos de pruebas de junio", Dauphiné o Suiza. Estrellas todavía tripudas en Mallorca o Andalucía, algún paseo con dorsal incluso en el Giro de Italia y, como mucho, algo de actividad en alguna clásica esporádica. Ese paradigma fue ligeramente alterado entre 2010 y la actualidad, con ciclistas que ya no desatendían los inicios de temporada. Ahora se ha dado un paso más en esa dirección: se disputa con más intensidad, la versatilidad es mayor, la juventud también. Más que cambio de paradigma es una vuelta al modelo propio del ciclismo clásico, a tope en todos los terrenos y desde edades tempranas, sin pensar en el futuro. Un ciclismo que parece una continuación del que quedó truncado a principios de los 90 por todo lo que el mundo sabe, y que tuvo en el LeMond preaccidente y en Fignon a sus últimos representantes.

Durante mucho tiempo se manejó la idea de que los 27 años era la edad idónea para empezar a pensar en cosas grandes, como por ejemplo ganar un Tour. Años de propaganda periodística convirtieron esa idea en un mantra, cuando antes había habido grandes campeones más jóvenes. ¡Ay, qué error más grande tomar lo propio de un periodo como lo característico de toda la eternidad! Petrarca se refirió al periodo que separaba su presente de la Antigüedad como un periodo de oscuridad, tomando como referencia las últimas décadas, periodo de peste y guerras. Pues algo semejante sucedió durante mucho tiempo: se tomó lo propio de un periodo puntual como un axioma general. Ahora los nuevos campeones vuelven a ser realmente jóvenes.  


El renacimiento de la juventud

Sin duda estas dos últimas características del ciclismo actual (democratización y vuelta al paradigma clásico) son dignas de aplaudir. Dotan de variedad a las carreras, aunque parece que en poco tiempo vamos a comenzar a hartarnos de los mismos nombres. Mientras tanto, el ciclismo se está convirtiendo en el mejor pasatiempo para estos días. Sí, porque en definitiva es un pasatiempo, no hay que olvidarlo: lo importante siempre está en otro lado. El ciclismo puede servir como excusa para escribir, para tratar, aunque sea de pasada, algunos de esos temas que forman la base de la escritura, los que sirven de espejo de una vida, como el amor, la soledad, el paso del tiempo, el odio, la ambición, el engaño, los deseos de muerte, propia o ajena. Pero no es una escuela de vida, ni un modelo, ni crea valores, ni milongas por el estilo. Simplemente es un pasatiempo, nada más, y no siempre sano. Más que épica hay realidad, con toda su crudeza. Y si en algún relato mitificado, actual o del pasado, parece difícil encontrar la explicación, piensen siempre en la navaja de Ockham: "la explicación más sencilla suele ser la explicación más probable".

2 comentarios:

  1. Genial la entrada. Y estoy muy de acuerdo con la reflexión final acerca de que esto es un pasatiempo, eso y solo eso.

    Gracias por el blog

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