sábado, 7 de marzo de 2020

ANNUS HORRIBILIS

La primavera intanto tarda ad arrivare.
Franco Battiato


Hace más o menos un año, imbuido del tono involuntariamente nostálgico que a veces se apodera de esta página, escribía sobre La course en tête, ansioso a la espera de una primavera que, como todos los años, tarda en llegar. Este año, con cancelaciones e incertidumbres, parece que directamente nos la tendremos que saltar.


Mañana comienza la París - Niza, en un ambiente enrarecido de desbandada generalizada de los grandes equipos. Pero en Italia, la Milán - Sanremo no se va a disputar, y tampoco Strade Bianche ni Tirreno - Adriatico, los aperitivos. Según la organización se han pospuesto, aunque será difícil encontrarles acomodo en una temporada sobrecargada, con Juegos Olímpicos incluidos. Si se repara en que la Classicissima solo ha dejado de disputarse durante tres años, uno se da cuenta de la dimensión de la tragedia. 1916, 1944 y 1945, tres annus horribilis. 1916: la primavera posterior a la entrada italiana en la Gran Guerra. 1944 y 1945, los años de la ocupación nazi de la Alta Italia y la formación de la República de Salò, años de guerra civil encubierta bajo el telón de la II Guerra Mundial. Partisanos contra pidocchi neri, con el trasfondo de pueblos masacrados. En resumen, cataclismos, desastres y muertes por doquier. Y ahora, el coronavirus. ¿Es para tanto? No lo sé. No quiero jugar, como Trump o Rallo, a epidemiólogo. Aunque siempre es mejor prevenir que curar.


Así pues, habrá que tener en cuenta lo disputado hasta ahora, incluidas las pachangas de pretemporada, porque si no esta página corre el riesgo de quedarse tan tiesa como la temporada ciclista. Hasta el momento cuatro han sido los ases de la baraja, dos de la nueva hornada, Evenepoel y Pogačar, casi valets ascendidos a reyes; los otros dos, Nairo Quintana y Adam Yates, más bien comodines inesperados. Los cuatro han sido los Della Santa de la temporada 2020.


Remco Evenepoel ha destacado en todos los terrenos, contra el viento, en solitario, en subidas tendidas y en subidas explosivas. En su maduración, se le está afilando la cara, adoptando un buen perfil ciclista. Por su parte, Pogačar se dio un paseo por la Volta a la Comunidad Valenciana, entre autopistas, naranjos y cuestas de cabras. A pesar de su cara de niño despierto, jugó con sus rivales como un experto veterano, en una carrera claramente descafeinada.


Parallels


Aunque las grandes sorpresas han sido las de Nairo Quintana y Adam Yates. El colombiano, en modo revenant, rompió los grilletes y lanzó un ataque a falta de siete kilómetros para la meta del Chalet Reynard. Solo tiene treinta años (¿quién lo diría?). Más de un minuto endosó a Lutsenko. En los emiratos, Adam Yates imitó al colombiano en la subida a Jebel Hafeet. De estos gemelos nunca se sabe, se intercambian los roles de bueno y malo con mucha facilidad. Ahora es Adam el bueno de "los gemelos golpean dos veces". Para mí son siempre el mismo, rodando en la punta del sillín, con el menudo cuerpo algo erguido, con inusitada fuerza en una subida en la que rodar. Un minuto le metió a Pogačar, más estético en su marcha, con más ansia por ganar, dado el patrocinador.






Piet Quintana







Las autoridades decidieron que se corriera "a puerta cerrada"


En una vuelta carente de brillo y aliciente como el tour de los emiratos, se repitió la subida a Jebel Hafeet. En la revancha, Adam Yates reguló, aunque tenía intenciones de ganar otra vez, en esta ocasión con más cálculo que fuerza. Sin embargo, Pogačar aprovechó los descansillos para rodar a placer y darle alcance. Lutsenko se valió del parón delantero para alcanzar al dúo y la cosa se dirimió al sprint. Ahí fue Pogačar el más listo, ganando una vez más por fuera (como en Cullera), aprovechando hasta el último centímetro para lanzar la bicicleta y arrebatarle el triunfo a un negligente Lutsenko, que ya estaba celebrando.


Robada de cartera final, a lo Freire.

Y luego, la paralización, la alarma, el confino. El sainete. El virus se había colado en el pelotón, como aquel espontáneo que se coló en su día en la vuelta a Andalucía. Entre autoridades inoperantes, organizadores de RCS de turismo, periodistas españoles olisqueando carnaza y los italianos propalando rumores a la mínima, se vivieron momentos esperpénticos. Los medios generalistas repararon en el ciclismo por primera vez en mucho tiempo. Los ciclistas estaban confinados, pero podían desayunar codo con codo. El número de sospechosos de infección iba bailando. Los periodistas italianos tenían el twitter bien a mano a la mínima que oían pasar una sirena. Por desgracia, Cofidis, Groupama-FDJ, Gazprom y parte de UAE aun siguen allí.


El fin de semana de apertura flamenco se disputó en un ambiente enrarecido, con medio pelotón internacional retenido en los emiratos. La Omloop Het Nieuwsblad trajo ya el aroma del ciclismo auténtico, en un recorrido muy familiar, con Kapelmuur y Bosberg enlazados. Por delante se marcharon Jasper Stuyven, Yves Lampaert, Søren Kragh Andersen, Tim De Clercq, Mike Teunissen y Matteo Trentin, y los tres primeros salieron del cedazo que siempre ha sido la subida a la capilla. Trentin trató de alcanzarles, pero fue en vano. En el sprint, Stuyven manejó bien a Lampaert, consiguiendo por fin su primera gran clásica.


Lugar para grandes fotos (pic. Tim De Waele)


En la Kuurne-Brussel-Kuurne (con meta en Kortrijk), fue Asgreen el predestinado de Deceuninck. Dio toda una exhibición de rodar en el llano, de forma incansable, con esa cuerda particular que tienen los de Lefevere para el pedaleo redondo. Los escapados Roy Jans y Boris Vallée saltaron por los aires, arrastrados por el vendaval que Asgreen abría a su paso. Cuando el pelotón estaba a punto de darle alcance, un oportuno fallo en la señalización de una rotonda decantó finalmente la balanza en favor del trotón danés, que consiguió así un gran triunfo.
 
Entre semana llegó Le Samyn, una carrera que siempre deja buenas imágenes a pesar de su participación, en general bastante pobre. El circuito final transita por caminos adoquinados infames y embarrados, entre poblaciones de casas destartaladas de ladrillo rojo, a la manera del poblado minero simulado, decrépito y casi abandonado, de Bienvenidos al norte. Es el paisaje idóneo para un gran día de ciclismo, aunque también para una película de Kean Loach sobre huelgas mineras. Esta vez Hugo Hofstetter pudo llevarse un triunfo que parecía marcado de antemano para los Deceuninck.


La Samyn, el paisaje ciclista.


Esto ha sido el ciclismo hasta el momento. ¿Y ahora qué? Nos espera una París - Niza con Quintana como máximo aspirante, dada la rajada general. Las autoridades recomiendan que los equipos no repartan botellines ni cojan nada del público, que no se firmen autógrafos ni se choquen manos, y que las puertas de los hoteles se abran con el codo. ¿Se extenderá la plaga, la psicosis? ¿Llegará al norte? ¿Habrá Giro? ¿Las carreras disputadas hasta el momento serán nuestro "Giro di guerra"? ¿Las deberé puntuar doble?


En el Nosferatu de Herzog, los burgueses salen a comer y a beber a la calle y a las plazas. Borrachos, cantan, bailan, se besan entre ellos, brindan y comen a placer. "Nuestra última comida", dicen saludando, copa en mano, a una perdida Isabelle Adjani. Poco después, la mesa se llena de ratas. El asqueroso vampiro ha traído consigo la peste y la destrucción. Así tendremos que hacer los aficionados al ciclismo: disfrutar de cada carrera como si fuese la última, en este año extraño de miedos, paranoias y enfermedades contagiosas.  




 

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