La
primavera intanto tarda ad arrivare.
Franco
Battiato
Hace
más o menos un año, imbuido del tono involuntariamente nostálgico
que a veces se apodera de esta página, escribía sobre La
course en tête, ansioso
a la espera de una primavera que, como todos los años, tarda en
llegar. Este año, con cancelaciones e incertidumbres, parece que
directamente nos la tendremos que saltar.
Mañana
comienza la París - Niza, en un ambiente enrarecido de desbandada
generalizada de los grandes equipos. Pero en Italia, la Milán -
Sanremo no se va a disputar, y tampoco Strade Bianche ni Tirreno -
Adriatico, los aperitivos. Según la organización se han pospuesto,
aunque será difícil encontrarles acomodo en una temporada
sobrecargada, con Juegos Olímpicos incluidos. Si se repara en que la
Classicissima
solo
ha dejado de disputarse durante tres años, uno se da cuenta de la
dimensión de la tragedia. 1916, 1944 y 1945, tres annus
horribilis.
1916: la primavera posterior a la entrada italiana en la Gran Guerra. 1944 y 1945, los años de la ocupación nazi de la Alta
Italia y la formación de la República de Salò, años de guerra
civil encubierta bajo el telón de la II Guerra Mundial. Partisanos
contra pidocchi
neri, con
el trasfondo de pueblos masacrados. En resumen, cataclismos,
desastres y muertes por doquier. Y ahora, el coronavirus. ¿Es para
tanto? No lo sé. No quiero jugar, como Trump
o Rallo,
a epidemiólogo. Aunque siempre es mejor prevenir que curar.
Así
pues, habrá que tener en cuenta lo disputado hasta ahora, incluidas
las pachangas de pretemporada, porque si no esta página corre el
riesgo de quedarse tan tiesa como la temporada ciclista. Hasta el
momento cuatro han sido los ases de la baraja, dos de la nueva
hornada, Evenepoel y Pogačar, casi valets ascendidos a reyes;
los otros dos, Nairo Quintana y Adam Yates, más bien comodines
inesperados. Los cuatro han sido los Della Santa de la temporada
2020.
Remco
Evenepoel ha destacado en todos los terrenos, contra el viento, en
solitario, en subidas tendidas y en subidas explosivas. En su
maduración, se le está afilando la cara, adoptando un buen
perfil ciclista. Por su parte, Pogačar se dio un paseo por la
Volta a la Comunidad Valenciana, entre autopistas, naranjos y cuestas
de cabras. A pesar de su cara de niño despierto, jugó con sus
rivales como un experto veterano, en una carrera claramente
descafeinada.
Parallels
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Aunque
las grandes sorpresas han sido las de Nairo Quintana y Adam Yates. El
colombiano, en modo revenant, rompió los grilletes y lanzó
un ataque a falta de siete kilómetros para la meta del Chalet
Reynard. Solo tiene treinta años (¿quién lo diría?). Más de un
minuto endosó a Lutsenko. En los emiratos, Adam Yates imitó al
colombiano en la subida a Jebel Hafeet. De estos gemelos nunca se
sabe, se intercambian los roles de bueno y malo con mucha facilidad.
Ahora es Adam el bueno de "los gemelos golpean dos veces".
Para mí son siempre el mismo, rodando en la punta del sillín, con
el menudo cuerpo algo erguido, con inusitada fuerza en una subida en
la que rodar. Un minuto le metió a Pogačar, más estético en su
marcha, con más ansia por ganar, dado el patrocinador.
Piet
Quintana
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Las
autoridades decidieron que se corriera "a puerta cerrada"
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En una
vuelta carente de brillo y aliciente como el tour de los emiratos, se
repitió la subida a Jebel Hafeet. En la revancha, Adam Yates reguló,
aunque tenía intenciones de ganar otra vez, en esta ocasión con más
cálculo que fuerza. Sin embargo, Pogačar aprovechó los
descansillos para rodar a placer y darle alcance. Lutsenko se valió
del parón delantero para alcanzar al dúo y la cosa se dirimió al
sprint. Ahí fue Pogačar el más listo, ganando una vez más por
fuera (como en Cullera), aprovechando hasta el último centímetro
para lanzar la bicicleta y arrebatarle el triunfo a un negligente
Lutsenko, que ya estaba celebrando.
Robada
de cartera final, a lo Freire.
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Y
luego, la paralización, la alarma, el confino.
El sainete. El virus se había colado en el pelotón, como aquel
espontáneo que se coló en su día en la vuelta
a Andalucía. Entre autoridades inoperantes, organizadores de RCS
de turismo, periodistas españoles olisqueando carnaza y los
italianos propalando rumores a la mínima, se vivieron momentos
esperpénticos. Los medios generalistas repararon en el ciclismo por
primera vez en mucho tiempo. Los ciclistas estaban confinados, pero
podían desayunar codo con codo. El número de sospechosos de
infección iba bailando. Los periodistas italianos tenían el twitter
bien a mano a la mínima que oían pasar una sirena. Por desgracia,
Cofidis, Groupama-FDJ, Gazprom y parte de UAE aun siguen allí.
El fin
de semana de apertura flamenco se disputó en un ambiente enrarecido,
con medio pelotón internacional retenido en los emiratos. La Omloop
Het Nieuwsblad trajo ya el aroma del ciclismo auténtico, en un
recorrido muy familiar, con Kapelmuur y Bosberg enlazados. Por
delante se marcharon Jasper Stuyven, Yves Lampaert, Søren Kragh Andersen, Tim De Clercq, Mike Teunissen y Matteo Trentin, y los tres primeros salieron del
cedazo que siempre ha sido la subida a la capilla. Trentin trató de
alcanzarles, pero fue en vano. En el sprint, Stuyven manejó bien a
Lampaert, consiguiendo por fin su primera gran clásica.
Lugar
para grandes fotos (pic. Tim De Waele)
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En la
Kuurne-Brussel-Kuurne (con meta en Kortrijk), fue Asgreen el
predestinado de Deceuninck. Dio toda una exhibición de rodar en el
llano, de forma incansable, con esa cuerda particular que tienen los
de Lefevere para el pedaleo redondo. Los escapados Roy Jans y Boris
Vallée saltaron por los aires, arrastrados por el vendaval que
Asgreen abría a su paso. Cuando el pelotón estaba a punto de darle
alcance, un oportuno fallo en la señalización de una rotonda
decantó finalmente la balanza en favor del trotón danés, que
consiguió así un gran triunfo.
Entre
semana llegó Le Samyn, una carrera que siempre deja buenas imágenes
a pesar de su participación, en general bastante pobre. El circuito
final transita por caminos adoquinados infames y embarrados, entre
poblaciones de casas destartaladas de ladrillo rojo, a la manera del
poblado minero simulado, decrépito y casi abandonado, de Bienvenidos
al norte. Es el paisaje idóneo para un gran día de ciclismo,
aunque también para una película de Kean Loach sobre huelgas
mineras. Esta vez Hugo Hofstetter pudo llevarse un triunfo que
parecía marcado de antemano para los Deceuninck.
La
Samyn, el paisaje ciclista.
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Esto
ha sido el ciclismo hasta el momento. ¿Y ahora qué? Nos espera una
París - Niza con Quintana como máximo aspirante, dada la rajada
general. Las autoridades
recomiendan que los equipos no repartan botellines ni cojan nada
del público, que no se firmen autógrafos ni se choquen manos, y que
las puertas de los hoteles se abran con el codo. ¿Se extenderá la
plaga, la psicosis? ¿Llegará al norte? ¿Habrá Giro? ¿Las
carreras disputadas hasta el momento serán nuestro "Giro di
guerra"? ¿Las deberé puntuar doble?
En el
Nosferatu
de
Herzog, los burgueses salen a comer y a beber a
la calle y a las plazas. Borrachos, cantan, bailan, se besan
entre ellos, brindan y comen a placer. "Nuestra última comida",
dicen saludando, copa en mano, a una perdida Isabelle Adjani. Poco después, la mesa se llena de
ratas. El asqueroso vampiro ha traído consigo la peste y la
destrucción. Así tendremos que hacer los aficionados al ciclismo:
disfrutar de cada carrera como si fuese la última, en este año
extraño de miedos, paranoias y enfermedades contagiosas.
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