domingo, 9 de agosto de 2020

LAS ESTRUCTURAS CAMBIAN, LA ESENCIA PERMANECE

Ha llegado por fin el momento de hablar de carreras de verdad, después de llevar bastante tiempo hablando de refritos y migajas. Carreras de verdad aun alteradas casi hasta la médula, como la presente Milán - Sanremo, con nuevos paisajes y temperaturas. Una sensación de incredulidad y expectación a partes iguales precedía a la disputa de esta Milán - Sanremo estival. Las fotos de la mañana en el Castello Sforzesco ya mostraban una imagen muy distinta de la de bruma, chubasqueros y mangas largas habituales. Era una imagen atípica de sol y mascarillas. Las imágenes de la Aurelia serpenteando junto al mar han sido sustituidas por las de la frontera quebrada entre el Piemonte y la Liguria, de montes boscosos en los que uno se imagina con facilidad al barón rampante de Italo Calvino saltando de árbol en árbol. Pero a pesar de estos cambios, la esencia de la carrera ha permanecido inalterada, como ha resumido a la perfección en un tuit Ton Vilalta: 

"La Milano-Sanremo confirma un any més el patró: 270 km d'avorriment seguits pels millors últims 30 km de la temporada."

@TVilalta

Las coincidencias de un calendario concentrado han impedido que la Milán - Sanremo tuviera este año ese carácter de liturgia inicial de antaño, a la que acudir puntualmente, se tuvieran opciones de victoria o no. La mayor parte de los corredores de grandes vueltas han optado por l'Ain y en menor medida por Polonia, salvo algún irredento como Nibali o Pogačar. A pesar de ello, los grandes nombres con opciones a la victoria figuraban en la salida. Llama la atención el caso de Kristoff, al que el equipo mandó a Polonia a pesar de sus apabullantes números en Sanremo, y que tuvo la mala suerte de verse implicado en el tremendo accidente de Fabio Jakobsen. 

Las primeras imágenes en directo muestran cómo los acontecimientos se están desarrollando según su lógica habitual en los últimos años. Abre carrera una escapada de aventureros de los equipos invitados, más un Astana y un Movistar: Mazzucco, Tonelli, Bais, Damiano Cima, Frapporti, Boaro y Carretero. Una escapada sin opciones. La ruta transita por el nuevo recorrido, una zona tupida de vegetación, con escasos pueblos y bastantes obras de ingeniería para sortear la complicada orografía. Mientras tanto, en el pelotón reina la tranquilidad. Lotto y Deceuninck marcan el ritmo, controlando desde la distancia el palo con la zanahoria. La tranquilidad es tal que Matteo Trentin se va al suelo como en uno de esos despistes de primera semana de gran vuelta, perdiendo así sus opciones de ser protagonista. En el Colle di Nava, Héctor Carretero es el primero en ceder, no desentonando con el rendimiento general de los últimos días de Movistar, ya sea por Sram o por otras causas. Mientras tanto, los demás italianos continuan su marcha hacia el mar, en una bajada pronunciada pero realizada por buena carretera. 

Imperia acoge a los escapados con más gente en los balcones que en la calle. A lo largo de la Aurelia hay más hamacas en la playa que espectadores al pie de la ruta, salvo en algunas calles a la sombra, como la famosa porticada de Imperia. El ritmo comienza entonces a incrementarse dada la cercanía de los hitos de la jornada, puesto que el recorrido previo no ha servido más que para calentar el ambiente con un buen empacho de kilómetros. Se han echado de menos los capi, que si bien poco aportaban a la carrera, sí que al menos veían ya las primeras escaramuzas y las primeras pugnas serias por el puesto, especialmente en el capo Berta. 

Los escapados son cazados y comienza la subida a la Cipressa. La pólvora que se utiliza es todavía de fogueo, como atestiguan los ataques de Loïc Vliegen y Jacopo Mosca. Por detrás, Giulio Ciccone intenta moverse como en otro tiempo lo hicieran Pantani o Bartoli, pero la época de los ataques lejanos en la Cipressa ha quedado muy atrás. Se podría decir incluso que esos ejemplos del pasado eran más bien piruetas de catch que ataques serios para la victoria. Para lo único que sirve la Cipressa es para ir descartando ganadores: en este caso, Ewan y Gaviria. En la bajada, Daniel Oss se marcha casi sin querer, con dos curvas tomadas a cuchillo. 

Daniel Oss protagoniza el tránsito entre Cipressa y Poggio, aunque sin mucho convencimiento. Por detrás, los equipos van tomando posiciones: Deceuninck - Quick Step, Ineos, incluso Alpecin - Fenix. Nicola Conci se mueve por detrás, siguiendo la táctica de ataque constante de moscones que está siguiendo Trek - Segafredo, aunque sin demasiada efectividad. Llega el momento de la verdad, la ascensión al Poggio, que este año se va a hacer con algún kilómetro de más en las piernas. 

El primer movimiento serio lo protagoniza Gianluca Brambilla, seguido de Aimé De Gendt, ese corredor atacante de apellido predestinado. Son de nuevo Trek - Segafredo y Circus - Wanty los equipos más empeñados en llevar fuerte la carrera mediante el ataque. Aimé De Gendt se queda solo por delante, aunque su ataque, como el anterior de su compañero Loïc Vliegen, no parece que vaya a dar resultados esperados: por detrás se van calentando motores y podría decirse que se oye ya el rumor que precede a las tormentas. Es Alaphilippe el que decide dinamitarlo todo, como lleva haciendo ya unos años en el Poggio. Arranca en el repecho previo a la iglesia de Nostra Signora della Guardia, el instante de los elegidos, y en un primer momento Nibali, Kwiatkowski y van Aert parecen poder seguirle el ritmo. Van Avermaet y van der Poel se mantienen en el grupo.

Alaphilippe mete una marcha más y comienza el despegue. Nibali y Kwiatkowski ceden, mientras van Aert se mantiene a una distancia recuperable, con la esperanza de que el yoyó vuelva en algún momento entre sus dedos. Alaphilippe se lanza con todo su repertorio de contoneos y mandíbulas desencajadas, redobla esfuerzos conquistando metro a metro una diferencia que puede permitirle soñar con una reedición de su triunfo. Se ha puesto la máscara de Fondriest, de Furlan, de Jaja. Parece más que posible. Pero van Aert se mantiene a distancia, impasible, en modo panzer, con una escalada silenciosa. Su labio caído recuerda al de un inflexible Tony Martin en busca de objetivos. Pero también tiene el aire grácil y poderoso de los antiguos belgas morenos, de cejas espesas y grandes patillas, que dominaban esta colina en otro tiempo. Esos son los instantes en los que se juega todo como siempre en la Milán - Sanremo, unos segundos decisivos en los que se deja caer la carta sobre el tapete, sea buena o mala. En esta ocasión, una mano jugada con inusitada brutalidad. 

El momento decisivo (CorVos)
 

Comienza el descenso. A Alaphilippe le pierden los descensos. Saca el alma cani que llega encerrada, y como un adolescente con el casco de visera y moto de trial, se lanza en cada curva, rectificando, gustándose. Pero el descenso del Poggio se debe ejecutar más bien con escuadra y cartabón: con sangre fría, jugando con los límites pero también con las posibilidades que da la geometría. Kelly enseñó que es un descenso que se puede acometer sacándole brillo a los rastrales en los quitamiendos de piedra, con una velocidad más que el rival. Pero la mente de Alaphilippe parece aturdida por nubes de gasolina quemada y derrapes de moto gp. No es un descenso difícil, pero trazar bien o mal las tres o cuatro curvas iniciales puede ser la diferencia entre la victoria y la derrota. Alaphilippe no agita las piernas, no parece estar disfrutando. Ese agitar de las patitas, el propio de un insecto recién ensartado en el cuadro de un entomólogo, es un tic de dominio y felicidad. Pero ahora una vez más presiente una especie de huracán arrollador, un tubo de aire silencioso, que viene desde atrás, como en aquella Amstel. Traza mal dos curvas. Una la toma prácticamente por fuera, tumbándose. Mira hacia atrás: ahí está van Aert, bajando con elegancia. Unos raíles invisibles parecen marcar la trazada buena, a la que el belga se somete con docilidad. Alaphilippe sabe que no debe forzar más, la moto de trial parece no responder a sus movimientos: decide esperar.

Por detrás el grupo está muy cerca, pero hay mucha cabeza de cartel y poco telonero. Mohorič es el primero que se lanza con su estilo de equilibrista: no en vano es él el inventor del "bicho-bola" y parece reivindicarlo.  Ha estado mucho tiempo dormido, exactamente desde la pasada Sanremo, y en ese intervalo otros eslovenos han copado el interés general. Lidera un grupo de una veintena de corredores, en la que muchos se mantienen agazapados, y otros, como Formolo, dan más la cara. 

En la incorporación a la vía Aurelia, Alaphilippe y van Aert llevan un puñado de segundos de ventaja. Alaphilippe decide ponerse a rueda a falta de dos kilómetros: se coloca la máscara de no colaborar y esperar. Se traviste de Bettini, de Van Petegem. Por su parte, van Aert ha madurado. Ya sabe que una carrera así no se gana como un ciclocross, poniéndose en cabeza y que me siga quien pueda. Se pone delante pero tira de mentiras, a lo zorrete, mientras el grupo por detrás se aproxima en un tira y afloja en el que nadie se pone de acuerdo. Sagan, Matthews y Van Avermaet van de tapadillo, esperando su oportunidad. También está Gilbert, que sueña a lo grande, e incluso Pogačar, que siempre está ahí. También se ha colado algún invitado sorpresa, como Álex Aranburu, el joven Matteo Jorgenson salvando el honor de Movistar o Arnaud Démare, al que nadie quiere llevar adelante. No hay gregarios, nadie se quiere sacrificar. 

Por delante comienza un duelo de sangre fría. Un baile en el que ninguno de los miembros de la pareja quiere dar un traspiés o llevar la iniciativa. Se diría que van Aert parece ir directo al matadero: pero en realidad está ahorrando, y además desde la pasada Sanremo ya ha llovido, se ha revelado como sprinter, se ha caído y se ha recuperado. Alaphilippe parece un rival asequible. El francés, por su parte, quiere jugar de nuevo a la Amstel: si viene un huracán por detrás, se los llevará a los dos, pero mientras ahorre energía más pilas tendrá la moto. El sprint tarda en lazarse, por detrás algunos ya tienen la caña preparada.

Se lanza el sprint. Los dos marchan emparejados, igualados, en un final emocionante. ¿Ganará el francés con su táctica de la dilación? ¿Ganará el belga, que parece hacerlo todo bien? Es un sprint tenso, que se expande en el tiempo. Alaphilippe cimbrea la bici, la contonea: da la sensación de que la bicicleta le domina a él y no al revés, como un caballo desbocado. Van Aert sujeta con fuerza el manillar, se levanta apenas del sillín, es un gigante a su manera. Alaphilippe lanza la bicicleta, pero no es suficiente. Al final, en los últimos metros, la victoria va para el belga.  Caras alternadas de alegría y decepción. A Alaphilippe se le ha quedado cara de máscara africana, van Aert luce una amplia sonrisa. Por detrás Matthews se hace de nuevo con un puesto de honor, por delante de un Sagan que ha jugado al escondite, con una actitud más tranquila y paciente que en otras ocasiones, pero que una vez más no le ha dado resultados. 

Una recta de meta en condiciones (foto vía @kapelmuur29)

Emoción hasta el final (vía @stefanorizzato)
Una prensa deportiva que está ahí cuando el ciclismo realmente importa (vía @lequipe)


Esta Sanremo "adulterada" por las circunstancias ha dejado el mismo regusto de siempre. Un final de infarto, como la última vuelta de un mundial. Si en los mundiales se va removiendo la sopa vuelta a vuelta hasta que alcanza su gusto perfecto, en la Milán - Sanremo unos últimos minutos de cocción a pleno fuego son los que dan como resultado la receta perfecta, siendo los kilómetros previos simplemente los trozos de leña que arden en el fuego. 

1. Wout van Aert, 2. Julian Alaphilippe, 3. Michael Matthews (vía @gazzetta)

¿Qué decir del ganador? De Wout van Aert se habla, pero no tanto como de otros niños prodigio. Sprinta, contrarrelojea, parece que ha aprendido a controlar los tiempos y a guardar fuerzas en el momento indicado, y pertenece a un equipo que parece tener la fórmula capaz de hacer escalar a rodadores, siempre y cuando lo permita una proverbial mala suerte. Este ha sido el primer gran triunfo en una clásica de las que justifica una vida deportiva. Si sus rivales generacionales se ponen las pilas, pueden darse bonitos duelos en los próximos años. 


No hay comentarios:

Publicar un comentario