No
es necesario hablar de los acontecimientos que han provocado este
abrupto parón en una temporada ciclista apenas comenzada, por de
sobra conocidos. Las competiciones ciclistas, como sucede con
cualquier otra competición deportiva, festividad o festival, forman
parte del engranaje de rutinas que marca el paso de los meses y los
años. Constituyen hitos que, dada su repetición, permiten
establecer paralelismos entre épocas, evoluciones y contrastes: pero
sobre todo, continuidades. La ruptura de la continuidad viene marcada
por algo de dimensiones incontenibles e impredecibles. Se conocían
los parones por guerras, incluso los parones por hambre en el caso de
la Vuelta. Se conocen, por desgracia, carreras deportivas truncadas
por la guerra, desde los casos definitivos de Lapize y Faber, a
aquellos otros no tan trágicos, como los de Valetti o Deloor. Este
parón de 2020 nos ha pillado a todos desprevenidos, porque nada
hacía prever que una enfermedad comenzada en Wuhan pudiese
extenderse con tanta rapidez y virulencia. La París-Niza del 2020
figurará, en el imaginario de la comunidad ciclista, como la última
carrera antes del apagón.
Imagen
extraída de Apocalipsis, la Primera Guerra Mundial
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Ha
sido una carrera interesante y disputada, siempre pendiendo de un
hilo, en la que cada etapa se ha corrido como si fuese la última.
Quizá se ha alargado en exceso, con una etapa final que poco ha
aportado al desarrollo de la carrera, y sí que ha supuesto que el
ciclismo fuese uno de los más tardíos deportes en bajar la
persiana. Algo paradójico, habiéndose tratado del primer deporte en
el que se dieron el contagio y la cuarentena. A día de hoy observo
con más indulgencia las ausencias del comienzo de la carrera: una
prueba en la que, a cuentagotas, muchos han ido marchándose, pues
primaba, de forma lógica, antes la salud y la cercanía con los
suyos que la disputa de lo que no deja de ser, a su manera cruel, un
juego.
La
carrera nos deparó dos días iniciales corridos a cuchillo, en los
que el viento volvió a demostrar que es un factor inherente al
espectáculo ciclista, además de uno de sus mayores alicientes.
Después de la caída en una rotonda de Barguil y Bardet, todo
estalló por las aires, en uno de esos días sombríos, todavía
invernales, del norte de Francia, en el que los bosques, con sus
tristes árboles sin hojas, despiden humedad y una cierta sensación
de orden dentro de la desolación. Quintana se mostró atento,
también Higuita, pero los auténticos protagonistas del día fueron
Alaphilippe y Benoot. Alaphilippe se mostró valiente, sin estar
tocado por la barita (o por la poción) como en la primavera pasada.
Benoot, por su parte, dio relevos sin mirar atrás, sin exigir nada,
como algo característico de un corredor con tan pocos triunfos.
García Cortina por detrás acercó al grupo de supervivientes, en el
que demarraron Teuns y Schachmann en el último repecho empedrado.
Alaphilippe,
gesticulando a la manera de Marcel Marceau, incitaba a Benoot a tirar
más. Este, como una mula, no exigía nada a cambio, mientras el
francés era todo codos y miradas. La reacción de Alaphilippe era la
misma que en otras ocasiones se le ha visto: cuando las fuerzas
flaquean, empieza el teatro, como en la pasada Amstel. Teuns y
Schachmann les dieron alcance. Se trataba de dos corredores hábiles
y astutos, que jugaron con un Alaphilippe desfondado. Benoot intentó
marcharse, sabiéndose el menos rápido, y los recién llegados
dejaron toda la tostada a Alaphilippe, como mandan los cánones del
ciclismo. Con Alaphilippe amortizado, Teuns lanzó el sprint
demasiado lejos, lo que le sirvió a Schachmann para cogerle rueda y
ganar la etapa. A la postre, sería el vencedor de la carrera.
Plaisir
- Plaisir: 1º Schachmann, 2º Teuns, 3º Benoot, 4º
Alaphilippe.
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La
siguiente etapa fue la decisiva, también contra el viento. Hizo un
día menos sombrío, pero igual de ventoso. Esas llanuras centrales
de Francia, tan abiertas, facilitan que el enemigo invisible del
pelotón, el viento, lo desarbole y diezme, dejándolo como a un
ejército en desbandada. Se vieron imágenes portentosas ese día,
grabadas con pericia y gran sentido estético por parte de las
cámaras del helicóptero. Fue un día decisivo porque el viento y
los percances mecánicos dejaron fuera de juego a Alaphilippe y
Quintana, y porque Higuita, con su estatura diminuta, se batió con
gran bravura en el interior de un pelotón de pívots.
Pedersen
y Sagan, nada menos que dos campeones del mundo, fueron los que hicieron saltar todo por los aires, como si el
pelotón fuese uno de esos puentes a dinamitar en guerra. Küng
intentó inútilmente meter en el grupo delantero a Pinot, pero
Vanmarcke sí pudo hacerlo con Higuita. Casi los últimos 10
kilómetros fueron un solo de Pedersen, el actual campeón del mundo,
que se reivindicó con digno portador del maillot. En el sprint,
Sagan lanzó a Ackermann, que apenas pudo levantarse del sillín:
llevaba una buena tostada encima. De su espalda salió como
un fulmine Nizzolo y se llevó la etapa. En resumen,
el que ha sido el mejor día de ciclismo de todo lo que llevamos de
temporada (y ya veremos si no lo es de la temporada entera) fue para un
sprinter poco habituado a ganar, que lleva dos triunfos este año. Perteneciente a un
equipo, el NTT ex-Dimension Data, que habitualmente cerraba pelotones
y poco se diferenciaba de cualquier equipo continental, pero que este año
está en primera línea (también Campenaerts) gracias a los
encantamientos de Riis.
Chevreuse
- Chalette-sur-Loing: 1º Giacomo Nizzolo.
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La
tercera etapa fue más tranquila, con una pactofuga que
recordó a los momentos más lánguidos del Tour. Era en parte
normal, dado el esfuerzo brutal de los días anteriores. El sprint
tuvo su miga, ya que se vio en él a un García Cortina imperial,
ganando a base de fuerza, sin apenas levantarse del sillín, a Peter
Sagan. Poco antes, una caída bastante extraña se llevó por delante
a Sam Bennett y a Hugo Hofstetter, que quedó enganchado a la bici de
Caleb Ewan, lastrando su avance.
3ª
etapa: Chalette-sur-Loing - La Châtre: 1º García Cortina.
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La
contrarreloj del día siguiente mostró que Maximilian Schachmann era
un líder muy sólido. Quintana e Higuita, los grandes favoritos para
la montaña, no lo hicieron mal, pero Schachmann lo hizo fenomenal.
Aún así, la victoria fue para Soren Kragh Andersen, un ejemplo más
de un Sunweb que ha tenido una prestación muy destacada en esta
última carrera.
La
quinta etapa estuvo marcada por una fuga que casi llega a término,
protagonizada por Alexis Gougeard y sobre todo por Jan Tratnik, que
se quedó a cincuenta metros de la victoria. Esta fue, de forma
también sorprendente, para Niccolò Bonifazio, sprinter de segunda
fila dado a marrullerías y descensos suicidas. El italiano se
desquitó con este triunfo de la anulación de su más querida
carrera, la Milán – Sanremo. Con Caleb Ewan fuera de juego, el
ligur salió disparado de la parte delantera del pelotón y sobrepasó
a Tratnik, con uno de sus habituales bandazos.
5ª
etapa. Gannat - La-côte-Saint-André: 1º Niccolò Bonifazio.
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La
carrera entró entonces en un punto extraño. Los corredores
norteamericanos se retiraron, dado el cierre de fronteras de los
Estados Unidos. Al día siguiente, lo harían algunos daneses. Las
cancelaciones y aplazamientos se iban sumando en todas las
competiciones deportivas europeas en marcha, y la disputa de una
carrera como la París-Niza comenzaba a resultar incómoda y
cuestionable. La rapidez del avance de la pandemia era inexorable.
Así se disputó la etapa con meta en Apt, una etapa rompepiernas, en
la que Benoot lanzó su ataque para conseguir la victoria final.
Particularmente
no confiaba mucho en el cambio de equipo de Benoot, ni siquiera en su
capacidad para evolucionar como ciclista. Sin embargo, es un ciclista
muy capacitado para la media montaña, que casi da un susto a
Schachmann. Su forma de rodar, con su largo cuerpo plegado sobre el
cuadro, los codos en ángulo recto, y las orejas haciendo de freno,
ha sido la imagen dominante de esta París-Niza, junto con la forma
de boquear de Schachmann, con la cabeza erguida. El alemán se fue al
suelo en una curva mal tomada, lo que no le supuso pérdida de tiempo
al encontrarse en los últimos 3 kilómetros.
6ª
etapa: Sorgues - Apt. 1º Tiesj Benoot
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Y
así se llevó a la última etapa, con final en alto en La Colmiane.
Higuita sin equipo y Quintana sin opciones ya no eran rivales para
Schachmann. Benoot no parecía ante su terreno más propicio. Por
delante marchaba una fuga, con De Gendt y Alaphilippe, entre otros.
De Gendt quería honrar el último día de ciclismo de la única
forma que sabe: escapado. Ciertamente se trataba de una jornada
extraña, disputada con el mismo aire triste de despedida que se da
cada año al cierre de la temporada en el Giro de Lombardía, pero
también con la sensación de estar desarrollándose de forma inútil
e innecesaria. La sensación de despedida quedaba en cierta forma
solapada bajo la necesidad de que la carrera acabase ya, cuanto
antes. La extensión del miedo, la sensación paralizante de una
reclusión obligatoria y al mismo tiempo solidaria, la imposibilidad
de hacer planes, la necesidad de dejar todo en suspenso, el trabajo,
las relaciones, los amigos, la vida en general, hacían que cada
pedalada fuese un gesto inútil, y al mismo tiempo necesario como
despedida de ese tiempo de las rutinas, de las continuidades, del que
De Gendt escapado era el máximo ejemplo. Ver a De Gendt escapado
daba la falsa sensación tranquilizante de normalidad en un mundo
dominado de pronto por la anomalía, la salida de los raíles
marcados y el inicio del vacío y la incertidumbre.
De
Gendt en La Colmaine: todo normal, circulen.
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De
Gendt destrozó, como es habitual, a sus compañeros de escapada. Los
fue dejando atrás uno a uno, sin pedir relevos. Nada había
cambiado. Podíamos estar tranquilos: De Gendt estaba ahí,
diciéndonos con su gesto que todo era normal. O también
recordándonos que el tiempo de la normalidad, de los comportamientos
habituales (el suyo en fuga), tocaba a su fin. Alaphilippe, después
de recriminar, en comandita con Bettiol, al joven Paret Peintre su
falta de relevos, estalló al intentar seguir el ritmo de De Gendt.
No estuvo mal. Pero la diferencia no fue suficiente para De Gendt, al
que finalmente se le dio caza. La victoria fue para Quintana, demoledor
en los últimos kilómetros. La nueva versión de Quintana, atacante,
joven a pesar de sus treinta años (o más), es la de un corredor que
ha abandonado de golpe, con el saludable cambio de aires, la manía
de mirar atrás y esperar que otros actúen. Un corredor que está
siendo, que ha sido, el mejor de la temporada.
Ataque
de Quintana en La Colmiane.
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Quintana
se llevó la etapa, demostrando que un mundo le separa en montaña de
los demás. Por detrás, Benoot lo intentó con mucho valor. Daba la
impresión, durante la mayor parte de la ascensión, de ir padeciendo
a cola. Sin embargo, se sacó de la chistera un último ataque para
poner emoción a la carrera hasta su último metro, y hacer de esta
París-Niza una bonita despedida, un broche final a un ciclismo que
se despide hasta saber cuándo. Espero por el bien de todos que sea
hasta muy pronto.
Buenos dias.
ResponderEliminarTe escribo por segunda vez, la anterior vez escribí que estaba deseando ver las clásicas de primavera.El esperado duelo entre van aert y van der poel, pues tendremos que seguir esperando. Despues de la caida del tour parece que (aunque le a costado) van aert a vuelto.
Toca cuidarse y andarse con cuidado con respecto a la pandemia, hasta la próxima, siempre un placer leerte (cuando puedo) en el blog como en twiter
Como digo al final, espero que esta interrupción sea breve, lo más breve posible, aunque todo apunta a que nos vamos a saltar gran parte de la temporada. Da igual, la primavera próxima se correrá con el doble de ganas.
EliminarHey, por qué no aprovechas para actualizar la lista de los 100 mejores aprovechando este parón? un saludo!
ResponderEliminarEl problema es que apenas ha habido carreras que puntúen y cambios importantes desde la última actualización, en diciembre de 2019.
EliminarEstoy pensando de todas formas algunos añadidos, ya veremos.
Un saludo!