lunes, 15 de julio de 2019

BUEN COMIENZO

Francia es la tierra del amor, o al menos eso dicen. En los amores románticos y adolescentes, que tantas veces se reducen a un verano, hay momentos de hechizo y otros de decepción. Lo mismo sucede en el Tour. Con infalible poder de seducción, el Tour nos ofrece antes de su comienzo todo un despliegue de materiales, equipaciones nuevas y expectativas con el que dejarnos boquiabiertos, para defraudarnos a las primeras de cambio con una pactofuga entre trigales segados (tocotocotó del helicóptero), ante un pelotón que tira entre bostezos. Sin embargo, este Tour no nos está ofreciendo esa consabida sopa de encanto y desencanto, sino más bien un amor cínico e intelectualizado a la manera de las películas de Rohmer. O eso parece.

Un 14 de julio.
Este Tour está recordando en su comienzo a aquella edición de 2014, en la que todo se decidió en la primera semana. Ha habido grandes destellos de calidad, rodeados lamentablemente de otros marcados por la ausencia de competitividad. Entre los buenos momentos están el ataque irrefrenable de Alaphilippe camino de Epernay, la fuga milenaria de De Gendt en Saint-Etienne o la bagarre contra el viento montada en la etapa de Albi. Entre los momentos bajos, el tira y afloja ficticio entre el pelotón comandado por Deceuninck y la fuga de Offredo y Rossetto, o la consabida cuesta de cabras de la Planche des Belles Filles. Esta primera semana ha tenido dos grandes equipos dominadores: uno esperado, la Manada de Deceunick - Quick Step, recuperándose de un Giro mediocre con dos victorias de etapa; otro menos esperado, el Jumbo-Visma, que parece haber recuperado las viejas recetas del Ti-Raleigh / Panasonic, pasando de equipo pupas a equipo avasallador.

Parecen otros


De hecho, el primer fin de semana fue negro y amarillo. Y no solo por los retratos monumentales de Eddy Merckx que conmemoraban su triunfo en 1969 y la instauración del merckxismo, periodo de la historia del deporte que, como señalaban en Le Monde, tiene nombre de dictadura militar o movimiento artístico. Fue negro y amarillo por la omnipresencia de los Jumbo-Visma. La etapa inaugural se la llevó un sorprendente Mike Teunissen, aprovechando la caída de su líder Groenewegen. Ambos habían arrasado en Dunkerque como dos muchachotes de último curso que se pasan el balón delante de niños de primaria. Teunissen batió nada menos que a Sagan. Al día siguiente, Jumbo - Visma volvió a imponer su ley, liquidando el mejor tiempo de la maquinaria Ineos. De Plus, van Aert, Tony Martin, el propio Kruijswijk, todos rodaron a la perfección. Este primer fin de semana acabó con Fuglsang magullado y los Movistar haciendo el ridículo en la crono por equipos, debido a contar con casi tantos líderes como gregarios en su formación.

El rey de Bélgica


En Epernay, en una etapa accidentada por colinas de viñedos de la Champagne, Alaphilippe montó su numerito, menos circense que otras veces. Se aventuró a un ataque lejano, saliendo disparado del grueso del pelotón como un hombre bala. Ni Valverde ni otros puncheurs estuvieron a su altura: ninguno asomó el morro por la parte delantera del pelotón. Alaphilippe dio alcance al siempre voluntarioso Tim Wellens, lo superó aprovechando un fallo mecánico, y se lanzó a la victoria en uno de esos descensos suicidas que a veces nos regala, demostrando que más allá de sus cucamonas de Marcel Marceau y sus cimbreos de macarra poligonero en moto de trial, es un gran corredor. Para orgasmo galo, además obtuvo el amarillo.

Más panache y menos pachacho


Los días siguientes fueron de sprint. En Nancy, Deceunick-Quick Step pudo expresarse como la máquina de picar carne de los sprints, dejando en bandeja el triunfo a Viviani. En Colmar, en una etapa más accidentada, fue Peter Sagan el que pudo conseguir su etapa, en un año bastante aciago, aprovechando que es el mejor sprinter que pasa la media montaña. Se llegó así a la primera gran cita esperada, la etapa de los Vosgos con final en la Planche des Belles Filles. Un final habitual de la época Brailsford, del que se está abusando un tanto, al que este año se le incluyó un último kilómetro final, con todos los despropósitos del ciclismo moderno: sterrato y un 24% de pendiente.

La etapa fue, como era preveer, más soporifera que el Sleep de Andy Warhol. Ya se sabe, esas "guindas en el pastel" que son las cuestas de cabras solo sirven para que todo el mundo piense más en la autoconservación que en el ataque. Es ley de vida. Se formó por delante una fuga de quilates, que no solo se iba a jugar la victoria, sino también el amarillo. Los últimos supervivientes de la misma fueron Xandro Meurisse, Tim Wellens, Dylan Teuns y Giulio Ciccone. Los dos primeros cedieron con honor y fueron Teuns y Ciccone los que se jugaron la victoria. En la rampa imposible del último kilómetro, el ex-ganador del Tour de Polonia acabó imponiéndose al nervioso escalador de los Abruzos, que se llevó aún así el liderato. Por detrás, mientras los bidones caían rodando ladera abajo, Julian Alaphilippe lanzó un ataque a la desesperada para no perder el amarillo, que destapó en esos últimos metros algunas debilidades, que se constataron en diferencias insignificantes. Geraint Thomas disipó cualquier duda sobre su estado de forma, subiendo a molinillo y sin levantar el culo del sillín esa rampa imposible y Thibaut Pinot también mostró mucho empuje. Como reverso de la moneda, Vicenzo Nibali se hundió. Aún así, las cuestas de cabras, como viene siendo habitual, no deciden nada.

Una imagen de Semana Santa


Después del diente de sierra anterior, el pelotón se tomó un día de descanso entre Belfort y Chalons-sur-Saône. Por delante marchaban Yoan Offredo, hombre de paja habitual, y Stephane Rossetto, corredor que deberá ser siempre recordado por la fuga de la Lieja 2017. Por detrás, Deceuninck - Quick Step, con Asgreen como machaca, marcaba un falso paso de caza. La farsa fue escandalosa, pues los mantuvieron a una diferencia menor a los dos minutos a lo largo de los últimos 40 km y no precisamente por el empeño de los dos fugados. La farsa llegó hasta el punto de que el pelotón entero paró casi en seco cuando Quintana se quedó cortado: era de antemano esa una etapa de no agresión. Afortunadamente, el dios del ciclismo hizo su magia y la victoria fue para Dylan Groenewegen en un sprint imperial, que desmontó todo el andamiaje de Quick Step, esa banda que tiene en Asgreen y Richeze  a sus Clemenza y Luca Brasi, en Viviani a su Johny Fontane y en el viejo Lefevere al maldito Corleone.

Lefevere comenta a Viviani el frío que va a pasar cuando se marche a Cofidis


En la jornada siguiente volvió el ciclismo con mayúsculas de la mano de Thomas De Gendt, en un escenario siempre propicio, las estribaciones del Macizo Cental y Saint-Etienne. De Gendt se marchó de salida junto a Terpstra y Ben King, a los que más tarde su unió De Marchi. King y Terpstra fueron los primeros en caer, quedando delante un dúo de viejos guerreros. Por detrás, el pelotón se había olvidado de las fugas consentidas, marcando Astana un paso complicado. En la última cota, De Gendt distanció a De Marchi, después de haber hecho un tanto el zorro reservándose en los relevos. Sin embargo, su ataque fue marca de la casa: ni un aspaviento lo avisó, tan solo un ligero incremento en el ritmo infernal que obligó a De Marchi a abrirse de patas. En uno de los tantos revirados descensos, Ineos se iba al suelo casi al completo, con Thomas como dummie habitual. El galés cayó sobre la bici de su compañero Moscon, partiéndola en dos. Sin embargo, sus compañeros estuvieron rápidos, mostrando que todos van a una: casi lo suben ellos a la bici y le dieron el empujón. Thomas dio alcance en solitario al grupo, habiendo quemado a su último compañero, Wout Poels. Ya en la última cota, Alaphilippe y Pinot se lanzaron a la aventura. El público francés estaba empezando a redescubrir el Tour, como si se estuviera en los tiempos de la posguerra, con Robic y Bobet en todas las batallas. Se asistió a un bonito duelo entre el estilo nervioso de los dos franceses y el impasible y machacón trotar del gran ciclista belga. La tostada cayó del lado de De Gendt, que se apuntó así una victoria más con todos sus estilemas: fuga lejana, recorrido rompepiernas, ritmo que destroza a los rivales y victoria en solitario. Un uomo solo è al commando, la sua maglia è bianca e rossa e il suo nome è Tomassino De Gendt. 

La Chinarello a punto de demostrar su resistencia


Victoria épica


Al día siguiente la carrera llegaba a la Auvernia, tierra de Bardet. Después de la paliza del día anterior, el pelotón se tomó su descanso, permitiendo una fuga numerosa de hombres de calidad. La resolución fue interesante, propia de la antigua tercera semana del Tour (aquellas etapas para Konyshev). Stuyven, Boasson Hagen, Tony Martin, Benoot, Impey, Marc Soler, Naesen, Tratnik, García Cortina y otros tantos estuvieron dándose leña toda la etapa. Finalmente Impey fue el único capaz de alcanzar a Roche, Tratnik y Benoot y marcharse finalmente con el belga, al que batió al sprint.

No solo se tributa adoración a Merckx


Finalmente la etapa de hoy, con meta en Albi, ha sido la que ha deparado más cambios en la general. En un recorrido en el que el viento siempre suele aparecer, el Ineos de Thomas y Bernal y el Deceuninck de Alaphilippe y Mas decidieron jugar a los abanicos. Después de haber aparentado algo de debilidad en los días anteriores, Ineos ha desplegado todo su potencial en el llano, con Luke Rowe y Dylan van Baarle marcando el paso. Egan Bernal se ha mostrado atento como en la pasada París - Niza, Nairo Quintana ha sabido coger la aspiración buena e incluso Julian Alaphilippe ha dado relevos como el que más (¡y sin mirar al de atrás!). Por su parte, los damnificados de tal escabechina han sido Pinot, Fuglsang, Urán y Porte, que han destrozado a sus respectivos equipos en una persecución de auténtico ciclismo. Al llegar a la ciudad de los cátaros y de Toulouse-Lautrec, podría decirse que habían perdido gran parte de sus opciones, si no todas. También Mikel Landa, objeto una vez más de la mala suerte. El alavés ha sufrido un tremendo tortazo por culpa de un afilador entre Alaphilippe y Barguil, que ha acabado con Landa impactando contra unos espectadores.


El espectáculo de la etapa de Albi no ha finalizado ahí. Al aproximarse la línea de meta, los hombres rápidos han ido emergiendo de la panza del grupo delantero: Sagan, Matthews, Ewan, Viviani, Philipsen, también van Aert. Todos menos Groenewegen. A pesar de que Sunweb ha montado un treno para su sprinter, los rivales han acabado superándolos por todos los flancos, a la par que Matthews se desinflaba. Del plantel excepcional de velocistas, Wout van Aert ha sido el más fuerte, ganando por todo el centro, sin aspavientos, sin bandazos, sin cimbrear apenas la bici, en un sprint de fuerza pura y elegancia. Ha sido su primera gran victoria, que seguramente no será la última.

Quiere cambiar de nieto

Sprint antológico


Así ha terminado esta primera fase del Tour, en un momento álgido, bajo la curiosa catedral de Albi, al pie de los Pirineos. La experiencia nos dice que seguramente hayamos ya asistido a los mejores momentos de este Tour y que lo que quede no será más que la consumación de un triunfo anunciado. Mantengamos la esperanza mientras tanto.

2 comentarios:

  1. Buenas, siempre un placer leerte
    Da la impresion de que se acercan buenos tiempos para ver clasicas despues de la explosion de calidad de van Aert (explosion en carretera me refiero). Van Aert vs nietisimo

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    1. Gracias por tu comentario. La verdad es que antes de esta temporada yo era algo reticente a pensar que estos dos iban a marcar una época, pero a día de hoy, vistas las exhibiciones de ambos, tengo claro que ya tenemos montado un nuevo duelo en las clásicas para los próximos seis o siete años.

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