domingo, 25 de noviembre de 2018

FRAGMENTOS DE LA MILÁN - SANREMO (III)

Comparto con todos vosotros dos crónicas históricas más de la Milán - Sanremo, para combatir así los rigores del parón otoñal-invernal, que ya está empezando a hacerse demasiado largo. En este caso, se trata de dos artículos que describen los años del dominio belga de la prueba y del ciclismo en general. El primero, salido de la pluma de Bruno Raschi, sobre la última de las siete victorias del caníbal Eddy Merckx en 1976. El segundo, firmado por Rino Negri, sobre el último triunfo de Roger De Vlaeminck en 1979. Estos dos artículos son los que más me han gustado de toda la serie, junto con el de la edición de 1940 que ya publiqué. También los que más me han costado de traducir, en especial el de Bruno Raschi, por su carácter más literario que los anteriores. Espero que los disfruten. 


HA FUSTIGADO A UN PELOTÓN DE “ESCLAVOS”, 20 de marzo de 1976, por Bruno Raschi.

Eddy Merckx ha ganado por séptima vez la Milán – San Remo llevando a cabo un milagro que ningún “analista” le habría humanamente atribuido. En diez años de carrera, increíble carrera, ha logrado destrozar el mito de Girardengo, a lo largo de una carretera que transmite todavía la leyenda de mojón en mojón. Pero quizá todavía no ha acabado. Teniendo en cuenta la manera en la que ha ganado, es necesario reservarlo para el año venidero. 

Protagonista del más bello ciclismo atlético que se haya visto nunca, este campeón parece amonestarnos por todas las reticencias y por todas las equivocaciones. Todavía esta mañana, mirándole a la cara, considerando su invierno (cinco Seis Días, un mes sin ver el sol), me parecía casi una obligación imaginarlo como el más vulnerable entre los favoritos. Partían doscientos para San Remo y por primera vez después de muchos años no era el hombre a batir.

El grupo buscaba en vano su nuevo “clavel rojo” (1). Ahora el ciclismo ha vuelto a ser de golpe el mismo de siempre. Eddy Merckx todavía es el rey de la melée. Es necesario escribir que este hombre, siempre joven como un muchacho y dotado de una fuerza misteriosa (de cuento de hadas, escribiría Vergani), parece haber alcanzado en bicicleta el don de la inmortalidad. Si perdonáis la hipérbole, que en casos de este tipo es necesario atribuir a la emoción, escribiré que esta victoria, por el número que la marca, tiene algo de bíblico. ¿Cuántas veces se puede apostar a que Merckx gana en San Remo? No siete veces, sino setenta veces siete. En fin, mirarlo y no tocarlo, como una hidra (2) que pedalea.

Pero toquemos tierra nuevamente junto a él, en aquel callejón en el que se ha convertido la carretera inmediatamente después de superarse la meta. Merckx ha alzado el puño al cielo – el saludo de los púgiles después del K.O.- y ha acabado en medio de un cordón de policías que apenas lo protegían. Vandenbroucke (3), veinte años, el sorprendente rival que lo ha acompañado hasta meta, permanece solo, con la cabeza erguida, a un lado de la calzada, junto a las vallas. Probablemente no cree ni en lo que ha hecho ni en lo que ha visto. 

Vandenbroucke es un magnífico ejemplar flamenco, al menos tan alto como Merckx aunque más fino. Es el único que ha corrido como adversario desde el Capo Berta en adelante, es decir, desde el momento en el que la Sanremo ha comenzado a ser una carrera. Los demás - aparte de Moser al inicio y Maertens hasta que ha podido - se han comportado como víctimas predestinadas, o incluso peor, tal y como señala la descripción al detalle que voy a haceros... 

Desde Porto Maurizio hasta el desvío del Poggio, en un espacio de aproximadamente veinte kilómetros por lo tanto, Merckx ha corrido como un poseso, repitiendo los ataques en una secuencia demoledora incluso para un adversario de su propio calibre. Ha atacado seis veces, siempre desde la posición de cabeza, que es naturalmente la menos táctica que existe, pero también la más perentoria, la más insolente. Es como decir a todos: preparaos para el golpe que me voy...

El primer ataque lo llevó a cabo con De Vlaeminck a rueda, pero De Vlaeminck se apartó para poner en su sitio a Maertens. Era un signo elocuente para entender el escenario sobre el que se produciría el duelo. Al segundo ataque respondía Vandenbroucke con una suficiencia que era ya reveladora del buen tono de este joven. El tercero le habría tocado a Van Linden, pero Van Linden se hizo a un lado con una elegante finta (4), lo que era una clara renuncia al combate. Tuvo que remediarlo una vez más Vandenbroucke por cuenta de todos.

Merckx no había acabado; pasaba a un segundo plano un instante en busca de una nueva intimidación y era el bravo Panizza a cogerlo a contrapié para dar paso a Moser y Baronchelli, que partían a su vez siguiendo su impulso. Más que un ataque verdadero era un rayo de sol en medio del temporal.

Merckx cambiaba de arma. Llegado a un cierto punto daba espacio a Vandenbroucke, quizá para incitarlo a consumirse rápidamente y para ver si Maertens estaba todavía vivo. Maertens no respondió más y entonces el “monstruo” llevó a cabo el último golpe tomando el desvío del Poggio. Cincuenta metros netos le reportó su última aceleración, el espacio exacto para subir de marcha y observar desde lo alto la teoría. La progresión de Merckx en subida ha sido menos espectacular que en otras ocasiones, pero no hacía falta más. A sus espaldas el grupo se había disuelto, aniquilado, daos cuenta, después de veinte kilómetros de ataques, después de una serie de recuperaciones que lo habían llevado lenta e inexorablemente a los límites de la agonía.

Se podía pensar en un Merckx todavía victorioso, pero no en un Merckx de esta especie, capaz de una obra maestra tan estudiada, tan intensa, tan perfeccionada. Pero no se puede correr la “San Remo” a fondo como se corre un maratón (5), en el ocaso (muy hipotético) de una carrera sin precedentes. Alcanzado a un kilómetro del Poggio por Vandenbroucke, Merckx ha preferido conocer al inesperado adversario, ahorrando al mismo tiempo fuerzas en una subida que la distancia hace a todos problemática. Sin embargo, no creo que haya sufrido ni siquiera leves palpitaciones en el sprint... 



(1) "garofano rosso" en el original. "Il garofano rosso" es una novela de Elio Vittorini publicada en 1948, que dio lugar a una película estrenada en 1975, dirigida por Luigi Faccini y protagonizada por Miguel Bosé, y a un disco de título homónimo de la banda Banco del Mutuo Soccorso en 1976. Como traductor "amateur", no he encontrado mayor relación entre estas obras y la expresión utilizada por Bruno Raschi que la coincidencia de fechas (estaría de moda entonces) y el hecho de que la obra de Vittorini se trate de una Bildungsroman o novela de juventud, lo que podría ponerse en relación con la necesidad del pelotón de encontrar una estrella emergente.   

(2) hidra: monstruo de la mitología grecorromana, que contaba con nueve cabezas. Si se le cortaba una, ésta renacía al instante. De esta manera, Bruno Raschi parece hacer referencia a la "inmortalidad" de Merckx, la dificultad para derrotarle. 

(3) Jean-Luc Vandenbroucke, del Peugeot - Esso - Michelin, tío del futuro Frank Vandenbroucke, perderá su segundo puesto al ser descalificado por dopaje. 

(4) "schermaglia" en el original, esto es, escaramuza. He preferido traducirlo por finta, que tiene más sentido en castellano. 

(5) "non si può correre la "Sanremo" come si corre il miglio" en el original, esto es, "no se puede correr la San Remo como se corre la milla". He preferido traducirlo como el maratón, para darle quizá un sentido más actual a la expresión. 
  




MOVERSE EN EL MOMENTO JUSTO, 18 de marzo de 1979, por Rino Negri.

El año pasado Roger De Vlaeminck ganó la Milán – San Remo aprovechándose de una acción de Saronni y protegido por Moser, que era su compañero de equipo (1). Ayer el astro flamenco ha logrado el bis aprovechándose primero del trabajo hecho por Moser en el Poggio, mientras Raas estaba marchándose, y después de la progresión del trentino en via Roma: ¡un compañero de equipo enrolado para correr de esa manera no habría sido capaz de hacerlo mejor! 

Y de este modo ahora De Vlaeminck se encuentra con tres victorias en la “Classicissima”. Son muchas para no ser Merckx y no ser un italiano. Aunque desde hace tiempo saca provecho de la organización de equipos italiana (incluso Giacinto Benotto ha llegado de México convencido de verlo vencedor), es muy difícil enlazar tres “Sanremo”...

En la previa, De Vlaeminck juró que se haría el espabilado (2), porque quería llegar a la fuente que hace de mediana al inicio de vía Roma con las energías indispensables para saldar cuentas con los velocistas que, como él, hubiesen sido eventualmente capaces de conservar las piernas después del Poggio. Se hizo el espabilado, y no sólo una vez, incluso su majestad Eddy Merckx: imaginaos si no lo podría hacer él, que nunca ha osado compararse con Merckx. De Vlaeminck ha comenzado a pedalear a rueda de Moser en el Capo Berta. Después, cuando ha visto que Moser metía el desarrollo largo para colmar el hueco que lo separaba de Beccia y del cuarteto de Raas, De Vlaeminck se le ha pegado a su rueda. Determinó que Moser era el adversario que lo llevaría hasta el punto justo y en las condiciones ideales para alzar el vuelo. Y acertó.

Lógico que De Vlaeminck elogiase a Moser. El vencedor no debe ser nunca avaro en alabanzas con los adversarios. Si lo fuese no valoraría el propio éxito...

Cuatro París-Roubaix, tres “Sanremo”, una Flecha Valona, una Vuelta a Flandes, una Lieja – Bastoña – Lieja, dos Milán – Turín, un Campeonato de Zürich, un Tour de Suiza...Ha coleccionado, desde que en 1963 comenzó a correr, algo así como cuatrocientas victorias. Sin embargo goza de aplastante popularidad. Es un tipo que habla mucho. De entre las figuras, además, es seguramente el que ha disputado menos competiciones por obligación. Es difícil que los organizadores consigan alentarlo: o le dan todo lo que pide o no se mueve de su villa de dos plantas de Eeklo, a pocos kilómetros de Gante, la capital de Flandes. El año pasado, después de haber aceptado correr junto a Moser en la Sanson, se declaró arrepentido. Disuelta la Brooklyn, había tenido mucha prisa por firmar. Y después tenía ganas de que acabase la temporada ya. No logró ganar gran cosa después de la Milán – Sanremo, la Sassari – Cagliari y el Giro del Friuli. Habituado a los triunfos, tuvo que contentarse con las migajas. Y parecía acabado, tanto que aceptó las condiciones de Antonio Scibilia, patrón de la Gis, que son claramente inferiores a aquellas que un campeón ganador de su categoría puede imponer en Bélgica.

Roger tendrá 32 años el 24 de agosto. Si lo desea, podría correr durante otras dos o tres temporadas. Pero no se le tiene que imponer nada. Porque cuando es asaltado por la nostalgia nadie le puede impedir salir corriendo hacia Eeklo, para ver a su mujer Marleene y a las pequeñas Nadia y Sheila...Solo allí en ese momento, sereno y relajado, vuelve a tener 44 pulsaciones, a veces 38, y ríe contándolo, porque dice que le parece que no siente el corazón, el mismo que ha soportado esfuerzos tremendos. Desde joven, porque desde que era un muchacho De Vlaeminck ha sufrido mucho. Iba por la noche a trabajar a la fábrica para poder entrenar con la luz del sol. Por esto, cuando habla de sus éxitos, remarca que han sido todos “sudados”. Como esas cuatro París-Roubaix, un récord. Pero para llegar en la punta de forma a las grandes citas, se ha visto obligado a disputar el miércoles la Gante – Wevelgem y después volver a casa en bicicleta, tras moto, cargando con otros trescientos kilómetros. Quien ha intentado imitar su entrenamiento ha acabado destrozándose las piernas.


(1) En Sanson - Benotto. En la presente temporada, 1979, corren para equipos distintos: Moser sigue en Sanson pero De Vlaeminck corre para Gis. 

(2) "cascamorto" en el original. La traducción más correcta sería "mujeriego" o "ligón", pero en este contexto he considerado más acertado traducirlo por "espabilado". 




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