Comparto con todos vosotros dos crónicas históricas más de la Milán - Sanremo, para combatir así los rigores del parón otoñal-invernal, que ya está empezando a hacerse demasiado largo. En este caso, se trata de dos artículos que describen los años del dominio belga de la prueba y del ciclismo en general. El primero, salido de la pluma de Bruno Raschi, sobre la última de las siete victorias del caníbal Eddy Merckx en 1976. El segundo, firmado por Rino Negri, sobre el último triunfo de Roger De Vlaeminck en 1979. Estos dos artículos son los que más me han gustado de toda la serie, junto con el de la edición de 1940 que ya publiqué. También los que más me han costado de traducir, en especial el de Bruno Raschi, por su carácter más literario que los anteriores. Espero que los disfruten.
HA
FUSTIGADO A UN PELOTÓN DE “ESCLAVOS”, 20 de marzo de 1976, por
Bruno Raschi.
Eddy
Merckx ha ganado por séptima vez la Milán – San Remo llevando a
cabo un milagro que ningún “analista” le habría humanamente
atribuido. En diez años de carrera, increíble carrera, ha logrado
destrozar el mito de Girardengo, a lo largo de una carretera que
transmite todavía la leyenda de mojón en mojón. Pero quizá todavía no ha acabado. Teniendo en cuenta la manera en la que ha ganado, es necesario reservarlo para el año venidero.
Protagonista
del más bello ciclismo atlético que se haya visto nunca, este
campeón parece amonestarnos por todas las reticencias y por todas
las equivocaciones. Todavía esta mañana, mirándole a la cara,
considerando su invierno (cinco Seis Días, un mes sin ver el sol),
me parecía casi una obligación imaginarlo como el más vulnerable
entre los favoritos. Partían doscientos para San Remo y por primera
vez después de muchos años no era el hombre a batir.
El
grupo buscaba en vano su nuevo “clavel rojo” (1). Ahora el ciclismo
ha vuelto a ser de golpe el mismo de siempre. Eddy Merckx todavía es
el rey de la melée. Es necesario escribir que este hombre, siempre joven como un muchacho y dotado de una fuerza misteriosa (de cuento de
hadas, escribiría Vergani), parece haber alcanzado en bicicleta el
don de la inmortalidad. Si perdonáis la hipérbole, que en casos de
este tipo es necesario atribuir a la emoción, escribiré que esta
victoria, por el número que la marca, tiene algo de bíblico.
¿Cuántas veces se puede apostar a que Merckx gana en San Remo? No
siete veces, sino setenta veces siete. En fin, mirarlo y no tocarlo,
como una hidra (2) que pedalea.
Pero
toquemos tierra nuevamente junto a él, en aquel callejón en el que
se ha convertido la carretera inmediatamente después de superarse la
meta. Merckx ha alzado el puño al cielo – el saludo de los
púgiles después del K.O.- y ha acabado en medio de un cordón de
policías que apenas lo protegían. Vandenbroucke (3), veinte años, el
sorprendente rival que lo ha acompañado hasta meta, permanece solo,
con la cabeza erguida, a un lado de la calzada, junto a las vallas.
Probablemente no cree ni en lo que ha hecho ni en lo que ha visto.
Vandenbroucke es un magnífico ejemplar flamenco, al menos tan alto como Merckx aunque más fino. Es el único que ha corrido como adversario desde el Capo Berta en adelante, es decir, desde el momento en el que la Sanremo ha comenzado a ser una carrera. Los demás - aparte de Moser al inicio y Maertens hasta que ha podido - se han comportado como víctimas predestinadas, o incluso peor, tal y como señala la descripción al detalle que voy a haceros...
Desde Porto Maurizio hasta el desvío del Poggio, en un espacio de aproximadamente veinte kilómetros por lo tanto, Merckx ha corrido como un poseso, repitiendo los ataques en una secuencia demoledora incluso para un adversario de su propio calibre. Ha atacado seis veces, siempre desde la posición de cabeza, que es naturalmente la menos táctica que existe, pero también la más perentoria, la más insolente. Es como decir a todos: preparaos para el golpe que me voy...
Vandenbroucke es un magnífico ejemplar flamenco, al menos tan alto como Merckx aunque más fino. Es el único que ha corrido como adversario desde el Capo Berta en adelante, es decir, desde el momento en el que la Sanremo ha comenzado a ser una carrera. Los demás - aparte de Moser al inicio y Maertens hasta que ha podido - se han comportado como víctimas predestinadas, o incluso peor, tal y como señala la descripción al detalle que voy a haceros...
Desde Porto Maurizio hasta el desvío del Poggio, en un espacio de aproximadamente veinte kilómetros por lo tanto, Merckx ha corrido como un poseso, repitiendo los ataques en una secuencia demoledora incluso para un adversario de su propio calibre. Ha atacado seis veces, siempre desde la posición de cabeza, que es naturalmente la menos táctica que existe, pero también la más perentoria, la más insolente. Es como decir a todos: preparaos para el golpe que me voy...
El
primer ataque lo llevó a cabo con De Vlaeminck a rueda, pero De
Vlaeminck se apartó para poner en su sitio a Maertens. Era un signo
elocuente para entender el escenario sobre el que se produciría el
duelo. Al segundo ataque respondía Vandenbroucke con una suficiencia
que era ya reveladora del buen tono de este joven. El tercero le
habría tocado a Van Linden, pero Van Linden se hizo a un lado con
una elegante finta (4), lo que era una clara renuncia al combate. Tuvo
que remediarlo una vez más Vandenbroucke por cuenta de todos.
Merckx
no había acabado; pasaba a un segundo plano un instante en busca de
una nueva intimidación y era el bravo Panizza a cogerlo a contrapié para dar paso a Moser y Baronchelli, que partían a su vez siguiendo
su impulso. Más que un ataque verdadero era un rayo de sol en medio
del temporal.
Merckx
cambiaba de arma. Llegado a un cierto punto daba espacio a
Vandenbroucke, quizá para incitarlo a consumirse rápidamente y para
ver si Maertens estaba todavía vivo. Maertens no respondió más y
entonces el “monstruo” llevó a cabo el último golpe tomando el
desvío del Poggio. Cincuenta metros netos le reportó su última
aceleración, el espacio exacto para subir de marcha y observar desde lo alto la teoría. La progresión de Merckx en subida ha sido
menos espectacular que en otras ocasiones, pero no hacía falta más.
A sus espaldas el grupo se había disuelto, aniquilado, daos cuenta,
después de veinte kilómetros de ataques, después de una serie de
recuperaciones que lo habían llevado lenta e inexorablemente a los
límites de la agonía.
Se
podía pensar en un Merckx todavía victorioso, pero no en un Merckx
de esta especie, capaz de una obra maestra tan estudiada, tan
intensa, tan perfeccionada. Pero no se puede correr la “San Remo” a fondo como
se corre un maratón (5), en el ocaso (muy hipotético) de una carrera sin
precedentes. Alcanzado a un kilómetro del Poggio por Vandenbroucke,
Merckx ha preferido conocer al inesperado adversario, ahorrando al
mismo tiempo fuerzas en una subida que la distancia hace a todos
problemática. Sin embargo, no creo que haya sufrido ni siquiera
leves palpitaciones en el sprint...
(1) "garofano rosso" en el original. "Il garofano rosso" es una novela de Elio Vittorini publicada en 1948, que dio lugar a una película estrenada en 1975, dirigida por Luigi Faccini y protagonizada por Miguel Bosé, y a un disco de título homónimo de la banda Banco del Mutuo Soccorso en 1976. Como traductor "amateur", no he encontrado mayor relación entre estas obras y la expresión utilizada por Bruno Raschi que la coincidencia de fechas (estaría de moda entonces) y el hecho de que la obra de Vittorini se trate de una Bildungsroman o novela de juventud, lo que podría ponerse en relación con la necesidad del pelotón de encontrar una estrella emergente.
(2) hidra: monstruo de la mitología grecorromana, que contaba con nueve cabezas. Si se le cortaba una, ésta renacía al instante. De esta manera, Bruno Raschi parece hacer referencia a la "inmortalidad" de Merckx, la dificultad para derrotarle.
(3) Jean-Luc Vandenbroucke, del Peugeot - Esso - Michelin, tío del futuro Frank Vandenbroucke, perderá su segundo puesto al ser descalificado por dopaje.
(4) "schermaglia" en el original, esto es, escaramuza. He preferido traducirlo por finta, que tiene más sentido en castellano.
(5) "non si può correre la "Sanremo" come si corre il miglio" en el original, esto es, "no se puede correr la San Remo como se corre la milla". He preferido traducirlo como el maratón, para darle quizá un sentido más actual a la expresión.
MOVERSE
EN EL MOMENTO JUSTO, 18 de marzo de 1979, por Rino Negri.
El
año pasado Roger De Vlaeminck ganó la Milán – San Remo
aprovechándose de una acción de Saronni y protegido por Moser, que
era su compañero de equipo (1). Ayer el astro flamenco ha logrado el bis
aprovechándose primero del trabajo hecho por Moser en el Poggio,
mientras Raas estaba marchándose, y después de la progresión del
trentino en via Roma: ¡un compañero de equipo enrolado para correr
de esa manera no habría sido capaz de hacerlo mejor!
Y
de este modo ahora De Vlaeminck se encuentra con tres victorias en la
“Classicissima”. Son muchas para no ser Merckx y no ser un
italiano. Aunque desde hace tiempo saca provecho de la organización
de equipos italiana (incluso Giacinto Benotto ha llegado de México
convencido de verlo vencedor), es muy difícil enlazar tres
“Sanremo”...
En
la previa, De Vlaeminck juró que se haría el espabilado (2), porque
quería llegar a la fuente que hace de mediana al inicio de vía Roma
con las energías indispensables para saldar cuentas con los
velocistas que, como él, hubiesen sido eventualmente capaces de
conservar las piernas después del Poggio. Se hizo el espabilado, y
no sólo una vez, incluso su majestad Eddy Merckx: imaginaos si no lo
podría hacer él, que nunca ha osado compararse con Merckx. De
Vlaeminck ha comenzado a pedalear a rueda de Moser en el Capo Berta.
Después, cuando ha visto que Moser metía el desarrollo largo para
colmar el hueco que lo separaba de Beccia y del cuarteto de Raas, De
Vlaeminck se le ha pegado a su rueda. Determinó que Moser era el
adversario que lo llevaría hasta el punto justo y en las condiciones
ideales para alzar el vuelo. Y acertó.
Lógico
que De Vlaeminck elogiase a Moser. El vencedor no debe ser nunca avaro en alabanzas con los adversarios. Si lo fuese no valoraría el
propio éxito...
Cuatro
París-Roubaix, tres “Sanremo”, una Flecha Valona, una Vuelta a
Flandes, una Lieja – Bastoña – Lieja, dos Milán – Turín, un
Campeonato de Zürich, un Tour de Suiza...Ha coleccionado, desde que
en 1963 comenzó a correr, algo así como cuatrocientas victorias.
Sin embargo goza de aplastante popularidad. Es un tipo que habla
mucho. De entre las figuras, además, es seguramente el que ha
disputado menos competiciones por obligación. Es difícil que los
organizadores consigan alentarlo: o le dan todo lo que pide o no se
mueve de su villa de dos plantas de Eeklo, a pocos kilómetros de
Gante, la capital de Flandes. El año pasado, después de haber
aceptado correr junto a Moser en la Sanson, se declaró arrepentido.
Disuelta la Brooklyn, había tenido mucha prisa por firmar. Y después
tenía ganas de que acabase la temporada ya. No logró ganar gran
cosa después de la Milán – Sanremo, la Sassari – Cagliari y el
Giro del Friuli. Habituado a los triunfos, tuvo que contentarse con
las migajas. Y parecía acabado, tanto que aceptó las condiciones de
Antonio Scibilia, patrón de la Gis, que son claramente inferiores a
aquellas que un campeón ganador de su categoría puede imponer en
Bélgica.
Roger
tendrá 32 años el 24 de agosto. Si lo desea, podría correr durante
otras dos o tres temporadas. Pero no se le tiene que imponer nada.
Porque cuando es asaltado por la nostalgia nadie le puede impedir
salir corriendo hacia Eeklo, para ver a su mujer Marleene y a las
pequeñas Nadia y Sheila...Solo allí en ese momento, sereno y
relajado, vuelve a tener 44 pulsaciones, a veces 38, y ríe
contándolo, porque dice que le parece que no siente el corazón, el
mismo que ha soportado esfuerzos tremendos. Desde joven, porque desde
que era un muchacho De Vlaeminck ha sufrido mucho. Iba por la noche a
trabajar a la fábrica para poder entrenar con la luz del sol. Por
esto, cuando habla de sus éxitos, remarca que han sido todos
“sudados”. Como esas cuatro París-Roubaix, un récord. Pero para
llegar en la punta de forma a las grandes citas, se ha visto obligado
a disputar el miércoles la Gante – Wevelgem y después volver a
casa en bicicleta, tras moto, cargando con otros trescientos
kilómetros. Quien ha intentado imitar su entrenamiento ha acabado
destrozándose las piernas.
(1) En Sanson - Benotto. En la presente temporada, 1979, corren para equipos distintos: Moser sigue en Sanson pero De Vlaeminck corre para Gis.
(2) "cascamorto" en el original. La traducción más correcta sería "mujeriego" o "ligón", pero en este contexto he considerado más acertado traducirlo por "espabilado".
Me encantan estos textos, gran labor. Gracias
ResponderEliminarGracias a ti por tu comentario.
Eliminar