sábado, 22 de abril de 2023

PUESTA AL DÍA

Esta va a ser una crónica perezosa y a destiempo, simplemente motivada por la necesidad de dejar un registro escrito de lo sucedido. Me perdí las carreras de la última semana, de manera que tiene poco sentido hacer ahora una crónica exhaustiva de ellas, me centraré tan solo en los elementos polémicos. Porque en realidad no hubo ninguna sorpresa, como no lleva habiéndola a lo largo de toda la temporada. Tan solo cinco equipos han ganado todas las pruebas World Tour disputadas, con el añadido de que dos de esos cinco equipos, Ineos y Soudal - Quick Step, han ganado solamente una prueba cada uno. Entre Jumbo, Alpecin y Pog...ejem, UAE, se han repartido el pastel. Siempre son los mismos nombres, repetidos en bucle, y parece que la situación no va a cambiar en un futuro inmediato.

   

El Nietísimo gana una carrera que no ganó ni su padre ni su abuelo. (capturas de @__blind_side y @faustocoppi60)


Para evitar sorpresas, se volvió a batir el récord de velocidad en la París - Roubaix. Fue una edición atípica, sin supervivientes de la fuga inicial ni los típicos movimientos de acordeón. La carrera se lanzó pronto; de hecho, antes de Arenberg ya iba delante la selección de favoritos que se jugaría la carrera. Esta fue un duelo entre Jumbo y Alpecin, en el que la mala suerte decantó la balanza en favor de los del crecepelo, siendo los demás, los Ganna, Küng, Degenkolb y Pedersen, las comparsas necesarias para dar a la prueba la apariencia de ser una carrera abierta. La apuesta de Jumbo por las ruedas que se hinchan solas fue un desastre mayúsculo, como sucede siempre que las marcas imponen sus propios criterios comerciales por encima de los puramente competitivos. Son las innovaciones de las que se nutren los que sueltan la chapa con el material o las páginas de clickbait, pero que siempre suelen tener consecuencias catastróficas en Roubaix. De esta manera, sus dos grandes corredores sufrieron pinchazos tras los pasos más decisivos: Laporte después de Arenberg y van Aert al final del Carrefour de l'Arbre. Una caída en Arenberg les dejó sin su tercer hombre, Dylan van Baarle.

Los cerebritos del casco no funcionaron.

 

Por contra, todo sonrió a Alpecin. Precisamente cuando Jumbo perdía en el grupo delantero a Laporte, van der Poel ganaba la colaboración de Gianni Vermeersch y Jasper Philipsen, enlazando desde atrás. El sprinter belga se lució como nunca se le había visto en el pavé. Y por si fuera poco, entre Philipsen y van der Poel se deshicieron de Degenkolb: un bandazo en cabeza de Philipsen hizo que el hombro poderoso de van der Poel derribase a Degenkolb. El antiguo ganador de la prueba no pudo hacer nada ante la masa del neerlandés, que ha doblado su tren superior en estos últimos cuatro años, pasando de un cuerpo de alfiler en 2019 a uno más parecido al de Hulk Hogan en la actualidad. La acción de los Alpecin fue involuntaria, pero cabe recordar que una maniobra parecida le supuso la descalificación al desconocido Maciejuk justo una semana antes. Es cierto que la maniobra de Maciejuk fue más temeraria y de consecuencias más aparatosas, pero no está de más trazar una  comparación entre ambos sucesos y ambas resoluciones.  

¿Fútbol americano?

 

Con el camino expedito, van der Poel forzó el ritmo en el tramo final del Carrefour de l'Arbre, con van Aert a rueda, hasta que el invento de rueda del belga dijo basta. Fue evidente el cambio drástico en la presión de la rueda posterior de van Aert en los últimos metros del Carrefour: mientras que van der Poel dibujó la curva de salida del pavé en modo motogp, van Aert la trazó con más rigidez, muy erguido, perdiendo unos segundos preciosos. Lo más seguro es que, de no mediar pinchazo, hubiese ganado igualmente van der Poel, poseedor ese día de una fuerza de reminiscencias boonenianas, pero contó con la ayuda extra de un día aciago para los Jumbo. 

Las ruedas se deshinchaban solas.

 

En cuanto a la Amstel, también la carrera se movió de lejos. Fue un día desapacible, con unas condiciones que se adaptaban a la perfección al gran favorito del día, Tadej Pogačar. A más de 80 kilómetros a meta ya se había formado el grupo que se jugaría la victoria, filtrándose en él Pogačar. El grupo estaba compuesto además por Tom Pidcock, Ben Healy, Alexey Lutsenko, Alexander Kron y Axel Zingle, entre otros. Marcharon durante muchos kilómetros con una diferencia que osciló entre los 20 y los 30 segundos con el pelotón principal, comandado por los Jumbo, liderados en esta ocasión por Benoot. La participación no era para echar cohetes. Una caída masiva, que implicó a Godon y Powless entre otros, dificultó la persecución, facilitando las cosas al grupo delantero. 

Un día duro, a pesar de todo.


Pasados 40 kilómetros, Pogačar decidió cambiar de bici. Llevaba un tiempo haciendo gestos, dando saltitos sobre el sillín, como si hubiera perdido algo de presión en la rueda trasera, pero seguía entrando al relevo como si nada. De pronto apareció tras el grupo de escapados el coche de UAE, surgido de la nada. ¿Había adelantado al pelotón perseguidor o estaba esperando su oportunidad para colocarse tras el grupo en algún cruce de caminos? Su aparición improvisa no debe extrañar en una carrera marcada año tras año por el caos, pero lo cierto es que su presencia salvó a Pogačar de ser absorbido por las profundidades del grupo perseguidor. 

El momento del cambio de bici.

 

En aceleraciones posteriores el grupo quedó reducido a un terceto: Pogačar, Healy y Pidcock. La presencia del irlandés era la más sorprendente, confirmando las buenas impresiones en carreras previas y la prometedora trayectoria en categorías inferiores. Su estilo era algo escartiniano, abusando de desarrollo, arqueando la espalda hasta hacer aflorar en ella una chepa. Incluso su cuello contraído, con la cabeza ligeramente ladeada, tenía algo de Mancebo. 

Pogacar y Healy en la distancia.

 

A falta de 36 kilómetros, en el Geulhemmerberg, Pogačar lanzó su ataque sostenido. Pidcock intentó seguirle, pero reventó tras unos segundos a rueda del esloveno. Sería superado por el pedaleo monótono y persistente de Healy. Se vivió a partir de ese momento una persecución entre Pogačar y Healy, en la que también quiso participar, como un protagonista más, el coche de dirección de carrera. 

El coche quería hacer publicidad.

 

Durante unos segundos apenas, la marcha del coche de dirección de carrera, excesivamente lenta, supuso que Pogačar casi cogiese involuntariamente rebufo de su estela. Quizá influía el piso mojado, quizá las duras cuestas, o más bien las ganas de hacer publicidad de una cerveza que ya pone nombre a la carrera, lo cierto es que daba la impresión de que Pogačar iba más rápido que los propios coches, que abrían a la carrera a un ritmo propio del coche de Hans Topo. Fue un rebufo demasiado breve como para ser decisivo, pero entra en la línea de chapuzas habituales de esta prueba. Finalmente ganó Pogačar con 38 segundos de ventaja sobre Healy y más de dos minutos sobre Pidcock, cazado in extremis por Lutsenko y Kron. 

Una carrera más.

 

Finalmente, el pasado miércoles se disputó la Flecha Valona. Con una participación floja, Pogačar se presentaba de nuevo como gran favorito. No tomaban la salida los anteriores ganadores, Alaphilippe y Teuns, ni tampoco ciclistas que podrían expresarse bien en un final como el de Huy, como Roglič, Evenepoel o Vingegaard. A pesar de que sus resultados previos no eran excesivamente esperanzadores, Pogačar no decidió anticiparse. Quizá con la mirada puesta en la Lieja de este domingo, decidió aplicar la táctica que ha resultado exitosa en los últimos veinte años: esperar al tramo más empinado del muro de Huy para destacarse. Por tanto, de poco valió el empeño de Louis Vervaeke por llegar en solitario. Ni la cota de Ereffe ni la de Cherave cambian un final cantado, que a su manera tiene algo de original. Antes el muro de Huy era la mezcla del sandwich de muritos ardeneses, entre el final en Ans y el final del Cauberg. Ahora queda como una reminiscencia del pasado. La gran dificultad con la que contó Pogačar fue una caída delante de sus morros (Rojas, cómo no), que el esloveno libró in extremis. Con lo cual, tomando Huy en buena posición, solo tuvo que esperar su momento. Se destacó con facilidad, quedando la segunda posición para Skjelmose Jensen y la tercera para un regular Mikel Landa.  

Y otra.


Así pues, llegamos a la carrera de este domingo, la Lieja. Se prevé un duelo entre Evenepoel y Pogačar, con uno de los contendientes aterrizado desde el Teide, optimizando su preparación de cara al Giro, y con el otro dispuesto a igualar a Rebellin y a Gilbert en aquello de ganar las tres pruebas de las Ardenas, con la mirada puesta en un largo descanso de cara a la preparación para el Tour. Es un duelo entre el carácter de uno (por decirlo finamente) y la afabilidad del otro. En pocas ocasiones han cruzado su camino: su primera carrera conjunta fue la Tirreno - Adriatico, ganada con mucha diferencia por Pogačar; en la anterior Lieja, el esloveno se dio de baja el día anterior por la muerte de la madre de su compañera (acción muy criticada por algunos gañanes); se cruzaron en el camino en la Klasikoa, en la que Pogačar se retiró (uno de sus escasos DNF), y en el mundial, que ya todo el mundo recuerda cómo fue (Evenepoel filtrándose en una escapada, ante el empanamiento mental del resto de favoritos, incluido el propio Pogačar, especialmente poco hábil en los mundiales). Así pues, los últimos enfrentamientos han favorecido a Evenepoel. Pero esto no es fútbol. Quizá se cuele un tercero. 

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