martes, 19 de marzo de 2019

SIGUE SIENDO DE NOCHE EN TURINI

Durante mucho tiempo, el col de Turini fue una especie de montaña mágica para el mundo de los rallies. La noche fría de enero, con nieve en las cunetas o en la propia carretera, los faros potentes, el público enfervorizado...el col de Turini tenía todos los elementos para ser el símbolo de un deporte, o mejor dicho, de la modalidad más deportiva de los mal llamados deportes de motor. Una modalidad de cuya decadencia mediática el ciclismo debería estar alerta.



El col de Turini ha tenido un protagonismo mucho más limitado en el mundo del ciclismo. El Tour sólo lo ha transitado tres veces (con pasos de Louison Bobet en 1948, Jean Robic en 1950 y Vicente López Carril en 1973).  La inclusión como punto fuerte de la presente edición de la París - Niza no tenía otro objetivo que un nuevo paso del Tour, para la edición de 2020. Así pues, la etapa del sábado se preveía la culminación de la que viene siendo la mejor prueba de una semana del calendario, tanto por tradición como por motivación de los corredores. Volviendo al símil con el mundo de los coches, la subida a Turini se disputó en unas condiciones meteorológicas muy alejadas de aquellas noches de enero del rally de Montecarlo en las que la nieve estaba bien presente y era un elemento de dificultad añadido a los revirados trazados. En esta ocasión, tomada la subida desde su vertiente de solana de La Bollène-Vesubie, sólo en las zonas cercanas a la cima podía verse algo de nieve congelada en las cunetas. Sin embargo, la noche era el signo predominante. No una noche real, claro está, sino metafórica: la noche eterna del dominio negro de los Sky.

Cartel del Col de Turini desde su vertiente de Luceram-Peira Cava.


Con la clasificación en la mano se diría que el triunfo final de Egan Bernal ha sido la confirmación de que hay un nuevo dominador en ciernes. El ciclismo, que siempre busca sus ciclos, agotaría así el de Froome para dar paso al de Bernal, el nuevo campeón, el colombiano salido de la cuadra de Savio con un VO2 max digno de los ángeles predestinados y que recaló en la cuadra de Brailsford para crecer y madurar. El campeón de los 22 años. Todo eso está muy bien, pero hay que tener en cuenta una cosa. Su triunfo en la París - Niza no ha sido el de un escalador puro, a pesar de subir a plato y de tener una estampa aguileña digna de Coppi. De hecho, no ha sacado ventaja en la montaña. Su triunfo ha sido el de un corredor completo, que ha dado su "gran salto adelante" arropado por un equipo infalible que ha puesto a prueba, una vez más, sus estrategias de julio en la carrera estrella de marzo. Una carrera que ha ganado con Wiggins, Porte, Henao y Thomas, nada menos. Es decir, una carrera que han dominado en los últimos ocho años, salvo en las ediciones de 2014 (Carlos Betancur) y 2018 (Marc Soler). Recuérdese que en el 2014 sobrevolaba el ambiente el problema de Tiernan-Locke y en 2018 el ventolinazo de Froome.  

Volvamos a Turini. Los Sky partían antes de la etapa con Michal Kwiatkowski y Egan Bernal como primero y segundo de la general. En las primeras etapas, ambos se habían dado un festín de abanicos, junto a Luke Rowe. Había sorprendido notablemente la familiaridad del espigado colombiano con la fuerza del viento, tanto es así que Kwiatkowski le había tenido que pedir que se relajase en algún momento. Simon Yates y Miguel Ángel López habían quedado distanciados en esas etapas de viento, mientras que Nairo Quintana, siempre muy antento, era el único que podía inquietarles mínimamente. El banquete no había sido sólo de viento, sino también de bonificaciones y de distancia en la crono, con lo cual el equipo negro parecía tener bien atada la clasificación. Tocaba administrar esa ventaja, corriendo a la contra. Pero como nos tiene habituados el Sky en el Tour, se dejó marchar por delante a un grupo bien nutrido, de casi una treintena de corredores. Entre ellos estaban Simon Yates, Miguel Ángel López, Daniel Martínez y...Philippe Gilbert, que ostentaba el liderato virtual. Los Sky preveían que los vatios pusieran, con el paso de los kilómetros, a cada uno en su lugar. 

A pesar de que los comentaristas en meta señalaban que Philippe Gilbert era gran conocedor de las subidas del arriere-pays niçois, como residente monegasco, poco duró el espejismo eufórico de su liderato. Durante un momento pareció que el dominio de los lobeznos iba a continuar en Turini, con Tim De Clercq tirando del grupo en las primeras rampas, con el mismo ímpetu que en cualquier recta flamenca. Pronto se destacaron cuatro corredores por delante: Simon Yates, Miguel Ángel López, Daniel Martínez y el sorprendente Nicolas Edet, un corredor solvente y siempre combativo.  

Por detrás el propio ritmo de Sky agotó a Michal Kwiatkowski, un corredor acostumbrado a "dejar de funcionar" de golpe, como si se le agotase la cuerda. Cedía así el liderazgo del equipo al colombiano Bernal, que iba todavía protegido por Sosa y Narváez. Por delante, Simon Yates jugaba a atacar y parar, esperando que otros le hiciesen el trabajo sucio de llevarlo hasta el último kilómetro para dar allí la estocada. El marcaje con Miguel Ángel López era evidente y mutuo. El británico se había marcado una contrarreloj sobrenatural, tomándose la carrera como un test para objetivos posteriores. Pero los colombianos iban a arruinarle todos sus test y preparaciones, con una cocción a fuego lento que acabaría por atufarlo. 

La marcha cuartelaria de la particular mita del Sky iba diezmando el grupo. Grandes nombres como Romain Bardet cedían. Sólo Nairo Quintana, Nairon para los aficionados colombianos, aguantaba el ritmo del Sky. Por delante, después de muchos tiras y aflojas, Simon Yates quedaba por detrás junto con Nicolas Edet, mientras los dos colombianos quedaban por delante. A falta de un kilómetro, Daniel Martínez se marchaba con una portentosa acelaración, entrando en meta sprintando. Podría haber bajado el puerto para volverlo a ascender con igual potencia. Por el tercer puesto, Nicolas Edet se marcaría un impresionante sprint para batir a Simon Yates, levantando los ánimos de todo el público presente, que le tiene lógicas ganas al dominio británico.

Daniel Martínez Poveda, ganador de la séptima etapa en el Col de Turini. 


Egan Bernal nuevo líder. En el podium con Ari Vatanen y Eddy Merckx.


Al día siguiente tendría lugar la siempre nerviosa etapa en las proximidades de Niza. Sólamente Nairo Quintana podía inquietar algo el dominio del Sky y de hecho lo intentó, como en otros años hicieran Contador, sin éxito, o Marc Soler, con éxito. De nuevo Sky había dejado marchar una fuga numerosa por delante, a la espera de recoger el carrete soltado y que el pez se introdujese por sí solo en la cesta, después de un incesante y machacón giro de vatios. Y así fue. Quintana encontró por delante a Anacona, Carretero y Soler, que se pusieron a tirar de él e hicieron que se abriesen algunos claros (metafóricos de nuevo) en el cielo cubierto de Niza. Duraron poco y ya en Èze tuvo que ser el propio Nairo el que se pusiese a tirar en cabeza. Al parecer, Quintana se había marcado la París-Niza como gran objetivo del año, visto que las grandes vueltas últimamente se le atragantan, a lo que se une además que en ellas tiene que compartir galones con otros corredores por motivos publicitarios. En la última ascensión, la de Quatre Camins, Van Garderen y Quintana comandaban el grupo pero fue Ion Izagirre el que acabó marchándose. El vasco acabaría llevándose la etapa, en un ambiente de bajadas trepidantes y llenas de trampas y atmósfera húmeda que tanto parece gustarle. Otra más para Astana, que está intratable y que tenía a Vinokurov en meta, metiendo presión. El grupo de Quintana acabaría siendo prácticamente cazado en meta. Bernal se llevaba así su primera gran vuelta de una semana (si no contamos California), la sexta París-Niza para Sky. Están todavía a una de Sean Kelly. 

Ion Izagirre ganador de la octava etapa en Niza. 

Egan Bernal, ganador de la clasificación general. Con Bernard Thevenet.

Michal Kwiatkowski, tercer clasificado y líder de la clasificación por puntos. 

Los cuatro protagonistas de la carrera: De Gendt (montaña), Quintana (2º), Bernal (líder y jóvenes), Kwiatkowski (3º y puntos).


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Èze desde el Col d'Èze.

Luceram, inicio de una de las tres vertientes del Col de Turini.

Los Alpes desde Peira Cava.

Un punto de la costa entre Èze y Niza. 

La iglesia de La Turbie desde el Trofeo de los Alpes.
¿Qué tiene de atractivo ver una carrera en directo? ¿Vale la pena hacer tantos kilómetros para acabar viendo el desarrollo de la etapa en la pantalla al lado de la meta? La respuesta es sí, por supuesto. Como aficionado actual al ciclismo me muevo entre el cinismo y la admiración, en una esquizofrenia a veces difícil de conciliar. Pero cuando el ciclismo se vive desde cerca acaba predominando siempre la admiración sobre el cinismo. La expectación antes de la llegada de los corredores, el hormigueo constante de corredores en la salida y la admiración silenciosa hacia los cuerpos llevados al límite nada más cruzar la meta, siguen siendo emociones que merece la pena revivir. En Niza he visto una afición auténtica, mucho más numerosa de la que estoy acostumbrado a ver por mi tierra: no sólo por los numerosos cicloturistas en sus carreteras de tráfico alocado, sino también por los jubilados que disputan con los niños por la caza del autógrafo, por las ancianas que leen con interés las noticias sobre Rudy Molard en el periódico local y por otros muchos aficionados, franceses e italianos, dispuestos a convertir el col de Turini en un lugar de peregrinación ciclista por un día. También es digna de nombrar la sorpresa al encontrar, entre los cicloturistas ascendiendo el Mont-Agel o el col d'Èze, a Steven Kruijswijk y Christopher Froome, enfocados en sus respectivos entrenamientos y pasando incomprensiblemente de participar en una carrera que se desarrolla por carreteras muy conocidas para ellos.

¿Y qué mejor que pensar, a pesar de lo dicho hasta el momento, que Egan Bernal se ha llevado una carrera que es algo así como el Trofeo de los Alpes que corona la localidad de la Turbie? Éste es un monumento conmemorativo erigido en tiempos del primer emperador para celebrar la conquista definitiva de las tribus de los alpes marítimos, una zona que los romanos tardaron más en conquistar que la propia Galia. Pero, al igual que sucede con el ciclismo, no es oro todo lo que reluce, sino que más bien se trata de una recreación histórica, una reconstrucción en estilo a partir de supuestos. Un monumento que, según desde el ángulo que se mire, puede ser un "falso histórico" o un hito de la restauración. Un poco como sucede con el ciclismo.

Salida 7ª etapa: Tao Geoghegan Hart.

Salida 7ª etapa: Magnus Cort Nielsen.

Salida 7ª etapa: Sam Bennett.

Salida 7ª etapa: Philippe Gilbert.

Salida 7ª etapa: Michal Kwiatkowski. 

Salida 7ª etapa: Daniel Martínez.

Llegada 7ª etapa: Damien Gaudin.

Llegada 7ª etapa: Bryan Coquard.

Salida 8ª etapa: Sonny Colbrelli.

Salida 8ª etapa: Romain Bardet.

Salida 8ª etapa: Esteban Chaves. 


Llegada 8ª etapa: Egan Bernal.

LLegada 8ª etapa: Christian Prudomme y Alexandre Vinokurov compartiendo plano.

Llegada 8ª etapa: Rudy Molard.

Llegada 8ª etapa: Julian El Fares.



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