domingo, 1 de octubre de 2023

IL SANTUARIO DELLA MADONNA DI SAN PRIMOZ

Una vez acabada la Vuelta, solo era cuestión de tiempo que empezase la campaña de rumores de fichajes, a cada cual más altisonante. En esta ocasión se ha alcanzado un punto insostenible, con un bombardeo inmisericorde a diario por parte de medios deseosos de colgarse medallas o de recibir atención. La chapa diaria recordaba a la del Marca en verano, con sus rancias portadas anunciado adquisiciones improbables del Madrid. Afortunadamente las clásicas otoñales italianas han llegado al rescate, para recordar al personal que la temporada 2023 no ha terminado, pudiendo todavía deparar bellos momentos. Los amantes de los chismorreos han tenido hoy cubierto su cupo con el anuncio de cambio de equipo por parte de Roglič. Pero mientras no se conozca su destino definitivo, mejor hablemos de ciclismo. 

Hablando del rey de Bologna...


De hecho, el final del Giro dell'Emilia ha contado, una vez más, con uno de los mejores top ten de la temporada. De nuevo en San Luca se ha vuelto a ver un final emocionante y entretenido, con ingredientes semejantes al final de Huy, pero con algo más de terreno para la táctica y mejor escenografía. Si hay una carrera infravalorada en la actual puntuación UCI, esa es la Emilia, cuya participación y excelencia supera a muchas carreras de mayor puntuación y rango, como por ejemplo la Bretagne o la Hamburgo, sin ir más lejos. De hecho, por historia debería figurar por delante de la connacional Strade Bianche.  

Si la Strade Bianche tiene la Piazza del Campo, esta tiene el pórtico interminable hasta San Luca.


No sé si estas carreras de final de temporada se han revalorizado por la necesidad de puntos o por el largo verano actual, que depara todavía temperaturas muy aptas para el ciclismo, incluso mucho más benignas que en mayo. El Giro dell'Emilia siempre ha sido una carrera interesante, aunque podría matizarse que estuvo monopolizada por italianos hasta los años setenta. Merckx y De Vlaeminck fueron los que iniciaron el conteo foráneo. En los ochenta y noventa dieron prestigio a la carrera corredores como Moser, Rominger, Konyshev, Bugno o Fondriest. En 1999 la meta se situó en el santuario della Madonna di San Luca, dando lugar a partir de entonces a victorias de Boogerd, Simoni, Ullrich, Bartoli, Rebellin, Di Luca, Gesink, Quintana, Roglič, Vlasov y Mas, entre otros. De las semiclásicas italianas que todavía se disputan, solo Milán - Turín y el Giro del Piemonte han mantenido un nivel constante más o menos parecido, aunque podría decirse que en ambos casos ha sido precisamente en los últimos años cuando han comenzado a contar con ganadores más random (Matthew Walls, Arvid de Kleijn...). Ello se debe a los recorridos tan poco selectivos propuestos por RCS. Por su parte, las carreras del Trittido Lombardo (Agostoni, Bernocchi y Tre Valli Varesine), todavía con una organización autónoma y local como sucede en el Giro de Emilia, pasaron por su particular vía crucis de ganadores desconocidos en el periodo comprendido entre 2005 y 2012, aproximadamente. ¿Quién sería capaz de poner cara a Murro, a Ginani, a Manuel Belleti, al canadiense Veilleux o al croata Durasek, ganadores de estas pruebas? Lo que evidencian todos estos nombres es que estas carreras estuvieron a punto de desaparecer, situación que se ha revertido en los últimos años, con gente como Evenepoel o Pogačar. 

En esta edición del Giro dell'Emilia estaban inscritos Roglič y Pogačar, y también Enric Mas, vigente ganador. Roglič no ha necesitado equipo, puesto que llegaba bien rodado de la Vuelta. En cambio, UAE ha decidido traer su mejor plantel, con la intención de colocar a Pogačar en opciones de ganar. En las carreras italianas previas habían mostrado mucha superioridad, colocando siempre a varios corredores entre los diez primeros. Así sucedió en la Coppa Agostoni, en la que Davide Formolo aprovechó la ventaja numérica de su equipo para marcharse en solitario a por del triunfo. Por detrás, Marc Hirschi controló al grupo formado por Victor Lafay, Warren Barguil y Chris Harper. El corredor véneto tuvo merecida recompensa a su trayectoria de gregario, siempre aderezada con temblores, tics varios y mucha simpatía. Se trató tan solo de su quinta victoria profesional, aunque casi todas ellas son recordadas: su etapa del Giro en los Apeninos ligures, cuando era un joven larguirucho que corría para Vaughters, el campeonato italiano y dos etapas en Catalunya y Dauphiné.  

Quinto triunfo. Recuerdo todos los suyos.


Victor Lafay acompaña a los UAE en el podio (y a un señor acoplado)

También Marc Hirschi había logrado imponerse en el reciente Tour de Luxemburgo, aprovechando su buena racha en carreras menores. Su gran rival en la prueba fue Ben Healy, que se colocó de líder después de una larga escapada en solitario camino del castillo de Vianden. Fue bello ver al irlandés rodar con su particular estilo bajo la lluvia, con la melena mojada, su pedaleo sufrido y su cuerpo aerodinámico.  Pero Healy pagó sus esfuerzos en la crono, en la que Hirschi y McNulty le acabarían superando. 

El rey del castillo (foto de Stéphane Guillaume)


Dados esos precedentes, UAE pensaba controlar de igual manera en Emilia, contando con Adam Yates y Ayuso como lugartenientes de Pogačar. Ayuso se inhibió pronto de cualquier labor de equipo. Extrañamente no ha alargado su punto de forma de la Vuelta, a diferencia de Roglič, Mas o Vlasov, que han estado donde se esperaba de ellos. En el caso de Adam Yates no hay nada que reprochar: se ha vaciado completamente por su líder (o por su hermano, que también marchaba a rueda un poco más atrás). Podría decirse incluso que su estado de forma parecía superior al de Pogačar, que a la hora de la verdad no ha podido hacer la diferencia esperada en el tramo más duro de la ascensión al santuario. 

Pogačar se presentaba a la salida con despreocupación, como un joven alumno de la última fila, acostumbrado a estirar las largas piernas debajo del pupitre y a aprobar sin estudiar. Tanto él como su equipo minusvaloraron a una competencia muy apta. En el penúltimo paso, Adam Yates había reducido el grupo a nueve ciclistas, PogačarRoglič, Carapaz, Mas, Vlasov, Woods, Ciccone, Simon Yates y él mismo: un grupo excelso. Había logrado descolgar a Benoot, que podría haber sido una ayuda para Roglič. Tampoco la necesitó. Pogačar lanzó su ataque en el tramo más duro, fiel a su estilo, cuando la galería porticada cambia de lado de la calzada. Quedaba todavía un kilómetro y a pesar de apretar los dientes y zarandear con fuerza su colnago de manillar estrecho y manetas torcidas, no pudo hacer diferencia. Pegados a su rueda tenía a Carapaz y a Roglič, y viendo que no habría hueco, decidió pararse. Podría decirse que se precipitó: si no iba tan bien como aparentaba, debería haber esperado al sprint. Quiso ser fiel a su personaje y resultó no ser la decisión más correcta. Al poco entró Mas y también parecía que iba a hacerlo Vlasov. El ruso vio la oportunidad para lanzar un ataque desde atrás, pero Mas le cerró completamente contra el público, al parecer sin darse cuenta, pero con riesgo incluso de derribarle. 

Dado el marcaje, poco a poco se volvió a agrupar el selecto grupo, llegando a él también Simon Yates. En su hombro era bien visible el rastro de una caída. Los favoritos se observaban entre sí, pero solo Roglič se estaba aproximando a su distancia ideal, aquella que una vez lo fue también de Simon Yates. El esloveno de Jumbo había esperado su momento, sin desgastarse en alardes previos: Pogačar sin darse cuenta le había conducido hasta el punto exacto en el que el ataque de Roglič es letal. Se había confiado introduciendo un dedo juguetón en la cesta de la que iba a salir, llegado su momento, la cobra con su mordedura venenosa. Así sucedió. Cuando Pogačar quiso reaccionar se vio sprintando con las manos en las manetas, cuando todos sus rivales, incluso los que llegarían detrás de él, ya habían colocado las manos donde corresponde para afrontar un sprint. En un abrir de ojos, Roglič ya le había sacado un par de metros irrecuperables. 

Tiene a los Jumbo atragantados.


De esta manera, en el día en el que por fin Roglič anunciaba de forma clara que no iba a continuar en Jumbo, se llevaba su tercer triunfo en la prueba, en una cima fetiche para él (ya que en ella también ganó la crono inaugural del Giro de 2019). Por detrás, la segunda plaza sería para Pogačar, seguido de cerca por Simon Yates. Abrazos con el consejo de ancianos organizadores, brindis con prosecco y mortadela en el podium: todo muy tradicional. Como siempre, a Roglič se le veía especialmente feliz y cómodo. A suo agio, como dirían en Italia. De nuevo había logrado revertir una situación espinosa: había acabado la Vuelta con una sensación agridulce, al tratarse de la única carrera del año en la que tomaba parte y que no ganaba. En San Luca se rencontraba inmediatamente con la victoria, sin necesidad de establecer componendas ni de aplacar rivalidades internas. En la Vuelta había tenido que llegar a ciertos arreglos que no deben resultar agradables a alguien acostumbrado a ganar: una situación de competencia interna a la que se llega por causa de un exceso de fuerza colectivo.  

Con el organizador Adriano Amici. Todo muy de andar por casa (como toca).


Roglič avisa con esta victoria que está a punto para Lombardía, mientras que su gran rival, Pogačar, ha vuelto a hacer segundo en una subida a la que todavía no le ha cogido el punto. Pero en la situación precedente de 2021, cuando Roglič ganó en Emilia (y también en Superga), no pudo anudar el lazo con un triunfo en Bérgamo. Se diluyó en la sucesión de subidas, bajadas y planicies lombardas, en la que en cambio sí se impuso Pogačar desde lejos, acompañado por Masnada.  

Lástima no haber encontrado una buena foto con las mortadelas (getty images)


3 comentarios:

  1. Vaya plantel de salida había en Emilia, difícilmente mejorable. Una lástima que todo acabara en algo parecido a la Flecha Valona, como comentas, pero sobre todo una lástima para UAE, que llevaban un equipazo increíble y lo malgastaron jugando a una carta en la que no parecía nada claro que fueran a ganar. No sé si querían probar alguna situación de carrera como preparación para Lombardia, pero con un Pogacar aún corto de forma, parece, y un Roglic pletórico, parecía muy difícil que el joven esloveno ganara al viejo con esa táctica.

    Esto unido a lo que se vio en Tre Valli Varinese, resulta más claro porque sin equipo, este tipo de clásicas se hacen imposibles de controlar. Me refiero a que si en el antepenúltimo o penúltimo paso por el Santuario juegan a lanzar a algún corredor (Yates, u otro), y consigue unos metros, dificilmente alguien se organiza para tirar. Pero claro, eso choca con ganar con tu lider, y tal vez fue lo que les pasó, un poco como los últimos años de Boonen en Quick.

    En cualquier caso estas clásicas italianas de final de año son preciosas, ya no solo por la carrera en sí, sino por lo que suponen. Es como volver al Ciclismo de toda la vida donde no había tres empresas que lo controlaban todo. Y aquí, como pasa en Francia, es donde se aprecia la diferencia con la cultura ciclista de España, por ejemplo.

    A ver qué ocurre en Lombardia, y qué cartas intenta jugar esta vez cada uno. O mejor dicho, que intenta cualquier otro corredor que no sea Roglic.

    Un saludo!

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    1. Es difícil que el Giro dell'Emilia tenga una resolución diferente, más allá de cierta selección con el paso de las vueltas. De todas formas, recuerdo que algún otro año el circuito era más largo e incluían otra subida (con una bajada peligrosa), de manera que había más posibilidades de buscar otros momentos decisivos. De todas maneras, en comparación con la subida de Huy hay más descansillos en esta, y se puede jugar a algo más táctico, sobre todo en el final.
      En cuanto a las carreras italianas de esta semana, sobre las que me habría gustado escribir (no he tenido tiempo), simplemente señalar la "resurrección" de Soudal - Quick Step. Se han pasado todo el año eclipsados por Evenepoel y ahora, cuando parece que han visto las orejas al lobo, han vuelto por sus fueros. La victoria de Van Wilder en la Tre Valli Varesine fue por inteligencia (aprovechó el momento justo, al no ser una rueda muy vigilada) y luego tuvo fuerzas para mantener la diferencia e incluso ampliarla en la segunda subida. Es verdad que atrás no hubo mucho entendimiento, solo tiraba con más ansia Pogacar, el resto pasaba y se quitaba. Pero también es verdad que Van Wilder supo aguantar la presión y las fuerzas no le flaquearon en ningún momento. Lo mismo pasó con Bagioli en Piemonte. Después de quedar cerca en la Coppa Bernocchi, en Piemonte pudo batir a Aranburu, que perdió una de las mejores oportunidades de su carrera.

      Veremos hoy. Para mí el favorito número uno, por los precedentes, es Pogacar. Si bien en TVV no dio una buena impresión, yo creo que estará preparado para la cita y el momento adecuado. Lo ha demostrado en los dos años previos, sobre todo en 2021, en el mismo recorrido que el de este año, cuando no parecía que fuera a estar en forma, en comparación con Roglic, que llegaba pletórico a la cita. Aun así, no descarto que alguien se pueda aprovechar del marcaje de las figuras, como pasó en la TVV. Alguien como Carapaz debe ser una rueda a vigilar, porque va a más y tiene hambre de victoria, después de un año muy cruzado. También, en el mismo UAE, Hirschi podría jugar al despiste. Lleva una temporada de clásicas italianas brutal, en todas las que ha corrido ha llegado delante: deberían jugar su baza. Esperemos que, sea cual sea la situación, se vea una buena carrera.

      Un saludo y gracias por comentar!

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    2. Perdón, se me pasó contestar tu comentario. Para mí las clásicas italianas siempre están muy bien. Al disputarse a final de temporada, las fuerzas ya son muy dispares y se ven muchos menos reagrupamientos y parones que en las clásicas de abril. Por ello siempre suele haber movimientos lejanos y grandes selecciones. Pero hay corredores, como se ha demostrado en el caso de Pogačar, que saben afinar la forma para llegar al momento preciso en la forma idónea.
      Un saludo!
      PD; Ahora viene la larga espera hasta 2024.

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