lunes, 29 de septiembre de 2025

SIN SORPRESAS EN KIGALI

No ha habido sorpresas en el mundial de Kigali. La extrema dureza de su recorrido ha limitado el número de posibles ganadores a tan solo uno, el esperado, Tadej Pogačar. Su desarrollo ha sido una imitación del mundial de Zürich. Lo que entonces pareció histórico, ahora sonaba a ya conocido, a película de desenlace predecible. Pogačar ha actuado como un estudiante que recicla un trabajo del curso pasado, a ver si cuela: ataque lejano a cien kilómetros (esta vez incluso un poco más lejos), colaboración desinteresada de un compañero de equipo (que no de nación) y tramo final larguísimo en solitario, esta vez desde más lejos y con algo más de ventaja, manteniendo la distancia sobre un pequeño grupo de corredores desperdigados. Ha colado, incluso ha obtenido la mejor nota posible. 

Lo ha vuelto a hacer. Nos lo ha vuelto a hacer. 


Se ha entrado de uno en uno, no podía ser de otra forma en un mundial con 5 475 metros de desnivel acumulado (según la UCI). Para hacerse una idea, el de Innsbruck, con su subida final al Gramart, tenía 4 681 (según la UCI), y aquel de Duitama, 5 319 (según PCS). El recorrido era digno del pays des mille collines (apelativo que dio nombre a una radio de infame recuerdo, véase la entrada anterior). Se comenzaba a la manera clásica, en pleno circuito, al que se daban nueve vueltas iniciales. En cada vuelta había dos ascensiones principales, la del club de Golf (0,8 km, al 8,1%) y la empedrada de Kimihurura (1,3 km, al 6,2 %), más el repecho final hasta el Convention Center. Tras esas primeras nueve vueltas, se salía del circuito para ascender la Côte de Peage (2,2 km al 5,8 %), el Mont Kigali, spartiacque del día, de 5,9 km al 6,8 % y finalmente el Mur de Kigali, 300 m al 13,7 %. Se retomaba entonces el circuito base, para dar allí las últimas seis vueltas. En total, 16 ascensiones al club de Golf y otras 16 al Kimihurura, más el monte Kigali dispuesto a 104 kilómetros de meta. Esta ascensión recordaba, por dureza, al Monte Keira del mundial de Wollongong, lo que difería era claramente su disposición en el recorrido. 

La dureza inmediata propició que la primera fuga fuera ya de selecciones importantes. Estaba conformada por Ivo Oliveira, Menno Huising, Julien Bernard, Jakob Foldager y Fabio Christen, a los que se unió más tarde Raúl García Pierna. En las primeras vueltas se produjo una caída, en la breve bajada entre la cota de Kimihurura y el repecho final hasta la línea de meta, a resultas de la cual tuvieron que retirarse Marc Soler y Ilan Van Wilder, los principales gregarios de Ayuso y Evenepoel. De estas vueltas iniciales, lo más significativo fue la parada de Pogačar y más tarde de Evenepoel en unos baños portátiles en los boxes: al parecer, la organización había invitado a que los ciclistas no orinasen en público. 

No fue un dumoulin, mal pensados. 


La carrera se jugó en la vuelta larga, cuando los ciclistas salieron del circuito marcado y penetraron en la Ruanda auténtica, con caminos polvorientos, casas de una planta e ingentes multitudes a ambos lados de la carretera. Reconozco que fue algo impresionante. En el Monte Kigali, una brecha sobre la montaña sin apenas curvas, Pogačar lo probó en su parte final, la más dura. Era un movimiento esperado. Faltaban más de 100 kilómetros para la meta. Ayuso estuvo muy atento y pudo seguir su rueda, con gran valentía. Evenepoel, por contra, lo intentó y tuvo que ceder en el tramo final, siendo superado por muchos corredores. Entonces el belga tuvo su primer cruce de cables, quejándose del sillín, contra el que arremetió a golpes. 

Impresionante el Monte Kigali. 


Ayuso se lanzó en el descenso, asumiendo grandes riesgos en cada curva (muchas de ellas, con bastante tierra), mientras Pogačar lo seguía con más seguridad desde la distancia. En ese descenso loco, Del Toro les dio caza, formándose un terceto delantero con tres corredores de UAE, aunque uno tenga ya media pierna fuera. Las pequeñas desavenencias internas afloraron en el Mur de Kigali. Allí Del Toro y Pogačar, a iniciativa del mexicano, hicieron una pinza a Ayuso, que se quedó clavado. Era evidente que tanto Del Toro como Pogačar habían hecho ese movimiento para quitarse de en medio a Ayuso por simple vendetta personal, pues lo más lógico hubiera sido que, siendo tres corredores, con una medalla para cada uno, hubieran colaborado hasta meta, ya que quedaban nada menos que 99 kilómetros. 

Saldando cuentas pendientes en Kigali. 


Al retomar el circuito, la ventaja del dúo de cabeza se situaba en torno a los 50 segundos. Por detrás hubo un reagrupamiento, juntándose un primer grupo en el que habían quedado Seixas, Uijtdebroeks, Ayuso, Hindley y algún corredor más, con el grupo trasero de Evenepoel. El belga seguía mosca con el tema del sillín, de modo que paró, no una, sino dos veces para cambiar la bici, con un gran despliegue de gestos de indignación e impaciencia. Menos mal que contaba con Quinten Hermans para reenganchar, y también con la fila de coches. Esos problemas iniciales, más mentales que técnicos, hicieron que Bélgica no entrara a los relevos. Evenepoel, una vez más, se había autoboicoteado. Fueron Francia y Australia las selecciones que se organizaron detrás, con Sivakov, Vine y Matthews, también Italia con Frigo, pero todas estas intervenciones fueron muy intensas y breves. Había también mucho quintacolumnista de UAE, como Vine, que se quemó, quién sabe si a propósito, en tan solo media vuelta. 

¡Qué zurda se ha perdido el fútbol!


La persecución de un grupo grande iba a ser por completo inútil, como en Zürich, dada la dureza del circuito y el desgaste paulatino de las piezas de cada equipo. Por delante Del Toro se vació completamente para su líder de equipo comercial, hasta que comenzó a flaquear y tuvo que ser Pogačar el que tirase de él con más empeño. Del Toro había querido congraciarse en exceso con su líder, no calculando bien sus fuerzas. En su corto currículum ya tiene dos manchas, que lo alejan de la figura de gran campeón en la que desea convertirse: una defensa abúlica de la maglia rosa y una descarada labor de mercenario en un mundial, como Sivakov en 2024 o, para los más veteranos, Lanfranchi en 2001. De esa manera, aunque Pogačar parecía querer que Del Toro aguantase más, esperándolo incluso quizá con la optimista perspectiva de que obtuviese la plata, el mexicano dijo basta a falta 66 kilómetros, dejando a Pogačar solo

Vaciándose de forma evidente para su líder (de equipo comercial). La historia más vieja del ciclismo.


Existiendo el precedente de Zürich, se sabía que Pogačar lo iba a conseguir, ofreciendo al espectador un final por completo anticlimático. Por detrás se formó un grupo perseguidor con Evenepoel, Skjelmose, Healy, Hindley y Pidcock. Evenepoel y Healy eran los que más se esforzaban, escaqueándose Pidcock bastante de los relevos. Hindley y Pidcock caerían los primeros, de propio maduros. Evenepoel atacó a falta de 20 kilómetros para conseguir la plata, y Healy se deshizo de Skjelmose a falta de cinco para ir a por el bronce. No hubo más. Pogačar fue capaz de mantener su minuto de ventaja, incluso de ampliarlo un poco en las últimas vueltas. 

Final esperado.

Dos actitudes ante la vida deportiva: Evenepoel llorando de rabia por una plata, Pogacar el otro día sudándosela de quedar a un segundo del pódium. 


Del resto de corredores no hubo imágenes. Toms Skujins finalizó quinto, a más de seis minutos, consiguiendo un nuevo top-5 mundial de mucho mérito. Avanzó por poco a Ciccone, Del Toro y Ayuso. El pique entre estos dos últimos es tan infantil que Del Toro se dejó la vida en el sprint para superar a Ayuso. Más tarde entró Eulalio, en una sorprendente novena posición, y Pidcock ganó el sprint por la décima posición, superando a Roglič, Honoré, Seixas y Tejada. Acabaron tan solo 30 corredores, siendo el segundo mundial desde 1953 con más porcentaje de abandonos, después de Sallanches 1980. En este apartado de los abandonos juegan muchos factores, como la longitud del circuito o la participación. Algunas selecciones europeas, por racanería o prejuicio, habían decidido no acudir. Algunas no habían completado el cupo. Pero recuérdese: antes que muchos ciclistas africanos, asiáticos o caribeños, Julian Alaphilippe ya se había retirado. 

Un pódium bien pintón. 

Pensando que le ha quedado muy bien lo del Muro de Kigali. 


Este mundial será más recordado al pasar los años que emocionante fue en su momento. La carrera ha tenido apenas cinco o seis kilómetros de auténtica intensidad, los de la excursión por el Monte y el Muro de Kigali. Por otro lado, el mundial ha sido un tremendo éxito popular y una gran promoción turística, que era lo que se buscaba desde el poder. Más allá de lo que haya dicho alguno, la afluencia de público ha sido abrumadora y respetuosa, sobre todo en las zonas populares, bien lejos del absoluto desinterés que suscitaron algunos mundiales, como el de Qatar, por ejemplo. El mundial de Kigali ha sido una muestra de que el ciclismo debe salir más de sus zonas de comfort, superando sus propios prejuicios eurocéntricos y occidentales. También debería saber a dónde no volver, aunque haya mucha pasta de por medio (ya hay previsto un mundial a los Emiratos, por desgracia). La presencia de público en algunas zonas ha sido incluso emocionante, por qué no decirlo, con música constante y un seguimiento digno de Bélgica o Italia. Será parte importante del recuerdo, si no la más importante, de estos días en África.  

Sin embargo, estos son los peajes que hay que pagar. 


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