A veces el ciclismo, en su afán por sorprender, nos ofrece espectáculos tan increíbles que resultan incluso enternecedores. Ayer, sin ir más lejos, un corredor se estrenó a los veinticinco años, ganando nada menos que la Ronde van Vlaanderen. ¿No dan ganas de llorar? Un poco sí, aunque no sé si las lágrimas serían de emoción sincera o más bien un llanto como de abuela, de arrancarse los dientes, como el que refería Marlon Brando en el papel de Kurtz en aquel mítico monólogo de Apocalypse Now. ¿Por qué? Porque la victoria de este chico de veinticinco años no es la del pobre invitado a la mesa del rico, que aprovecha un momento de despiste para llevarse a la boca un muslo de pollo. No es la del corredor modesto que ataca en los primeros kilómetros, cuando aun no están puestas ni las vallas y los favoritos duermen todavía en la panza del pelotón. No. La victoria de este chico de veinticico años, todavía sin estrenar hasta ayer, es la del que machaca a sus rivales sin piedad, haciéndolos papilla en medio del sandwich de adoquines de Oude Kwaremont - Paterberg. En el fondo y en la forma, la victoria de este chico de veinticinco años no desentona con otros freak shows organizados por Flanders Classic.
Alberto Bettiol se llama. No es un desconocido, pero estaba sin estrenar después de casi cinco años como ciclista. Había conseguido buenos puestos, en Plouay, en Polonia. Incluso había hecho quinto en una etapa del Tour detrás de un cuarteto excepcional, formado por Sagan, Daniel Martin, Matthews y Van Avermaet. Había pasado también una temporada de anonimato absoluto en BMC. En resumen, era un corredor del que se conocía el nombre pero al que costaba poner cara. Ahora puede decirse que ha entrado en el ciclismo por la porta triunfalis, a lo Oliver Zaugg, estrenándose con un monumento. Al menos este tiene veinticinco años.
Su victoria tiene que contextualizarse en una temporada de ensueño para el Education First de Vaughters. Ha sido cambiar de maillot y comenzar a llover las victorias y los puestos destacados. Hoy, sin ir más lejos, en la primera etapa de la Itzulia, Daniel Martínez, Hugh Carthy y Lawson Craddock han hecho entre los mejores. Ayer tuvieron tres hombres delante (Sep Van Marcke, Sebastian Langeveld y el propio Bettiol), cuando a duras penas los de la manada los igualaban. Bettiol ya había anunciado su estado de forma en la Tirreno-Adriatico, con un segundo puesto en la crono zombi de San Benedetto del Tronto y un ataque a modo de antipasto en el Poggio. Pero nadie esperaba esto.
Por si alguien lo pone en duda, Bettiol ayer fue el hombre más fuerte. Su cuerpo compacto parecía de roca, de criptonita. Quizá sólo van der Poel habría podido seguirle, de no ser por su tonta caída y por el desgaste consecuente de fuerzas en la persecución y en movimientos inoportunos. A Bettiol nadie le regaló la victoria. Atacó donde sólo la fuerza permite desmarcarse y sus rivales intentaron darle alcance, especialmente Van Avermaet, pero no pudieron. Si no lo hicieron en el encadenado Oude Kwaremont - Paterberg fue porque no tuvieron más fuerzas. Al salir Bettiol destacado del Paterberg lo tenía ya casi medio hecho, pues en cualquier clásica es difícil que un grupo numeroso de líderes sin gregarios se ponga de acuerdo para dar caza a un escapado. Un escapado al que no recortaron nada en el eterno llano hasta Oudenaarde, al modo de Sagan, Cancellara o de Terpstra. Primera victoria profesional, recuérdese.
Por lo demás fue una carrera bastante anodina, alejada de la emoción que supuso hace dos años la larga escapada de Philippe Gilbert. En los primeros kilómetros se formó una escapada con Houle, Touzé, Asselman y Van Rooy, que tuvo el honor de pasar todavía en cabeza por un Kapelmuur convertido en reliquia. Poco después Van Marcke y Vandenbergh, dos trotones flamencos, se marcharon. A ellos se unió Kasper Asgreen, el danés y el Quick Step del día (dos en uno), después de haber estado comandando el pelotón. Por detrás Terpstra tenía una fea caída, van der Poel también (una caída bastante tonta, agravada por un exceso de confianza sobre la bici) y Gilbert naufragaba. El máximo interés durante gran parte de la carrera residió en la persecución alocada de van der Poel, todo un derroche de fuerza. Le llegó el turno al Koppenberg, que de ser otrora una especie de Moloch de los ciclistas ha pasado a ser un perrito faldero, ladrador pero poco mordedor. Fue el momento que aprovechó Dylan van Baarle para conectar con el grupo delantero. Jasha Sutterlin lo intentó, sin éxito. Quedaba así conformado todo a la espera de la traca final.
Los berg se sucedieron sin crear apenas criba en el grupo de favoritos. Por delante Vandenbergh flaqueaba y más tarde Van Marcke. Una extraña suavidad parecía haber amoldado las empinadas rampas adoquinadas a las máquinas de carbono del grupo nutrido de corredores importantes, en los que las escaramuzas no llegaban a cuajar. Después de repetidos ataques de Wellens y Sutterlin por coger a los de cabeza, seguidos por Weening y Degenkolb, acabó por conformarse tras el Kruisberg - Hotond un grupo de veinte corredores: Peter Sagan, Bob Jungels, Yves Lampaert, Alejandro Valverde, Jasha Sutterlin, Jens Keukeleire, Tiesj Benoot, Wout Van Aert, Pieter Weening, Mathieu van der Poel, Jasper Stuyven, Greg Van Avermaet, Dries Van Gestel, Alexander Kristoff, Oliver Naesen, Nils Politt, Michael Matthews, Sebastian Langeveld, el reabsorbido Sep Van Marcke y Alberto Bettiol. No estaba Zdenek Stybar entre ellos, al quedarse fuera de fuego en un repecho no catalogado con berg. El rendimiento de los Deceuninck - Quick Step estuvo muy por debajo de lo esperado. Al cortijo en el que estaban convirtiendo las carreras de un día de la temporada le faltó la cabeza de toro de la Ronde sobre la chimenea.
A falta de 19 km, poco antes de entrar en el último paso por el Oude Kwaremont, Asgreen y van Baarle contaban con 16 segundos de ventaja sobre el grupo de veinte, comandado por Keukeleire y Van Avermaet. Fue el momento del ataque de Bettiol. Hay que verlo repetido varias veces para acabar de asimilarlo y salir del shock. Van der Poel iba bastante atrasado, como si empezase a notar las piernas algo débiles. Van Avermaet lo ve claramente (Bettiol sale de la tercera posición) e intenta cogerle la rueda. No puede. Inmediatamente Bettiol rebasa a Asgreen y van Baarle y se lanza, como hombre-bala, hacia la meta de Oudenaarde. Sutterlin, Stuyven y Van Marcke se quedan del grupo de favoritos. A la salida del Oude Kwaremont, Bettiol cuenta más o menos con 10 segundos de margen.
A 14 km., justo en el momento de afrontar el rampón del Paterberg, Bettiol cuenta con 18 segundos. Hay que reconocer que nadie secundó el esfuerzo de Van Avermaet al salir a la carretera general. Quizá alguno pensó, como es lógico, que Bettiol se hundiría en el Paterberg, pero no fue así. En ese exiguo rampón, Bettiol subió a chepazos, con la mandíbula desencajada, como un mulo de tiro y arrastre. Van Avermaet por detrás intento la aceleración, con Naesen y van der Poel a rueda. El astro holandés, que parece cada vez más futbolista que ciclista por sus ademanes, pasó con 14 segundos de diferencia con Bettiol. La suerte estaba echada en favor de Bettiol.
En el llano eterno hacia Oudenaarde las cosas no variaron, como viene siendo habitual. Valverde lo intentó de forma tímida, tambíén Van Avermaet, Sagan, Lampaert, Jungels y Politt intentaron dar alcance individualmente al italiano, pero el abecé del ciclismo determina que uno solo siempre hace más camino que un grupo mal avenido. Más si cabe si en la parte trasera del grupo se arrastra a gente del calibre de Kristoff o Matthews. Y así fue. El italiano no miró en ningún momento hacia atrás, obcecado en pos de la victoria. Detrás sólo comenzaron a relevar cuando vieron como imposibles las aventuras individuales, en una aceptación silenciosa de la derrota. Consintieron incluso que Asgreen hiciese puesto. El italiano mientras tanto ya había pasado la línea de meta y mostraba su rostro de incredulidad ante las cámaras, los periodistas entrometidos de la Rai y el barrigudo chaperon de Flanders Classics. "Ma cosa ho fatto?" parecían decir sus ojos de cantante de opereta, fuera de la máscara de polvo y sudor que le cubría la cara. "Una animalada", deberían haberle dicho todos los allí presentes.
En resumen, el equipo de Vaughters carbura, quizá al mismo nivel en que lo hacía cuando convirtieron a un prologuista que se quedaba en subidas de autopista en un contendiente del Tour de Francia. En el caso de Bettiol, el tiempo dirá si estamos ante otro Gabriele Colombo, otro Vladislav Bobrik, otro Mathew Harley Goss, otro Oliver Zaugg, es decir, un one hit wonder del ciclismo (por no utilizar otro vocablo más relacionado con Baikonur y la estación espacial Mir) o un corredor de auténtica entidad. De momento va ganando por minutada lo primero.
Alberto Bettiol se llama. No es un desconocido, pero estaba sin estrenar después de casi cinco años como ciclista. Había conseguido buenos puestos, en Plouay, en Polonia. Incluso había hecho quinto en una etapa del Tour detrás de un cuarteto excepcional, formado por Sagan, Daniel Martin, Matthews y Van Avermaet. Había pasado también una temporada de anonimato absoluto en BMC. En resumen, era un corredor del que se conocía el nombre pero al que costaba poner cara. Ahora puede decirse que ha entrado en el ciclismo por la porta triunfalis, a lo Oliver Zaugg, estrenándose con un monumento. Al menos este tiene veinticinco años.
E vissero sempre felici e contenti |
Su victoria tiene que contextualizarse en una temporada de ensueño para el Education First de Vaughters. Ha sido cambiar de maillot y comenzar a llover las victorias y los puestos destacados. Hoy, sin ir más lejos, en la primera etapa de la Itzulia, Daniel Martínez, Hugh Carthy y Lawson Craddock han hecho entre los mejores. Ayer tuvieron tres hombres delante (Sep Van Marcke, Sebastian Langeveld y el propio Bettiol), cuando a duras penas los de la manada los igualaban. Bettiol ya había anunciado su estado de forma en la Tirreno-Adriatico, con un segundo puesto en la crono zombi de San Benedetto del Tronto y un ataque a modo de antipasto en el Poggio. Pero nadie esperaba esto.
Por si alguien lo pone en duda, Bettiol ayer fue el hombre más fuerte. Su cuerpo compacto parecía de roca, de criptonita. Quizá sólo van der Poel habría podido seguirle, de no ser por su tonta caída y por el desgaste consecuente de fuerzas en la persecución y en movimientos inoportunos. A Bettiol nadie le regaló la victoria. Atacó donde sólo la fuerza permite desmarcarse y sus rivales intentaron darle alcance, especialmente Van Avermaet, pero no pudieron. Si no lo hicieron en el encadenado Oude Kwaremont - Paterberg fue porque no tuvieron más fuerzas. Al salir Bettiol destacado del Paterberg lo tenía ya casi medio hecho, pues en cualquier clásica es difícil que un grupo numeroso de líderes sin gregarios se ponga de acuerdo para dar caza a un escapado. Un escapado al que no recortaron nada en el eterno llano hasta Oudenaarde, al modo de Sagan, Cancellara o de Terpstra. Primera victoria profesional, recuérdese.
alla grande |
Por lo demás fue una carrera bastante anodina, alejada de la emoción que supuso hace dos años la larga escapada de Philippe Gilbert. En los primeros kilómetros se formó una escapada con Houle, Touzé, Asselman y Van Rooy, que tuvo el honor de pasar todavía en cabeza por un Kapelmuur convertido en reliquia. Poco después Van Marcke y Vandenbergh, dos trotones flamencos, se marcharon. A ellos se unió Kasper Asgreen, el danés y el Quick Step del día (dos en uno), después de haber estado comandando el pelotón. Por detrás Terpstra tenía una fea caída, van der Poel también (una caída bastante tonta, agravada por un exceso de confianza sobre la bici) y Gilbert naufragaba. El máximo interés durante gran parte de la carrera residió en la persecución alocada de van der Poel, todo un derroche de fuerza. Le llegó el turno al Koppenberg, que de ser otrora una especie de Moloch de los ciclistas ha pasado a ser un perrito faldero, ladrador pero poco mordedor. Fue el momento que aprovechó Dylan van Baarle para conectar con el grupo delantero. Jasha Sutterlin lo intentó, sin éxito. Quedaba así conformado todo a la espera de la traca final.
Los berg se sucedieron sin crear apenas criba en el grupo de favoritos. Por delante Vandenbergh flaqueaba y más tarde Van Marcke. Una extraña suavidad parecía haber amoldado las empinadas rampas adoquinadas a las máquinas de carbono del grupo nutrido de corredores importantes, en los que las escaramuzas no llegaban a cuajar. Después de repetidos ataques de Wellens y Sutterlin por coger a los de cabeza, seguidos por Weening y Degenkolb, acabó por conformarse tras el Kruisberg - Hotond un grupo de veinte corredores: Peter Sagan, Bob Jungels, Yves Lampaert, Alejandro Valverde, Jasha Sutterlin, Jens Keukeleire, Tiesj Benoot, Wout Van Aert, Pieter Weening, Mathieu van der Poel, Jasper Stuyven, Greg Van Avermaet, Dries Van Gestel, Alexander Kristoff, Oliver Naesen, Nils Politt, Michael Matthews, Sebastian Langeveld, el reabsorbido Sep Van Marcke y Alberto Bettiol. No estaba Zdenek Stybar entre ellos, al quedarse fuera de fuego en un repecho no catalogado con berg. El rendimiento de los Deceuninck - Quick Step estuvo muy por debajo de lo esperado. Al cortijo en el que estaban convirtiendo las carreras de un día de la temporada le faltó la cabeza de toro de la Ronde sobre la chimenea.
A falta de 19 km, poco antes de entrar en el último paso por el Oude Kwaremont, Asgreen y van Baarle contaban con 16 segundos de ventaja sobre el grupo de veinte, comandado por Keukeleire y Van Avermaet. Fue el momento del ataque de Bettiol. Hay que verlo repetido varias veces para acabar de asimilarlo y salir del shock. Van der Poel iba bastante atrasado, como si empezase a notar las piernas algo débiles. Van Avermaet lo ve claramente (Bettiol sale de la tercera posición) e intenta cogerle la rueda. No puede. Inmediatamente Bettiol rebasa a Asgreen y van Baarle y se lanza, como hombre-bala, hacia la meta de Oudenaarde. Sutterlin, Stuyven y Van Marcke se quedan del grupo de favoritos. A la salida del Oude Kwaremont, Bettiol cuenta más o menos con 10 segundos de margen.
El momento preciso |
A 14 km., justo en el momento de afrontar el rampón del Paterberg, Bettiol cuenta con 18 segundos. Hay que reconocer que nadie secundó el esfuerzo de Van Avermaet al salir a la carretera general. Quizá alguno pensó, como es lógico, que Bettiol se hundiría en el Paterberg, pero no fue así. En ese exiguo rampón, Bettiol subió a chepazos, con la mandíbula desencajada, como un mulo de tiro y arrastre. Van Avermaet por detrás intento la aceleración, con Naesen y van der Poel a rueda. El astro holandés, que parece cada vez más futbolista que ciclista por sus ademanes, pasó con 14 segundos de diferencia con Bettiol. La suerte estaba echada en favor de Bettiol.
Otra imagen del momento preciso (pic: Yuzuru Sunada) |
En el llano eterno hacia Oudenaarde las cosas no variaron, como viene siendo habitual. Valverde lo intentó de forma tímida, tambíén Van Avermaet, Sagan, Lampaert, Jungels y Politt intentaron dar alcance individualmente al italiano, pero el abecé del ciclismo determina que uno solo siempre hace más camino que un grupo mal avenido. Más si cabe si en la parte trasera del grupo se arrastra a gente del calibre de Kristoff o Matthews. Y así fue. El italiano no miró en ningún momento hacia atrás, obcecado en pos de la victoria. Detrás sólo comenzaron a relevar cuando vieron como imposibles las aventuras individuales, en una aceptación silenciosa de la derrota. Consintieron incluso que Asgreen hiciese puesto. El italiano mientras tanto ya había pasado la línea de meta y mostraba su rostro de incredulidad ante las cámaras, los periodistas entrometidos de la Rai y el barrigudo chaperon de Flanders Classics. "Ma cosa ho fatto?" parecían decir sus ojos de cantante de opereta, fuera de la máscara de polvo y sudor que le cubría la cara. "Una animalada", deberían haberle dicho todos los allí presentes.
Uno de los tres personajes de la imagen es mi ídolo. |
En resumen, el equipo de Vaughters carbura, quizá al mismo nivel en que lo hacía cuando convirtieron a un prologuista que se quedaba en subidas de autopista en un contendiente del Tour de Francia. En el caso de Bettiol, el tiempo dirá si estamos ante otro Gabriele Colombo, otro Vladislav Bobrik, otro Mathew Harley Goss, otro Oliver Zaugg, es decir, un one hit wonder del ciclismo (por no utilizar otro vocablo más relacionado con Baikonur y la estación espacial Mir) o un corredor de auténtica entidad. De momento va ganando por minutada lo primero.
He vuelto a ver el ataque de Bettiol y me parece muy acertado el símil con la base kazaja:
ResponderEliminarsale disparado con una trayectoria limpia por el medio del pavé (lección aprendida de Sagan) mientras los GVA y compañía se hacinan como buitres en el mini-arcén más favorable. Ni la locomotora suiza en sus años mozos!!!!
Sube todo el rato cogido abajo del manillar, y no contento con el forcing se permite un pequeño sprint al casi al final. BRU-TAL!
Recordó al mismo Cancellara.
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