miércoles, 26 de agosto de 2020

PRONÓSTICOS

¿Quién ganará el Tour? La pregunta típica de todos los veranos este año se he retrasado dos meses, a causa de lo que todos ya conocemos. Sin embargo, el "hagan juego, señores" de siempre, ese que Pellos mostraba habitualmente en las previas del Tour al modo de una ruleta de la suerte, se presenta en esta edición más abierto que nunca. En parte por el decretazo de Brailsford con el que ha dejado fuera a las vacas sagradas del imperio británico, con el motivo más que lógico de su lamentable estado de forma. En un ciclismo normal, uno en el que el paso de los años fuera un peso que acabase enterrando en el olvido a los corredores, palada de tierra tras palada, la progresión de Froome y Thomas sería la lógica. Más si cabe después del castañazo del primero. Pero vivimos tiempos paranormales, cargados de sorpresas, y el paso de los años, como se viene demostrando por ejemplos patrios, ya no es óbice para brotes verdes en la madurez. Parece ser que el éxodo a la tierra de la leche y miel por parte de Froome ha traido consecuencias. Y el de los cuatro tours no está por la labor de tirar para nadie: y hace bien. 

Hagan juego, 1977.

 

De esta forma, se plantea una edición plagada de incógnitas. A las ya propias de una carrera abierta se añade la sombría amenaza que planea sobre toda acción humana en los últimos tiempos. ¿Respetará el bicho a la prueba francesa? Los pronósticos que se lanzan al aire pueden así ser de otro signo bien distinto al tema manido de los favoritos: ¿Llegará el Tour a París? ¿Acabarán todos los equipos la carrera? ¿Algún corredor dará positivo por Covid-19? ¿Alguna etapa será cancelada? ¿Qué medidas se tomarán con el público? Muchas dudas, que no auguran buena resolución dado el personaje que controla los mandos. La improvisación y la adaptación a las circunstancias sobre la marcha parece ser la propuesta, como en tantas otras facetas de la vida. 

Todo saldrá bien (versión 1) (pic:Cor Vos)
 

Quizá no sea casual la coincidencia del Tour con la de la "vuelta al cole", marcadas ambas por ese espíritu de improvisación. Pero lejos de mi interés jugar a todólogo. Conscientemente he omitido cualquier comentario sobre la "vuelta al cole" en las redes sociales, porque me afecta directamente y porque me hastía su instrumentalización en aras del politequeo más burdo.  También percibo cierto desprecio hacia la diversidad de España en todo ello. Lejos de querer ser agorero, y sin tampoco caer en el infantilismo de los aplausitos a las ocho y el cartel del arcoíris del "todo irá bien", ese que ahora ha terminado en tantos contenedores, creo que la carrera terminará, y lo hará en circunstancias más o menos normales. Y con ello no quiero sumarme a negacionismos ni historias así: simplemente quiero confiar en que puede salir bien. Quiero cruzar los dedos. 

Todo saldrá bien (versión 2)

 

Dicho esto, pasemos a lo que realmente importa: la carrera. En principio, la trituradora británica sigue operativa, aunque haya parecido que sus engranajes estén un poco atascados. Unas oportunas molestias de espalda supusieron la retirada de Bernal en el pasado Dauphiné, lo que le ha permitido "afinar la preparación". Ante todo, la retirada vino motivada para no hacer mucho el ridículo: los británicos nunca pierden. A pesar de ello, el Ineos no parece el de otros años. Jumbo - Visma se le ha subido a las barbas, ha montado un trenecito alternativo. La llegada de Carapaz in extremis al selecto ocho de Ineos se podría interpretar como una asunción de la propia debilidad mostrada, pero también como un síntoma de la desconfianza de Brailsford ante la disputa completa del calendario programado. Toda la carne del asador en el Tour y que sea lo que dios quiera. 

Una retirada a tiempo para afinar la preparación en la clínca de las estrellas.

 

Jumbo - Visma es la alternativa. Su progreso está macerado en cetonas, como el de otros equipos punteros del pelotón actual, lo que les permite asumir ritmos endiablados en montaña. Darán miedo. Pero, como es habitual en los holandeses, no hay que descartar esa habitual mala suerte, que tantas otras veces se ha cebado con ellos. Kruijswijk fue el primer perjudicado y está en duda la situación de Roglič. El esloveno se estaba convirtiendo en un monstruito intratable hasta su caída en el pasado Dauphiné, chuleándose incluso ante Bernal. Tenía ese pedaleo extraño, etéreo, que tantos éxitos ha dado a Froome en los últimos años: pero la caída lo pone en duda, aunque podría ser una táctica para no estar tan marcado. Algunos hablan de Dumoulin como la alternativa, pero no hay que olvidar que también él ha sido tocado por esa mala suerte que persigue a los holandeses, y quizá le vengan nebulosos recuerdos de la Morcuera o del descenso de Finestre en los momentos decisivos. Viene de un año en blanco, con hambre, y de momento ha demostrado que puede estar ahí: ha demostrado que es corredor.  

 

De amarillo, como el Jumbo - Visma


Mi apuesta (arriesgada) es que gana otro. No sé quién, pero otro. Entre esos otros no está Pinot, ni tampoco Landa, que quede claro. Otro. Otro cualquiera. Aquí se viene a jugar. ¿Emmanuel Buchmann? Puede ser. Su equipo ha crecido, no hay más que ver a Kämna. Se le ha visto bien, sin demostraciones, sin exhibiciones, reservando. Y se le ha visto liviano, ligero, cadavérico, recién aterrizado de la pasarela de Milán para competir en el Dauphiné con dos rodajas de pepino y un vaso de agua como único alimento.  Más posibles. ¿Tadej Pogačar? Por qué no. Es capaz de muchas cosas y recuerden las proféticas palabras del gurú que maneja sus hilos: aun no hemos visto lo mejor de él. Podría ser un perfecto Cesare en manos de un Caligari que ya ha mostrado de lo que es capaz. Y, por qué no decirlo, sabe correr, parece un veterano. Sin embargo, es su primera participación, lo que juega un poco en contra de dar la campanada a las primeras de cambio. ¿Algún colombiano del Education First? Podría ser el caso. La victoria de Daniel Felipe Martínez en Dauphiné está más en la línea de un triunfo a lo Talansky, pero podría ser la sorpresa. Supo aprovechar su momento ante la espantada general. El Tour empieza en Turini, donde ya dejó su sello. Aunque quizá lo de  Daniel Felipe Martínez haya sido el señuelo para camuflar el rendimiento de Higuita y Urán. El equipo de Vaughters es muy dado a las montañas rusas, y los experimentos previos con Vandevelde, Wiggins y Urán quizá den sus frutos. Y por último Quintana. ¿Se podría decir que Quintana lleva por primera vez un equipo hecho a su medida? ¿Un equipo que se dejará la vida por él, como trabajores de la mita andina? Sí, más que nunca. El Quintana de inicios de temporada era ilusionante, el de ahora más en su línea conservadora de siempre, asumiendo pocos riesgos y cayendo en las mismas prácticas que Bernal y compañía de retirarse a tiempo. 

Hace millones de años, Buchmann ganó en Mallorca


Se plantea así un Tour que en lo deportivo, en cuanto periodo de transición o cambio de jerarquías, se podría parecer mucho a esos tours caóticos de Sastre o Pereiro. Y ya sabemos qué fue aquello: tours inciertos, plagados de etapas anodinas y de contados fogonazos luminosos. 

El mood de este post (me comeré mis palabras)


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