domingo, 20 de septiembre de 2020

GANAR EL TOUR EN UN DÍA

El espectador del Tour yacía moribundo, casi en el otro barrio, como Uma Thurman en la moqueta después de un colocón de drogas. En este caso, un  colocón de sopor. Tres semanas interminables de trenecitos y compadreos acaban con la paciencia de cualquiera. Babeando, con la nariz sangrando y los ojos en blanco, un cuerpo casi cadáver pedía clemencia: que acabe el Tour ya, por favor. Pero la etapa de ayer, ese instante de iluminación colectiva, ese acceso al nirvana del televisor, fue como el chute de adrenalina que John Travolta le asesta en pleno corazón. El espectador del Tour no se creía lo que estaba viendo. ¿La debacle? ¿Un nuevo LeMond-Fignon? Yo me sigo frotando los ojos.


Directo al corazón

La proeza atlética de Pogačar es un arma de doble filo. En primer lugar, por lo que ha supuesto en la historia "ganar el Tour en un día". En segundo lugar, porque consagra un modelo de carrera, el "canon guillenesco", de todo atado y bien atado hasta el último día. Un modelo en el que los jefazos del Tour incurrirán un año más en 2021, dado el subidón colectivo. 

Ni él se lo cree

 

El Tour había dejado sus pequeñas miguitas en el camino de cara al gran momento, bien ocultas entre polvaredas de sopor. Jumbo - Visma había asumido, desde el primer minuto, el papel de hampa dorada que en otro momento ejerciera Sky / Ineos. Tony Martin se había metido en el papel de gorila de discoteca como antes hicieran Stannard y Rowe, plantando el safety car cuando la situación parecía oportuna y metiendo miedo a aquellos que intentaban fugarse sin permiso. Kuss, van Aert, Gesink y Dumoulin armaron un trenecito implacable, capaz de convertir llegadas en alto en llegadas al sprint. Costaba cerrar la mandíbula después de ver los prolongados minutos de oro en montaña de Wout van Aert. Pero en realidad todo era una fachada de cartón-piedra, que ocultaba el conservadurismo, la falta de visión de carrera y la tendencia al mal fario típica de los equipos holandeses. 

Esta nueva tiranía trajo como contrapartida positiva la desbandada general del Imperio Británico. Una noticia extremadamente alentadora para un deporte amordazado y encerrado en una mazmorra por los equipos de Brailsford durante casi diez años. Un equipo capaz de inventar corredores cyborg de la nada, de tener siempre abierta la caja de repuestos, habiendo cubierto con un nuevo barniz de pulcritud y benignidad las tácticas más opacas de décadas anteriores. Su colapso solo puede ser un momento de alegría para el ciclismo, como el final de las grandes dictaduras. 

Pero cuando aun estaba caliente el cadáver, Jumbo - Visma pretendía ejercer un dominio parecido, sin la misma capacidad táctica. Los de Brailsford copiaron el modelo Bruyneel a la perfección, al menos en los primeros años: golpe en la mesa en el primer día decisivo y luego trenecito adormecedor. En los últimos años adoptaron tácticas más imaginativas, con ataques en bajada, abanicos o fugas de un uomo solo al commando. Eran las tácticas de un equipo que se sentía en parte asediado por las miradas incrédulas y suspicaces de los aficionados. Jumbo - Visma pretendió copiar el modelo, pero lo ha hecho mal. Plantó la adormidera y sacó a pasear al trenecito antes de haber obtenido auténticas diferencias, con lo cual todo se les ha ido al traste. Sin darse cuenta dejaron una puerta abierta para que se colara una genialidad. 

Y así llegó el chute de adrenalina: John Travolta apuñalando el corazón pintado con rotulador de una Uma Thurman agonizante en el salón de un fumeta. Pero repasemos antes lo sucedido con anterioridad. Pogačar venía de remontada: 1'21'' se dejó en el día decisivo de los abanicos camino de Lavaur, al igual que Landa y Porte. A partir de ese momento comenzó su particular asalto a los cielos. Las etapas de los Pirineos sacudieron un poco al espectador, que pudo por fin abrir los ojos legañosos para centrarse en la carrera. Contribuyó también la excepcional cabalgada frustrada de Marc Hirschi camino de Laruns. Pero Pogačar ya demostraba que era el único rival que podía cuestionar  el dominio aparentemente aplastante de Roglič y Jumbo. 

La cabalgada frustrada de Hirschi


 

Los Alpes vieron en cambio un repliegue de casi todos los equipos, al mismo tiempo que Ineos hacía aguas. Pogačar ganó en la Grand Colombier aprovechando su excelente punta de velocidad, después de lo cual parecía que ya no disponía de más recursos para intentar desbancar a un Roglič que era implacable en los últimos kilómetros. Solo López atacó en el Col de la Loze, en el que parecía que por fin Roglič había interpuesto una distancia con Pogačar que podría ser definitiva, 57''. En un ciclismo de segunditos, de carreras apretadas, esos cincuenta y siete segundos parecían un mundo. En la última etapa de montaña pareció que incluso al joven esloveno le costaba seguir el ritmo en el sterrato en el que pinchó Porte.

Más diferencia separa las dos orillas del Drava

Entonces llegó la magia, los cuentos de Las Mil y Una Noches. Matxín empezó a tocar la flauta y de la cesta asomó poco a poco la cabeza de la Cobra una vez más. Nadie esperaba una crono así de Pogačar. Yo daba por sentado que Dumoulin, van Aert o el propio Roglič ganarían la crono y que Pogačar había acabado cansado las etapas de los Alpes. Hubiese sido lo lógico, tratándose de un corredor tan joven. ¿Pero cuántas veces el ciclismo ha estado reñido con la lógica? Esos momentos de irracionalidad, como en tantas otras ocasiones, son los que llevan al furor, la pasión o al delirio colectivo. 

Hechizos de oriente


Roglič estuvo un poco por debajo de su nivel, especialmente en la subida, en la que su recurso habitual al molinillo no parecía ser suficiente. Esa apariencia de pedaleo liviano, a la que tanto nos hemos acostumbrado desde la época de Froome, parecía completamente inane, un pedaleo en el vacío, sin fuerza. Asomaba el fantasma de Espelette, el de las últimas cronos mediocres. Su postura perfecta parecía no ir acompañada de unas piernas prodigiosas, aunque sus tiempos en el llano hubiesen sido bastante potables. De hecho, el resultado final fue aceptable: hizo quinto en la etapa, con el undécimo tiempo en la subida. Aun así, no fue una crono de alguien que quiere ganar un Tour. 

Locuras de juventud



Fue Pogačar el que se salió, el que rompió el marco y asomó con su cara de niño, ligeramente enrojecida y arrugada por el esfuerzo metahumano, en todos nuestros salones. Valga un simple dato: el tiempo de Dumoulin, segundo en la crono, ni siquiera le hubiera servido a Roglič para salvar los muebles. El pedaleo de Pogačar era todo fuerza, rítmico, potente. Con la cabeza, los brazos y los músculos dorsales acompañaba cada pedalada. Recordaba al Delgado de la crono de Villard de Lans de 1988, como me comentó alguien que había visto también al actual comentarista de chascarrillos en una de las reposiciones del confinamiento. Acometió el último repecho al sprint. Había salido a tope, había continuado a tope y había finalizado todavía más a tope si cabe, con el corazón asomando por la boca, con golpe de riñón incluido, sin dejarse nada guardado, con el potenciómetro en casa. Los tiempos de De la Cruz anunciaban la proeza para aquel que supiera leer entre líneas, al igual que los de Caruso apuntaban a una buena defensa del puesto por parte de Landa. Roglič por su parte entraba con el casco a lo Campeanaerts, descompuesto, intentando ordeñar a una bicicleta que no daba más leche. En meta se repitieron las imágenes de la alegría y el fracaso, remedo de aquellas de LeMond y Fignon, aunque con un final mucho menos ajustado. En resumen, un capovolgimento histórico, de los que marcan época, de los que se recuerdan pasado el tiempo y que luego aparecerán en los libros algo mitificados. 

La historia se repite, quizá como farsa



Después del encantamiento, toca volver a la realidad. Después de la borrachera, como decía @San_Pessoa, toca la reflexión. La proeza de Pogačar entra en los anales del ciclismo-ficción de los últimos años. Pero no tanto entre las obras más recientes del género, sino como una pieza más del ciclismo-ficción noventero, aquel de vuelcos imposibles y cambios de escenario, tan alejado del ciclismo-ficción del control absoluto, los cyborgs, los watts, los campeones de repuesto y los marginal gains al que nos tenía acostumbrado esa factoría de mentiras que ha tiranizado el pelotón durante casi diez años, a la que Jumbo ha pretendido imitar. No me cabe ninguna duda de que Pogačar es un talento natural, el mayor de su generación (un saludo a Evenepoel), pero lo de ayer tiene todo que ver y nada que ver con el talento natural. Ayer había talento natural salpimentado con la vieja escuela de siempre, aquella que consigue las proezas de "ganar un Tour en un día". Sobre todo conociendo a su mentor. Pero también hay algo de justicia poética en todo ello, de esas vueltas de tuerca de las que está plagada la historia, especialmente en sus golpes bajos, personajes turbios y puñaladas traperas: Matxín gana un Tour con su niño protegido dos años después de que se le quitase en los despachos una Vuelta ya archivada, que las autoridades regalaron como compesación al Imperio ocho años después. Not bad.

A star is born



Pogačar se alza así como el ganador más joven del Tour desde Henri Cornet, en 1904 (un corredor que ganó de rebote por el primer escándalo mayúsculo en el Tour de Francia). Ha ganado la montaña y la clasificación de los jóvenes, además de tres etapas: números de Merckx, aunque sin locuras de Mourenx-Ville-Nouvelle ni minutadas de diferencia. Nadie va a amenazar su situación ni cuestionarla: en primer lugar, porque el Tour, sobre todo en este año tan complicado, tenía que llegar a buen puerto, como gran escaparate nacional; en segundo lugar, porque su lucha, aunque marcada por una sombra demasiado negra, es la del hombre solo contra los súper-equipos (que ya todo el mundo aborrece). Por tanto, es difícil no sentir empatía hacia un ciclista joven que empieza su dominio, en un nuevo ciclismo que parece plagado de jóvenes prodigios. Especialmente si se trata de un joven tranquilo, sin alardes, que se expresa corriendo en bicicleta, del que se han visto sus progresos paso a paso, desde que hiciese quinto en la vuelta a su país con 18 años, pasando luego a un cuarto puesto y un Tour del Porvenir, antes de su entrada en el profesionalismo pleno. Luego vino Algarve, California y carreras de verdad, como su portentosa Vuelta a España pasada. Mi apuesta personal era él, lo reconozco, y es un ciclista que me apasiona e ilusiona. Sin embargo, algo me dice que preferiría que no hubiera ganado. 

Después del subidón, llega el bajón


 

2 comentarios:

  1. Muy buena crónica y mejor selección de fotos!!!

    Coincido en la conclusión de mejor si no hubiera ganado o lo hubiera hecho por la mínima. Es más creíble (y apreciable) el Hirschi que es cazado a 3km y hace 3° en el sprint que una locomotora devorapuertos.

    Respecto a las diferencias con Dumo que hace todo el mundo éste hace una subida muy empinada con una cabra (muy pesada), creo que incluso con el cambio de bici Van Aert le mete sobre el minuto (lo leí/escuché por ahí pero ahora no recuerdo el dato exacto). Entiendo que la comparación correcta sería con el golden-boy, pero vamos, que las diferencias indurainescas están ahí (También Delgado -¡¿¡Perico?!?- hace 10° en Luxemburgo) con todo lo que eso significa.

    Golpe maestro de Machín ganando el combate por KO en el último asalto, cuando su enemigo está desprotegido y no hay contragolpe posible, pero aún así, muy pardillos/sobrados los del Jumbo jugando a tiranizar la carrera modo Telekom'96-97 olvidándose que lo primero es lo primero. Han quemado a un Dumoulin que se ha visto que tenía piernas de sobra (como todo lo que llevará el maillot de las abejas) para no sacar ventaja alguna más que las migajas de la bonificaciones.
    Ellos tenían su plan desde el invierno (cuando anuncian su 8 del tour) y han sido incapaces de leer las pequeñas señales de carrera. Han trabajado como bestias desde el día 1, eso cuando el Tío Martin quería que se corriera, sin jugar la baza del holandés errante, que visto lo igualado de la clasificación durante el segundo macizo central no habría estado mal para medir las fuerzas de los equipos rivales...
    A toro pasado todos somos Manolete, pero ha sido la historia del burlador burlado, y otra cosa no, pero el ciclismo siempre ha sido un deporte de listos!

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    1. Muchas gracias por tus palabras! En realidad los de UAE demostraron ser listos, reservaron a Pogacar para el día clave y se notaba que habían reconocido bien el recorrido y ensayado el cambio de bici. Haciendo de abogado del diablo, hay que reconocer a Matxín su capacidad para descubrir talentos jóvenes y encauzar algunas cabezas locas, como Cobo, para que exploten su potencial, más allá de suplementos. La dirección de Jumbo ha dejado al final cierta sensación de desidia e improvisación, poco acorde con ese objetivo de llevarlo todo bien controlado, casi maniatado.

      En cuanto a la crono, viendo gráficas con los tiempos, Pogacar es el único que hizo una carrera constante, a tope en todo momento. Dumoulin, como bien dices, pagó mucho la subida, más que el propio Roglic. La táctica de Jumbo parecía haber montado dos escenarios: darlo todo en el llano y aguantar lo que se pudiera en la subida (Dumoulin) o reservar en el llano para dar el todo en la subida (van Aert). Con Roglic hicieron una combinación de ambas, pero en el lado malo (sobre todo en la subida, en la que acabó hundiéndose supongo que al ir conociendo referencias negativas). Me hubiese parecido una resolución perfecta si en vez de ganar finalmente Pogacar con 59" sobre Roglic lo hubiese hecho con 10" o menos. Todo hubiese quedado más normal: Pogacar con un gran día y Roglic con uno medio malo en el que no ha sabido rematar. Todos contentos. Aunque tampoco soy de los que cargan todas las tintas sobre el rendimiento de Pogacar: claramente es estratosférico, pero no desentona con otras marcianadas recientes. Es muy joven, pero el mantra ese de los 27 años es una cosa que se inventó con Indurain y que estuvo solo presente durante su época, más en el cambio de ciclo (una época en la que tíos en la treintena se convertían en buenos por lo que todos sabemos).

      En cuanto al desarrollo de la prueba, es bien cierto lo que dices, que a todo pasado todos sabemos buscar pegas. Pero a todas luces una diferencia de 57'' parecía margen suficiente, en caso de no haberse dado ni caída ni pinchazo. Han jugado a mantener el tipo, yo creo que porque se han adaptado a la forma de correr de Roglic, a aquello en lo que se puede lucir más, que es el arreón final en subida, a por segunditos y bonificaciones. Es verdad que el papel reservado a Dumoulin, como un trontón más, de poco ha servido. Podían haber jugado con él como segunda baza, como señalas, aunque quizá no han querido romper jerarquías claramente establecidas (hay que reconocer que por vez primera, o al menos desde Menchov, la estructura de Jumbo ha apostado claramente por un corredor no holandés). Puede que tampoco Dumoulin haya querido tener presión. Pero claremente ha sido un corredor bastante desaprovechado.

      Afortunadamente ahora no queda nada para el mundial, en esta temporada tan concentrada.

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