Ahora que la temporada ha llegado a su fin y apenas hay noticias que contar, para evitar que este espacio caiga en el silencio me dispongo a publicar una serie de artículos históricos sobre una de las carreras más bellas del calendario, la Milán - Sanremo. Estos artículos aparecen recogidos en el libro Milano - Sanremo, 100 anni leggendari, publicado por RCS para conmemorar el centenario de la prueba en 2007. La traducción ha corrido a mi cargo, así que me excuso de antemano si hay errores flagrantes o puntos oscuros. No me dedico ni mucho menos a ese menester y ha sido una labor más motivada por el amor al ciclismo y a la prueba en cuestión, que por intereses puramente filológicos.
Me dejo de preámbulos: aquí van las dos primeras píldoras. Sendos artículos sobre las ediciones de 1929, ganada por Alfredo Binda, y la de 1940, con victoria de Gino Bartali.
ESPLENDOR
DE UNA GRAN VICTORIA, 20 de marzo de 1929, por Emilio Colombo.
Si
Alfredo Binda hubiese disputado el Campeonato del Mundo, el año
pasado en Budapest, en las mismas condiciones de forma demostradas
hoy, al ciclismo italiano no le faltaría el segundo clamoroso éxito
en la prueba por el título absoluto. No evoco sin ton ni son una fea
página del deporte profesional nacional. Intento hacer el mejor
elogio al atleta que ha ganado con superioridad la XXII Milán –
San Remo y establecer, o remarcar, que la abrasadora jornada húngara
no marcó la regresión de uno o más atletas italianos, sino que nos
vio batidos de mala manera, ya que nuestro mejor representante fue,
por baja forma, una sombra del gran vencedor en Adenau. El campeón
de Italia ha resurgido...
En
el cuadro, verdaderamente fascinante, ya sea desde el punto de vista
deportivo, como del pictórico, destaca la figura del triunfador. En
un segundo plano asoman algunos jóvenes: el romano Frascarelli, que
sale de la carrera con galones de mariscal; el apuesto romagnolo
Caimmi; el modesto y bravísimo varesino Catalani, del mismo equipo
que el dominador; aparte de estos, a pesar del esplendor del día
veraniego y de las favorables condiciones del recorrido, pocos
valientes, combativos y tenaces más para vergüenza del ímpetu
desarrollado por el leader...
...pero
la calidad del éxito del “cittigliese” debe ser por completo
ilustrada por la elocuencia de las cifras, más que por los esfuerzos
de las palabras. Binda ha recorrido los 286 km y medio en 9h3'30''.
Doy un poco de luz a estos datos. Cabe recordar que en Pavía y en
Voghera los corredores han pasado por fuera de la ciudad, a través
de la circunvalación, y por tanto han alargado aunque sea un poco el
trayecto. Cuando venció Defraye en 1913, y la media nos pareció
sensacional, se atravesaba Pavía y creo que también Voghera; y por
si fuera poco, el belga encontró en la Riviera el viento favorable.
Igualmente cuando venció Ganna. Hoy, el clima era delicioso pero sin
ninguna ayuda del viento, ni antes ni después del Turchino.
Sin
embargo, si no caigo en error, la media del primer llegado supera los
km 31,500. ¿No ha sido así? Salta a la vista por tanto, a partir de
los números, el valor del aplastante éxito de Binda...
Nadie
creía volver a encontrar al as de la Legnano en unas condiciones tan
espléndidas. En cambio el atleta ha reaparecido a punto físicamente,
armonioso en el estilo y en los músculos, compuesto, seguro, dueño
de sus propios medios. También sobre la máquina me ha parecido
mejorado con respecto al año pasado. El sillín ligeramente más
alto, el golpe de pedal más recto y centrado, la acción más
continua y por tanto más fácil...
Caen,
ahuyentadas por la inconfundible autoridad de los hechos, las
reservas y las dudas expresadas a propósito del fatigosísimo
sistema de preparación que Binda prefiere. Imagino cual haya sido el
trabajo mantenido por el atleta en vista de esta Milán – San Remo.
Él mismo, ya hacia el final de su marcha triunfal, nos ha hablado,
como recordando en plena alegría del éxito, de una suma de
sacrificios, de esfuerzos, de fatigas, de privaciones que harían
empalidecer incluso a los más obstinados devoradores de kilómetros.
La
bondad e intensidad de la preparación han dado frutos innegables. El
campeón ha ganado de manera fuerte aboliendo todas las discusiones y
sorprendiendo probablemente, en primer lugar entre todos, a sus
adversarios. Quienes a partir de este momento tendrán que buscar
refugio...
...En
la jornada luminosa de Binda, recordando todavía las medias
horarias: de Milán a Ovada a aproximadamente 34 a la hora; de Milán
al Turchino, de Milán a Arenzano, de Milán a Savona, medias
oscilantes entre los 32,500 y los 33, 500 km. Todo esto era necesario
para que el atleta pudiese superar por más de una cabeza la
estatura de los más aguerridos adversarios.
...Binda
ha cubierto en solitario aproximadamente los últimos 112 kilómetros
del recorrido. Desde el momento en que Negrini fue atrapado por la
mala suerte, ningún otro hombre de los que se habían distanciado en
la subida del Turchino podía ya ser tomado como un peligro para
Binda y para el “molarese”...
Se
me permita entonces afirmar que, dejando aparte la impresionante
performance de Alfredo Binda – impresionante en cuanto que la ha
ofrecido sin aparente esfuerzo excesivo, diría que con evidente
facilidad – los batidos, salvo Frascarelli, Caimmi y Catalani, los
dispersos, los caídos (se entiende que haciendo la más obligatoria
de las excepciones en lo que respecta a Negrini: la suerte le ha
quitado el segundo puesto quizá, el más peligroso adversario del
“cittigliese”, pero no ha podido impedirnos constatar que el
alumno de Girardengo camina verdaderamente bien), todos los demás,
en resumen, no han conseguido hoy resultados apreciables y
satisfactorios.
UNA
PELÍCULA BONITA PERO DE TRAMA POBRE, 20 de marzo de 1940, por Bruno
Roghi.
La
carrera ha sido rápida y rica en episodios vivaces. Los corredores
que se han lanzado de cabeza en la aventura de las fugas han sido
varios. A Sanremo se ha llegado deprisa y la media horaria destaca
entra las más elevadas de la larga serie. Ha vencido el atleta más
popular y más fuerte. Todos estos son hechos comprobados que
deberían inducirnos a confeccionar en seguida un balance positivo de
la “Classicissima” de Primavera. Pero la pluma es renuente.
¿Somos muy exigentes con la Milán – San Remo o ha sido esta Milán
– Sanremo la que con todos sus fuegos de artificio nos ha dejado en
las manos un poco de cartón churrascado?...
¿Por
qué menospreciamos una carrera que ha enlazado una serie continua de
fugas y escaramuzas? La menospreciamos, quizá con exceso de
severidad, porque severidad ha faltado en su expresión mayúscula,
en la lucha directa y desenfrenada entre los campeones que gozan de
la mayor popularidad y de los mayores estipendios. Gino Bartali, que
en definitiva los ha puesto a todos en su sitio, puede decir que
tenía sus buenas razones para esperar, esperar, esperar que la
carrera lo proyectase automáticamente al proscenio. Ha ganado: le
basta, le debe bastar. ¿Pero qué han hecho los demás para
atacarlo, para mostrarse en cabeza, para organizar un simulacro de
gran carrera? La nada más absoluta en el más pneumático de los
vacíos. Ha sido la “Sanremo” de los campeones mirando el
paisaje. Ha sido la “Sanremo” de los campeones tumbados a la
bartola, mientras por delante suyo, con temerarias arrancadas, los
corredores de escasa notoriedad daban espectáculos de saltos
mortales. Ha sido la “Sanremo” del “espera tú que voy yo”,
del “ven tú que espero yo”.
¿Cuándo,
amigos del deporte, habéis visto en posición de ataque a uno de los
grandes equipos en liza? ¿Cuándo habéis tenido la ventura de
husmear, en la explicación de uno de los equipos, la existencia de
un plan táctico de carrera? ¿Cuándo habéis podido identificar en
un grupito de fugados a un corredor de alto nivel?...Diréis que
Bartali, asediado por un equipo rival, tenía todo el interés de
contemporizar. Será, pero aparte del hecho de que el golpe Bartali
no lo ha dado más que en el sprint y por su cuenta, es necesario
preguntarse si él no debería haber hecho maniobrar a su equipo con
más vivacidad a fin de debilitar el ímpetu de los velocistas que
podían inquietarlo en la llegada. Más afiladas son las saetas que
se pueden disparar en dirección de los blancocelestes. Es verdad que
Bizzi ha sido traicionado por la suerte en la fase culminante del
sprint y que la “Sanremo” habría podido ser suya. Es verdad que
Leoni ha dado ejemplo de encomiable despreocupación quemándose, con
otros, en fugas durante un buen tramo de la via Aurelia. Pero la
escuadra, en conjunto, no ha tenido orden, orientación, iniciativa,
valentía. Cuando se tienen tantos campeones en el saco es necesario
saber sacrificar a alguno, a propósito y a la desesperada, para
llevar con el gancho a los antagonistas, para calentar la
carrera...¿O la consigna que se da a un as es esa de seguir siempre,
no fugarse nunca?...
Gino
Bartali, finalmente, ha puesto a todos de acuerdo. El corredor
toscano no es un corredor de solo un tipo de victoria. Tiene dos
flechas en su arco. La más bella, recta y franca, es esa que dispara
en las fugas en subida, es la flecha que atraviesa de parte a parte a
todo adversario. La otra flecha es más sutil y certera. Es aquella
que dispara desde el arco del sprint, cuando se llega en multitud a
la pancarta de último kilómetro pero se debe llegar en solitario
bajo la pancarta de meta. Bartali tiene también este arma, y ya lo
había demostrado a raudales anteriormente. Potente como es,
auténtico corredor de larga distancia, él pasa sobre los cadáveres,
como se dice en el argot colorido de los deportistas, cuando la larga
fatiga ha exprimido las fuerzas de los otros. Su sprint entonces es
más mordiente que desenvuelto, más imperial que elástico. Es el
sprint del que tiene más resuello, no del que es más veloz en
sentido absoluto. Gino Bartali, después de una carrera astuta y
opaca, no ha logrado retorcer el cuello de todos sus rivales en la
escalada de la última colina. Parecía por un momento que el “adiós
y gracias” del toscano debía resonar para los pocos supervivientes
que habían logrado formar una patrulla de ocho corredores. Ha sido
una impresión de un breve instante, pues Bartali no ha logrado irse
solo...Pero desde aquel momento Bartali ha pensado en la clara
posibilidad de ganar al sprint como en otras ocasiones olvidadas. No
ha vencido solo, como gusta a nuestro espíritu romántico, pero ha
vencido por encima de todos: y es esto, en definitiva, lo que
importa. Importa igualmente constatar que Bartali, después de
reprimir las veleidades de sus rivales durante el recorrido
(veleidades muy platónicas) ha inscrito su nombre por segunda vez
consecutiva en el cuaderno de la más bella carrera italiana.
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